viernes, 15 de febrero de 2013

Una semblanza del Humanismo en José Martí: Holística de su universalismo


Tomado de Caliban. Revista Cubana de Pensamiento e Historia.

Por Jhosman Gerliud Barbosa Domínguez


Introito 

Hay que decir que mucho se ha escrito sobre Martí y no pretendemos innovar al respecto; pero sí queremos al menos hacer fluir sobre un número finito de cuartillas, varias facetas de su praxis para sustentar cómo llega un ser a concurrir al universalismo: mediante el holismo. Y cómo esto permite definir a Martí como un humanista original, fruto de Latinoamérica, mediante la síntesis que hace de lo europeo y lo indo-americano.

El lector será llevado por varias facetas de ‘El Apóstol’, que si bien se pueden exhibir a veces inconexas, llevan un hilo conductor y metódico que espera lograr al final poner en evidencia la trascendencia de la originalidad; elemento aun escaso en nuestros días. Quizá esa sea la idea más martillada, a veces subrepticia o abiertamente: la originalidad del pensamiento decimonónico martiano, proyectado sobre la propia Revolución cubana y el pensamiento latinoamericano actual. 

Esperamos que la semblanza traída aquí, de cuentas de tantas cosas que debemos sentir y hacer para agudizar nuestras reflexiones, fomentar la autonomía de los pueblos y reafirmar nuestra originalidad latinoamericana, sin que ello reste universalismo.

Martí: una semblanza

Desde los diez y seis años, Martí afronta el encierro por su vinculación a la causa independentista. Sus viajes por España, Europa, México, Guatemala, Venezuela y Nueva York, refuerzan su carácter reflexivo frente al problema llamado Independencia; conspira desde afuera del ‘Gran Caimán’, -como llamara el poeta Nicolás Guillén a la Isla de Cuba- dejando algo pendiente la militancia, bajo una acción en su Isla más directa. ¨Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra¨, dice en su célebre ensayo con propósitos periodísticos, ¨Nuestra América¨.[1] Pero más allá de la mera idea moriría el día en que se inicia en el empuñar de armas, convencido de la necesaria lucha, no ya del material de tinta y pluma cuando dice:

No vivimos, no como ciervos futuros, ni como aldeanos desmembrados, sino con la determinación y la capacidad de que se le estime por sus méritos y se le respete por sus sacrificios; porque las mismas guerras, que de pura ignorancia le echan en cara, los que no la conocen, son el timbre de honor de nuestros pueblos, que no han vacilado en acelerar con el abono de su sangre el camino del progreso y pueden ostentar en su frente sus guerras como una corona.[2]

Pero esa militancia, esa constante conspiración en aras de la libertad de su pueblo, proyecta a Martí como una síntesis paradigmática no solo de la formación grecolatina que obviamente vivía ya toda colonia y país independiente de la época; también es un hombre hecho del material de la memoria de la América continental, de sus ancestros amerindios como lo reconocería en su texto ¨Autores americanos aborígenes¨.[3]

Así, apreciamos que hay una visión universal, cosmopolita, hecha a pulso de su peregrinar y su reflexión sobre la urgente independencia de Cuba; esto aunado a una visión que lejana del panamericanismo, contenía tanto a la América amerindia, como a la del norte, -cada una hija de procesos diferentísimos-, caracterizada la segunda por el primer asentamiento inglés de 1607 en Jamestown, Virginia. A ello, se suma su reconocimiento de una tradición que le es propia a la América como el Mahabharatta, el Shanameeh, el Popol Vuh o el Chilam Balam. Obras éstas, que encarnan aspiraciones y cosmovisiones de los hombres y sus pueblos en contextos propios de una América ‘Latina’.[4]

El humanismo más allá de la tradición occidental

Hablar de humanismo, es entablar una reflexión sobre la sustancia primera que alienta lo humano; en contraposición con la naturaleza, en armonía con ella o como acción excelsa de la conciencia del hombre sobre sí o cualquier otro ser en la naturaleza. Es la manifestación de una conciencia histórica capaz de labrarse un destino, un camino que si bien puede vincularse a visiones teológicas, le es imperativo el hombre o ‘los hombres’, como hacedores de la historia al decir de Hegel.

Es decir, que el humanismo es en sí una reflexión que ilumina a los hombres en su recorrido por el mundo, al evidenciar su sensibilidad frente a la naturaleza y el hombre mismo. El humanismo es la forma fraterna mediante la cual expresa su universalismo el hombre. Hombre como especie y que obviamente incluye a la mujer. Por ello, la memoria y la historia, juegan un papel fundamental en la construcción de lo que se fue, se es y se aspira ser como integrante de la raza humana; que para cada grupo humano tiene que ver con su ‘noción’ de mundo; con el conocimiento que tiene de la coexistencia con más pueblos y culturas en el planeta. 

Así, en el transcurso de la historia se pueden apreciar varias formas de humanismo desde épocas de vieja data, aunque se circunscriba por lo general el humanismo a la naciente filosofía y desarrollo del pensamiento europeo tras el final de la llamada Edad Media y nombrada como Renacimiento. Esto, claro, configura una visión occidental del humanismo; dejando fuera tanto la expresión indoamericana, como la gestada en el pensamiento oriental y el africano.

