lunes, 18 de abril de 2016

Razones de nuestra victoria después de Girón: apoyo popular a sus líderes más auténticos y nunca se ha cedido en cuestiones de principios

fidel en playa giron
Foto: Archivo digital de la autora
Tomado de Vanguardia.
Título original: Girón: campañas mediáticas en familia.
Por Mercedes Rodríguez García.

Faltaba poco para concretarse el desembarco por Bahía de Cochinos. Mis tías Teresa y Mary se afanaban, tarde en la noche, por sincronizar el dial del recién adquirido y flamante Motorola de tres bandas. Yo iba a cumplir 10 años, pero bien recuerdo 1961, un año tremendo en Cuba. Pegadas al receptor, escuchaban las noticias que trasmitía Radio Swan, tan mal llamada —como Radio Martí— Radio Cuba Libre.
Junto con los anuncios de Coca Cola, Colgate, Agencia Pan American, gomas Good Year, etc., alternaban algunas «noticias» como estas:
«¡Madre cubana!: la próxima ley del gobierno será quitarte a tus hijos desde los cinco hasta los dieciocho».
«Sacerdote arrestado en Pinar del Río por repartir en ese territorio alimentos a los pobres».
Y la más absurda de todas y con la que mis tías reían a carcajadas:
«Están pidiendo un millón de percheros. Que el pueblo no se vaya a creer que es porque hacen falta. Se utilizan para hacer alambradas para proteger a los gobernantes».
El objetivo: ablandar psicológicamente al pueblo cubano. La estrategia, muy bien definida por los expertos en campañas propagandísticas de la CIA, aun cuando las señales fueran interferidas.
«A medida que el plan de invasión progresaba, la radioemisora constituyó también un medio de enlace con los grupos insurgentes que operaban en las zona montañosas de Cuba, con la contrarrevolución interna en las ciudades y la aventura clandestina reclutada con profusión por la CIA», refiere el investigador Juan Carlos Rodríguez, autor del libro Girón, la batalla inevitable.
Pero no era solo Radio Swan, sino una red integrada por las emisoras WRUL, WGBS de Miami, WKWF de Cayo Hueso, WWL de New Orleans y WMIE, que existe todavía como una de las estaciones contrarrevolucionarias en la Florida con las siglas WQBS La Cubanísima. Ninguna escapó al monitoreo de la contrainteligencia cubana.
Desinformación y susto
La vecina entró desaforadamente con un periódico en la mano hasta la cocina donde mi abuela, pasado el desayuno, adobaba el bistec para el almuerzo.
—Mercedes, avísele a Teresa para que vaya a recoger inmediatamente a Mercy al colegio. Lea, los americanos ya tienen ocupado Pinar del Río y miles de marinos desembarcaron por Oriente.
—¿Y qué más dicen?
—Que no sé en qué lugar tiraron volantes llamando a la población para que se una a los americanos.
Aquel día 17 de abril, nadie durmió en casa y tuve que quedarme junto con mi hermano y prima al cuidado de la abuela. Mis tías Mary y Teresa fueron movilizadas. La primera, empleada de una tienda de ropa, por la FMC; la segunda, farmacéutica, por la Cruz Roja; mi papá, oficinista del INRA, por las MNR, y mi mamá, por los CDR.
Descabezamiento mediático
La mayoría de los medios de difusión en Cuba permanecían todavía en manos de sus propietarios. Solamente fueron intervenidos alguna propiedad de Batista, y otros pertenecientes a notorias figuras del régimen dictatorial como Cadena Oriental, Unión Radio, Radio Reloj de Cuba, los periódicos Ataja, Alerta, Mañana y Tiempo en Cuba. Los grandes diarios y la revista Bohemia, que integraban el Bloque Cubano de Prensa, los canales de televisión, las cadenas nacionales de CMQ y Radio Progreso, aceptaban con sumisión la dependencia política a Estados Unidos.
Según explica Juan Carlos Rodríguez, poco después del triunfo del Primero de Enero, la prensa norteamericana inició una feroz campaña de difamación contra Fidel y la Revolución. El consorcio Time Life, las revistas U.S News and World Report y Visión, y el diario The Miami Herald, destacaban en el empeño.
Otro ejemplo que sembró el pánico en mi familia debió haber sido cercano el Día de las Madres de 1959. El Diario de Las Américas, de Miami, publicó una información de la United Press International (UPI) en la cual se reportaba un asalto de la policía revolucionaria a un convento de monjas. Un obispo de Camagüey desmintió el suceso, pero nada se dijo en los Estados Unidos, donde la prensa arremetía a diario contra la Revolución y sus principales líderes en su afán por desacreditarlos. Ni hablar de El Diario de la Marina y Avance, de gran circulación, erigidos en portavoces de la campaña contrarrevolucionaria.
La respuesta revolucionaria fue contundente. Entre el 18 de enero y el 19 de julio de 1960, todos los órganos de prensa y las emisoras de radio y televisión del país aliadas a las campañas enemigas, fueron confiscadas. El clima psicológico tendría que crearse desde el exterior, aunque ello no significaba abandonar totalmente la propaganda contra el Gobierno Revolucionario.
