Tomado del blog Guerra Eterna.
Por Íñigo Sáenz de Ugarte
“Hemos perdido Europa”, dice un alto cargo del Ministerio israelí de 
Exteriores. La derrota de Israel en la votación de la Asamblea de Naciones Unidas
 sobre el reconocimiento de Palestina como Estado observador de la ONU 
tiene varias lecturas, ninguna muy dramática, pero es esta la que más 
llamará la atención en Israel.
En otras circunstancias, quizá si la UE tuviera un canal de 
negociación viable para decidir una posición muy común, el resultado 
podría haber sido diferente, pero aparentemente nadie tenía estómago 
para provocar una discusión que hiciera que la mayoría de los países 
europeos optara por la abstención, es decir , por borrarse del debate.Es
 lógico pensar que la razón más importante se encuentra en la última 
ofensiva sobre Gaza. Es un fracaso más de la propaganda israelí, incapaz de convencer al mundo de que su guerra era contra Hamás,
 no contra los palestinos. Como es habitual, el valor de la propaganda 
depende en primer lugar de la calidad del producto que se vende, y la 
ocupación de los territorios palestinos no es algo que tenga mucha 
salida, ni siquiera en Europa.
Llama la atención que el Gobierno de Mahmud Abás haya tardado tanto 
tiempo en presentar una iniciativa como esta o que cometiera el error 
anterior de apostarlo todo por una integración completa en la ONU a 
través de un voto en el Consejo de Seguridad que sabía que iba a ser 
vetado por EEUU.
Pero al menos es indudable que la comunidad internacional no asume la
 versión israelí del conflicto, que pasa por identificar a los 
palestinos con su versión más radical, la de Hamás en Gaza, mientras que
 alega que los miembros ultranacionalistas de su Gobierno, incluido el 
ministro de Exteriores Lieberman, son demócratas intachables.
Eso ya no es aceptado ni siquiera en Alemania, que decidió al final abstenerse en la votación de esta noche.
En la tribuna de la ONU, el embajador israelí ha dicho que la 
iniciativa desmiente la voluntad palestina de participar en 
negociaciones de paz. Nadie le cree ya. Cuando tu Ejército ocupa un 
territorio extranjero, las conversaciones se hacen sobre el supuesto de 
cómo será la retirada y en qué condiciones quedará el nuevo Estado, no 
si esa retirada se producirá. 19 años después del inicio del proceso de 
paz, no hay más posibilidades de esconderse tras fórmulas negociadoras.
El supuesto compromiso israelí por la idea de dos Estados se ve 
desmentida en la práctica por la continuación de la expansión de los 
asentamientos, que hace aún más difícil conseguir el acuerdo final. No 
hay que ser un genio de la diplomacia internacional para saber que hay 
algo extraño en la idea de colonizar más tierras en el lugar que 
aparentemente estás dispuesto a abandonar.
Sólo hay que comparar el aumento del número de colonos israelíes en 
Cisjordania entre 1993 y 2012, pero ni siquiera eso es necesario. Israel
 siempre ha sostenido, contraviniendo la legislación internacional, que 
tiene derecho a que esas poblaciones disfruten de un crecimiento 
“natural” que haga que se construyan más viviendas cada años con las que
 responder a las necesidades de esa comunidad.
La realidad es que la expansión de esos asentamientos se ha hecho a 
partir de decisiones políticas tomadas por gobiernos que pretendían 
aumentar la presencia israelí en lo que ellos llaman Judea y Samaria, 
alegando una legitimidad histórica y religiosa que la comunidad 
internacional no acepta.
La única legitimidad que se puede admitir, con independencia de las 
ideas de cada uno, es la que proviene de la decisión de la ONU de crear 
el Estado israelí en 1947, y junto a él otro Estado para la población 
árabe local. Con su decisión de bloquear cualquier solución que 
convierta en real ese proyecto, Israel vulnera su propia legitimidad, lo
 que allí no preocupa demasiado porque su Estado es el más poderoso de 
Oriente Medio y cuenta con el apoyo de EEUU.
Además no hay nada de natural ni inevitable en el crecimiento de la 
presencia judía en Palestina, considerado por la mayoría de los países 
como un grave obstáculo para cualquier acuerdo de paz. Este mismo año se
 han construido más de 9.000 viviendas en los asentamientos de 
Cisjordania, lo que supone un incremento tres veces superior al 
experimentado por la población en Israel. La diferencia fue aún mayor en
 2011.
El reloj de Israel lleva parado cerca de 20 años. Como potencia 
ocupante, tiene múltiples formas de condicionar la negociación en su 
favor, y los palestinos lo saben desde 1993. Su posición es sólida y 
tiene las cartas en su favor en cualquier acuerdo que pueda firmarse. 
Desgraciadamente, la mayor parte de la sociedad israelí cree que puede 
mantener esa ocupación sin pagar ningún precio a cambio, y la votación 
de la ONU no cambiará esa mentalidad.
En la votación de la ONU, 138 países han votado a favor de que Palestina
 sea un Estado observador en Naciones Unidas. Nueve han votado en contra
 y 41 se han abstenido. 
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