Entonces, parece que lo que atañe al ser humano solo proviene de Europa; de Francia, cuna de la ilustración en inteligencias como Voltaire o Rousseau; de la Inglaterra madre de Newton; de la Italia partera de la duda metódica de Renato Descartes, el tratado de Maquiavelo o la visión de Pico de la Mirandola acerca del humanismo mismo.[5]

Es clave entonces aclarar que la reflexión sobre lo humano no se circunscribe al desarrollo, cultural o socio-económico de tal o cual región; a lo que supone como adelanto tal o cual civilización, sino que encuentra su origen en los hombres mismos, en sus creencias y articulado no necesariamente por la racionalidad occidental, sino seguramente, a través del mito, de la leyenda, del material propio de las cosmovisiones latinoamericanas encarnadas en sus nativos anteriores a la conquista.[6]

Nos encontramos frente a un hecho paradigmático y de escasa asimilación en el latinoamericano mismo: el nacimiento de una cultura que en lo sucesivo, se debería prohibir la imitación y los extranjerismos. Sobre esto volveremos más adelante.

Precisamente lo que se avista, muy contrario a la historia oficialista de Europa, es el potencial creador de América, su culto al trabajo, a expensas de la construcción en el imaginario colectivo del amerindio como holgazán, desde la época en que se inició su explotación sistemática en la mita del Perú o el cuatequil de México, que significaban el trabajo forzado en minería. Todo esto, es contrario a las enseñanzas sustentadas en la memoria desde Quetzlcoatl en México, hasta Bochica en la actual Colombia, como personajes que enseñaban a los hombres los oficios para labrar la tierra, tejer, organizar su espacio de vivienda y no sólo con propósitos individuales sino colectivos. Es decir; que, 

Se aprecia este distinguible componente de una ética laboral, que en muchos casos se vincula indisolublemente al espíritu colectivista que impone hasta cierto punto lograr la subsistencia de la comunidad.[7]

Entonces, si subsistía aun bajo formas asociativas aunque jerarquizadas y despóticas las experiencias socio-económicas indoamericanas, no podía ser sino bajo el influjo de una noción humanista, de grupo humano que trasciende ciclos de vida en conjunto; ese ‘humanismo quetzalcoaltiano’ del que hablase Laurette Sejourne, simbolizado en la destrucción sistémica, cada cincuenta y dos años, de las grandiosas construcciones de Teotihuacán, como una representación del promedio de vida del cual gozaban por entonces los Aztecas.

Una muestra de esta experiencia colectivista, solidaria y por ende humanista en la vivencia americana anterior al encuentro entre europeos e indoamericanos, se aprecia en las formas de servicio comunal tales como: ayni, minga, junta, tequio y mita, propias de comunidades como aymaras, quechuas, araucanos, chilotes, guambianos, paeces, mixtecas, zapotecas, tarahuamas, entre otros; culturas pre-ibéricas que coparan la Advia-Yala, nombre autóctono de América latina antes del blanqueamiento cultural, que delimitamos en el pie de página 4.

En este orden de ideas, sustentamos la existencia de un humanismo en América, como aspiración colectiva en el trabajo asociado y no sólo mediante escritos, que pueden superar incluso los clásicos del Mediterráneo europeo, al decir de Martí:

… que a juzgar por las escasísimas páginas interpretadas en letras y signos, con más lujo y pasión están contadas en sus pergaminos y sus piedras que las de Atridas y Pelópidas en el glorioso romance griego. Que augusta la Ilíada de Grecia! Que brillante la Ilíada indígena! Las lágrimas de homero son de oro; copas de palma, pobladas de colibríes son las estrofas indias.[8]
 
Es esta la herencia amerindia de Martí, sumada a su formación en las letras, a las cuales aportó significativamente y marcó la tendencia de escritores cubanos como Alejo Carpentier y José Lezama Lima, quien se refiere a la influencia martiana en la revista Orígenes de Cuba de la siguiente forma:

José Martí fue para nosotros el único que logró penetrar en la casa de alibí. El estado místico, el alibí, donde la imaginación puede engendrar el sucedido y cada hecho se transfigura en el espejo de los enigmas.[9]

Entonces, para darnos al análisis del humanismo en Martí, es necesario tener presente que, como todo hombre, es resultado de un proceso histórico, psicológico, sociológico y económico específico; no solamente circunscripto a su tiempo, sino engranado en la genealogía social que lo da a luz. Era necesaria esta contextualización, para contribuir al entendimiento de su originalidad como pensador, como humanista no occidental, aunque heredero consciente de una tradición en la multiplicidad que encarna el hombre de la América híbrida.

Humanismo y universalismo en José Martí

Decir que todo golpe dado en la mejilla de un hombre en cualquier parte del mundo debe recibir la solidaridad de cualquier hombre en cualquier parte del mundo, habla de la universalidad del humanismo martiano. No un humanismo para Cuba o para Latinoamérica, sino para los hombres y mujeres en el globo; ergo, encarna un universalismo.

