Por Jhosman Gerliud Barbosa Domínguez
Introito
Hay que decir que mucho se ha escrito sobre Martí y no pretendemos
innovar al respecto; pero sí queremos al menos hacer fluir sobre un
número finito de cuartillas, varias facetas de su praxis para sustentar
cómo llega un ser a concurrir al universalismo: mediante el holismo. Y
cómo esto permite definir a Martí como un humanista original, fruto de
Latinoamérica, mediante la síntesis que hace de lo europeo y lo
indo-americano.
El lector será llevado por varias facetas de ‘El Apóstol’, que si
bien se pueden exhibir a veces inconexas, llevan un hilo conductor y
metódico que espera lograr al final poner en evidencia la trascendencia
de la originalidad; elemento aun escaso en nuestros días. Quizá esa sea
la idea más martillada, a veces subrepticia o abiertamente: la
originalidad del pensamiento decimonónico martiano, proyectado sobre la
propia Revolución cubana y el pensamiento latinoamericano actual.
Esperamos que la semblanza traída aquí, de cuentas de tantas cosas
que debemos sentir y hacer para agudizar nuestras reflexiones, fomentar
la autonomía de los pueblos y reafirmar nuestra originalidad
latinoamericana, sin que ello reste universalismo.
Martí: una semblanza
Desde los diez y seis años, Martí afronta el encierro por su
vinculación a la causa independentista. Sus viajes por España, Europa,
México, Guatemala, Venezuela y Nueva York, refuerzan su carácter
reflexivo frente al problema llamado Independencia; conspira desde
afuera del ‘Gran Caimán’, -como llamara el poeta Nicolás Guillén a la
Isla de Cuba- dejando algo pendiente la militancia, bajo una acción en
su Isla más directa. ¨Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra¨, dice en su célebre ensayo con propósitos periodísticos, ¨Nuestra América¨.[1]
Pero más allá de la mera idea moriría el día en que se inicia en el
empuñar de armas, convencido de la necesaria lucha, no ya del material
de tinta y pluma cuando dice:
No vivimos, no como ciervos futuros, ni como aldeanos
desmembrados, sino con la determinación y la capacidad de que se le
estime por sus méritos y se le respete por sus sacrificios; porque las
mismas guerras, que de pura ignorancia le echan en cara, los que no la
conocen, son el timbre de honor de nuestros pueblos, que no han vacilado
en acelerar con el abono de su sangre el camino del progreso y pueden
ostentar en su frente sus guerras como una corona.[2]
Pero esa militancia, esa constante conspiración en aras de la
libertad de su pueblo, proyecta a Martí como una síntesis paradigmática
no solo de la formación grecolatina que obviamente vivía ya toda colonia
y país independiente de la época; también es un hombre hecho del
material de la memoria de la América continental, de sus ancestros
amerindios como lo reconocería en su texto ¨Autores americanos aborígenes¨.[3]
Así, apreciamos que hay una visión universal, cosmopolita, hecha a
pulso de su peregrinar y su reflexión sobre la urgente independencia de
Cuba; esto aunado a una visión que lejana del panamericanismo, contenía
tanto a la América amerindia, como a la del norte, -cada una hija de
procesos diferentísimos-, caracterizada la segunda por el primer
asentamiento inglés de 1607 en Jamestown, Virginia. A ello, se suma su
reconocimiento de una tradición que le es propia a la América como el Mahabharatta, el Shanameeh, el Popol Vuh o el Chilam Balam.
Obras éstas, que encarnan aspiraciones y cosmovisiones de los hombres y
sus pueblos en contextos propios de una América ‘Latina’.[4]
El humanismo más allá de la tradición occidental
Hablar de humanismo, es entablar una reflexión sobre la sustancia
primera que alienta lo humano; en contraposición con la naturaleza, en
armonía con ella o como acción excelsa de la conciencia del hombre sobre
sí o cualquier otro ser en la naturaleza. Es la manifestación de una
conciencia histórica capaz de labrarse un destino, un camino que si bien
puede vincularse a visiones teológicas, le es imperativo el hombre o
‘los hombres’, como hacedores de la historia al decir de Hegel.
Es decir, que el humanismo es en sí una reflexión que ilumina a los
hombres en su recorrido por el mundo, al evidenciar su sensibilidad
frente a la naturaleza y el hombre mismo. El humanismo es la forma
fraterna mediante la cual expresa su universalismo el hombre. Hombre
como especie y que obviamente incluye a la mujer. Por ello, la memoria y
la historia, juegan un papel fundamental en la construcción de lo que
se fue, se es y se aspira ser como integrante de la raza humana; que
para cada grupo humano tiene que ver con su ‘noción’ de mundo; con el
conocimiento que tiene de la coexistencia con más pueblos y culturas en
el planeta.
Así, en el transcurso de la historia se pueden apreciar varias formas
de humanismo desde épocas de vieja data, aunque se circunscriba por lo
general el humanismo a la naciente filosofía y desarrollo del
pensamiento europeo tras el final de la llamada Edad Media y nombrada
como Renacimiento. Esto, claro, configura una visión occidental del
humanismo; dejando fuera tanto la expresión indoamericana, como la
gestada en el pensamiento oriental y el africano.
