miércoles, 29 de junio de 2011

2011: AÑO INTERNACIONAL DE LA AFRODESCENDENCIA: El año de todos los cubanos y cubanas


Rolando Julio Rensoli Medina • La Habana
http://www.lajiribilla.cu/2011/n529_06/529_23.html

Vivo orgulloso de mi piel negra, no por el folclorismo vulgar de ser la preferencia de un número importante de las europeas y europeos contemporáneos a la hora de buscar relaciones amorosas y carnales en sus visitas de ocio a esta parte del mundo, eso pareciera como si fuéramos objetos de entretenimiento y empecinamiento para gente con dinero y posibilidades, exceptuando a los que lo hacen con natural sentimiento que no son pocos y algunos, mis amigos, pero no se trata de eso. Si ello resolviera el problema de la xenofobia en el viejo continente, votaría a favor, pero las leyes antiinmigrante y las persecuciones por cualquier causa a africanos, asiáticos, árabes y hasta eslavos en Europa Occidental, nos aclaran que el asunto es mucho más complejo.

La tonalidad de mi piel no es vergonzosa, mis antepasados que sufrieron la esclavitud en carne propia a fin de cuentas labraron con su sudor, aunque forzosamente, las riquezas que se acumularon durante siglos en unas pocas manos pero que la Revolución triunfante el 1ro. de Enero de 1959 las distribuyó entre todos, más tendría que avergonzarse el amo, y sus descendientes pedir disculpas. Por otro lado, nos queda claro en esta historia, que con el primer esclavo africano en América comenzó el cimarronaje, el apalencamiento y otras formas de rebeldía, hermanadas con la resistencia que los pueblos originarios hicieron al conquistador, por lo tanto, vivo orgulloso de descender de una raza indómita.

La actualidad del problema es atravesada por otras cuestiones. Como norma, los descendientes de los esclavistas formaron una aristocracia criolla pujante que dominó el panorama político-social cubano durante la república a medias, de 1902 a 1958, aliada a los monopolios del norte y hacia ese punto geográfico se marchó casi toda y al mismo tiempo, cuando el poder del pueblo le partía la siquitrilla, así tenemos que el hombre blanco cubano de hoy, por regla general, no comparte su sangre con el esclavista de antaño, él mismo es una víctima de la trampa que muestra una esclavitud coloreada. Los españoles buenos, honrados y laboriosos que inmigraron en las primeras décadas del siglo XX y de los cuales descienden muchos de los actuales cubanos, no tuvieron que ver con el látigo y el cepo a sus hermanos trabajadores negros, ni los inmigrantes de otras nacionalidades europeas que arribaron a nuestras costas en igual período. En los parques, centros educacionales, culturales y otros espacios públicos de hoy, no se sientan cubanos blancos descendientes de amos y cubanos negros descendientes de esclavos, esa fórmula tan simple es una mera manipulación.

Tampoco en la colonia fue tan sencillo el tema, había hombres blancos artesanos, pequeños comerciantes, pequeños agricultores, empleados y obreros explotados por el sistema, de la misma forma que en el XIX hubo pequeños propietarios morenos y pardos, al decir de entonces, de talleres artesanales, servicios y propiedades agrarias y tuvieron esclavos de su mismo color de piel.1

Como afirma Esteban Morales: "En América la esclavitud tomó color.2 Sobre la base de la encomienda del indígena, de la mita y la alcabala con los propios pueblos originarios, de la esclavitud descarnada con el mismo indígena y con el negro africano y la esclavitud encubierta de hindúes y culíes chinos y filipinos, se construyó un esquema de supuestos “valores naturales, éticos y morales” que bendecían la superioridad económica, cultural y social del hombre blanco sobre los no blancos. La suerte del indígena, del africano y del asiático, no solo fue compartida por los criollos negros y amarillos que de ellos descendieron, sino también por los mestizos, llámese mulatos, cholos, sambos, caboclos, castizos, jabados, cuarterones o de cualquier manera.

