Por Antonio Aponte.
Son días aciagos para la humanidad, la peste del
capitalismo campea por el planeta impregnándolo todo con el hedor de la agonía
de la especie.
El
"homo sapiens," menos sapiente que soberbio, está atrapado en su
creación funesta: el capitalismo. Hasta ahora no ha conseguido zafarse de la
peste, el mundo sigue el camino del abismo y sólo alcanza a inventar
maquillajes que engañan, variaciones de la misma melodía que acaba con el ser
humano.
Somos una de
las pocas esperanzas, quizá la única, de que la especie retome el camino de la
armonía con ella misma y con la naturaleza, que se rescate el humanismo y el
naturalismo, es decir, la esperanza de construir un Socialismo sin retorno, de
superar definitivamente el capitalismo. Si somos atrapados por los capitalistas
de adentro y de afuera, si fallamos, la humanidad, sin dudas, seguirá su camino
a la extinción, al suicidio.
El reto es inmenso. Para tener éxito se necesita que la masa y los
dirigentes se superen a sí mismos, que se transformen en gigantes de la acción
y del pensamiento. La Revolución debe asombrar al mundo con su nueva visión del universo.
Luchamos contra un enemigo poderoso, que somos nosotros mismos, capaces de
derrotarnos, pero también de dar el salto hacia el nuevo mundo.
En esta
difícil tarea de vencernos a nosotros mismos las principales armas son las
espirituales, inteligencia y honestidad intelectual son pilares indispensables.
En esta gran batalla de la humanidad, seguramente la final, debemos requerir la
ayuda de los grandes pensadores, subirnos sobre los hombros de esa gran
pirámide del pensamiento construida por los intelectuales revolucionarios, que
comienza con Cristo y continúa hoy con Ernesto Che Guevara, el Santo de la
Higuera.
El Che
resume las ideas revolucionarias universales, representa lo más avanzado de ese
ideario. Las revoluciones de estos tiempos sólo serán posibles si se impregnan
del pensamiento guevariano y lo elevan más allá del horizonte, es decir, si se
dotan de lo mejor del acervo revolucionario.
En esta
época de alto peligro, cuando la Revolución puede deslizarse imperceptiblemente
hacia la restauración, cuando la improvisación y la irresponsabilidad teórica
nos amenazan, y el extravío reformista narcotiza con su filantropía, el Che
debería ser estudio obligado para los revolucionarios, y su ejemplo marcar el
rumbo.
Fidel,
hablando del Che nos dice: "tenemos suficiente experiencia para saber
cómo hacer las cosas, y en las ideas del Che, en el pensamiento del Che hay
principios valiosísimos, de un valor humano inmenso, que rebasan simplemente
ese marco que muchos puedan tener del Che como un hombre valiente, heroico,
puro, del Che como un santo por sus virtudes, y un mártir por su desinterés y
heroísmo, sino del Che como revolucionario, del Che como pensador, del Che como
hombre de doctrinas, como hombre de grandes ideas que con gran consecuencia fue
capaz de elaborar instrumentos, principios que, sin duda, son esenciales en el
camino revolucionario."
¡Con el Che, Fidel y Chávez siempre!
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