jueves, 8 de octubre de 2015

Che Guevara: “No se puede confiar en el imperialismo pero ni tantito así”

Foto: Osvaldo Salas
Tomado de Cuba Por Siempre
Por Leydis Romero Roselló / Guajirita Soy

Conocí al Che con apenas dos años, cuando perseguía entre mis juguetes una bandera con su imagen, cuando pronunciaba su nombre sin saber lo que simbolizaba. Algunos almanaques después, pero aún pequeña, pretendí que su rostro me acompañara en las noches, ayudada por un proyector y un negativo de la famosa foto de Korda.

¿Cómo pudo cautivar la inocencia de una niña esa figura que se le revelaba sin anécdotas ni hazañas? ¿O es que aún en retratos sus ojos no logran ocultar las historias de su vida? Solo se que desde entonces aprendí a admirarlo.

Crecí escuchando de sus proezas, leyendo de sus virtudes, y viendo cómo millones en el mundo imitan su pensamiento. Crecí intentando, yo también, ser como él.

Y es que resulta inevitable no identificarse con su gloriosa existencia, máxime si no somos culpables, como el mismo decía, de tener la sangre roja y el corazón a la izquierda. Porque es sencillo, además, ganar adeptos cuando el primer paso al frente siempre fue el suyo.

CUARENTA Y OCHO años de ausencia física no han bastado para difuminar su recuerdo. Tampoco serán suficientes UN siglo, DOS, ni toda la eternidad. Porque cuando se camina con semejante ímpetu sobre la faz de la Tierra, no le queda más que temblar por siempre.

Los cubanos atesoramos cada instante compartido con el hombre sin tacha, desde que aquel yate salvador lo hiciera atracar en nuestras costas. Sus años en la Sierra, los tiempos difíciles frente a La Cabaña, la presidencia del Banco Nacional, verlo bajar en las madrugadas del Ministerio de Industrias, sin dormir, para ir a un trabajo voluntario. También lo despedimos cuando su afán guerrillero lo llevó a otras tierras. Aquí recibimos sus restos mortales, TRES décadas después.

Pero no por callado el Che ha sido silencio. Su voz se alza y se multiplica entre quienes nunca pudimos disfrutar un discurso suyo en vivo, entre las generaciones a las que con su espíritu también ayudó a forjar. A nosotros, los jóvenes, nos corresponde actuar, para que su historia no se manche, para que no se olvide, pero ni tantito así, nada.

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