Tomado de CubaDebate.
Por Yolaidy Martínez Ruiz
“Allí no se cumplen los derechos humanos. Podían hacer con nosotros lo que quisieran”, recuerda Murat Kurnaz, exprisionero de la base estadounidense de Guantánamo, enclavada en un territorio arbitrariamente ocupado a Cuba hace más de 100 años.
Testimonios como el del joven turco-alemán ilustran la actual 
situación de quienes aún permanecen encerrados en el centro militar, 
abierto en enero de 2002 en el sureste del país caribeño contra 
la voluntad de sus autoridades gubernamentales y pueblo.
En este marzo es noticia a escala internacional una huelga de hambre 
iniciada por numerosos presos, hartos de las pésimas condiciones, los abusos y castigos denigrantes que sufren en la base estadounidense.
Sus protagonistas -en su mayoría ciudadanos árabes- recurrieron al 
ayuno desde el pasado 6 de febrero como forma de denunciar las continuas
 violaciones a los derechos más fundamentales de cualquier humano: ser 
tratados como personas y con respeto.
Un total de 166 extranjeros llevan casi 11 años tras las alambradas 
del penal sin enfrentar cargos concretos, aislados del resto del mundo, 
bajo un absoluto desamparo legal y expuestos a vejaciones, incluidas 
crueles modalidades de tortura.
Seis de ellos comenzaron la protesta, que en pocos días se radicalizó
 y logró sumar a más de 100 contra la aplicación de severas medidas 
disciplinarias como el confinamiento por tiempo indefinido, 
los registros a pertenencias personales y confiscación de copias del 
Corán, libro sagrado de los musulmanes.
Abogados de los detenidos denuncian que la ocupación de esos textos 
es considerado una profanación a la fe religiosa de sus clientes, 
todos recluidos en el bloque llamado Campo seis.
Pero el Departamento de Defensa niega que el motivo real del 
incidente sea la ocupación del Corán y se empeña en tratar con bajo 
perfil la huelga, considerada ya la más extensa y de mayor 
intensidad registrada en las cárceles de Guantánamo.
El Pentágono persiste, además, en disfrazar las cifras y solo hablan 
de una treintena de huelguistas, 11 de ellos alimentados a través de 
sondas nasogástricas y otros tres hospitalizados por deshidratación 
extrema.
Pero los abogados aseguran que el número real es de 130 prisioneros y
 excepto algunos reclusos de mayor edad, ninguno acepta los nutrientes 
que le ofrecen las autoridades de la cárcel y solo beben agua.
Incluso, el jefe del comando estadounidense desplegado en la base 
dijo recientemente que los reclusos iniciaron el ayuno porque están 
frustrados por la negativa de la Casa Blanca a clausurar ese centro y 
admitió también la creciente intensidad de la medida de presión.
“Estaban muy optimistas con el cierre de Guantánamo. Aparentemente, quedaron devastados (…) cuando el presidente (Barack Obama)
 retrocedió en esa decisión. Sabemos eso porque nos los dicen”, dijo el 
general John Kelly ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de 
Representantes.
Obama se comprometió durante la campaña electoral de 2008 a cerrar 
dicha instalación, pero no cumplió la promesa en su primera gestión ni 
tampoco tocó el tema tras ser reelecto el año pasado para un nuevo 
periodo de mandato.
Por otro lado, los principales medios estadounidenses de prensa 
apenas tratan la huelga y -cuando lo hacen- solo destacan el 
financiamiento previsto para renovar la base naval.
“Escuchamos que a los abogados no se les permite visitar a los reos. 
Es más, existe una divergencia grande entre lo que dicen los abogados y 
la administración. Eso muestra que la administración todavía trata de 
silenciar la situación, no quieren que se difunda. Y esto significa que 
pasa algo grave”, indicó al respecto Andy Worthington, periodista e 
investigador británico.
Mientras, George Galloway, parlamentario de Reino Unido, dijo que si 
un caso similar tendría como escenario otro país de seguro los medios 
occidentales lo hubieran saturado en los periódicos impresos, radio, 
televisión e Internet.
Pese al silencio mediático, la huelga se expande y gana espacio en 
canales de comunicación de diferentes partes del mundo que, incluso, 
divulgan la horrible situación carcelaria del campo de detención desde 
su apertura.
Además, dentro de Estados Unidos miembros de Testigos contra la 
Tortura -organización defensora de los derechos civiles- desarrollan 
varias jornadas de ayuno, vigilias y protestas pacíficas en Washington, 
Nueva York, Chicago, Los Ángeles y otras ciudades en solidaridad con los
 detenidos en Guantánamo.
El grupo publicó una lista con los nombres de los reos en la 
instalación militar y llamó a los ciudadanos norteamericanos a enviar 
cartas a los jefes castrenses en protesta por las arbitrariedades 
cometidas contra los prisioneros.
¿QUÉ ES GUANTÁNAMO?
La base naval estadounidense de Guantánamo fue convertida en una 
cárcel tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, para encerrar 
allí a toda persona capturada al amparo de una supuesta guerra contra el
 terrorismo internacional, lanzada por Washington.
El centro es considerado un moderno campo de concentración donde a la
 población penitenciaria se le aplican diversas modalidades de tortura 
como el aislamiento en celdas con temperaturas extremas o mantenerlos 
amarrados en posición fetal por más de 24 horas sin alimentos.
Quienes lograron salir de allí coinciden en calificarlo como con 
una versión refinada del terror contra la especie humana, al estilo de 
los métodos empleados por los nazis en Auschwitz, Dachau, Sachsenhausen,
 Buchenwald, Flossenburg, Mauthausen y Ravensbrück.
El campo de detención dispone de cortes militares que imponen penas 
de muerte y cuyas decisiones son inapelables, aceptando como pruebas 
creíbles las “confesiones” conseguidas bajo coacción o tortura.
Documentos filtrados por el sitio alternativo WikiLeaks revelaron el 
uso de prácticas violentas de los interrogadores de la Agencia Central 
de Inteligencia (CIA), obsesionados por conseguir confesiones acerca del
 fallecido líder de Al-Qaeda, Osama Bin Laden, muerto a manos de 
militares estadounidenses.
Ese medio digital también hizo público los casos del afgano Modulá 
Abdul Raziq y el saudí Mishal Awad Sayaf Alhabiri, algunos de los presos
 aquejados de enfermedades psiquiátricas que cometieron múltiples 
intentos de suicidio y pasaron años tras las rejas antes de 
ser trasladados a sus países de origen.
La base sigue abierta pese a la gran repulsa internacional y la 
denuncia permanente de las atrocidades cometidas por la CIA y las 
fuerzas militares estadounidenses.
Sigue abierta aunque represente un enorme gasto para los 
contribuyentes norteamericanos, pues cada interno le cuesta al 
presupuesto estatal unos 800 mil dólares al año contra los 35 mil 
con los que se mantiene un preso en los establecimientos penitenciarios 
en la Unión.
Y sigue abierta aunque -como afirman los analistas- sea un “agujero 
negro” en materia de respeto a los derechos civiles y solo contribuya a 
llenar de vergüenza la historia de la humanidad.
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