miércoles, 14 de agosto de 2013

No perdamos nuestra memoria

 

Reproduzco este texto tomado de La Revista Cultural de Cuba, La Jiribilla, porque creo necesario profundizar en las raíces que conectan a los pueblos. Bogar por la historia es revivir nuestro antepasado, el cual forma el camino que hemos tomado hasta el presente y nos brinda las diferentes alternativas al futuro.

Para todos los buenos amigos que he conocido y espero seguir conociendo en Cataluña, en esta aventura de amor que me ha hecho navegar hasta esta tierra. A ellos les hago llegar estas notas del escritor Jorge R. Bermúdez. 

A sus palabras sólo agrego: No perdamos nuestra memoria, muy a pesar de los dolores que han quemado nuestra carne y corazones; ya que fortalecen nuestros principios de lucha.

La bandera catalana de la estrella solitaria

Tomado de La Revista Cultural de Cuba, La Jiribilla.
Jorge R. Bermúdez • La Habana
I
Cuando publiqué La invitada de la luz: aspectos históricos, simbólicos y estéticos de la bandera cubana (Biblioteca Nacional José Martí, Ediciones Bachiller, 2007), el capítulo décimo y último de dicho texto, lo dediqué a destacar la influencia del singular diseño de nuestra bandera en las creadas por las nuevas repúblicas venidas al mundo desde fines del siglo XIX hasta nuestros días. Algo tan evidente como de real trascendencia para nuestra identidad visual, sin embargo, había sido pasado por alto en los estudios que sobre el tema desarrollaron eminentes escritores e historiados cubanos antes y después de 1949, año del centenario de nuestra enseña nacional.

No deja de ser sintomático, que los primeros países en asumir como referente el triángulo equilátero de la bandera cubana, fueran las otras dos colonias que perdió España a manos de los EE. UU.: Puerto Rico y Las Filipinas, cuyos diseños habían sido aprobados de manera oficial por los movimientos patriotas en 1895 y 1898, respectivamente. A estas le siguieron la de la República Checa, aprobada el 30 de marzo de 1920, y la del nacionalismo catalán, en octubre de 1928. La última bandera en ostentar un triángulo equilátero antes de la segunda Guerra Mundial, fue la del pueblo palestino, que la adoptó del pabellón de la Legión Árabe, en 1929.
Sin embargo, el número mayor de banderas que harán uso del triángulo y, en ocasiones, de una estrella de cinco puntas en su centro, conjuntamente con franjas o bandas de los más disímiles tamaños y colores, corresponde a los nuevos Estados del llamado Tercer Mundo surgidos a partir de la segunda Guerra Mundial. De estas banderas, las que mejor nos permiten seguir una línea de diseño afín con la cubana, son las de Jordania (1946), Sudán (1956), Guinea Ecuatorial (1964), Bahamas (1973), Mozambique (1974), Santo Tomé y Príncipe (1975), Djibouti (1977), Zimbabwe (1980), Vanuatu (1980), Sudáfrica (1996) y Timor Este. 

II
Todo empezó con la visualización de un juego de fútbol entre el Barza y el Real Madrid. El primer gol del Barza, por el talento cierto del argentino Leonel Messi, llevó al camarógrafo (como es habitual en el medio televisivo) a hacer un paneo por la eufórica afición que colmaba el Camp Nou… Y, cual no fue mi sorpresa, cuando, entre el enardecido público, vi ondear una bandera mitad catalana, mitad puertorriqueña. De la primera, tenía las cuatro barras rojas sobre campo amarillo; de la segunda, el triángulo azul y la estrella de cinco puntas.

Según la leyenda, una de las versiones más aceptadas sobre el origen de la bandera catalana, es aquella que tuvo lugar en el campo de batalla, cuando uno de los caballeros caído en combate contra el “moro” invasor, trazó con sus dedos ensangrentados cuatro líneas sobre su escudo amarillo. La bandera de Puerto Rico, como es notorio, asume el diseño de la cubana, pero con los colores invertidos. El 22 de diciembre de 1895, en el Chimney Corner Hall, en Nueva York, un grupo de patriotas constituidos en la Sección Puertorriqueña del Partido Revolucionario Cubano, acordó que este sería el pabellón que sus partidarios llevarían a la guerra por la independencia de Cuba y Puerto Rico. Comunión de ideales y esfuerzos que la poeta Lola Rodríguez de Tió, sintetizó en una cuarteta muy popular entonces en ambas islas:

                         Cuba y Puerto Rico son,
                         De un pájaro las dos alas.
                         Reciben flores y balas
                         en el mismo corazón.  