José Martí encuentra su capacidad de síntesis de la esencia humana en ese trasegar por el mundo y el mundo de las letras; pues se sabe que Cuba como colonia española, adoleció en su momento la carencia del influjo de la Ilustración, -circunscripto a espacios sociales estrechos-, y había soportado, como toda la América ibérica, la gesta contra-reformista y la ‘santa inquisición’ como órgano de control a favor de su ethos confesional. El propio Martí escapó un tanto a esto por sus viajes por el orbe. Así, no vemos el humanismo martiano vinculado a una tendencia religiosa. De hecho, como señala el filósofo Pablo Guadarrama, ¨es clave ver que la vivencia de Dios en Martí es compleja, va de la angustiosa búsqueda al rechazo y la urgencia de identidad¨.[10]
 
En Martí, sin forzar similitudes, se encuentra una proximidad con la acción marxiana laica y dialéctica, como veremos más adelante, no pasiva sino dispuesta a la transformación.[11] Esto se debe a que Martí tenía como principal propósito la ruptura con el colonialismo español y la urgencia de sembrar en toda la América Latina, la vigilia; atenta a las desde entonces vistas incursiones en la política y la economía de otras Naciones, por parte de Estados Unidos. Es por esto que en su decir que era el hacer, se le encuadra como quien forjó un ‘Humanismo revolucionario’ o ‘militante’.

Su humanismo y universalismo, encarna el metódico arte del relojero, que sin descuidar la necesidad de fomentar y acuñar el nacionalismo, aboga además por la unidad Latinoamericana, consciente heredero de la tradición bolivariana anti-imperialista. Así en breve dice: ¨Cuando un pueblo se divide se mata. El ambicioso ríe en la sombra¨.[12]

Su influjo humanista de finales del siglo XIX, se evidencia no solo en sus escritos, que van desde poesía y periodismo hasta literatura para niños y adultos. Sus críticas o comentarios a Emerson, Whitman, Pushkin, Goya, Wilde, Julián Casal, José María Heredia, los pintores impresionistas, los poetas españoles de su época o los poetas de la guerra. No sólo en ese estar en contacto sensible con la realidad del arte, la literatura, la educación y la filosofía, que son complemento de lo que él ve como el legítimo derecho a la búsqueda, encuentro y defensa, de la soberanía. No sólo en su espíritu anti-belicista; pues como humanista, es hombre de paz y reconoce las calidades del propio pueblo de los Estados unidos y de algunos de sus prestigiosos hombres del espectro público.

Es que además de ser su humanismo una noción de lo humano ajeno a la prepotencia, Martí se mostró próximo y fiel a su decir, ‘Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar’. Para muestra de su talante de carne y hueso, desde abajo, más aun desde los niños, invisibles realidades en un mundo que aún no reconocía siquiera unos derechos particulares para este importante grupo etáreo, citamos algunos testimonios compilados por Froilán Escobar, tomados de los que otrora niños, se encontraban octogenarios a la hora de la entrevista, en donde se pueden apreciar a través de los giros propios y fieles en la transcripción del lenguaje campesino, la percepción de un sinnúmero de personas que tuvieron trato con el llamado ‘Apóstol’:[13]

A Martí le daba pena preguntar cómo nosotros decíamos los nombres. Apuntaba en su libretica. Lo agarraba un entusiasmo cuando descubría algún saber. Quién iba a decirlo, siendo él el que era aquilatado, supiente. [Sapiente] ¡Abráse visto! Le encantaban las palabras con que mentábamos el monte nosotros lo brutos. ¿Se da cuenta? ¿Se da cuenta quién era Martí? Lo que a otros podría causar risa a él le causaba saber.

Martí era una bendición, la gente se sinceraba con él enseguía [En seguida] de conocerlo, porque lo mismo escuchaba al chiquito que escuchaba al grande. Se le veía contento de tratar a cualquiera que llegaba, aunque a veces se mostraba extraño. Como era de mucho pensar, tenía sus momentos, sus barruntos. Entonces se paseaba en silencio, sin las conversaciones habituales de él. Yo lo presencié también así como si lo azotara de pronto una frialdad y se recogiera para dentro.

Martí era un hombre nervioso en sus movimientos, no sabía estarse quieto. Yo lo veía muy alegre muy contento, componiendo cosas, hablando con la gente. Lo mismo con el negro que con el blanco. Para él todos eran igual. No atendía a nadie favoritariamente….

La anterior, constituye una muestra significativa de la impronta humanista de un hombre que bien podemos llamar orgánico, al actuar y vivir en concordancia como piensa. 

Martí, escribe un artículo titulado ¨La polémica económica¨[14] en el marco de la crisis de la industria mexicana que se encontraba en franca competencia con la industria extranjera desarrollada en el mismo México. Dicho artículo finaliza reconociendo que en lo económico, solo entrega unas humildes observaciones y deja a los expertos la tarea agradable de terminar las ‘ligerísimas observaciones’ que ha comenzado a apuntar. Pero a expensas de tal acto transparente frente a la limitación de su comprensión en este tema, se permite hacer una serie de reflexiones que retratan la percepción de lo que se debe tener en cuenta en relación con el bienestar de los hombres.

