Foto: Archivo digital de la autora |
Título original: Girón: campañas mediáticas en familia.
Por Mercedes Rodríguez García.
Faltaba poco para
concretarse el desembarco por Bahía de Cochinos. Mis tías Teresa y Mary se
afanaban, tarde en la noche, por sincronizar el dial del recién adquirido y
flamante Motorola de tres bandas. Yo iba a cumplir 10 años, pero bien recuerdo
1961, un año tremendo en Cuba. Pegadas al receptor, escuchaban las noticias que
trasmitía Radio Swan, tan mal llamada —como Radio Martí— Radio Cuba Libre.
Junto con los anuncios de Coca Cola,
Colgate, Agencia Pan American, gomas Good Year, etc., alternaban algunas
«noticias» como estas:
«¡Madre cubana!: la
próxima ley del gobierno será quitarte a tus hijos desde los cinco hasta los
dieciocho».
«Sacerdote
arrestado en Pinar del Río por repartir en ese territorio alimentos a los
pobres».
Y la más absurda de
todas y con la que mis tías reían a carcajadas:
«Están pidiendo un
millón de percheros. Que el pueblo no se vaya a creer que es porque hacen
falta. Se utilizan para hacer alambradas para proteger a los gobernantes».
El objetivo:
ablandar psicológicamente al pueblo cubano. La estrategia, muy bien definida
por los expertos en campañas propagandísticas de la CIA, aun cuando las señales
fueran interferidas.
«A medida que el
plan de invasión progresaba, la radioemisora constituyó también un medio de
enlace con los grupos insurgentes que operaban en las zona montañosas de Cuba,
con la contrarrevolución interna en las ciudades y la aventura clandestina
reclutada con profusión por la CIA», refiere el investigador Juan Carlos
Rodríguez, autor del libro Girón, la batalla inevitable.
Pero no era solo
Radio Swan, sino una red integrada por las emisoras WRUL, WGBS de Miami, WKWF
de Cayo Hueso, WWL de New Orleans y WMIE, que existe todavía como una de las
estaciones contrarrevolucionarias en la Florida con las siglas WQBS La
Cubanísima. Ninguna escapó al monitoreo de la contrainteligencia cubana.
Desinformación y susto
La vecina entró
desaforadamente con un periódico en la mano hasta la cocina donde mi abuela,
pasado el desayuno, adobaba el bistec para el almuerzo.
—Mercedes, avísele
a Teresa para que vaya a recoger inmediatamente a Mercy al colegio. Lea, los
americanos ya tienen ocupado Pinar del Río y miles de marinos desembarcaron por
Oriente.
—¿Y qué más dicen?
—Que no sé en qué
lugar tiraron volantes llamando a la población para que se una a los
americanos.
Aquel día 17 de
abril, nadie durmió en casa y tuve que quedarme junto con mi hermano y prima al
cuidado de la abuela. Mis tías Mary y Teresa fueron movilizadas. La primera,
empleada de una tienda de ropa, por la FMC; la segunda, farmacéutica, por la
Cruz Roja; mi papá, oficinista del INRA, por las MNR, y mi mamá, por los CDR.
Descabezamiento mediático
La mayoría de los
medios de difusión en Cuba permanecían todavía en manos de sus propietarios.
Solamente fueron intervenidos alguna propiedad de Batista, y otros pertenecientes
a notorias figuras del régimen dictatorial como Cadena Oriental, Unión Radio,
Radio Reloj de Cuba, los periódicos Ataja, Alerta, Mañana y Tiempo en Cuba. Los
grandes diarios y la revista Bohemia, que integraban el Bloque Cubano de
Prensa, los canales de televisión, las cadenas nacionales de CMQ y Radio
Progreso, aceptaban con sumisión la dependencia política a Estados Unidos.
Según explica Juan
Carlos Rodríguez, poco después del triunfo del Primero de Enero, la prensa
norteamericana inició una feroz campaña de difamación contra Fidel y la
Revolución. El consorcio Time Life, las revistas U.S News and World Report y
Visión, y el diario The Miami Herald, destacaban en el empeño.
Otro ejemplo que
sembró el pánico en mi familia debió haber sido cercano el Día de las Madres de
1959. El Diario de Las Américas, de Miami, publicó una información de la United
Press International (UPI) en la cual se reportaba un asalto de la policía
revolucionaria a un convento de monjas. Un obispo de Camagüey desmintió el suceso,
pero nada se dijo en los Estados Unidos, donde la prensa arremetía a diario
contra la Revolución y sus principales líderes en su afán por desacreditarlos.
Ni hablar de El Diario de la Marina y Avance, de gran circulación, erigidos en
portavoces de la campaña contrarrevolucionaria.
La respuesta revolucionaria fue
contundente. Entre el 18 de enero y el 19 de julio de 1960, todos los órganos
de prensa y las emisoras de radio y televisión del país aliadas a las campañas
enemigas, fueron confiscadas. El clima psicológico tendría que crearse desde el
exterior, aunque ello no significaba abandonar totalmente la propaganda contra
el Gobierno Revolucionario.