¿Cómo reaccionó el pueblo cubano, sometido durante un año a una verdadera guerra psicológica? La respuesta es bien conocida. En todas las calles, jóvenes, viejos, niños, hombres y mujeres, vitoreaban a los milicianos que se trasladaban en camiones hasta las zonas de combate: «¡Denles duro!», «¡Patria o Muerte!»
¿Algo nuevo bajo el sol?
En el artículo Las campañas contra Cuba y la maquila de los bostezos de Elíades Acosta Matos, el filósofo, doctor en Ciencias Políticas y escritor cubano, refiere que mucho más que económica, diplomática o militar, «la guerra contra Cuba ha sido, y es, una guerra cultural total», lo que explica su prolongación y encarnizamiento.
«Y si alguien tiene dudas —dice— que revise por estos días cómo marchan las cosas por el frente mediático, cómo se usan todas las armas, todas las tecnologías, todos los esfuerzos por demoler la resistencia de una isla rebelde negada a diluir su nacionalidad o a entregar su proyecto social».
No importa lo que se publique, no importa si se miente, no importa si se apela a métodos canallas, como el trucaje de fotos, la publicación de imágenes que ofenden la dignidad humana, ni siquiera que se hagan llamados a la violencia, o a cometer actos vandálicos. Todo vale, si se logra aislar a Cuba, debilitarla, hacerla un blanco válido para invasiones e «intervenciones humanitarias».
—¿Por qué el encarnizamiento irracional que lleva más de medio siglo y que ha sobrevivido a más de diez administraciones republicanas y demócratas, incluso a la misma Guerra Fría?
—Existe un informe de 1965, redactado por Albert Wohlstetter, uno de los estrategas del movimiento neoconservador norteamericano, quien fue asesor de todos los presidentes que ocuparon el puesto entre Eisenhower y Bush padre. Refiere el documento:
«El culto a la Revolución pervive en América Latina y Cuba es el único país que lleva adelante el ideal de las transformaciones totales, hasta las últimas consecuencias... Mientras muchos se resienten de nuestro poder, solo Cuba, la pequeña Cuba está decidida a pagar el precio completo de su posición... Es el tipo de bandera bajo el cual pueden reunirse todos los izquierdistas antinorteamericanos y las tendencias utópicas del mundo».
—Campañas muy antiguas, muy bien montadas contra los enemigos reales o supuestos de los Estados Unidos...
—Saturación del mercado de la información, demonización del enemigo y mucha agitación emocional para llegar a influir sobre la elección racional de las personas. (...) Nada nuevo bajo el sol. Las mismas campañas, los mismos objetivos, guiadas por los mismos principios y con similares inversiones.
Distinta careta pero el mismo disfraz
Algunos oficiales de guerra psicológica ya jubilados, recuerdan el fracaso de Bahía de Cochinos, que la propaganda lanzada desde la sede de la estación CIA en Miami, «estuvo muy desincronizada de lo que de hecho ocurría en el teatro de operaciones militares».
Casi medio siglo después el conflicto entre Cuba y Estados Unidos se nos presenta con diferentes facetas. Ahora no es solo la guerra radial y televisiva, en fase de expansión. Una larga cronología de hechos desde diciembre de 2009 hasta el presente, revela la penosa decadencia intelectual de quienes conducen los tentáculos mediáticos.
Como decía Acosta Matos, vale todo. Desde la destitución de altos funcionarios, declaraciones de artistas que visitan otros países, las muertes por suicidios, la aparición de nuevos casos del H1N1, los focos de Aedes detectados, hasta la salida de una rata por cualquier alcantarilla o el vuelo de una cucaracha en una cafetería. Si se trata de Cuba, rápidamente aparece la prensa extranjera, sus cámaras y sus micrófonos. ¿Casualidad? No. Se trata de la parte oculta de un bien trazado plan de política encubierta.
Sin ellos, en otro mundo
Ya no viven mis tías, ni mi abuela, ni mi padre, ni mi prima, ni la vecina que nos anunció la invasión mercenaria. El mundo es otro, mucho más complejo y difícil. Cuba es otra, mucho más compleja y difícil. Pero las calles siguen siendo de los cubanos.
El contexto es diferente, pero las «cosas» no han variado mucho, amén de la tecnología: aviones, aerostatos, sistemas satelitales clandestinos, radios presintonizados... blogueros asalariados, madres de blanco retribuidas con verdes, periodistas carentes de ética, juegos sucios, mentiras, verdades a medias, tergiversación, engaño, manipulación, subversión...
Si la Revolución ha logrado sostenerse victoriosa frente a la desenfrenada hostilidad y al férreo cerco de Estados Unidos, incluso más allá de posiciones dogmáticas, políticas erradas, deficiencias y errores humanos, escaseces y restricciones de todo tipo, se debe —pienso— a dos razones principales: el apoyo popular a sus líderes más auténticos, y a que nunca ha cedido un milímetro en cuestiones de principios.

Los cubanos no hemos olvidado Girón, y creo que del lado de allá, tampoco.

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