Así, nos permitimos citar un fragmento, algo extenso para desarrollar una idea que dejamos pendiente líneas atrás:

Para apreciar con fruto, es necesario conocer con profundidad. […] A esto debe sujetarse la polémica, no a encomiar determinada escuela económica; no a sostener su aplicación en México porque se aplicó con éxito en otra nación; no a ligarse imprudentemente con las exigencia de un sistema extraño […] Un principio servil extravía, en economía, como en literatura y en política […] ¿Es la situación financiera de México igual a la francesa? ¿Se producen las mismas cosas? ¿Están los dos países en iguales condiciones industriales? Debe haber en la aplicación del principio económico relación igual a la relación diferencial que existe entre los dos países.[15]

Aquí se reafirma, que no solo es universal la visión de Martí frente a una diversidad de temas en la que no se amilana para expresarse en lo que atañe a estas condiciones coloniales que lesionan, en este caso, la economía mexicana, sino que reafirma a su línea de pensamiento, como lejana siempre de la copia burda que desconoce las características, las realidades concretas e históricas propias del desarrollo de la naciente Latinoamérica.

Estamos frente a un principio de originalidad de su pensamiento, de su humanismo. A Martí no es posible reducirlo a una categoría humanista europea. Él, como ya vimos, es heredero de una singularidad llamada América Latina. Del material indoamericano de las letras ya citadas. De los criollos latinoamericanos que pensaron su autonomía desde antes de las gestas independentistas y que reconoce en sus escritos. Seguramente, de su comparación con los europeos al tener contacto con su cultura en el propio suelo de Europa.

Para nosotros en el tiempo ya lejano a este fenómeno que apenas empezaba a despertar en América Latina y que seguramente, pasaba como reflexión por pocos en el mundo, no se hace un hecho de difícil análisis; privilegio del observador en otro espacio-tiempo. Pero poder desarrollar pensamiento propio en un océano que reprime la originalidad no es fácil y ello cuenta como un valor más al pensamiento y el humanismo martiano.

Ahora bien, en el ámbito del indigenismo, podemos afirmar que Martí leyó a Las Casas, -de quien se dice en el tema del racismo, fue su continuador-, y a otros cronistas que narraron el propio aniquilamiento de los nativos de Cuba. Tal segregación toma la forma de una imposición cultural que hizo parte de lo que vivió Advia Yala durante trescientos años. Es por esto que fue difícil en los criollos hacer una ruptura con la cultura europea que se empeñan en imitar en sus gustos, moda, literatura, filosofía y arte, para separarse del oprimido. Un ejemplo más de esta imposición europea, es el sincretismo en el arte religioso que, tras un rostro indígena como el de la virgen de Guadalupe en México, enquistó con éxito el culto cristiano; hecho que se ha acordado llamar como ‘barroco indiano’.

Por otra parte, es bueno reconocer que en un texto del Uruguayo Eduardo Galeano, se expresa tal originalidad urgente que podemos reafirmar con lo dicho por Martí en su texto ¨Nuestra América¨, como una muestra, más que curiosa, de evidente continuidad en las ideas libertarias de los hombres de América:

La ‘copianditis’ [Se refiere a una fiebre, a una manía por copiarlo todo], que aquejó gravemente a América Latina en toda su vida, digamos, civilizada, y que supo retratar de feroz y certera manera, don Simón Rodríguez. Un hombre condenado a la soledad, el loco, el loco Rodríguez que anduvo por los caminos de América predicando en el desierto y que decía “o inventamos o estamos perdidos” y que a los que mandaban les decía: “ustedes que copian todo, todo lo que viene de Europa y Estados Unidos ¿por qué no les copian lo más importante que es la originalidad?”.[16]

Martí nos dice lo siguiente en igual sentido que Rodríguez:

¿Cómo han de salir de las universidades los gobernantes, sino hay universidad en América donde se señale donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen.[17]

Entonces, Martí, hijo de una tierra tardía en la obtención de su independencia al lado de las nacientes repúblicas continentales y del Caribe de América, tiene claro cuál debe ser el rumbo de Cuba al lograr la independencia; cuál su proyección como heredera de unas singularidades históricas y por ende, cuáles son sus hermanos y amigos que en unidad, afronten al naciente grupo de estados norteamericanos. Así, la originalidad sobre cualquier cosa. No permitirse copiar. 

Por eso, no es de extrañar que esa sensibilidad por la causa de los desposeídos del mundo, no encontrase una afinidad o influencia significativa del emergente proletariado y socialismo mundial que, animado por los logros de la comuna de París -marzo de 1871-, el fortalecimiento del socialismo científico en Inglaterra, y en menor medida en Alemania y la Rusia zarista, se traslada al ‘nuevo continente’, Estados Unidos, en donde el desarrollo de una industria pujante, cristalizaba su materia prima: el obrero industrial.

