lunes, 18 de junio de 2012

Despedir una gloria del deporte cubano con una lágrima de alegría porque estará siempre en nosotros.

Hace días que nos llegó la triste noticia de la pérdida física del tricampeón olimpico (Munich¢ 72, Montreal¢ 76 y Moscú¢ 80) y tricampeón mundial de boxeo (La Habana¢ 74, Belgrado¢ 78 y Reno¢ 86): Teófilo Stevenson.

Muchas personalidades han manifestado su dolor y pesar por la desaparición física del deportista, compañero, amigo, compatriota y siempre revolucionario cubano: nuestro campeón.

Para nuestra leyenda deportiva: "Hasta siempre campeón".

Teófilo stevenson: “Mi mayor acierto en la vida ha sido querer a mi pueblo”
Tomado de La Jiribilla.
Por Oscar Sánchez
Fotos: Archivo del periódico Granma
Es de esos hombres que no necesita estar físicamente para sentirlo presente. Y no solo por las glorias con las que vistió a su país, este pequeño pedazo de Caribe, hasta hacerlo un referente mundial, lo cual bastaría para que un barrio, grupo de jóvenes estudiantes o un colectivo laboral se enrolara en cualquiera de sus hazañas, sino porque muchos cubanos tienen una anécdota o un pasaje contado por un amigo sobre el gran campeón que un día le estrechó la mano, le ayudó con algún problema o simplemente lo invitó a que compartiera un tiempo, del que siempre tenía para el que se le acercara.

En el 2002, tuve el honor junto con Rafael Pérez Valdés, hoy jefe de la Sección de Deportes en la Revista Bohemia, de publicar el libro Fama sin dólares, del cual él fue uno de los protagonistas de las cuatro historias que recogió aquel texto.

Una de las primeras cosas que nos dijo fue: “Mi mayor acierto en la vida ha sido querer a mi pueblo”.

Y ciertamente Teófilo Stevenson Lawrence, Pirolo, Teo o Stevenson, es una de las expresiones más nítidas de ese pensamiento martiano de que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.

Para armar el capítulo dedicado a él en aquel volumen, necesitamos de poco más de siete meses, y no porque no nos atendiera, sino porque gustaba más de estar con nosotros, conversando, compartiendo con los amigos, que respondiendo las preguntas de nuestra extensa entrevista. Como todo el que se acerca a él, en esos siete meses más que realizar un trabajo periodístico o redondear una obra editorial, pasamos en un abrir y cerrar de ojos de conocidos a amigos.
Hoy, cuando ya extrañamos el cariñoso jab que nos lanzaba para saludarnos, porque se despidió muy temprano de la vida, les proponemos acercarnos a la estatura humana de un gigante del boxeo, tres veces campeón olímpico y mundial. Permítannos, pues, un breve recorrido por el capítulo más extenso de Fama sin dólares, que como dice su título se centró en las historias de cuatro famosos deportistas cubanos, donde claro está, la fama es el pívot de cada página.
En una visita a España, acompañado por el periodista Elio Menéndez, del diario Juventud Rebelde, los anfitriones le fueron a entregar un dinero de bolsillo para sus gastos y lo primero que hizo fue preguntar por el de su compatriota. Le dijeron que se lo darían al siguiente día. Él tomó el dinero, se lo entregó al cronista y le dijo a su anfitrión: el que está pendiente es el mío.

Una de sus peleas más importantes fue frente al estadounidense Duane Bobick, en los Juegos Olímpicos de 1972. El adversario le había derrotado un año antes en los Juegos Panamericanos de Cali, Colombia. Le fue arriba con todo, pero…

“Yo no le di con odio a Bobick, si lo hubiera hecho así, perdía otra vez con él. Era un boxeador muy técnico, habilidoso, y salió a dar pelea”. Le preguntamos si antes de la porfía pensó que podía ganarle. “El que vaya a competir y no piense que va a ganar, ya está perdido”, respondió casi al instante.
Interrogado sobre sus mejores amigos en el deporte y fuera de este, nos exigió que no le pidiéramos una lista, porque no quería dejar nadie afuera. “Les puedo decir que tengo tantos amigos que no cabrían en esta entrevista, ni en ninguna otra”.

Nos habló de su relación con el Comandante en Jefe Fidel Castro que prefirió comenzar rememorando que “él fue a inaugurar la Terminal de Azúcar de Las Tunas y allí dijo: ‘Ya Las Tunas tiene a un gran campeón, ahí tienen a Stevenson’. Después, todo el grupo que lo acompañaba se dirigió a los muelles; lo seguí, pero no subí a los barcos. Entonces alguien mencionó mi nombre y él preguntó: ‘¿Pero dónde está Stevenson?’ Le respondieron: ‘no subió’. Cuando bajó del barco me dijo: ‘¿Por qué no subiste conmigo? Tú venías en el grupo y eres un invitado de honor’. Le contesté que nadie me había mandado a subir y esperé disciplinadamente. Y enseguida ripostó: ‘El rato que no estuvimos juntos ahora, lo vamos a recuperar, mañana paso por tu casa en Delicias’. Imagínense un hombre como él, que me diga como si fuera uno más de mi barrio, mañana pasó por tu casa”. Y agregó: “La relación con él fue muy bonita, una escuela, se preocupaba por mí, por mi familia, por mis entrenamientos, si me lesionaba, como pasó en el Mundial de 1974, estaba al tanto del más mínimo detalle sobre la evolución. Es algo realmente bello y difícil de describir por las emociones que despiertan”.

