miércoles, 7 de octubre de 2015

Veinticuatro rostros del crimen de Barbados

Ni con el tiempo Servando Hernández León ha podido superar el dolor. Foto: Julieta García Ríos.
Hasta hoy Servando Hernández nunca había hablado públicamente del dolor que le causa aquel sabotaje, cuyo principal autor, el connotado terrorista Luis Posada Carriles, aún goza de impunidad.
Tomado de Juventud Rebelde
Por Julieta García Ríos.

Otra vez está cerca de ellos. Los mira, como ya es costumbre, y comprueba no ser observado. Es este un momento íntimo en que, de algún modo, se encuentra con su gente. Son 24 rostros que cobran vida en sus recuerdos.

Hace unos meses llegó a la EIDE Mártires de Barbados, en el habanero municipio del Cotorro, y desde que pisó el lobby sus ojos se posaron en los 24 retratos de los integrantes de la delegación deportiva asistente al IV Campeonato Centroamericano de Esgrima, que se realizó a finales de septiembre y los primeros días de octubre de 1976, en Caracas. Desde su incorporación a la escuela, cada día dedica un rato a estar cerca de sus muchachos, de sus amigos...

Quien posa la mirada en las imágenes es Servando Hernández León. Hace 39 años era el entrenador jefe del equipo cubano de espada, que esperaba aquel 6 de octubre poder felicitar a sus triunfantes atletas. Ahora, en la madurez de su vida laboral, entrega sus saberes a futuros campeones. Para él, la voladura de un avión de Cubana en el cielo de Barbados, con 73 personas a bordo, es algo más que un pasaje triste de la historia nacional: un golpe tan duro que ni con el tiempo ha podido superar.

Próximo el 6 de octubre, prefiere no salir de casa, dice Hernández León, quien por primera vez habla de este tema con la prensa.

Sus atletas

A finales de 1973 Servando regresó de Moscú, donde había estudiado la espada durante dos años. Por sus actualizados conocimientos, lo ubicaron en la selección nacional, dentro de la cual pronto fue ascendido a jefe de entrenadores en su especialidad.

«La persona a quien sustituí me recomendó que diera baja a varios del equipo, pero defendí que debíamos trabajar con los atletas que teníamos. Con empeño, los muchachos fueron superándose, y en el verano de 1975, en los Juegos Panamericanos de México, Cuba discutió por vez primera —después de 1959— el título de espada por equipos. Quedamos en el segundo lugar, al ser derrotados por Estados Unidos.  Arencibia (José Ramón) fue el mejor que estuvo en el match, solo perdió un asalto, y cuando terminó la competencia fue tanta su rabia que con sus propias manos rompió el cable personal que conectado a su espada marcaba los toques. Nunca lo habíamos visto así. A él le decíamos “el Baba”, por su manera de hablar tan exquisita, era un poeta, pero allí lo comenzamos a llamar también “el León”».

Contrario al resto de las armas, en que algunos entrenadores llevaron a sus noveles figuras, Cuba asistió al IV Campeonato Centroamericano y del Caribe con sus principales figuras en la espada. «Entones éramos el arma más débil de los cubanos, por lo que nuestro propósito era garantizar un buen lugar en el podio. De mis muchachos solo Monchi, Ramón Infante, no estaba incluido en la selección, pero ante la ausencia del estelar Víctor Suárez suplió su plaza. Para lograrlo se esforzó bastante.

«¡Voy a Venezuela, papá!», le dijo emocionado el atleta Julio Herrera Aldama a Servando, su entrenador. Pese a tener su misma edad, 25 años, el Yurka a veces le llamaba así. Desde el año 1968 era miembro del equipo Cuba de Esgrima, pero no siempre integraba la selección nacional, pues solía confiarse y descuidar su preparación.

«Él tenía una velocidad y una fuerza en las piernas como ningún otro del equipo. Antes de la esgrima fue futbolista, y de ahí le venía esa explosividad. Su técnica también era depurada, tenía un fondo como solo le vi hacer a él y a un rumano. Una vez en posición de fondo desplazaba la pierna delantera hasta hacer el split, y luego se incorporaba rápidamente a la posición de guardia. Julio tenía un defecto, se confiaba en sus potencialidades y ahí mismo decaían sus resultados. Pero cuidado, cuando se proponía una meta, no había quien lo parara, y en esa temporada estaba imbatible.
En Caracas, Arencibia ganó también oro en florete individual. Foto: Archivo.
«Arencibia (el Baba) y Richard (Ricardo Cabrera Fuentes) fueron los restantes atletas que integraron la selección que en Caracas ganó el oro por equipo. Ellos no solo eran los más jóvenes, con 23 años, sino los que más futuro tenían por sus potencialidades físicas y sus cualidades como atletas.