Precisamente, no sólo la conciencia clara de Martí de la singularidad de América Latina, hasta en estos aspectos económicos como los ya vistos en el artículo sobre la crisis mexicana, sino esta connotación básica del socialismo científico, que encuentra su carne en un proletariado industrial, le reafirma la distancia de estas teorías que, si bien no están desprovistas de humanismo, -pues les atañe en su reflexión las condiciones de vida de los desposeídos, figura universal más allá del modelo y el desarrollo económico-, una región como Advia Yala se encuentra hundida en una economía productora de materias primas, sin desarrollo industrial, rural y por lo mismo lejana y original, insoluble nuevamente con teorías foráneas. Definitivamente, el problema de Latinoamérica para Martí era otro. Él no veía obreros sino gente humilde, pobres, campesinos, a lo sumo, marginados urbanos.[18]
 
Así, su humanismo, siendo transversal a cualquier hombre en el planeta, tenía necesariamente sus particularidades para una América Latina emergente, en donde la sensibilidad humanista no pasaba por una aplicación transversal de recetas iguales para todos los pueblos. Dice al respecto Paul Estrade:

Conviene tener presentes esos elementos sociológicos para comprender la reacción de Martí frente a lo que consideraba las ideas importadas, ya fueran anarquistas o socialistas. Se trata de una reacción de rechazo constante: así lo expresaba ya desde 1881 y así lo seguía expresando en 1894. Pero donde Engels veía un grave defecto (esperando fuera de juventud), Martí veía una tara congénita.[19]

Cabe anotar que si bien mantiene inamovible esta noción, es receptivo a los mensajes que evidencian los sucesos de Norteamérica, cuando el ahorcamiento de los mártires de Chicago y la casería de la cual fueron víctimas los socialistas norteamericanos, entre 1889 y 1890. Martí no opone libertad a socialismo, como ya es la noción propia de la época, profundizada hasta nuestro presente; es más, solo ve un extranjerismo encarnado en algunos hombres que denomina ‘norteamericanos socialistas’; es decir, unos obreros que organizados legítimamente abogan por unas reivindicaciones pero en el marco de las características propias de un Estado norteamericano cada vez más parecido a Europa, industrializado y por ende distante de América Latina.[20]

Había que detenerse en este asunto, pues hablamos de una corriente que no sólo se perfilaba de impacto europeo, en el seno de los países capitalistas desarrollados, unos más que otros, y que buscaba su nuevo lugar allí donde la industria y el desarrollo técnico igualaban y a veces superaban las de la propia Inglaterra. Es la expansión de una corriente que va encontrando su maduración dentro del contexto de los procesos socio-económicos particulares de Europa, con una evidente sensibilidad por la problemática de los desposeídos. 

Esto quiere decir que no se fuerzan cuartillas a capricho, sino que conectamos, en el marco del singular humanismo martiano, que analizamos y evidenciamos, mediante vivencias posturas y escritos, al otro naciente humanismo, que por sus características propias, no se plantea el problema del colonialismo al interior de los obreros ingleses, alemanes, polacos o rusos; ni la exacerbación de una identidad o un nacionalismo, pues no eran los problemas de estos desposeídos ligados al desarrollo del capitalismo, sino la necesidad de humanizar el trabajo; de valorar la fuerza de trabajo pago; de formar salarios reales para los obreros y de mejorar su capacidad de ahorro; esto además de las jornadas de trabajo y el derecho a organizarse como fuerza política bajo la noción de clase y partido. Estas características en breve, hablan de la línea humanista del socialismo y que no encontró oído plenamente receptivo en Martí, aunque este reconociera en el propio Marx un luchador de causas nobles.[21]

Martí fue un militante, un escudero de la causa independentista de Cuba y de una segunda independencia de toda la América Latina, un internacionalista. Pero no era ingenuo en este asunto de entender que su idea de autonomía no se asimilaba aun por parte de los gobernantes e ilustrados de las nacientes repúblicas latinoamericanas. Si de algo se quejaba era de esta carencia en la dirigencia Latinoamericana de su época, como refiere Jaime Mejía Duque:

También se inquietaba Martí por la negligencia y la inmadurez de la mayoría de los grupos dirigentes locales latinoamericanos y su escasa capacidad de resistencia frente a la poderosa voluntad anexionista de los Estados Unidos.[22]

Atreviéndonos a extender un poco el humanismo latinoamericano, representado en la necesidad de caracterizarse como experiencia singular, señalamos que, finalizando el siglo XIX, ya se oyen levantar las voces de hombres como Domingo Faustino Sarmiento, José Enrique Rodó, Félix Rubén García Sarmiento, José María Vargas Vila, José Vasconcelos o Francisco Henríquez y Carvajal, -orador de ‘arrebatada unción’, al decir de Martí-, padre del dominicano Pedro Enríquez Ureña, llamado el ‘Maestro de América’ y quien escribió La utopía de América, que data de 1925, entre otras obras. Luego tendremos en México a José Gaos, Leopoldo Zea y una pléyade de latinoamericanos, que reafirman éste pensarse como originalidad.

Esto quiere decir que hay una llama avivada que reflexiona sobre lo que encarna la humanidad latinoamericana, la originalidad americana; pues en esto redunda toda ciencia propia, todo saber propio y que osa seguir una línea inconfundible de aciertos y yerros como sucede con todo proceso histórico de todo pueblo. 

De Martí se aprecia su ubicuidad reflexiva, su holismo, en tanto no le es ajeno ningún tema que tenga que ver con el hombre. Así, en la primera Conferencia Internacional Americana o Conferencia Panamericana dada en Washington en 1890, reflexiona asiduamente sobre las ventajas y peligros al entablar una sola comunidad con Estados Unidos. Critica con argumentos lo que vicia tal intento ‘fraterno’ motivado por Norteamérica: la unidad monetaria de todo el continente, bajo uno o dos valores; los diez delegados estadounidenses convocados no hablan español y están sentados en la mesa con base en sus intereses comerciales en América Latina. Sumado a ello, de los diez y siete delegados latinoamericanos solo siete hablan inglés, por ostentar cargos diplomáticos en Washington; es lo que se puede llamar una Babel que por sustracción de materia es inviable como unidad política y que no soporta la idea de una congregación Panamericana.