Pero en la Hispanoamérica que se independizó durante el proceso de 1790 a 1830 cuyo bicentenario ahora conmemoramos, celebramos y sobre el que reflexionamos, no se resolvió la discriminación ni exclusión del indígena, del negro y del mestizo. Tampoco lo logró Cuba con su república de fachada a partir de 1902. Todo lo contario, la intervención norteamericana en la contienda libertaria cubana en 1898 agravó el problema3 y en los posteriores 56 años de república neocolonial, fue tomando distintos matices pero para ahondarlo no para resolverlo. Solo el triunfo de Enero creó las posibilidades y en buena medida las realidades, pero nunca logró exterminar el problema, pues tomó forma de prejuicio subyacente, de rezago del pasado, se invisibilizó y sube a nado a la superficie cuando la crisis económica denominada período especial en tiempo de paz detuvo la construcción de viviendas, distribución de artículos de calidad de vida y otros programas sociales que propiciaban igualdad de oportunidades; agravó las diferencias entre familias; las remesas desde el exterior favorecieron a una parte y no a todos, recordemos que la emigración cubana desde antes de 1959 hasta 1980 fue básica y casi exclusivamente blanca; la práctica nociva del nepotismo hizo de las suyas al estar ocupados una gran parte de los cargos administrativos por personas blancas que favorecieron a sus familiares sobre todo en el turismo y su asociado, el llamado sector emergente de la economía; la corrupción, el delito y las ilegalidades, puestos de moda, se vistieron de “cuello blanco para los blancos” con enormes ganancias y “raterismo, juego prohibido y delitos callejeros” para los delincuentes negros y así, la herencia cultural y económica desfavorable y muchas veces marginal para determinados sectores y entre ellos, las familias negras, emergió; entonces, el prejuicio subyacente se convirtió en práctica excluyente y discriminatoria.

Un acto de responsabilidad política e intelectual fue asumir el problema en eventos de trascendencia, entre ellos, los dos últimos Congresos de la UNEAC4, por el líder de la Revolución Comandante Fidel Castro Ruz en varios Congresos del Partido como el segundo (1980) y el tercero (1986), también en la toma de posesión del General de Ejército Raúl Castro Ruz como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros el 24 de febrero de 2008 y en la clausura del Sexto Congreso del Partido el 19 de abril de 2011. Es, sin duda, un tema de actualidad nacional. Entre los días 13 y 17 de este mes de junio, el Instituto Cubano de Investigaciones Culturales Juan Marinello sirvió de sede a un seminario sobre el tema.

Tomarlo con responsabilidad significó la creación del grupo Color Cubano en la UNEAC; después de su último Congreso, surgió el Grupo de lucha contra la discriminación racial, en la propia organización. El Comité Central del Partido Comunista de Cuba, por su parte, creó otra comisión la que indistintamente llamó Color Cubano, homónima a la otra y de investigaciones de la racialidad, posteriormente. Fueron temas de discusión de este grupo de trabajo partidista, a saber: los señalamientos críticos a la dirigencia del Instituto Cubano de Radio y Televisión y en particular a su vicepresidencia de la televisión, sobre imagen y participación de la diversidad racial en la parrilla de la programación televisiva y el tratamiento en ella de temas de la integración nacional y étnica; la discusión con el sistema educacional del abordaje de este asunto desde los programas de asignaturas en todos los niveles de enseñanza; con el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, las investigaciones sociológicas, antropológicas y de otras ciencias sociales sobre la persistencia de exclusiones y discriminación racial en el contexto nacional y con el Instituto de Historia de Cuba y la Unión de Historiadores de Cuba, del tratamiento desde la historiografía revolucionaria, de esa temática. Hablar de victoria final en esos cuatro ejes sería mentir; pero aceptar discretos y modestos avances es una realidad con la certidumbre de que se ha logrado mayor conciencia del problema y, por tanto, el camino hacia su solución se está transitando. La mesa redonda informativa radiotelevisiva, espacio estelar del sistema informativo del ICRT, abordó el tema en dos ocasiones: una con un panel de reconocidos expertos y otra, con sendos documentales acerca del Partido Independiente de Color y la sublevación de José Antonio y Ulabarra. La creación y actuación de la Comisión estatal y partidista para la conmemoración del centenario del Movimiento Independiente de Color (2008–2010), presidida por el destacado intelectual Fernando Martínez Heredia fue otro paso por tener en cuenta.

