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| John Quincy Adams (11 de julio de 1767 – 23 de febrero de 1848) propulsor de la posterior Doctrina Monroe | 
   Cualquiera que profundice en las relaciones entre Cuba y Estados 
   Unidos y se sumerja en los acontecimientos históricos que datan 
   desde finales del siglo XVIII, podrá constatar que el problema entre 
   ambos países supera cualquier signo ideológico y se reduce a la 
   encrucijada de la independencia y el anexionismo.
   Hace 190 años, el 28 de abril de 1823, el entonces secretario de 
   Estado norteamericano John Quincy Adams, luego presidente de los 
   Estados Unidos, lanzó a la publicidad el término del fatalismo 
   geográfico cubano con su doctrina de la "fruta madura" o "espera 
   paciente":
"Pero hay leyes de gravitación política como las hay de gravitación física y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento no puede, aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba, una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella, e incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana y hacia ella exclusivamente, mientras que a la Unión misma, en virtud de la propia ley, le será imposible dejar de admitirla en su seno".
Pocos días después, el presidente James Monroe al expresar su apoyo a la idea afirmaba que "agregar a Cuba era lo que necesitaban los Estados Unidos, para que la nación americana alcanzara el mayor grado de interés... Siempre la miré como la adquisición más interesante para nuestro sistema de Estado".
"Pero hay leyes de gravitación política como las hay de gravitación física y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento no puede, aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba, una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella, e incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana y hacia ella exclusivamente, mientras que a la Unión misma, en virtud de la propia ley, le será imposible dejar de admitirla en su seno".
Pocos días después, el presidente James Monroe al expresar su apoyo a la idea afirmaba que "agregar a Cuba era lo que necesitaban los Estados Unidos, para que la nación americana alcanzara el mayor grado de interés... Siempre la miré como la adquisición más interesante para nuestro sistema de Estado".
No era la única vez que comentaba tal visión anexionista y hegemónica. El 23 de 
junio de 1783, a Robert R. Livingstone (uno de los redactores de la 
Declaración de Independencia), J. Q. Adams le decía que “las isla del Caribe 
constituían un apéndice natural del continente americano y que era casi 
imposible resistirse a la convicción de que la anexión de Cuba a la 
República Federal era indispensable para la constitución de la Unión y 
el mantenimiento de su integridad”. 
Una muestra de lo que se avecinaba para la Isla en el futuro mediato; ya que sin más dilación, la explosión del Maine (en 1898) fue la excusa para una invasión y así terminar de cortar los ya deteriorados y minúsculos lazos que debilmente hacían pender a la Isla de la metrópolis española; mucho más teniendo en cuenta que las tropas españolas ya estaban prácticamente diesmadas y derrotadas por las tropas independentistas mambisas.
A partir de 1900, para Cuba comenzó una nueva etapa de dominación, bajo el nuevo estilo de Neocolonia. La Constitución de la República fue mancillada con una 
enmienda impuesta por el senador Oliver Platt, la cual daba potestad a 
los Estados Unidos de invadir Cuba militarmente en caso de ver en 
peligro la “integridad de su noble nación”; también el establecimiento 
de una base militar enclavada en Guantánamo y tratados comerciales que 
solo beneficiaban al norte y empobrecía mucho más a la nación y economía
 cubanas.
Los gobiernos de 
turnos en Cuba, financiados por el visto bueno de los gobiernos del 
norte, subyugaban a la población bajo sangrientas tiranías, donde los 
asesinatos, las torturas y las vejaciones eran el menú en la forma de 
gobernación. Se implementaron el vicio, la corrupción y la llamada zona 
franca para el lavado de dinero y el trasiego de negocios turbios.
Pero con la 
rebeldía de los mambises en la sangre de los cubanos buenos, como los 
denominó José Martí, Héroe Nacional, se levantó la antorcha de lucha 
nuevamente y con la entrada del 1ro enero de 1959, el triunfo de la 
Revolución, se comenzó una nueva era para Cuba.
El imperialismo no cesa en su intentona de plantar sus sucias botas sobre nuestro país. Aun hoy en día, la doctrina de la "Fruta Madura" se sostiene con nuevos mecanismos de injerencia y hegemonía imperialista, los cuales buscan por cualquier vía la de someter al pueblo de Cuba a la subyugación.
(Con información de Granma)  

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