De esta manera, ve que hay un interés hegemónico norteamericano, fundamentado no sólo en el control político, sino en la subordinación económica; hecho al que se vería expuesta la América Latina. De allí, una de sus frases conocidas: ‘Quien quiera ser libre, sea libre en negocios’. Pues la carencia de libertad, inhibe a las naciones de gestar hombres honrados y que terminan solapando, legitimando el yugo, que ya incrustado en la cultura, se desvanece como imposición y se legitima como forma natural entre los hombres:

La libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía. En América no se podía ser honrado, ni pensar, ni hablar. Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. [23]

El humanismo martiano, por ende, lo hallamos en toda su obra y en toda su vida. Defensor de la libertad de expresión como garante de cualquier manifestación en la esfera religiosa y cualquier otra. Con plena claridad sobre el hecho de que la esfera religiosa tiene derecho a ser parte del cultivo humano en el seno de las costumbres familiares e individuales y lejanas de la función pedagógica y la enseñanza por parte del Estado, reclama así un estado laico, -al que obviamente le atañe la instrucción axiológica-, una república laica en la cual el estado no debe dar instrucción ni católica ni anticatólica pues esto invade la esfera de la conciencia de los ciudadanos. Su laicismo no es nada nuevo como aspiración de la construcción de la Cuba independiente que proyectaba. Ya en otras regiones de América Latina, se apreciaba en el marco de las repúblicas independientes, la división tajante entre la iglesia y el Estado; como el caso de Chile.[24]
 
Desde sus escritos hasta el trato con los hombres, niños, negros e indígenas; no en vano, se le llama el primer indigenista, evidencia su amor por la humanidad. Escritos como ¨Mi raza¨, lo exhiben como hombre empático, dador de afecto, de fraternidad y de comprensión.

Este particular asunto sobre la catalogación de las etnias indígenas, nativas de África y América, como razas inferiores, fue de sumo interés en la construcción de una historia y un estereotipo de hombre civilizado encarnado en el europeo y el emigrado, como colonia inglesa, hacia el norte de América. De esta manera, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, se acopia el esfuerzo de diversas ciencias, como la biología, la antropología, la paleontología, la lingüística y la historia para que mediante el sustento del rigor científico, se evidenciara que el carácter evolutivo de la humanidad, mostraba unas razas más aptas que otras.

Paul Estrade refiere lo siguiente al respecto y que complementamos en nota al pie, con una cita textual que utiliza el mismo autor:

Asentar el racismo sobre la ciencia up to date, deslizarse en el evolucionismo y el positivismo en caso de necesidad, parapetarse tras las lumbreras del siglo (Darwin - Spencer), fue lo que hizo la nueva corriente racista que surgió en Francia, En Gran Bretaña, en Alemania, extendiéndose sobretodo en los Estados Unidos a partir de 1880.[25]

Martí al respecto se muestra reservado. Considera que se ha utilizado y manipulado la teoría de hombres que le apasionan como Spencer y el propio Darwin. De éste último, al poco tiempo de la muerte, en una publicación en La Opinión Nacional, en julio de 1882, refiere, ‘sus yerros que le vinieron de ver, en la mitad del ser, y no en todo el ser’. Martí no hizo mucho caso a estas teorías científicas y en ¨Nuestra América¨, se expresa al respecto de manera puntual cuando dice: 

Los hombres naturales han vencido a los hombres artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza […] No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan bajo la justicia de la naturaleza donde resalta el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre.[26]

Ahora bien. Respecto a la causa indígena y aun la negra y mestiza, no tiene reparo en reivindicarlas como grupos humanos que si bien adolecen de niveles de evolución diferentes a la europea, en su ámbito tecnológico, no se puede por ello tildárseles de carentes de cultura. Martí encarna un Las Casas que aboga por no hacer análoga las categorías: cristiano-civilizado e indio-bárbaro. Así, considera que una responsabilidad humana de quien tiene la capacidad de ser maestro de otro, lo obliga a éste liberar las culturas dejándolas ser y manifestarse –de nuevo el derecho a la expresión-, como tengan a bien; esto es diametralmente opuesto al aniquilamiento o la imposición cultural efectuada en América y África. En este orden de ideas, no rechaza aquello que sin interferencia esencial, pueda hacer mejor a la América Latina; por ello, no está en desacuerdo con la industrialización en México, sino más bien con la regulación que de ello es necesario hacer para no caer en los excesos que causen desempleo, que alteren el orden que van llevando la cosas; es decir, no vencer atropellado sino vencer conciliando con las características propias de América Latina. Y dice en Nuestra América, ‘Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas’. A esto sumemos este último comentario de Martí, prueba fehaciente de su universalismo moderno y de vanguardia en el ocaso del siglo XIX:

Peca de redundante el blanco que dice ‘mi raza’. Peca de redundante el negro que dice ‘mi raza’. Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad.[27]

Finalmente

Es probable que falten por abordar más facetas que evidencien en palabras lo que sobradamente evidenció en hechos la vida y obra de José Martí en relación a su humanismo y su holismo que sintetiza un universalismo. Seguros estamos que ninguna colección impresa, ninguna producción humana, es capaz de reflejar a cabalidad la vida de ningún hombre y menos de uno del talante de Martí. Pese a esta inevitable carencia, hemos abordado no sólo su nivel teórico como escritor y orador, sino su nivel de vivencia orgánica, de su verbo hecho acción y algunas percepciones que se tejieron sobre él. 