Pero el debate aún no trasciende a todo el medio académico, cultural y político, todavía se encuentra el que persiste en la inexistencia del problema y algunos otros plantean que no hay que darle tanta fuerza. Mientras, el diapasón se abre al otro extremo. Personas revolucionarias, de militancia política en la Revolución, incluso, que giran hacia la hipercrítica con las mejores intenciones, pero propiciando un marcado sisma de entendimiento sobre el tema y en el río revuelto, no faltan los que sirven al enemigo de la Revolución, bien cobrando chequera en la Oficina de intereses del imperio o bien, ingenuamente sirviéndole en bandejas de plata sus puntos de vista y en esto como en cualquier otro asunto, valdría la pena recordar las “Palabras de Fidel a los intelectuales” en los albores de nuestro proceso: Con la Revolución todo. Para mí queda claro que es un asunto de cubanos que se resuelve dentro de Cuba y con su Revolución. No es tampoco un asunto de negros cubanos sino de los cubanos todos; al final, la discriminación y el prejuicio anda batiendo en ambas direcciones y dentro de cada parte direccional: del blanco al negro, del negro al blanco, entre negros y entre blancos.

Cuba tiene médicos voluntarios en 69 países, centenares de miles de jóvenes africanos, latinoamericanos y asiáticos han estudiado, se han graduado o estudian en ella. Más de 300 mil de nosotros fuimos a combatir en el continente africano por el solo mérito de contribuir a la independencia, la soberanía y la integridad de esos países, a saldar nuestra propia deuda con la humanidad según el legado de Fidel y contribuimos al fin del apharteid en Sudáfrica.

Cuando en 1960 se le negó a Fidel y a la delegación cubana a la ONU hospedarse en un hotel en Nueva York, los negros de Harlem le extendieron la mano y el Hotel Theresa se convirtió en el reservorio de la dignidad de los pueblos y grupos humanos oprimidos.

Sin embargo, la hipercrítica desde nuestras filas, la manipulación y los ataques desde las trincheras opuestas, condujo a una confusión sin precedentes al punto de que un grupo de intelectuales afronorteamericanos firmaron una carta condenando la discriminación racial en Cuba, la que fue respondida certeramente por la UNEAC y por algunos de nosotros a título personal.

Respeto criterios diversos, pero tengo derecho a pronunciarme como pienso. Hemos de tener cuidado en la forma de cómo nos asociamos y cómo proponemos nuestros proyectos.

Reivindicar a José Antonio Aponte cuyo bicentenario conmemoraremos el venidero año 12 es algo muy serio y trascendente. En la otra república casi lo logran borrar del martirologio cubano, se hizo común el refrán: Es más malo que Aponte, en el libro Guanabacoa. Apuntes históricos, de Elpidio Laguardia (1946) cuando se refiere a la sublevación en los ingenios Trinidad y Peñas Altas, se trata a Aponte de cabecilla; a su captor, el mayoral Orihuela, de héroe y a los esclavos traidores, de fieles. Que un conjunto escultórico se inaugure en la misma esquina donde estuvo su casa de vivienda y donde colgaron su cabeza sus asesinos, es algo merecido y que se coloque una tarja en la calle que lo recuerda en el barrio extramural de Jesús María, la misma arteria que se denominaba en la colonia Someruelos, el marqués y capitán general que ordenó su muerte, es otro propósito esclarecedor; reconocerlo como precursor del movimiento independentista y líder de la primera conspiración de carácter nacional, es una reivindicación necesaria; pero hacer campaña para nombrarlo Padre de la Patria en sustitución de Carlos Manuel de Céspedes, es algo manipulador, desconcertante y desconocedor de la verdadera evolución de las ideas independentistas en Cuba.

La Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) propuso al estado cubano en el Congreso Nacional de Historia efectuado en 2002 en Santiago de Cuba, nombrar a Mariana Grajales como la Madre de todos los cubanos o la Madre de la Patria, hecho que socialmente se reconoce y es hora de oficializarlo pero crear una Asociación de lucha contra la discriminación racial con el nombre de la madre de los Maceo para hacer el juego desde la ilegalidad a un tema crucial como el que debatimos, es algo inconsustancial con los nobles propósitos.