Stevenson podría haber ganado una medalla de oro en “los juegos olímpicos de los impuntuales”, pero tenía la precisión de un cronómetro de los más avezados si alguien necesitaba de su ayuda. Recuerdo que una vez llegamos a su casa y estaba cargando agua en cubos. “Le presté la bomba de agua a un amigo que no tenía y anda con sus hijos pequeños pasando mucho trabajo”. Era así, capaz de quitarse algo para dárselo a otro, aunque él fuera quien tuviera que pasar las necesidades de la carencia.
Le preguntamos si alguna sintió la sensación de miedo. “Tal vez alguna tensión antes de algún que otro combate, a lo mejor esa tensión alguien la interprete como miedo, pero cuando te metes en la pela, todo eso acaba. En sentido general, los rivales me tenían un miedo a mí del ‘carajo’, y eso más de una vez me sirvió, porque como nadie es perfecto, en varias ocasiones me subí al ring y no estaba preparado para ello”.
Sobre los rivales que más le simpatizaban contestó: “respeté a todos y sentía reciprocidad de ellos”. Le insistimos si alguno le fanfarroneó y vino la anécdota de Tyroll Biggs, el estadounidense. “Me dijo, ‘tú ya estás viejo, te voy a ganar’. Nos habían regalado dos guantes gigantes, uno a él y otro a mí. Le propuse, vamos a hacer una cosa, el que gane se lleva los dos como premio. Los dos guantes vinieron para Cuba”.
Un boxeador puede ser un peligro fuera del ring, en una riña o si se exaltan los ánimos. “¿Riña con alguien fuera del cuadrilátero? jamás tiré un golpe fuera del ring”.
La fama nunca se le subió a la cabeza. La historia con el legendario Cassius Clay, Muhammad Alí, fue una irrefutable prueba. “El famoso es Cassius Clay y como mi nombre se mencionó para un match contra él, mi fama aumentó. El famoso es Cassius Clay”. El propio Alí expresó: “Yo soy el mejor en el profesionalismo y Stevenson lo es el amateurismo. ¿Para qué enfrentarnos entonces?”.

Stevenson junto a Alí (campeón profesional) en uno de sus viajes a La Habana.
“Nos vimos dos veces en La Habana en la década de los 90, mucho después de la fecha en que se había pactado el combate (entre el 1ro. y el 28 de febrero de 1979), y otra en los EE.UU., fueron encuentros muy bonitos, los dos habíamos esperado esos momentos durante muchísimos años, expresó Teófilo”. ¿Y hablaron de aquella pelea que no se dio?, preguntamos. La respuesta fue tajante: “No, nosotros no hablamos nada de eso. Los que han hablado mucho de eso son los periodistas. Y todavía lo hacen…”.
Le interrogamos si el boxeo tiene un instinto salvaje, cómo se sentía cuando un hombre estaba sangrando frente a él o en malas condiciones. Defendió entonces la filosofía del boxeo amateur, donde dijo que eso no ocurre, “es muy difícil que pase. No es igual en el boxeo profesional” y ejemplificó con uno de sus episodios.
El norteamericano John Tate expresó que lo derrumbaría en el segundo asalto en su pelea en los Juegos Olímpicos de Montreal, en 1976, sin embargo, luego de propinarle una combinación de golpes, primero con la izquierda y luego el potente recto de derecha, “lo tuve frente a mí, doblado ya, estaba inconsciente, indefenso totalmente, esperé a que se recuperara o que el árbitro le contara y detuviera la pelea. Si yo hubiera sido un boxeador profesional, lo hubiera matado, porque un golpe más lo liquidaría”.
Gestos como ese le valió la entrega del Trofeo Fair Play, Juego Limpio que otorga el Comité Olímpico Internacional, algo trascendental y en aquel momento inédito, pues se trataba de un boxeador.
Nos dijo que el hombre al que más duro le pegó fue al alemán Peter Hussing, quien afirmó que la derecha de Stevenson tiene tanta velocidad que no la ves venir, y si la ves ya tienes el golpe en el mentón. Y el que más duro le pegó afirmó que fue otro alemán, Jurgen Fanghnael, “pero por suerte no me dio en el rostro, sino en los brazos, es decir, en la guardia, pero les digo que los brazos me cimbraron con aquella descarga”.
Hace unos 15 años o un poco más los pesos completos del profesionalismo atravesaron una crisis que propició el regreso de cuarentones al ring. Le preguntamos si alguna vez pensó regresar al ring. “Jamás me pasó por la cabeza algo así”. ¿Y si te pagaran una gran suma? “No fui ni seré nunca un profesional”. ¿Y si esos millones le ayudaran a Cuba a comprar medicinas, alimentos, te pondrías los guantes? “Por mi país haría cualquier cosa, pero mi país sabe proteger a los suyos, sabe también respetar los principios, y no comercializa con el deporte”.
Sobre sus entrenadores Andrei Chervonenko y Alcides Sagarra, lo precisamos a hablar en brevísima síntesis: “Chervonenko: un padre; Alcides Sagarra: ha sido capaz de superarse para superar a los demás. Un maestro”.
Teófilo Stevenson junto a Alcides Sagarra, su entrenador.

Sobre los millones de dólares rechazados y que lo hubieran hecho un hombre rico, dijo que no había que darle vueltas al tema: “Yo soy rico por muchas cosas, porque soy feliz, porque soy cubano, porque vivo en Cuba. Soy rico por la sociedad en que vivo. Soy muy rico porque me respetan y porque me dan mucho cariño. Yo nunca me arrepentiría de lo que he hecho”.

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