Entonces, parece que lo que atañe al ser humano solo proviene de
Europa; de Francia, cuna de la ilustración en inteligencias como
Voltaire o Rousseau; de la Inglaterra madre de Newton; de la Italia
partera de la duda metódica de Renato Descartes, el tratado de
Maquiavelo o la visión de Pico de la Mirandola acerca del humanismo
mismo.[5]
Es clave entonces aclarar que la reflexión sobre lo humano no se
circunscribe al desarrollo, cultural o socio-económico de tal o cual
región; a lo que supone como adelanto tal o cual civilización, sino que
encuentra su origen en los hombres mismos, en sus creencias y articulado
no necesariamente por la racionalidad occidental, sino seguramente, a
través del mito, de la leyenda, del material propio de las cosmovisiones
latinoamericanas encarnadas en sus nativos anteriores a la conquista.[6]
Nos encontramos frente a un hecho paradigmático y de escasa
asimilación en el latinoamericano mismo: el nacimiento de una cultura
que en lo sucesivo, se debería prohibir la imitación y los
extranjerismos. Sobre esto volveremos más adelante.
Precisamente lo que se avista, muy contrario a la historia
oficialista de Europa, es el potencial creador de América, su culto al
trabajo, a expensas de la construcción en el imaginario colectivo del
amerindio como holgazán, desde la época en que se inició su explotación
sistemática en la mita del Perú o el cuatequil de México, que
significaban el trabajo forzado en minería. Todo esto, es contrario a
las enseñanzas sustentadas en la memoria desde Quetzlcoatl en México,
hasta Bochica en la actual Colombia, como personajes que enseñaban a los
hombres los oficios para labrar la tierra, tejer, organizar su espacio
de vivienda y no sólo con propósitos individuales sino colectivos. Es
decir; que,
Se aprecia este distinguible componente de una ética laboral, que
en muchos casos se vincula indisolublemente al espíritu colectivista
que impone hasta cierto punto lograr la subsistencia de la comunidad.[7]
Entonces, si subsistía aun bajo formas asociativas aunque
jerarquizadas y despóticas las experiencias socio-económicas
indoamericanas, no podía ser sino bajo el influjo de una noción
humanista, de grupo humano que trasciende ciclos de vida en conjunto;
ese ‘humanismo quetzalcoaltiano’ del que hablase Laurette Sejourne,
simbolizado en la destrucción sistémica, cada cincuenta y dos años, de
las grandiosas construcciones de Teotihuacán, como una representación
del promedio de vida del cual gozaban por entonces los Aztecas.
Una muestra de esta experiencia colectivista, solidaria y por ende
humanista en la vivencia americana anterior al encuentro entre europeos e
indoamericanos, se aprecia en las formas de servicio comunal tales
como: ayni, minga, junta, tequio y mita, propias de comunidades como
aymaras, quechuas, araucanos, chilotes, guambianos, paeces, mixtecas,
zapotecas, tarahuamas, entre otros; culturas pre-ibéricas que coparan la
Advia-Yala, nombre autóctono de América latina antes del blanqueamiento
cultural, que delimitamos en el pie de página 4.
En este orden de ideas, sustentamos la existencia de un humanismo en
América, como aspiración colectiva en el trabajo asociado y no sólo
mediante escritos, que pueden superar incluso los clásicos del
Mediterráneo europeo, al decir de Martí:
… que a juzgar por las escasísimas páginas interpretadas en letras
y signos, con más lujo y pasión están contadas en sus pergaminos y sus
piedras que las de Atridas y Pelópidas en el glorioso romance griego.
Que augusta la Ilíada de Grecia! Que brillante la Ilíada indígena! Las
lágrimas de homero son de oro; copas de palma, pobladas de colibríes son
las estrofas indias.[8]
Es esta la herencia amerindia de Martí, sumada a su formación en las
letras, a las cuales aportó significativamente y marcó la tendencia de
escritores cubanos como Alejo Carpentier y José Lezama Lima, quien se
refiere a la influencia martiana en la revista Orígenes de Cuba de la siguiente forma:
José Martí fue para nosotros el único que logró penetrar en la
casa de alibí. El estado místico, el alibí, donde la imaginación puede
engendrar el sucedido y cada hecho se transfigura en el espejo de los
enigmas.[9]
Entonces, para darnos al análisis del humanismo en Martí, es
necesario tener presente que, como todo hombre, es resultado de un
proceso histórico, psicológico, sociológico y económico específico; no
solamente circunscripto a su tiempo, sino engranado en la genealogía
social que lo da a luz. Era necesaria esta contextualización, para
contribuir al entendimiento de su originalidad como pensador, como
humanista no occidental, aunque heredero consciente de una tradición en
la multiplicidad que encarna el hombre de la América híbrida.
Humanismo y universalismo en José Martí
Decir que todo golpe dado en la mejilla de un hombre en cualquier
parte del mundo debe recibir la solidaridad de cualquier hombre en
cualquier parte del mundo, habla de la universalidad del humanismo
martiano. No un humanismo para Cuba o para Latinoamérica, sino para los
hombres y mujeres en el globo; ergo, encarna un universalismo.
José Martí encuentra su capacidad de síntesis de la esencia humana en
ese trasegar por el mundo y el mundo de las letras; pues se sabe que
Cuba como colonia española, adoleció en su momento la carencia del
influjo de la Ilustración, -circunscripto a espacios sociales
estrechos-, y había soportado, como toda la América ibérica, la gesta
contra-reformista y la ‘santa inquisición’ como órgano de control a
favor de su ethos confesional. El propio Martí escapó un tanto a esto
por sus viajes por el orbe. Así, no vemos el humanismo martiano
vinculado a una tendencia religiosa. De hecho, como señala el filósofo
Pablo Guadarrama, ¨es clave ver que la vivencia de Dios en Martí es compleja, va de la angustiosa búsqueda al rechazo y la urgencia de identidad¨.[10]
En Martí, sin forzar similitudes, se encuentra una proximidad con la
acción marxiana laica y dialéctica, como veremos más adelante, no pasiva
sino dispuesta a la transformación.[11]
Esto se debe a que Martí tenía como principal propósito la ruptura con
el colonialismo español y la urgencia de sembrar en toda la América
Latina, la vigilia; atenta a las desde entonces vistas incursiones en la
política y la economía de otras Naciones, por parte de Estados Unidos.
Es por esto que en su decir que era el hacer, se le encuadra como quien
forjó un ‘Humanismo revolucionario’ o ‘militante’.
Su humanismo y universalismo, encarna el metódico arte del relojero,
que sin descuidar la necesidad de fomentar y acuñar el nacionalismo,
aboga además por la unidad Latinoamericana, consciente heredero de la
tradición bolivariana anti-imperialista. Así en breve dice: ¨Cuando un pueblo se divide se mata. El ambicioso ríe en la sombra¨.[12]
Su influjo humanista de finales del siglo XIX, se evidencia no solo
en sus escritos, que van desde poesía y periodismo hasta literatura para
niños y adultos. Sus críticas o comentarios a Emerson, Whitman,
Pushkin, Goya, Wilde, Julián Casal, José María Heredia, los pintores
impresionistas, los poetas españoles de su época o los poetas de la
guerra. No sólo en ese estar en contacto sensible con la realidad del
arte, la literatura, la educación y la filosofía, que son complemento de
lo que él ve como el legítimo derecho a la búsqueda, encuentro y
defensa, de la soberanía. No sólo en su espíritu anti-belicista; pues
como humanista, es hombre de paz y reconoce las calidades del propio
pueblo de los Estados unidos y de algunos de sus prestigiosos hombres
del espectro público.
Es que además de ser su humanismo una noción de lo humano ajeno a la prepotencia, Martí se mostró próximo y fiel a su decir, ‘Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar’.
Para muestra de su talante de carne y hueso, desde abajo, más aun desde
los niños, invisibles realidades en un mundo que aún no reconocía
siquiera unos derechos particulares para este importante grupo etáreo,
citamos algunos testimonios compilados por Froilán Escobar, tomados de
los que otrora niños, se encontraban octogenarios a la hora de la
entrevista, en donde se pueden apreciar a través de los giros propios y
fieles en la transcripción del lenguaje campesino, la percepción de un
sinnúmero de personas que tuvieron trato con el llamado ‘Apóstol’:[13]
A Martí le daba pena preguntar cómo nosotros decíamos los nombres.
Apuntaba en su libretica. Lo agarraba un entusiasmo cuando descubría
algún saber. Quién iba a decirlo, siendo él el que era aquilatado,
supiente. [Sapiente] ¡Abráse visto! Le encantaban las palabras
con que mentábamos el monte nosotros lo brutos. ¿Se da cuenta? ¿Se da
cuenta quién era Martí? Lo que a otros podría causar risa a él le
causaba saber.
Martí era una bendición, la gente se sinceraba con él enseguía [En seguida]
de conocerlo, porque lo mismo escuchaba al chiquito que escuchaba al
grande. Se le veía contento de tratar a cualquiera que llegaba, aunque a
veces se mostraba extraño. Como era de mucho pensar, tenía sus
momentos, sus barruntos. Entonces se paseaba en silencio, sin las
conversaciones habituales de él. Yo lo presencié también así como si lo
azotara de pronto una frialdad y se recogiera para dentro.
Martí era un hombre nervioso en sus movimientos, no sabía estarse
quieto. Yo lo veía muy alegre muy contento, componiendo cosas, hablando
con la gente. Lo mismo con el negro que con el blanco. Para él todos
eran igual. No atendía a nadie favoritariamente….
La anterior, constituye una muestra significativa de la impronta
humanista de un hombre que bien podemos llamar orgánico, al actuar y
vivir en concordancia como piensa.
Martí, escribe un artículo titulado ¨La polémica económica¨[14]
en el marco de la crisis de la industria mexicana que se encontraba en
franca competencia con la industria extranjera desarrollada en el mismo
México. Dicho artículo finaliza reconociendo que en lo económico, solo
entrega unas humildes observaciones y deja a los expertos la tarea
agradable de terminar las ‘ligerísimas observaciones’ que ha
comenzado a apuntar. Pero a expensas de tal acto transparente frente a
la limitación de su comprensión en este tema, se permite hacer una serie
de reflexiones que retratan la percepción de lo que se debe tener en
cuenta en relación con el bienestar de los hombres.
Así, nos permitimos citar un fragmento, algo extenso para desarrollar una idea que dejamos pendiente líneas atrás:
Para apreciar con fruto, es necesario conocer con profundidad. […]
A esto debe sujetarse la polémica, no a encomiar determinada escuela
económica; no a sostener su aplicación en México porque se aplicó con
éxito en otra nación; no a ligarse imprudentemente con las exigencia de
un sistema extraño […] Un principio servil extravía, en economía, como
en literatura y en política […] ¿Es la situación financiera de México
igual a la francesa? ¿Se producen las mismas cosas? ¿Están los dos
países en iguales condiciones industriales? Debe haber en la aplicación
del principio económico relación igual a la relación diferencial que
existe entre los dos países.[15]
Aquí se reafirma, que no solo es universal la visión de Martí frente a
una diversidad de temas en la que no se amilana para expresarse en lo
que atañe a estas condiciones coloniales que lesionan, en este caso, la
economía mexicana, sino que reafirma a su línea de pensamiento, como
lejana siempre de la copia burda que desconoce las características, las
realidades concretas e históricas propias del desarrollo de la naciente
Latinoamérica.
Estamos frente a un principio de originalidad de su pensamiento, de
su humanismo. A Martí no es posible reducirlo a una categoría humanista
europea. Él, como ya vimos, es heredero de una singularidad llamada
América Latina. Del material indoamericano de las letras ya citadas. De
los criollos latinoamericanos que pensaron su autonomía desde antes de
las gestas independentistas y que reconoce en sus escritos. Seguramente,
de su comparación con los europeos al tener contacto con su cultura en
el propio suelo de Europa.
Para nosotros en el tiempo ya lejano a este fenómeno que apenas
empezaba a despertar en América Latina y que seguramente, pasaba como
reflexión por pocos en el mundo, no se hace un hecho de difícil
análisis; privilegio del observador en otro espacio-tiempo. Pero poder
desarrollar pensamiento propio en un océano que reprime la originalidad
no es fácil y ello cuenta como un valor más al pensamiento y el
humanismo martiano.
Ahora bien, en el ámbito del indigenismo, podemos afirmar que Martí
leyó a Las Casas, -de quien se dice en el tema del racismo, fue su
continuador-, y a otros cronistas que narraron el propio aniquilamiento
de los nativos de Cuba. Tal segregación toma la forma de una imposición
cultural que hizo parte de lo que vivió Advia Yala durante trescientos
años. Es por esto que fue difícil en los criollos hacer una ruptura con
la cultura europea que se empeñan en imitar en sus gustos, moda,
literatura, filosofía y arte, para separarse del oprimido. Un ejemplo
más de esta imposición europea, es el sincretismo en el arte religioso
que, tras un rostro indígena como el de la virgen de Guadalupe en
México, enquistó con éxito el culto cristiano; hecho que se ha acordado
llamar como ‘barroco indiano’.
Por otra parte, es bueno reconocer que en un texto del Uruguayo
Eduardo Galeano, se expresa tal originalidad urgente que podemos
reafirmar con lo dicho por Martí en su texto ¨Nuestra América¨, como una muestra, más que curiosa, de evidente continuidad en las ideas libertarias de los hombres de América:
La ‘copianditis’ [Se refiere a una fiebre, a una manía por copiarlo todo],
que aquejó gravemente a América Latina en toda su vida, digamos,
civilizada, y que supo retratar de feroz y certera manera, don Simón
Rodríguez. Un hombre condenado a la soledad, el loco, el loco Rodríguez
que anduvo por los caminos de América predicando en el desierto y que
decía “o inventamos o estamos perdidos” y que a los que mandaban les
decía: “ustedes que copian todo, todo lo que viene de Europa y Estados
Unidos ¿por qué no les copian lo más importante que es la originalidad?”.[16]
Martí nos dice lo siguiente en igual sentido que Rodríguez:
¿Cómo han de salir de las universidades los gobernantes, sino hay
universidad en América donde se señale donde se enseñe lo rudimentario
del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de
los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo con
antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no
conocen.[17]
Entonces, Martí, hijo de una tierra tardía en la obtención de su
independencia al lado de las nacientes repúblicas continentales y del
Caribe de América, tiene claro cuál debe ser el rumbo de Cuba al lograr
la independencia; cuál su proyección como heredera de unas
singularidades históricas y por ende, cuáles son sus hermanos y amigos
que en unidad, afronten al naciente grupo de estados norteamericanos.
Así, la originalidad sobre cualquier cosa. No permitirse copiar.
Por eso, no es de extrañar que esa sensibilidad por la causa de los
desposeídos del mundo, no encontrase una afinidad o influencia
significativa del emergente proletariado y socialismo mundial que,
animado por los logros de la comuna de París -marzo de 1871-, el
fortalecimiento del socialismo científico en Inglaterra, y en menor
medida en Alemania y la Rusia zarista, se traslada al ‘nuevo
continente’, Estados Unidos, en donde el desarrollo de una industria
pujante, cristalizaba su materia prima: el obrero industrial.
Precisamente, no sólo la conciencia clara de Martí de la singularidad
de América Latina, hasta en estos aspectos económicos como los ya
vistos en el artículo sobre la crisis mexicana, sino esta connotación
básica del socialismo científico, que encuentra su carne en un
proletariado industrial, le reafirma la distancia de estas teorías que,
si bien no están desprovistas de humanismo, -pues les atañe en su
reflexión las condiciones de vida de los desposeídos, figura universal
más allá del modelo y el desarrollo económico-, una región como Advia
Yala se encuentra hundida en una economía productora de materias primas,
sin desarrollo industrial, rural y por lo mismo lejana y original,
insoluble nuevamente con teorías foráneas. Definitivamente, el problema
de Latinoamérica para Martí era otro. Él no veía obreros sino gente
humilde, pobres, campesinos, a lo sumo, marginados urbanos.[18]
Así, su humanismo, siendo transversal a cualquier hombre en el
planeta, tenía necesariamente sus particularidades para una América
Latina emergente, en donde la sensibilidad humanista no pasaba por una
aplicación transversal de recetas iguales para todos los pueblos. Dice
al respecto Paul Estrade:
Conviene tener presentes esos elementos sociológicos para
comprender la reacción de Martí frente a lo que consideraba las ideas
importadas, ya fueran anarquistas o socialistas. Se trata de una
reacción de rechazo constante: así lo expresaba ya desde 1881 y así lo
seguía expresando en 1894. Pero donde Engels veía un grave defecto
(esperando fuera de juventud), Martí veía una tara congénita.[19]
Cabe anotar que si bien mantiene inamovible esta noción, es receptivo
a los mensajes que evidencian los sucesos de Norteamérica, cuando el
ahorcamiento de los mártires de Chicago y la casería de la cual fueron
víctimas los socialistas norteamericanos, entre 1889 y 1890. Martí no
opone libertad a socialismo, como ya es la noción propia de la época,
profundizada hasta nuestro presente; es más, solo ve un extranjerismo
encarnado en algunos hombres que denomina ‘norteamericanos socialistas’;
es decir, unos obreros que organizados legítimamente abogan por unas
reivindicaciones pero en el marco de las características propias de un
Estado norteamericano cada vez más parecido a Europa, industrializado y
por ende distante de América Latina.[20]
Había que detenerse en este asunto, pues hablamos de una corriente
que no sólo se perfilaba de impacto europeo, en el seno de los países
capitalistas desarrollados, unos más que otros, y que buscaba su nuevo
lugar allí donde la industria y el desarrollo técnico igualaban y a
veces superaban las de la propia Inglaterra. Es la expansión de una
corriente que va encontrando su maduración dentro del contexto de los
procesos socio-económicos particulares de Europa, con una evidente
sensibilidad por la problemática de los desposeídos.
Esto quiere decir que no se fuerzan cuartillas a capricho, sino que
conectamos, en el marco del singular humanismo martiano, que analizamos y
evidenciamos, mediante vivencias posturas y escritos, al otro naciente
humanismo, que por sus características propias, no se plantea el
problema del colonialismo al interior de los obreros ingleses, alemanes,
polacos o rusos; ni la exacerbación de una identidad o un nacionalismo,
pues no eran los problemas de estos desposeídos ligados al desarrollo
del capitalismo, sino la necesidad de humanizar el trabajo; de valorar
la fuerza de trabajo pago; de formar salarios reales para los obreros y
de mejorar su capacidad de ahorro; esto además de las jornadas de
trabajo y el derecho a organizarse como fuerza política bajo la noción
de clase y partido. Estas características en breve, hablan de la línea
humanista del socialismo y que no encontró oído plenamente receptivo en
Martí, aunque este reconociera en el propio Marx un luchador de causas
nobles.[21]
Martí fue un militante, un escudero de la causa independentista de
Cuba y de una segunda independencia de toda la América Latina, un
internacionalista. Pero no era ingenuo en este asunto de entender que su
idea de autonomía no se asimilaba aun por parte de los gobernantes e
ilustrados de las nacientes repúblicas latinoamericanas. Si de algo se
quejaba era de esta carencia en la dirigencia Latinoamericana de su
época, como refiere Jaime Mejía Duque:
También se inquietaba Martí por la negligencia y la inmadurez de
la mayoría de los grupos dirigentes locales latinoamericanos y su escasa
capacidad de resistencia frente a la poderosa voluntad anexionista de
los Estados Unidos.[22]
Atreviéndonos a extender un poco el humanismo latinoamericano,
representado en la necesidad de caracterizarse como experiencia
singular, señalamos que, finalizando el siglo XIX, ya se oyen levantar
las voces de hombres como Domingo Faustino Sarmiento, José Enrique Rodó,
Félix Rubén García Sarmiento, José María Vargas Vila, José Vasconcelos o
Francisco Henríquez y Carvajal, -orador de ‘arrebatada unción’, al decir de Martí-, padre del dominicano Pedro Enríquez Ureña, llamado el ‘Maestro de América’ y quien escribió La utopía de América,
que data de 1925, entre otras obras. Luego tendremos en México a José
Gaos, Leopoldo Zea y una pléyade de latinoamericanos, que reafirman éste
pensarse como originalidad.
Esto quiere decir que hay una llama avivada que reflexiona sobre lo
que encarna la humanidad latinoamericana, la originalidad americana;
pues en esto redunda toda ciencia propia, todo saber propio y que osa
seguir una línea inconfundible de aciertos y yerros como sucede con todo
proceso histórico de todo pueblo.
De Martí se aprecia su ubicuidad reflexiva, su holismo, en tanto no
le es ajeno ningún tema que tenga que ver con el hombre. Así, en la
primera Conferencia Internacional Americana o Conferencia Panamericana
dada en Washington en 1890, reflexiona asiduamente sobre las ventajas y
peligros al entablar una sola comunidad con Estados Unidos. Critica con
argumentos lo que vicia tal intento ‘fraterno’ motivado por
Norteamérica: la unidad monetaria de todo el continente, bajo uno o dos
valores; los diez delegados estadounidenses convocados no hablan español
y están sentados en la mesa con base en sus intereses comerciales en
América Latina. Sumado a ello, de los diez y siete delegados
latinoamericanos solo siete hablan inglés, por ostentar cargos
diplomáticos en Washington; es lo que se puede llamar una Babel que por
sustracción de materia es inviable como unidad política y que no soporta
la idea de una congregación Panamericana.