¿Cómo reaccionó el
pueblo cubano, sometido durante un año a una verdadera guerra psicológica? La
respuesta es bien conocida. En todas las calles, jóvenes, viejos, niños,
hombres y mujeres, vitoreaban a los milicianos que se trasladaban en camiones
hasta las zonas de combate: «¡Denles duro!», «¡Patria o Muerte!»
¿Algo nuevo bajo el sol?
En el artículo Las campañas
contra Cuba y la maquila de los bostezos de Elíades Acosta
Matos, el filósofo, doctor en Ciencias Políticas y escritor cubano, refiere que
mucho más que económica, diplomática o militar, «la guerra contra Cuba ha sido,
y es, una guerra cultural total», lo que explica su prolongación y
encarnizamiento.
«Y si alguien tiene
dudas —dice— que revise por estos días cómo marchan las cosas por el frente
mediático, cómo se usan todas las armas, todas las tecnologías, todos los
esfuerzos por demoler la resistencia de una isla rebelde negada a diluir su
nacionalidad o a entregar su proyecto social».
No importa lo que
se publique, no importa si se miente, no importa si se apela a métodos
canallas, como el trucaje de fotos, la publicación de imágenes que ofenden la dignidad
humana, ni siquiera que se hagan llamados a la violencia, o a cometer actos
vandálicos. Todo vale, si se logra aislar a Cuba, debilitarla, hacerla un
blanco válido para invasiones e «intervenciones humanitarias».
—¿Por qué el
encarnizamiento irracional que lleva más de medio siglo y que ha sobrevivido a
más de diez administraciones republicanas y demócratas, incluso a la misma
Guerra Fría?
—Existe un informe
de 1965, redactado por Albert Wohlstetter, uno de los estrategas del movimiento
neoconservador norteamericano, quien fue asesor de todos los presidentes que
ocuparon el puesto entre Eisenhower y Bush padre. Refiere el documento:
«El culto a la
Revolución pervive en América Latina y Cuba es el único país que lleva adelante
el ideal de las transformaciones totales, hasta las últimas consecuencias...
Mientras muchos se resienten de nuestro poder, solo Cuba, la pequeña Cuba está
decidida a pagar el precio completo de su posición... Es el tipo de bandera
bajo el cual pueden reunirse todos los izquierdistas antinorteamericanos y las
tendencias utópicas del mundo».
—Campañas muy antiguas, muy bien montadas
contra los enemigos reales o supuestos de los Estados Unidos...
—Saturación del
mercado de la información, demonización del enemigo y mucha agitación emocional
para llegar a influir sobre la elección racional de las personas. (...) Nada
nuevo bajo el sol. Las mismas campañas, los mismos objetivos, guiadas por los
mismos principios y con similares inversiones.
Distinta careta pero el mismo disfraz
Algunos oficiales
de guerra psicológica ya jubilados, recuerdan el fracaso de Bahía de Cochinos,
que la propaganda lanzada desde la sede de la estación CIA en Miami, «estuvo muy
desincronizada de lo que de hecho ocurría en el teatro de operaciones
militares».
Casi medio siglo después el conflicto entre
Cuba y Estados Unidos se nos presenta con diferentes facetas. Ahora no es solo
la guerra radial y televisiva, en fase de expansión. Una larga cronología de
hechos desde diciembre de 2009 hasta el presente, revela la penosa decadencia
intelectual de quienes conducen los tentáculos mediáticos.
Como decía Acosta
Matos, vale todo. Desde la destitución de altos funcionarios, declaraciones de
artistas que visitan otros países, las muertes por suicidios, la aparición de
nuevos casos del H1N1, los focos de Aedes detectados, hasta la salida de una
rata por cualquier alcantarilla o el vuelo de una cucaracha en una cafetería.
Si se trata de Cuba, rápidamente aparece la prensa extranjera, sus cámaras y
sus micrófonos. ¿Casualidad? No. Se trata de la parte oculta de un bien trazado
plan de política encubierta.
Sin ellos, en otro mundo
Ya no viven mis
tías, ni mi abuela, ni mi padre, ni mi prima, ni la vecina que nos anunció la
invasión mercenaria. El mundo es otro, mucho más complejo y difícil. Cuba es
otra, mucho más compleja y difícil. Pero las calles siguen siendo de los
cubanos.
El contexto es
diferente, pero las «cosas» no han variado mucho, amén de la tecnología:
aviones, aerostatos, sistemas satelitales clandestinos, radios
presintonizados... blogueros asalariados, madres de blanco retribuidas con
verdes, periodistas carentes de ética, juegos sucios, mentiras, verdades a
medias, tergiversación, engaño, manipulación, subversión...
Si la Revolución ha
logrado sostenerse victoriosa frente a la desenfrenada hostilidad y al férreo
cerco de Estados Unidos, incluso más allá de posiciones dogmáticas, políticas
erradas, deficiencias y errores humanos, escaseces y restricciones de todo
tipo, se debe —pienso— a dos razones principales: el apoyo popular a sus
líderes más auténticos, y a que nunca ha cedido un milímetro en cuestiones de
principios.
Los cubanos no
hemos olvidado Girón, y creo que del lado de allá, tampoco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario