| Esperanza Aguirre, expresidenta de la Comunidad de Madrid y actual titular del Partido Popular en la región, ha protagonizado una serie de escándalos políticos y casos de corrupción. | 
Por SERGIO ALEJANDRO GÓMEZ.
De todo un poco tiene el largometraje político protagonizado por 
   la expresidenta de la Comunidad de Madrid y actual titular del 
   Partido Popular (PP) en la región, Esperanza Aguirre, quien transita 
   con facilidad de una trama de espionaje y corrupción a la más bufa 
   de las comedias, cuando los micrófonos abiertos le juegan una mala 
   pasada.
Con el pomposo título nobiliario de condesa consorte de Murillo, 
   Aguirre acumulaba tres escabrosas décadas en la palestra pública 
   antes de salir por la puerta estrecha y renunciar a su cargo de 
   gobernadora por causas poco claras en septiembre del 2012, dejando 
   un legado de privatización de hospitales y de progresiva 
   desarticulación de los servicios públicos. 
Sin embargo, deben removerle poco la conciencia las masivas 
   protestas del movimiento social 15-M, un grupo que calificó de 
   "camorristas" y "pendencieros" y comparó con los jacobinos de la 
   Revolución Francesa en busca de un golpe de Estado.
Aguirre cuenta con un rosario de este tipo de comentarios fuera 
   de tono, disparates y confusiones, como cuando confundió a la 
   escritora española Dulce Chacón (fallecida hace varios años) con la 
   poetisa cubana Dulce María Loynaz (también fallecida). Durante la 
   inauguración de un colegio que lleva el nombre de Chacón, Esperanza 
   preguntó a la madre de la novelista: "¿Dónde está Dulce, en Cuba?" 
   Igual de famosa es su versión del apellido del genial portugués José 
   Saramago, reconvertido en sus labios en "la novelista Sara Mago", 
   así como su antológica sentencia de muerte a los arquitectos porque 
   sus crímenes perduran para toda la vida. 
EL "ESPERANZAgATE", 
   GÜRTEL Y BÁRCENAS
El viejo "animal político" que es Esperanza Aguirre ha demostrado 
   que solo le importa una cosa, el poder, y es capaz de hacer 
   cualquier cosa por saciar su sed de grandeza. 
La Agencia Tributaria española confirmó que financió de forma 
   irregular su campaña electoral del 2003 y 2004 para la Comunidad de 
   Madrid con "donaciones" a una fundación vinculada al PP (FUNDESCAM) 
   que ella misma presidía y cuyos fondos no podían ser utilizados para 
   labores proselitistas. 
El favor de los empresarios lo pagó luego con más de 200 
   ventajosos contratos con el gobierno comunitario por valor de 300 
   millones de euros. 
Esos "buenos contactos" le permitieron cambiar la política por el 
   lucrativo puesto que ostenta ahora como "asesora estratégica" de 
   Seeliger y Conde, una transnacional cazatalentos. 
Esas ansias la llevaron también a verse envuelta en uno de los 
   mayores escándalos políticos en la historia del PP, digno de Carl 
   Bernstein y Bob Woodward, los periodistas del Washington Post que 
   develaron el caso Watergate, donde estaba implicado el presidente 
   Richard Nixon y que terminó con su dimisión en 1974. 
El "Esperanzagate" ibérico fue destapado a comienzos del 2009 por 
   El País, pero los acontecimientos sucedieron un año antes. Según la 
   información obtenida por el diario, Aguirre utilizó fondos públicos 
   y a funcionarios de la Comunidad para seguir los pasos de sus 
   adversarios directos dentro del mismo PP, entre ellos el vicealcalde 
   de Madrid, Manuel Cobo y el exvicepresidente y exconsejero regional 
   Alfredo Prada.
No era poco lo que estaba en juego entonces, desde la disputa por 
   la presidencia de los populares, en la que terminó reeligiéndose 
   Mariano Rajoy, hasta el control político de la poderosa Caja Madrid, 
   una batalla que también perdió al asumir la dirección Rodrigo Rato y 
   no su aliado Ignacio González. 
Sin embargo, en el 2010 la jueza que atendía las acusaciones de 
   espionaje decidió archivar el caso por "falta de pruebas", pero no 
   de que se hubieran cometido efectivamente los seguimientos, sino de 
   elementos que demostrasen que estos constituían en realidad un 
   delito. No sería la primera vez que Aguirre saliera bien librada de 
   escándalos políticos en los que, a todas luces, debió haber estado 
   involucrada o, cuando menos, enterada.
Aún es poco lo que se sabe del papel real que jugó en el caso 
   Gürtel, una compleja trama de sobornos a altos cargos de la 
   Comunidad Madrileña y Valenciana a cambio de beneficios económicos, 
   en el que están involucrados altos cargos del PP. Asimismo, muchos 
   de los alcaldes sancionados por los negocios turbios son reconocidos 
   "aguirristas". 
Tampoco son claros los nexos de Aguirre con el reciente escándalo 
   de Luis Bárcenas, extesorero del PP, quien supuestamente habría 
   llevado una contabilidad alternativa del Partido y realizado pagos 
   ilegales a sus principales dirigentes. Varios analistas coinciden en 
   que todo esto sucedía bajo sus narices, y pocas cosas se mueven en 
   la Comunidad de Madrid sin que ella las haya autorizado o impulsado.
AMISTADES PELIGROSAS
Fue ese mismo escenario madrileño el que Aguirre intentó 
   convertir —de la mano de su amigo y guía intelectual José María 
   Aznar— en una segunda Miami y un nuevo cuartel central para los 
   grupos anticubanos.
Llegaron incluso a crear la Fundación Hispano-Cubana, como 
   homóloga de la tristemente célebre Cubano-Americana, entre otras 
   organizaciones. Incluso fondos públicos comunitarios fueron 
   malversados para subvencionar acciones de desestabilización contra 
   la Isla, un dinero que bien podría utilizar hoy Madrid para evitar 
   la quiebra de sus hospitales, por ejemplo. Bajo su mando, desfilaron 
   por allí declarados terroristas de origen cubano como Carlos Alberto 
   Montaner, amigo personal de Aguirre, y Antonio "Toñin" Llama, entre 
   muchos otros.
Por todas estas razones no sorprenden sus nuevos y desaforados 
   ataques contra Cuba, ni sus cuestionamientos a nuestro sistema legal 
   y político. Más habría que preocuparse el día que un personaje de su 
   tipo rompa en alabanzas hacia la sociedad cubana. Al final, Aguirre 
   es solo otra esperanza perdida de la ultraderecha española. 
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