De esta manera, ve que hay un interés hegemónico norteamericano,
fundamentado no sólo en el control político, sino en la subordinación
económica; hecho al que se vería expuesta la América Latina. De allí,
una de sus frases conocidas: ‘Quien quiera ser libre, sea libre en negocios’.
Pues la carencia de libertad, inhibe a las naciones de gestar hombres
honrados y que terminan solapando, legitimando el yugo, que ya
incrustado en la cultura, se desvanece como imposición y se legitima
como forma natural entre los hombres:
La libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a
pensar y a hablar sin hipocresía. En América no se podía ser honrado,
ni pensar, ni hablar. Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve
a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. [23]
El humanismo martiano, por ende, lo hallamos en toda su obra y en
toda su vida. Defensor de la libertad de expresión como garante de
cualquier manifestación en la esfera religiosa y cualquier otra. Con
plena claridad sobre el hecho de que la esfera religiosa tiene derecho a
ser parte del cultivo humano en el seno de las costumbres familiares e
individuales y lejanas de la función pedagógica y la enseñanza por parte
del Estado, reclama así un estado laico, -al que obviamente le atañe la
instrucción axiológica-, una república laica en la cual el estado no
debe dar instrucción ni católica ni anticatólica pues esto invade la
esfera de la conciencia de los ciudadanos. Su laicismo no es nada nuevo
como aspiración de la construcción de la Cuba independiente que
proyectaba. Ya en otras regiones de América Latina, se apreciaba en el
marco de las repúblicas independientes, la división tajante entre la
iglesia y el Estado; como el caso de Chile.[24]
Desde sus escritos hasta el trato con los hombres, niños, negros e
indígenas; no en vano, se le llama el primer indigenista, evidencia su
amor por la humanidad. Escritos como ¨Mi raza¨, lo exhiben como hombre empático, dador de afecto, de fraternidad y de comprensión.
Este particular asunto sobre la catalogación de las etnias indígenas,
nativas de África y América, como razas inferiores, fue de sumo interés
en la construcción de una historia y un estereotipo de hombre
civilizado encarnado en el europeo y el emigrado, como colonia inglesa,
hacia el norte de América. De esta manera, a partir de la segunda mitad
del siglo XIX, se acopia el esfuerzo de diversas ciencias, como la
biología, la antropología, la paleontología, la lingüística y la
historia para que mediante el sustento del rigor científico, se
evidenciara que el carácter evolutivo de la humanidad, mostraba unas
razas más aptas que otras.
Paul Estrade refiere lo siguiente al respecto y que complementamos en
nota al pie, con una cita textual que utiliza el mismo autor:
Asentar el racismo sobre la ciencia up to date, deslizarse en el
evolucionismo y el positivismo en caso de necesidad, parapetarse tras
las lumbreras del siglo (Darwin - Spencer), fue lo que hizo la nueva
corriente racista que surgió en Francia, En Gran Bretaña, en Alemania,
extendiéndose sobretodo en los Estados Unidos a partir de 1880.[25]
Martí al respecto se muestra reservado. Considera que se ha utilizado
y manipulado la teoría de hombres que le apasionan como Spencer y el
propio Darwin. De éste último, al poco tiempo de la muerte, en una
publicación en La Opinión Nacional, en julio de 1882, refiere, ‘sus yerros que le vinieron de ver, en la mitad del ser, y no en todo el ser’. Martí no hizo mucho caso a estas teorías científicas y en ¨Nuestra América¨, se expresa al respecto de manera puntual cuando dice:
Los hombres naturales han vencido a los hombres artificiales. El
mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la
civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la
naturaleza […] No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores
canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería,
que el viajero justo y el observador cordial buscan bajo la justicia de
la naturaleza donde resalta el amor victorioso y el apetito turbulento,
la identidad universal del hombre.[26]
Ahora bien. Respecto a la causa indígena y aun la negra y mestiza, no
tiene reparo en reivindicarlas como grupos humanos que si bien adolecen
de niveles de evolución diferentes a la europea, en su ámbito
tecnológico, no se puede por ello tildárseles de carentes de cultura.
Martí encarna un Las Casas que aboga por no hacer análoga las
categorías: cristiano-civilizado e indio-bárbaro. Así, considera que una
responsabilidad humana de quien tiene la capacidad de ser maestro de
otro, lo obliga a éste liberar las culturas dejándolas ser y
manifestarse –de nuevo el derecho a la expresión-, como tengan a bien;
esto es diametralmente opuesto al aniquilamiento o la imposición
cultural efectuada en América y África. En este orden de ideas, no
rechaza aquello que sin interferencia esencial, pueda hacer mejor a la
América Latina; por ello, no está en desacuerdo con la industrialización
en México, sino más bien con la regulación que de ello es necesario
hacer para no caer en los excesos que causen desempleo, que alteren el
orden que van llevando la cosas; es decir, no vencer atropellado sino
vencer conciliando con las características propias de América Latina. Y
dice en Nuestra América, ‘Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas’.