¿Debe existir la Cofradía de la negritud? Puede, de hecho existe, pero el problema no es de organizaciones ni de asociaciones nuevas, sino de que la sociedad civil socialista cubana definida como tal en el V Pleno del Comité Central del Partido efectuado en 1992 mediante un informe del Buró Político leído por Raúl, participe y resuelva el dilema desde todas sus organizaciones integrantes: las de masas, las sociales, las profesionales, las de oficios, las religiosas, las fraternales, las de aficionados, las regionales, las culturales, las deportivas, todas.

Extrapolar términos extranjeros al contexto cubano, en nombre de una visualización mayor del problema, no ayuda a visualizarlo ni a resolverlo pero sí lacera el concepto unitario de la etnia, la nacionalidad y la defensa de la Revolución.

Cuba avanzó de la diferenciación entre el negro de nación y negro criollo para señalar al africano y al nacido en esta tierra y superó el concepto excluyente de José Antonio Saco sobre el cubano que era todo blanco nacido en la Isla y cuando se lanzó el Grito de la Demajagua el 10 de Octubre de 1868 se concretó un concepto de nación: Por Cuba Libre, y por ella fue a luchar el Ejército Libertador Cubano y lo que se proclama en Guáimaro el 10 de abril de 1869 fue la República de Cuba y en igual fecha de 1892, el Partido Revolucionario Cubano. Es cierto que a la abolición de la esclavitud de manera radical planteada por Céspedes le siguió un criterio de abolición gradual y bajo indemnización, propio de la clase terrateniente que lideró la lucha en sus inicios como también fue aprobado un “Reglamento de libertos” que limitaba la liberta de los esclavos redimidos pero duró muy poco. La toma de conciencia de la necesidad de superar estas diferencias fue en aumento y aunque no se resolvió el problema del racismo —como otras tantas problemáticas— en la Guerra de los Diez Años y todo ello coadyuvó a una fatal falta de unidad de las fuerzas revolucionarias, lo cierto es que las tropas cubanas nunca se formaron por composición racial, aquí se mezclaron combatientes negros, blancos, asiáticos, indígenas y mestizos, cubanos y extranjeros y eran mandadas por oficiales de distinta raza, región u origen nacionales.

Antonio Maceo más que Mayor general y Lugarteniente general, fue un ídolo para los cubanos, lo lloraron en toda Cuba cuando cayó y en plena escaramuza de San Pedro, incluso su incondicional Miró Argenter que era catalán. Enrique Loynaz del Castillo le había dedicado un himno: Canto a Maceo, que el propio general Antonio le ordenó cambiar el nombre, sería entonces el Himno Invasor con que las huestes llegaron desde Baraguá hasta Mantua. La única tropa unirracial que conozco en el Ejército Mambí fue la guerrilla del cacique José Francisco de la Caridad Rojas Ramírez, formada por los indígenas de la zona de Caridad de los Indios de Yateras; pero más tarde, creció con hombres de todas las razas y se convirtió en el regimiento Hatuey, de la Primera División Guantánamo, y que sirve de muestra de que los descendientes de los originarios cubanos participaron como el resto de los nativos de esta Isla en las luchas emancipadoras.

Sí está refrendada la admiración hacia el “León de Oriente” el mayor general José Maceo, las heroicidades de Guillermón Moncada, de Quintín Bandera al frente de la infantería invasora, de Flor Crombet quien dirigió la expedición de la goleta que desembarcó por Duaba el 1ro. de abril de 1895; Juan Gualberto Gómez era un real hermano negro de José Martí y su hombre de confianza en Cuba. El movimiento obrero y sindical cubano reconoció en la década de 1940 a sus “tres zares negros” no como líderes de los obreros negros cubanos, sino de todo el movimiento obrero: Lázaro Peña, Jesús Menéndez y Aracelio Iglesias; en la lucha clandestina contra la dictadura de Fulgencio Batista se destacó un héroe indiscutible: Gerardo Abreu Fontán y en la Sierra al comandante Juan Almeida Bosque como una de las figuras más importantes.

La Revolución reivindicó las religiones de origen africano, las puso al nivel que exigía el ecumenismo y la laicidad; reconoció el aporte cultural africano en todas las esferas y creó el Conjunto Folclórico Nacional donde le dio a ese aporte, un lugar preferencial. Reconocer y visualizar lo afrocubano dentro de la cultura cubana y dentro de la etnia única cubana no es solo un acto justiciero sino objetivo, Cuba no es nada culturalmente sin los elementos que le entregaron las 88 etnias africanas que llegaron a sus costas y sudaron en cañaverales y cafetales. Pero dividirnos como personas en minorías nacionales a partir de un origen racial, étnico o por la pigmentación de la piel es algo contraproducente con nuestra evolución histórica y nuestra realidad cultural. De asumirnos unos como afrocubanos,5 tendríamos que admitir la existencia de hispanocubanos, francocubanos, chinocubanos, mayacubanos, árabecubanos y toda una larga lista. Pero yo razono sobre el criterio de don Fernando Ortiz, a él no se le ocurrió comparar la heterogeneidad cubana con una ensalada mixta, en ella, puede haber tomates, lechugas, pepinos y toda suerte de legumbres y hasta papas y huevos; pero ese plato heterogéneo mantiene una diversidad de origen y de composición, cuando usted lo digiere puede diferenciar perfectamente sus componentes. Ortiz no comparó a Cuba con eso sino con un ajiaco criollo, también heterogéneo porque se mezclan en él una cabeza de cerdo, toda suerte de viandas, agua, especias… pero el resultado es un producto nuevo, un rico y único caldo con una diversidad de componentes en su menú, pero un producto auténtico y eso es Cuba.

Yo comencé reconociéndome negro y orgulloso de serlo, pero por encima de eso soy cubano, producto de la mezcla de mis tatarabuelos yorubas de Nigeria, napolitanos del sur de Italia, indígenas de Guanabacoa6 y asturianos, ¡Eso es Cuba!

Un amigo mío, de mi natal Guanabacoa, con apellidos español y chino es rubio, de ojos verdes, piel blanca pero tiene los ojos semirrasgados y es que su mamá es amarilla cubana y sus abuelos chinos y muy cercanos a mí, par de muchachones de piel blanca, uno trigueño y otro rubio, que se criaron considerándome tío por la amistad que me une a sus padres. El padre, camagüeyano blanco, rubio, de ojos claros y descendiente manifiesto de abuelos hispánicos por ambos lados, la madre, una mulata habanera, hija de una mujer negra y un hombre blanco, los otros abuelos de los muchachones. ¡Eso es Cuba! Ahí está el engaño de la raza de que nos alertara Ortiz y por ello la “Balada de los dos abuelos”, de Nicolás Guillén.

¿Acaso fue casualidad que surgiera aquel refrán sentenciador?: En Cuba el que no tiene de congo, tiene de carabalí o aquel para mestizos blanquecinos en la etapa republicana anterior: ¡Aquí, pasando por blanco hasta que se descubra! o aquella poesía popular que rezaba: ¿Y tu abuela dónde está? ¡La mamá de tu mamá!

Nuestras abuelas están en 88 etnias africanas, 17 hispánicas, 13 indígenas americanas y en varias otras etnias europeas y asiáticas y en las etnias transculturadas caribeñas. Como que la propia España, dijo Bolívar, deja de ser europea por su sangre africana.

Cuba hizo una revolución social que estremeció los cimientos de quinientos años de coloniaje, en las propias narices del más poderoso imperio jamás conocido e inauguró el socialismo criollo y mestizo, pues hasta el 16 de abril de 1961, el socialismo había sido eslavo, germano, balcánico y mongoloide pero no se había iniciado su construcción en un país con esta diversidad racial.

Al ser África una de nuestras madres patria, el Año Internacional de la Afrodescendencia debemos asumirlo, a conciencia y no en la propaganda, como el Año de todos los cubanos y cubanas.

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