No se duda ni un momento que, lejano del humanismo italiano del siglo XV, el humanismo de Martí no refleja como en aquel, una idolatría o culto a la herencia grecolatina, ni mucho menos a las jerarquías indígenas de Latinoamérica. Hay una vigencia latente de su humanismo universal, incluyente, pluriétnico, multicultural, diverso; todos estos, adjetivos que tienen hoy su huella en varias constituciones de Advia Yala, y de muchos Estados modernos.

Así, la fuerza de este humanismo y universalismo, de esta originalidad que empieza a recabar en las mentes lúcidas de los siglos XIX y XX líneas arriba señaladas, dejan su impronta indeleble en las nuevas generaciones de latinoamericanos que empezamos a pensar su singularidad y a retomar a Martí, si alguna vez se le dejó, entre otros, para forjar ya como una reivindicación, y en muchos casos una militancia, al latinoamericanismo del siglo XXI, que sin duda abonó Martí, como síntesis de su empeño anti-colonial; continuador de la empresa de El Libertador.

¿Apología o culto a la personalidad? ¿Qué de eso hay en estas líneas? Las palabras se hicieron para nombrar las cosas, los hechos, las acciones; los adjetivos que hemos usado sólo expresan, tan en la justa medida como toda subjetividad lo permite, agarrándose de los vocablos que la lengua le dota, el humanismo de José Martí, expresión holística de su universalismo. 

¿Qué tan universalistas somos en medio de la mundialización y la globalización? ¿Cuáles son nuestras herramientas de vida y nuestros objetivos? ¿Cuál es la vigencia, la urgencia e impacto del tipo de humanismo aquí sustentado? Esperamos que la anterior semblanza al menos aproxime, sensibilice al lector para una necesaria reflexión acerca de la forma en la que se asume una perspectiva del mundo; de cómo hacemos síntesis de nuestra ‘circunstancia’, en los ámbitos de la fraternidad, la solidaridad, del análisis internacional y más aun, del internacionalismo como praxis del humanismo, deslindado de fronteras y provincias.

