sábado, 24 de diciembre de 2011

Cuando al horror se le llamaba regalo

EL autotitulado General Fulgencio Batista junto a su horda de sicarios
Tomado de Juventud Rebelde:

Cincuenta y cinco años se cumplen hoy del comienzo de la tristemente célebre operación «Regalo de Navidad» protagonizada por sicarios del ejército del tirano Fulgencio Batista

Por Héctor Carballo Hechavarría
23 de Diciembre del 2011

HOLGUÍN.— Entre los numerosos crímenes que la dictadura batistiana perpetró, aún duele en la historia patria como uno de los sucesos más dantescos y reveladores de la naturaleza criminal de aquel régimen de oprobio, el asesinato de decenas de ciudadanos residentes en la parte nororiental del archipiélago a fines de diciembre de 1956.

Cincuenta y cinco años se cumplen hoy del comienzo de la tristemente célebre operación «Regalo de Navidad», protagonizada por sicarios uniformados, principalmente subordinados al Regimiento número 8 de la Guardia Rural, el cual estuvo emplazado en las afueras de la ciudad de Holguín hasta enero de 1959.

Con la situación revolucionaria forjada en el oriente del país tras el alzamiento del 30 de noviembre de 1956 en las calles de Santiago, el alto mando del ejército batistiano temía la posibilidad de un levantamiento en alguna otra ciudad.

En acatamiento a las órdenes del entonces llamado «honorable presidente de la República», no se hizo esperar la actuación del coronel Fermín de la Caridad Cowley Gallego, jefe del entonces Regimiento holguinero.

Y en un derroche de «creatividad» condujo la citada operación que consistía, «sencillamente», en el asesinato de un grupo de líderes e incómodos integrantes de distintas filiaciones políticas o sindicales, previamente identificados por los servicios secretos.

La tradicional reunión familiar navideña que sobrevendría con el fin de año sería el momento ideal para localizarlos y aniquilarlos en el acto. Por alguna «piadosa entraña» escondida dentro de aquel coronel, Cowley exigió, empero, que no hubiera muertos en Nochebuena.

Rafael Orejón Forment, trabajador de la Nicaro Nickel Company y jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio en la zona, fue la primera víctima mortal. En previsión de que el revolucionario pudiera viajar a Guantánamo a reunirse con los suyos, la orden fue cumplida con antelación a la hora señalada.

En el lugar conocido por La Portada, apostados a la salida del poblado, guardajurados de la misma compañía y dos soldados lo conminaron a bajarse del auto en el cual viajaba junto a otros compañeros. Orejón se negó y los enfrentó pistola en mano. Fue ultimado a balazos.

«Apenado» por la imprecisión, el teniente Herrera, jefe de la SIM en Holguín, se vio obligado a rendir cuentas a Cowley. Para su propia sorpresa, la hiena le espetó: «Ojalá que todos los incumplimientos de mis órdenes fuesen así».

Lo que no pudieron evitar los asesinos fue que el revolucionario transmitiera antes a la dirección del Movimiento en Holguín un mensaje esperanzador: «Fidel estaba vivo en la Sierra Maestra». La noticia fue publicada por el periódico holguinero Norte, el 24 de diciembre.

Detenidos en sus propios hogares, secuestrados, empleando las más sutiles y engañosas invitaciones contra ellos y sus familiares, un total de 23 hombres, en su inmensa mayoría jóvenes, resultaron baleados o ahorcados.

Sus cuerpos aparecieron abandonados, en general, en lugares apartados de varios núcleos poblacionales de las antiguas regiones de Las Tunas y Holguín, con visibles señas de haber sido salvajemente torturados.

Para más horror e incomprensibilidad, no todos ellos tenían una clara filiación política, ni eran dirigentes o integraban el creciente Movimiento 26 de Julio, cuyas células se habían diseminado por el norte oriental. Eran humildes y sencillos obreros, campesinos, o simplemente familiares de los sentenciados sin causa por el régimen.

Aunque la alarma y la repulsa populares no se hicieron esperar, el régimen logró ciertamente asestar un duro golpe al movimiento revolucionario en el norte oriental. Desde entonces y hasta la actualidad, los trágicos hechos han sido reconocidos por el pueblo como las Pascuas Sangrientas.

Varias causas judiciales fueron abiertas, entre estas las promovidas por el Partido Socialista Popular y familiares de las víctimas, en una «aparatosa» y al mismo tiempo sigilosa investigación apoyada, fantásticamente, por el propio presidente de la República y el Tribunal Supremo.

Como era de esperar, el proceso seguido contra los «acusados», entre ellos el propio coronel Cowley, terminaría en una farsa, en la cual se sentenció que los autores de la masacre formaban parte de las mismas bandas subversivas o terroristas a las cuales —se dijo— pertenecieron las víctimas. Todos los integrantes de las fuerzas armadas encausados, resultaron absueltos.

No obstante, el movimiento clandestino logró reorganizarse en el territorio, bajo la dirección del héroe del silencio, Oscar Lucero Moya. Un año después, el 23 de noviembre de 1957, un comando revolucionario perteneciente al 26 de Julio asestó uno de los más duros golpes a la tiranía. El coronel Cowley, quien en el mes de mayo de ese mismo año dirigió también el asesinato a mansalva de los expedicionarios del Corynthia, fue ajusticiado en las oficinas de la Cuban Air, en pleno centro de la ciudad de Holguín.

Fuentes bibliográficas: Salida 19, de Willian Gálvez Rodríguez, Editorial Ciencias Sociales, 1985. Enciclopedia virtual EcuRed

Mártires de las Pascuas Sangrientas

Rafael Orejón Forment
Pedro Miguel Díaz Coello
Loynaz Hechavarría Cordobés
Jesús Feliú Leyva
William Alcides Aguilera Ochoa
Luis Peña Martínez
Gilberto González Rojas
Thelmo Esperance Lavielle
Armando Guzmán Guide
Silverio Núñez Hernández
Enrique Morgan
Héctor Infante Pérez
Alejo Tomás López
Pelayo Cusidó Torres
Aquiles Espinosa Salgado
Ángel Valero Consuegra
Enrique Casals
Antonio Concepción Perodín
José Marcial Pérez Cruz
José Mendoza García
Isaac Hernández Oliver
Luis Sera Moreno
Ramón Téllez Peña

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