A esto sumemos este último comentario de Martí, prueba fehaciente de su
universalismo moderno y de vanguardia en el ocaso del siglo XIX:
Peca de redundante el blanco que dice ‘mi raza’. Peca de
redundante el negro que dice ‘mi raza’. Todo lo que divide a los
hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado
contra la humanidad.[27]
Finalmente
Es probable que falten por abordar más facetas que evidencien en
palabras lo que sobradamente evidenció en hechos la vida y obra de José
Martí en relación a su humanismo y su holismo que sintetiza un
universalismo. Seguros estamos que ninguna colección impresa, ninguna
producción humana, es capaz de reflejar a cabalidad la vida de ningún
hombre y menos de uno del talante de Martí. Pese a esta inevitable
carencia, hemos abordado no sólo su nivel teórico como escritor y
orador, sino su nivel de vivencia orgánica, de su verbo hecho acción y
algunas percepciones que se tejieron sobre él.
No se duda ni un momento que, lejano del humanismo italiano del siglo
XV, el humanismo de Martí no refleja como en aquel, una idolatría o
culto a la herencia grecolatina, ni mucho menos a las jerarquías
indígenas de Latinoamérica. Hay una vigencia latente de su humanismo
universal, incluyente, pluriétnico, multicultural, diverso; todos estos,
adjetivos que tienen hoy su huella en varias constituciones de Advia
Yala, y de muchos Estados modernos.
Así, la fuerza de este humanismo y universalismo, de esta
originalidad que empieza a recabar en las mentes lúcidas de los siglos
XIX y XX líneas arriba señaladas, dejan su impronta indeleble en las
nuevas generaciones de latinoamericanos que empezamos a pensar su
singularidad y a retomar a Martí, si alguna vez se le dejó, entre otros,
para forjar ya como una reivindicación, y en muchos casos una
militancia, al latinoamericanismo del siglo XXI, que sin duda abonó
Martí, como síntesis de su empeño anti-colonial; continuador de la
empresa de El Libertador.
¿Apología o culto a la personalidad? ¿Qué de eso hay en estas líneas?
Las palabras se hicieron para nombrar las cosas, los hechos, las
acciones; los adjetivos que hemos usado sólo expresan, tan en la justa
medida como toda subjetividad lo permite, agarrándose de los vocablos
que la lengua le dota, el humanismo de José Martí, expresión holística
de su universalismo.
¿Qué tan universalistas somos en medio de la mundialización y la
globalización? ¿Cuáles son nuestras herramientas de vida y nuestros
objetivos? ¿Cuál es la vigencia, la urgencia e impacto del tipo de
humanismo aquí sustentado? Esperamos que la anterior semblanza al menos
aproxime, sensibilice al lector para una necesaria reflexión acerca de
la forma en la que se asume una perspectiva del mundo; de cómo hacemos
síntesis de nuestra ‘circunstancia’, en los ámbitos de la fraternidad,
la solidaridad, del análisis internacional y más aun, del
internacionalismo como praxis del humanismo, deslindado de fronteras y
provincias.
Notas
[1] Martí, José: ¨Nuestra América¨. Publicado por primera vez en La Revista Ilustrada de Nueva York, el 10 de enero de 1891 y posteriormente en la edición del 30 de enero de 1891 en El Partido Liberal, de México.
[2] Martí, José: ¨Madre América¨. Texto publicado en México, en noviembre de 1883.
[3] Martí, José: Texto publicado en Nueva York, en abril de 1884.
[4]
Esta noción de América Latina la entendemos como el Advia Yala original
y la delimitamos para usos corrientes a, ¨… los países independientes
que nacieron de las antiguas posesiones americanas de España, Portugal y
en menor medida, Francia. Países de “primera generación” y, en
conjunto, representan la América Latina propiamente dicha¨, en: Peña,
Orlando: ¨Estado y territorios en América Latina y el Caribe¨, Ediciones Era, 1989, México, p. 13, 158 Págs.
[5] En su ¨Oración
acerca de la dignidad del hombre¨, su centro de reflexión es la
naturaleza del hombre, su capacidad de hacerse y ser en el pensamiento;
colocando así al mismo en la disyuntiva entre ser bestia al alejarse de
la comprensión de las cosas, o ser como un dios, al abarcar el
conocimiento de muchas.
[6] Guadarrama, González Pablo, en: ¨José Martí y el humanismo en América Latina¨, Convenio Andrés Bello, 2003, Bogotá, 234 Págs. El proyecto humanista en el pensamiento latinoamericano. En Bases éticas,
p. 29, dice: ¨Así se aprecia en el Popol Vuh, donde se plantea que “no
habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que
exista la criatura humana, el hombre formado”. De lo que se infiere, si
los textos son fidedignos, que no interesaba tanto la formación del
mundo como en sí como la de su principal producto y valor: el hombre.¨
Este a su vez cita al Popol Vuh. Libro común de los Quichés’, la Habana, Casa de las Américas, 1975, p. 5.
[7] Ídem. Pág 32.
[8] Marti, José: ¨Autores Americanos aborígenes¨. Texto publicado en Nueva York, en abril de 1884.
[9] Lezama Lima José. ¨Secularidad de José Martí¨, Magazín Dominical, Bogotá, N° 626 14 de mayo de 1995.
[10] Guadarrama, González Pablo: Humanismo y autenticidad en el pensamiento Latinoamericano, Capitulo Humanismo Práctico y desalineación en José Martí. Publicación de la Universidad Martha Abreu, 1997, La Habana, 117 Págs.
