sábado, 24 de diciembre de 2016

Seguimos y seguiremos defendiendo nuestra Patria.


Por Gustavo de la Torre Morales.
Miembro de la Asociación de Cubanos en Cataluña José Martí

El fin de año se acerca, pero desde la otra orilla, no cesan los encantadores villancicos que sermonean sobre un modernismo de escaparates, se mantienen las invitaciones a una nueva época suntuosa de tecnologías, enfocadas a la plena realización individual. Se insiste a un convite donde la cultura pasa de ser un sello identitario a ser un relajante (y enajenante) espectáculo de sensacionalismos de mercantilismo, o mera moda cliché. Se corean cánticos de sirenas sobre un futurismo de pantallas y lentejuelas: un mundo donde el “gran éxito” radica en jerarquías dadas por un estatus económico. Un eterno mundo navideño donde se inculca que ser “alguien” es quien acepta la especulación como un valor, mientras se relega a la categoría de seres “inferiores” a quienes no les queda más que la dura y difícil realidad de trabajar en la producción de los bienes materiales o servicios.

Se alude siempre a una “tolerancia” aparcada a un único chaflán y, por eso, se tiene como incomprensibles a quienes prefieran la diferencia.  Con refinada terquedad señorial hacen inadmisible la convivencia con los llamados “molestos”; precisamente esos a lo que el “ilustrado” presidente Barack Obama decía que “había que torcerles el brazo”. Gobiernos a los cuales, la prensa “libre” tiene la “angelical” tarea de demonizarlos como dictatoriales y violadores.
Tanto los tanques pensantes como sus instrumentos mediáticos asumen su papel en el mercadillo propagandístico, y por ello:
  • Se nos insta a adoptar la “democracia” del voto a partidos políticos, mientras se anula la participación popular en las cuestiones esenciales de interés nacional y social; para así sostener el lucrativo ciclo electoral, una ruleta de millonarios negocios para una clase política de privilegios en el juego de la corrupción.
  • Se nos insta a asumir esa “democracia” que las libertades de unos pocos son más esenciales que aquellas de los muchos obligados a vivir en las desigualdades, los recortes, la hambruna, el desamparo y, por ende, desprotegidos por las propias leyes que supuestamente se adoptan en nombre de la “democracia”. Dicen que todos son iguales y gozan de los mismos derechos, aunque la realidad muestra que cientos de miles de familias se quedan sin casas (mientras los parques habitacionales están vacíos y en manos de los bancos o consorcios), millones de niños se encuentran desamparados y sin techo, otros millones de personas sin acceso a la sanidad o a la educación, entre otros servicios también elementales.
  • Se nos insta a defender un sistema que siembra como valores el oportunismo y la competencia desmedida, donde el máximo principio colectivista debe ser el consumismo, pero en lo social debe prevalecer el individualismo.
  • Se nos insta a aceptar como tácito hecho de la vida que la “libertad” se basa en los privilegios a los bancos y mercados financieros, donde es inevitable la existencia de ricos y pobres, y lo más rayano a lo sensible es la caridad: entregar únicamente lo que te sobra.
  • Se nos insta a creer en la gran prensa libre, tan libre que vende mentiras por verdades, prefiere la primicia de una falacia a la certeza de una verdad, donde el chismorreo social de los famosos y ricos es todo un negocio que se le llama noticia, donde denominan como “ayuda humanitaria” las invasiones militares de países poderosos sobre los del tercer mundo, pero a las revoluciones levantadas por estos pueblos saqueados e invadidos las catalogan como “actividades terroristas”.
  • Se nos insta a cambiarnos a ese sistema que crea y financia grupos destinados a ser “libertadores” de pueblos, pero que siempre su destino real son los genocidios y crímenes de lesa humanidad y, además, sirven de excusa para alargar o mantener guerras. Es decir, sin escrúpulos, se edulcoran como “rebeldes” a los grupúsculos paramilitares que se apoyan en el mercenarismo, mientras que a los movimientos u organizaciones de masas se le denominan “populistas, anti-sistemas o radicales”.
  • Se nos insta a la constante condena de las protestas sociales, las cuales tienen como merecido que sean  “apaciguadas” con fuerzas antimotines, balas de gomas, chorros de agua, porras, detenciones arbitrarias, gases lacrimógenos o, incluso, pimienta; aunque en otros lares tildados de idílicamente  “democráticos”, la arbitrariedad está en liquidar físicamente con total impunidad al supuesto sospechoso (no importa si son menores, mestizos, negros, hispanos).
  • Se nos insta a apoyar gobiernos que enarbolan las banderas de libertad y derechos humanos, mientras éstos mismos mantienen cárceles secretas o centros de reclusión extrajudicial dedicados a la tortura y el terrorismo como vías de luchar, precisamente, lo que ellos denominan “terrorismo”.
  • Se nos insta a olvidar el pasado, a perdonar las atrocidades que sufrieron nuestros antepasados, a conformarnos con un presente donde los criminales caminan libremente o se refugian bajo falsas identidades, y que la repetición de los mismos crímenes de antaño son sólo cosas del presente que deben ser resueltas, pacíficamente, en tribunales comprados y parcializados.
  • Se nos insta a la libertad de expresión que se mantiene dentro de un guión editorial pre-establecido, el cual criminalice cualquier alternativa y demonice la esperanza; incluso la misma prensa “pública” se mercantiliza por intereses económicos y su trabajo se dirige a obnubilar la lógica y el análisis, supeditándose a opiniones preconcebidas por los círculos de poder que disponen de millonarios fondos para cubrir el trabajo por sus “anuncios” o cobertura electoralista.