La bandera cubana, concebida por el general Narciso López en 1849, y declarada enseña nacional de la República de Cuba en armas por la Asamblea de Guáimaro, el 11 de abril de 1869, se caracterizó por hacer uso, por primera vez, de un triángulo rojo, en cuyo centro ostentó una estrella blanca de cinco puntas, más cinco franjas horizontales: tres azules y dos blancas.1  La originalidad y belleza de su diseño que, para mayor rebeldía y gloria, fue contrario a las leyes de la heráldica ―toda estrella blanca debe ir sobre campo azul―, así como la bravura del pueblo que la levantó en lucha abierta contra el colonialismo por más de medio siglo, la convirtió en símbolo visual para aquellos pueblos que, con igual tradición de lucha contra el poder colonial e inspirados en el ejemplo de Cuba, aspiraron a alcanzar su libertad a partir de 1895. Tales fueron los casos de las ya citadas banderas de Puerto Rico y Las Filipinas… Y, también, la de los nacionalistas catalanes.2

La lucha de los cubanos independentistas fue seguida muy de cerca por los nacionalistas catalanes, en particular, por aquellos que vivían en Cuba, los que ya tenían una tradición de luchas libertarias junto con los cubanos desde mediados del siglo XIX. Entre los primeros, destaca el periodista catalán Ramón Pintó Llinás, quien lideró la conspiración mejor organizada de las que precedieron a la que dio inicio a la Revolución de 1868. Descubierta la conspiración, Pintó fue juzgado y ejecutado en garrote vil. José Martí, Héroe Nacional de Cuba, en una crónica que publicó en Patria, el 26 de marzo de 1892, reconoció en Pintó al “mártir primero” de “la fusión de cubanos y españoles”. El otro catalán en alcanzar un lugar cimero en la lucha por la independencia de Cuba, fue el general José Miró Argenter.  Combatiente de dos guerras: la de los Diez Años (1868-1878) y la de 1895, Miró Argenter fue Jefe del Estado Mayor y cronista del lugarteniente general Antonio Maceo. En el discurso de ingreso a la Academia de Historia, el 2 de mayo de 1926, el coronel del Ejército Libertador Fernando Figueredo y Socarrás, al evocar a Miró Argenter, expresó: “Los catalanes han sabido hacerse querer dondequiera que han estado. Enlazados con familias del país, han legado sus nombres y sus virtudes a las futuras generaciones, de una manera tan radical, que en todo Oriente muchos han perdido su origen, y las familias hasta han olvidado el recuerdo de la procedencia. Santiago de Cuba, Guantánamo, Bayamo, Manzanillo y Holguín están poblados por catalanes, gente honorable, trabajadora, sobria, virtuosa, que han llevado hasta sus últimos confines en el Departamento Oriental, los beneficios de su actividad, de sus industrias y de su honradez”. Y concluía el coronel: “Los cubanos tenemos una deuda de gratitud con los catalanes, porque fue Cataluña la región española que más nos auxilió en nuestra lucha por la independencia patria; y yo aprovecho esta ocasión para testimoniar mi profundo agradecimiento”.
 
III
A inicios del siglo pasado, Santiago de Cuba y Guantánamo tenían las colonias catalanas más numerosas de Cuba. Mientras que, las de Bayamo y Manzanillo, que con anterioridad a la Revolución de 1868 llegaron a sumar cerca de ochocientas familias, veían por entonces su población mermada como consecuencia de las dos guerras de independencia. En este contexto, no es de extrañar que el primer diseño de una bandera nacionalista catalana se concibiera en la ciudad de Santiago de Cuba, en 1906. Le correspondió al Centro Catalanista de esta ciudad, predecesor del Grop Catalunya, concebir la primera versión del nuevo pabellón: en el centro de la bandera histórica catalana, se ubicó una estrella blanca de cinco puntas.