[11]
Aunque aclaramos que en vano a partir de 1972, un grupo de periodistas
cubanos intentó redescubrir y hasta forzar un Martí Socialista y
materialista inexistente; pues se sabe de la reticencia de Martí frente a
este particular, evidenciado en la ola de migración alemana en la
década de los 80’s hacia Estados Unidos y que formó el Partido
Socialista del Trabajo. Asimismo, el anarquismo que desarrolló un diario
propio en Chicago. Aunque esto no impidió que Martí, a la muerte de
Marx en 1883, escribiera un breve artículo in memoriam del creador del Materialismo Científico, en el Diario La Nación del 13 de mayo de1883.
[12] Op. Cit.: ¨Autores Americanos aborígenes¨, p. 58. Además, en el escrito ¨Nuestra América¨,
define con exactitud de dónde a dónde va esa América: ‘¿Por qué ya
suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas, por el
camino abonado de los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo
a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el gran Semí, por las
naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar,
la semilla de la América nueva!’
[13] Escobar, Froilán: Martí a flor de labios, Editorial política, 1991, La Habana, 135 Págs. Las aclaraciones entre llaves, son nuestras.
[14] Marti, José: ¨La polémica económica¨, Artículo publicado en la Revista Universal, México, septiembre 23 de 1875.
[15] Ídem.
[16] Galeano, Eduardo: ¨La realidad en la mejor autora de sus propias metáforas¨. Entrevista para Revista Magazín, N° 154, Marzo de 1986, Bogotá. La aclaración entre llaves es nuestra.
[17] Op. Cit.: ¨Nuestra América¨.
[18]
Esto es dicho en el contexto de una visión universal de su humanismo.
Pero no en vano fue delegado al Congreso General Obrero de 1876, por
parte de la Sociedad La Esperanza que agrupaba en el Distrito Capital, a
los trabajadores diversos ministerios, organismos centrales y
secretariado del Congreso Nacional de México.
[19] Estrade, Paul: José Martí: Los fundamentos de la democracia en Latinoamérica, Editorial Doce calles, 2000, Madrid, 790 Págs. Un comportamiento crítico en los Estados Unidos, p.
325. Cita además a Martí quien se refiere en los siguientes términos al
socialismo en 1881: ‘Las soluciones socialistas nacidas de los males
europeos, no tienen nada que curar en la selva del Amazonas, donde se
adora todavía las divinidades salvajes’. Tomado de Marti, José: Un voyage á Venezuela, 1886, p. 146. No figura referencia de lugar de publicación.
[20]
Ídem. ¨A partir de 1889-90 la opinión de Martí sobre el socialismo
empieza a mostrar mayor comprensión. No porque haya leído a Marx más
atentamente sino porque ha reflexionado con mayor profundidad –con ayuda
de la experiencia- sobre la naturaleza de la sociedad norteamericana.
Lo que reprochaba a los socialistas en América, le parecía inconsiderado
pero ahora legítimo: <<¡América, es pues, lo mismo que
Europa!>> <> Exclamó cuando se hizo público el ahorcamiento de los
mártires de Chicago¨. Esta expresión: ¡créese otro mundo!, encarna lo
aberrante y paradójico: que parta de un Estado en apariencia civilizado
no en dirección hacia un humanismo universal e incluyente sino por el
contrario armando linderos con los otros hombres.
[21] Marti, José: ¨Honores a Karl Marx, que ha muerto¨. Publicado en la Nación,
el 29 de marzo de1883 en el diario La Nación de Buenos Aires quince
días luego de la muerte de Karl Marx. Dice Martí: ‘Karl Marx ha muerto.
Como se puso del lado de los débiles, merece honor. […] Karl Marx
estudió los modos de asentar al mundo sobre las nuevas bases, y despertó
a los dormidos, y les enseño el modo de echar a tierra los puntales
rotos […]’
[22] Mejia, Duque Jaime. ‘Martí siempre viviente’. Revista Magazín N° 626 mayo de 1995.
[23] Marti, José. ¨Tres héroes¨. Publicado en la revista infantil elaborada por el propio Martí, La Edad de Oro, Nueva York, julio de 1889.
[24]
Para el caso de Chile, en 1884, el presidente Domingo Santamaría,
señala lo siguiente: ‘El Estado no debe reconocer, bajo ningún aspecto,
compromiso constitucional con otro poder extraño, como es la iglesia.
Esta debe soportar la tutela del Estado y conformarse humildemente con
todas las disposiciones que dicte […] La soberanía nacional está
delegada en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. No podemos ni
debemos reconocer un cuarto poder religioso que repugna al Estado’. p.
1626. En Encina, Francisco: Resumen de la historia de Chile, Editorial Zig-Zag, 1961, Santiago de Chile, Tomo III, 750 Págs.
[25] Op. Cit.: José Martí: Los fundamentos de la democracia en Latinoamérica,
p. 266. Como complemento de este hecho, cita a Gusteve Le Bon quien
refiere lo siguiente: ‘La mezcla de la altiva y ardiente raza española
del siglo XVI con las razas inferiores ha dado origen a pueblos
bastardos, faltos de energía, sin porvenir, e incapaces por completo de
aportar ni la menor contribución al progreso de la civilización’. Lo
toma del texto de Le Bon titulado La influencia de la raza en la historia,
p. 529. Este libro fue publicado por primera vez en Paris en 1912, pero
como ya vimos, data de la penúltima década del siglo XIX el inicio de
esta empresa racista en Europa.
[26] Op. Cit.: ¨Nuestra América¨. La negrilla es nuestra.
[27] Marti, José: ¨Mi raza¨. Publicado originalmente en Patria, 16 de abril de1893.
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