La política que se adopta desde el llamado “democrático” primer mundo, es la condena a cualquier proceso que demuestre posibilidades reales de esperanzas. Hasta el fantasma del senador norteamericano Joseph Raymond McCarthy se ríe despampanante, desde el pasado, cuando cualquier alternativa se demoniza con peyorativos.

Recalquemos, lo justo con todos aquellos que piensen en alternativas es torcerles el brazo por las vías democráticas: bloqueos económicos, financieros y comerciales; crear el caos con operaciones dirigidas a puntos neurálgicos de las economías nacionales, chantajes diplomáticos, guerra bacteriológica, ataques con campañas de propaganda subversiva, invasiones militares o paramilitares y un largo etcétera de sucias maniobras que también incluyen el soporte a golpes de estado, todo ello destinado a ahogar y sucumbir a los pueblos y sus gobiernos (aunque hayan sido electos constitucionalmente).

La realidad de esos pueblos, cuyos cambios políticos, económicos y sociales, verdaderamente transformadores, que van empoderando al pueblo (como los de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia), que demuestran que es viable un rumbo soberano, basado en relaciones de respeto mutuo, de ayuda solidaria y cooperación en igualdad de condiciones, no pueden ser visibles en su justa medida. Si no se les puede torcer por la fuerza, deberá ser por la penetración cultural y la guerra psicológica.

Para el caso de Cuba, además de la guerra económica, que no ha cesado con la aplicación del bloqueo, la moda imperialista hoy en día es instar a la juventud a enrolarse en becas forjadoras de “líderes” o en proyectos hacia un periodismo “libre”; todo sostenido en un millonario presupuesto que tiene como único objetivo la compra de talentos, la subversión o, para decirlo más claro, la traición.


En resumidas, como muy bien dijera el poeta y cantautor Silvio Rodríguez, “nos vienen a convidar a tanta mierda”; porque, como dijo el Comandante Fidel Castro, lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es que estemos aquí, lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica, el espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario del pueblo de Cuba”, no pueden perdonarnos que hayamos hecho una Revolución Socialista”, en sus propias narices. Incluso, muy a pesar de las intensas campañas de difamación desplegadas, con la noticia del fallecimiento del líder histórico cubano, no nos perdonan que el pueblo siga mostrando su más firme baluarte, la UNIDAD; no nos perdonan que desde otras tierras se levanten banderas en muestra de condolencia y solidaridad con Cuba. Pero lo que menos nos perdonan es, también, que muchas comunidades de cubanas y cubanos en el exterior seguimos y seguiremos defendiendo nuestra Patria.

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