«Gracias a Arencibia, Cuba ganó el único título que pudo haber perdido en aquellos Centroamericanos», destaca Servando.

Ante la tardanza de los floretistas, quienes tuvieron dificultades para viajar y llegaron empezado el Campeonato, en la lid individual Arencibia se llevó el oro y Richard obtuvo la corona en espada.

Por el joven siente Servando un cariño especial. Siempre que salían de gira compartían habitación. «Él tenía muy buen carácter. No recuerdo a ningún atleta disgustado con él. Bromeaba, pero entrenaba como un caballo, sudaba muchísimo», dice.

«Yo estaba en la Comisión Nacional de Esgrima ese 6 de octubre de 1976. Noté que algo sucedía… Primero se habló de un accidente aéreo y de la posibilidad de que hubiesen sobrevivientes, pero luego confirmaron que todos habían muertos. La noticia me afectó muchísimo y me negué a  creerlo. Me mantuve apartado, hasta que Jorge García Bango, entonces presidente del Inder, me dio la tarea de estar en el Hotel Habana Libre, atendiendo a los familiares de las víctimas que, desde el interior del país, habían venido a la capital. Las dos semanas que viví allí no se las deseo a nadie. Aquel era un hotel de zombis. Todos preguntaban por sus hijos, querían que les hablara de ellos… Algunos no dormían; otros estaban negados a permanecer en las habitaciones puestas a su disposición y ocupaban los pasillos del hotel. Desde allí salimos a la Plaza de la Revolución a escuchar el emotivo discurso que Fidel pronunciara en la despedida de duelo de las víctimas. Estábamos muy cerca del Comandante, solo a unos metros, a sus espaldas. Aún no puedo olvidar el dolor reflejado en el rostro de cada cubano.

Un año después

V Campeonato Centroamericano y del Caribe, en Bogotá. Es la noche del 26 de julio de 1977, cuando el floretista cubano Eduardo Jons alcanza el primer título de la competencia. En lo alto del podio, se le ve emocionado con su presea dorada. De repente, algo le perturba cuando una falla técnica amplifica un himno que no es el nuestro, pero el desperfecto no empaña el acto. Parados en posición solemne, los cubanos entonan las notas del Himno Nacional y, sin proponérselo, forman un coro gigante al que día tras día, con nuevos triunfos, se les unen participantes de los demás países.

La ya desaparecida periodista Irene Forbes, quien prestigiara las páginas deportivas de este diario, fue testigo de esas jornadas. Entonces ella formó parte de la escuadra de florete, única arma destinada a las mujeres en aquel entonces. Además, de forma sui géneris, cubría la competencia para el semanario deportivo LPV (Listos Para Vencer).

En el número diez de esa publicación, correspondiente al año 1977, Irene contó que de todas las medallas en disputa, a Cuba solo se le escaparon dos de bronce. Ese «constituyó el impresionante saldo, el sobrecumplimiento de una hazaña, el homenaje eterno a quienes “no alcanzaron el honor de la Olimpiada pero han ascendido para siempre al hermoso Olimpo de los Mártires de la Patria”, como dijera en la despedida del duelo de estos compañeros nuestro Comandante en Jefe».

La atleta periodista calificó el Campeonato como uno de los más emotivos de los celebrados hasta ese momento. Por ella se supo que en la jornada inaugural, a solicitud de la Policía Nacional Colombiana, se realizó un toque de silencio en homenaje póstumo a los deportistas víctimas del terrorismo de Estado contra Cuba.

El dolor por el crimen de Barbados fue la inspiración de los jóvenes esgrimistas de vencer en cada asalto, de lograr que las medallas que habían ido a parar al fondo del mar se vieran reeditadas con su esfuerzo y que volvieran llenas de gloria a la Patria, escribía Irene Forbes en su artículo En nuestros corazones estarán presentes.

Margarita Rodríguez, la zurda de oro, como se le conocía a la estelar floretista, declaró a LPV que su medalla de oro fue el mayor triunfo de su vida deportiva. «Mi ambición en este torneo era poder ofrecer la victoria en recuerdo a la que obtuvieron ellos el pasado año, y que no llegaron a la Patria». Es válido precisar que allí conquistó su cuarta corona centrocaribeña.
Eduardo Jons, hoy entrenador principal de la selección cubana de florete, fue el atleta más destacado de la escuadra criolla al adjudicarse cuatro títulos, el de florete individual y tres por equipos, ya que además de su arma, tiró de suplente en las restantes.

Es un día de clase en la EIDE del Cotorro, y otras vez Servando está con su gente. A veces se le ve justo frente a los retratos, cuando los observa, recostado al muro del pasillo central. En ocasiones, allí se le hace posible viajar en el tiempo y reencontrarse con el Yurka, Monchi, Richard y Arencibia, como si nada hubiera pasado y una tragedia no hubiera acabado con la vida de su gente.

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