martes, 23 de julio de 2013

26 de julio. “Esta fecha tiene valor como hecho que se proyecta hacia el porvenir”.



Fragmentos del discurso pronunciado durante la conmemoración del X aniversario del ataque al Moncada, en la Plaza de la Revolución, La Habana, 26 de julio de 1963.

(Tomada del libro Fidel Castro: el Moncada y La Historia Me Absolverá (selección temática 1953-2003), compiladoras Dolores Guerra López, María Elena Peláez Rodríguez, Margarita Concepción LLano y Amparo Hernández Denis, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2009, pp. 96-97).



[...] La importancia que tiene esta fecha radica en que aquel día inició nuestro pueblo, en escala modesta si se quiere, el camino que lo condujo a la revolución. Cruzarse de brazos ante aquella situación habría significado la continuidad indefinida de la camarilla militar, la continuidad indefinida en el poder de los partidos reaccionarios de las clases explotadoras, habría significado la continuidad de la politiquería, de la corrupción y del saqueo sistemático de nuestro país.

La importancia de aquella fecha consiste en que abrió un nuevo camino al pueblo, la importancia de aquella fecha radica en que marcó el inicio de una nueva concepción de la lucha, que en un tiempo no lejano hizo trizas la dictadura militar y creó las condiciones para el desarrollo de la Revolución.

El ataque al cuartel Moncada fue la réplica enérgica y digna al 10 de Marzo, fue la réplica decidida a aquel gobierno instaurado a fuerza de bayonetas, fue la respuesta que, una vez superados los primeros reveses, una vez superadas las deficiencias, una vez superada la inexperiencia, se desarrolló plenamente e hizo posible lo que antes parecía imposible: hizo posible la destrucción de un ejército moderno, en contra de una serie de teorías según las cuales el pueblo no podía luchar contra esa fuerza; hizo posible lo que parecía imposible, pero no fue por un milagro; lo que ha tenido lugar en Cuba no es un milagro.

Nuestros visitantes se preguntarán: “¿Qué ocurrió en Cuba y cómo pudo ocurrir esto en Cuba?” Nuestros visitantes de todas partes del mundo, pero sobre todo los visitantes de América Latina, se preguntarán cómo ha sido posible.

Es posible que la presencia de una multitud tan gigantesca, que la presencia de tantos cientos y cientos de miles de personas ante sus ojos –y no sólo la presencia: el vigor y el entusiasmo de esta muchedumbre– les haga creer tal vez que es cosa de milagro lo que ha ocurrido en Cuba. Mas, lo que ha ocurrido en Cuba no tiene nada de milagro, ¡y lo que ha ocurrido en Cuba puede ocurrir exactamente igual en muchos otros países de América Latina!
 
Todo lo que en Cuba se ha hecho y aún más y mejor de lo que en Cuba se ha hecho, es posible hacerlo también en muchos otros pueblos de América Latina.

Para nosotros, los cubanos, no tendría tanta trascendencia conmemorar con júbilo, con entusiasmo, con fervor revolucionario esta fecha, si esta fecha ante nuestros ojos no tuviera el valor de una lección útil, utilísima, para decenas y decenas de millones de hermanos de América Latina.
No tendría tanta transcendencia esta fecha y lo que ella simboliza si no entrañara un sólido aliento, una firme esperanza de que hay remedio a los males de los explotados y hambrientos de este continente, de los millones de trabajadores, de campesinos y de indios esquilmados en este continente, sino entrañara una esperanza y un aliento a la posibilidad de resolver de una vez y para siempre los trágicos males sociales de este continente, donde los porcentajes de muerte entre la población infantil se cuenta entre los más altos del mundo, donde el promedio de vida es bajísimo, y donde minorías oligárquicas –en complicidad con los monopolios yanquis– saquean despiadadamente.

¡Esta fecha tiene valor no como hecho que se proyecta hacia el pasado, sino como hecho que se proyecta hacia el porvenir. [...] Y, sin embargo en aquellas condiciones difíciles para la Revolución, en el esfuerzo realizado como ocurre siempre con los acontecimientos históricos en que el esfuerzo y la idea surgen de unos pocos– pero que si es un esfuerzo bien dirigido y si las ideas son justas, van convirtiéndose poco a poco en el esfuerzo y en la idea de las masas–, nuestro pueblo encontró una salida.

El cuartel Moncada no cayó. Factores imprevistos hicieron fallar el intento de ocupar la fortaleza, factores imponderables. Aquello pudo haber sido un duro golpe para nosotros, pero no ocurrió así por nuestra convicción y nuestra fe de que aquél era el camino. Aquello pudo, circunstancialmente, fortalecer la opinión de quienes afirmaban que no era posible luchar contra el ejército de Batista, pudo circunstancialmente, fortalecer la opinión de los politiqueros y los argumentos de los politiqueros en favor de las componendas electoreras, donde jamás el pueblo obtiene nada. Sin embargo, nuestra fe se mantuvo firme, inconmovible, en cuanto a que aquél era el camino. Y nos dimos de nuevo a la tarea, ya con más experiencia, ya con más elaboración de llevar adelante aquella lucha. [...]

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