Notas


[1] Martí, José: ¨Nuestra América¨. Publicado por primera vez en La Revista Ilustrada de Nueva York, el 10 de enero de 1891 y posteriormente en la edición del 30 de enero de 1891 en El Partido Liberal, de México.
[2] Martí, José: ¨Madre América¨. Texto publicado en México, en noviembre de 1883.
[3] Martí, José: Texto publicado en Nueva York, en abril de 1884.
[4] Esta noción de América Latina la entendemos como el Advia Yala original y la delimitamos para usos corrientes a, ¨… los países independientes que nacieron de las antiguas posesiones americanas de España, Portugal y en menor medida, Francia. Países de “primera generación” y, en conjunto, representan la América Latina propiamente dicha¨, en: Peña, Orlando: ¨Estado y territorios en América Latina y el Caribe¨, Ediciones Era, 1989, México, p. 13, 158 Págs.
[5] En su ¨Oración acerca de la dignidad del hombre¨, su centro de reflexión es la naturaleza del hombre, su capacidad de hacerse y ser en el pensamiento; colocando así al mismo en la disyuntiva entre ser bestia al alejarse de la comprensión de las cosas, o ser como un dios, al abarcar el conocimiento de muchas.
[6] Guadarrama, González Pablo, en: ¨José Martí y el humanismo en América Latina¨, Convenio Andrés Bello, 2003, Bogotá, 234 Págs. El proyecto humanista en el pensamiento latinoamericano. En Bases éticas, p. 29, dice: ¨Así se aprecia en el Popol Vuh, donde se plantea que “no habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado”. De lo que se infiere, si los textos son fidedignos, que no interesaba tanto la formación del mundo como en sí como la de su principal producto y valor: el hombre.¨ Este a su vez cita al Popol Vuh. Libro común de los Quichés’, la Habana, Casa de las Américas, 1975, p. 5.
[7] Ídem. Pág 32.
[8] Marti, José: ¨Autores Americanos aborígenes¨. Texto publicado en Nueva York, en abril de 1884.
[9] Lezama Lima José. ¨Secularidad de José Martí¨, Magazín Dominical, Bogotá, N° 626 14 de mayo de 1995.
[10] Guadarrama, González Pablo: Humanismo y autenticidad en el pensamiento Latinoamericano, Capitulo Humanismo Práctico y desalineación en José Martí. Publicación de la Universidad Martha Abreu, 1997, La Habana, 117 Págs.
[11] Aunque aclaramos que en vano a partir de 1972, un grupo de periodistas cubanos intentó redescubrir y hasta forzar un Martí Socialista y materialista inexistente; pues se sabe de la reticencia de Martí frente a este particular, evidenciado en la ola de migración alemana en la década de los 80’s hacia Estados Unidos y que formó el Partido Socialista del Trabajo. Asimismo, el anarquismo que desarrolló un diario propio en Chicago. Aunque esto no impidió que Martí, a la muerte de Marx en 1883, escribiera un breve artículo in memoriam del creador del Materialismo Científico, en el Diario La Nación del 13 de mayo de1883.
[12] Op. Cit.: ¨Autores Americanos aborígenes¨, p. 58. Además, en el escrito ¨Nuestra América¨, define con exactitud de dónde a dónde va esa América: ‘¿Por qué ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado de los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el gran Semí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!’
[13] Escobar, Froilán: Martí a flor de labios, Editorial política, 1991, La Habana, 135 Págs. Las aclaraciones entre llaves, son nuestras.
[14] Marti, José: ¨La polémica económica¨, Artículo publicado en la Revista Universal, México, septiembre 23 de 1875.
[15] Ídem.
[16] Galeano, Eduardo: ¨La realidad en la mejor autora de sus propias metáforas¨. Entrevista para Revista Magazín, N° 154, Marzo de 1986, Bogotá. La aclaración entre llaves es nuestra.
[17] Op. Cit.: ¨Nuestra América¨.
[18] Esto es dicho en el contexto de una visión universal de su humanismo. Pero no en vano fue delegado al Congreso General Obrero de 1876, por parte de la Sociedad La Esperanza que agrupaba en el Distrito Capital, a los trabajadores diversos ministerios, organismos centrales y secretariado del Congreso Nacional de México.
[19] Estrade, Paul: José Martí: Los fundamentos de la democracia en Latinoamérica, Editorial Doce calles, 2000, Madrid, 790 Págs. Un comportamiento crítico en los Estados Unidos, p. 325. Cita además a Martí quien se refiere en los siguientes términos al socialismo en 1881: ‘Las soluciones socialistas nacidas de los males europeos, no tienen nada que curar en la selva del Amazonas, donde se adora todavía las divinidades salvajes’. Tomado de Marti, José: Un voyage á Venezuela, 1886, p. 146. No figura referencia de lugar de publicación.
[20] Ídem. ¨A partir de 1889-90 la opinión de Martí sobre el socialismo empieza a mostrar mayor comprensión. No porque haya leído a Marx más atentamente sino porque ha reflexionado con mayor profundidad –con ayuda de la experiencia- sobre la naturaleza de la sociedad norteamericana. Lo que reprochaba a los socialistas en América, le parecía inconsiderado pero ahora legítimo: <<¡América, es pues, lo mismo que Europa!>> <> Exclamó cuando se hizo público el ahorcamiento de los mártires de Chicago¨. Esta expresión: ¡créese otro mundo!, encarna lo aberrante y paradójico: que parta de un Estado en apariencia civilizado no en dirección hacia un humanismo universal e incluyente sino por el contrario armando linderos con los otros hombres.
[21] Marti, José: ¨Honores a Karl Marx, que ha muerto¨. Publicado en la Nación, el 29 de marzo de1883 en el diario La Nación de Buenos Aires quince días luego de la muerte de Karl Marx. Dice Martí: ‘Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor. […] Karl Marx estudió los modos de asentar al mundo sobre las nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseño el modo de echar a tierra los puntales rotos […]’
[22] Mejia, Duque Jaime. ‘Martí siempre viviente’. Revista Magazín N° 626 mayo de 1995.
[23] Marti, José. ¨Tres héroes¨. Publicado en la revista infantil elaborada por el propio Martí, La Edad de Oro, Nueva York, julio de 1889.
[24] Para el caso de Chile, en 1884, el presidente Domingo Santamaría, señala lo siguiente: ‘El Estado no debe reconocer, bajo ningún aspecto, compromiso constitucional con otro poder extraño, como es la iglesia. Esta debe soportar la tutela del Estado y conformarse humildemente con todas las disposiciones que dicte […] La soberanía nacional está delegada en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. No podemos ni debemos reconocer un cuarto poder religioso que repugna al Estado’. p. 1626. En Encina, Francisco: Resumen de la historia de Chile, Editorial Zig-Zag, 1961, Santiago de Chile, Tomo III, 750 Págs.
[25] Op. Cit.: José Martí: Los fundamentos de la democracia en Latinoamérica, p. 266. Como complemento de este hecho, cita a Gusteve Le Bon quien refiere lo siguiente: ‘La mezcla de la altiva y ardiente raza española del siglo XVI con las razas inferiores ha dado origen a pueblos bastardos, faltos de energía, sin porvenir, e incapaces por completo de aportar ni la menor contribución al progreso de la civilización’. Lo toma del texto de Le Bon titulado La influencia de la raza en la historia, p. 529. Este libro fue publicado por primera vez en Paris en 1912, pero como ya vimos, data de la penúltima década del siglo XIX el inicio de esta empresa racista en Europa.
[26] Op. Cit.: ¨Nuestra América¨. La negrilla es nuestra.
[27] Marti, José: ¨Mi raza¨. Publicado originalmente en Patria, 16 de abril de1893.

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