El siguiente y último paso fue dado por la Asamblea Constituyente del Separatismo Catalán, reunida en La Habana durante los días 30 de septiembre, 1 y 2 de octubre de 1928, bajo la presidencia de Francisco Maciá, la que redactó y aprobó la carta magna de la Cataluña independiente, en cuyo tercer artículo, correspondiente al Título II, se lee: “La bandera oficial de la República Catalana, es la histórica de las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo, con adición, en la parte superior, de un triángulo azul y estrella blanca de cinco puntas en el centro del mismo”. La estrella solitaria centrada en un triángulo equilátero, fue desde entonces para el liberalismo catalán símbolo de libertad e independencia nacional.

Hoy día, como es notorio, la bandera oficial de la autonomía catalana sigue siendo “la histórica”, es decir, aquella que le viene de sus luchas contra el invasor a fines de la llamada Edad Media europea, la cual ostenta cuatro barras rojas sobre fondo amarillo. Pero, no es menos cierto, que a más de 80 años de rediseñada esta bandera en Cuba por la ideología rectora de la carta magna del nacionalismo catalán, la llamada “estelada” todavía mantiene su vigencia como el símbolo otro de la emancipación de Cataluña. A la que le sigue con igual empeño separatista, pero desde las posiciones radicales de la izquierda catalana, la bandera de los comunistas.
 
También inspirada en la cubana e influida por la Revolución de enero de 1959, la de los comunistas catalanes difiere de la concebida en La Habana durante el antes citado evento del nacionalismo catalán, porque sustituye el triángulo azul por uno amarillo, que lleva en su centro, como es de comprender, una estrella roja de cinco puntas.
    
IV
Se da por descontado que todos los catalanes son  del Barza;  pero, como en toda sociedad democrática, no todos tienen la misma ideología ni encaran sus empeños patrios desde una misma posición partidista. De ahí que, cuando la afición del Barza va al Camp Nou a apoyar a su 11 —devenido ya en algo más que un equipo de fútbol—, junto con la bandera histórica catalana, se vea un número igual de aficionados que enarbolan la “estelada” —para decirlo en buen “cubano”, la bandera catalana de la estrella solitaria—. Y, ocasionalmente, la del Partido Comunista Catalán. Gracias al insustituible discurso visual que propician las banderas y el fútbol, el receptor recibe de una manera más gráfica, entre simbólica y deportiva, las tendencias dominantes en la política al uso de la región.

Hoy por hoy, el destino histórico de la sociedad catalana parece depararle a la estelada un nuevo periodo de lucha, sobre todo, a partir de la crisis económica que aqueja a los países del Mediterráneo europeo y, en consecuencia, la reciente aprobación por el Parlamento de Cataluña de un referendo a favor de la independencia. Ante tal realidad, por supuesto, ya no tendremos que esperar un gol de Messi o de Iniesta en el Camp Nou, para ver enarbolada la estelada. En primera línea ya la vemos levantarse, una vez más, para guiar a su pueblo, tal y como su modelo, la bandera cubana de la estrella solitaria, lo ha hecho desde que Narciso López la enarboló en Cárdenas, por primera vez, el 19 de mayo de 1850.   


P. D. Sirva este breve pero poco conocido pasaje sobre la bandera de los nacionalistas catalanes, para enmendar la omisión que de dicho pabellón hiciera en mi citado libro La invitada de la luz, así como para rendirle merecido tributo a los catalanes-cubanos que lucharon ―y luchan― por un destino mejor para Cuba, Cataluña y el mundo.
Notas: 


1- Ver: Jorge R. Bermúdez: La invitada de la luz: aspectos históricos, simbólicos y estéticos de la bandera cubana, Biblioteca Nacional José Martí, Ediciones Bachiller, La Habana, 2007.
2- La bandera del nacionalismo Canario, también se creó en Cuba. Su diseño preservó las tres franjas verticales: blanca, azul y amarilla; en la azul, se ubicaron siete estrellas verdes, que simbolizan las siete islas del archipiélago. La actual bandera de la autonomía Canaria, mantiene las tres franjas verticales con sus respectivos colores; pero, en la franja central azul, las siete estrellas verdes han sido sustituidas por el escudo canario. Como dato curioso, es el único escudo flanqueado por perros o canes, de donde toma nombre el archipiélago.  (N. del A.)

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