Tomado de CubaDebate.
Por Gaby Weber
El 17 de Abril, la Corte Suprema de los Estados Unidos ha tomado una 
decisión trascendental que tendrá como resultado que en el futuro va a 
ser imposible responsabilizar a las empresas multinacionales por sus 
crímenes.
Ese día, los jueces superiores emitieron en Washington DC una 
sentencia sobre la pregunta de si el Alien Tort Statute (ATS) es 
aplicable a las empresas o sólo a individuos. El ATS fue aprobada en el 
1789 por el Congreso de los Estados Unidos y está en vigencia. Ofrece a 
los extranjeros el derecho de recurrir a los tribunales de Estados 
Unidos cuando se viola el derecho internacional. Era necesario en 
aquella época porque casos como el de la piratería no podían ser 
procesados en los países de origen de los delincuentes, ya que estos 
“estados fallidos” los protegían, Bahamas, Cuba, Islas Caimán etc. En 
los siglos siguientes, hicieron acuerdos internacionales y el ATS quedó 
olvidado hasta que fue descubierto nuevamente por el movimiento de 
derechos humanos en contra de los torturadores sudamericanos quienes, 
después de las leyes de amnistía, quedaron sin castigo en sus países de 
origen. Hubo varias sentencias en los Estados Unidos contra torturadores
 y este procedimiento basado en el ATS no es el objeto del debate 
actual.
En Abril, en la Corte Suprema de Justicia se discutía si el ATS se 
aplicaría a las empresas multinacionales con sede en el extranjero, 
porque las empresas estadounidenses (al menos por ahora) siempre podían 
ser procesadas en los tribunales de Estados Unidos. Aunque esto en la 
realidad significa una clara desventaja competitiva para la industria de
 Estados Unidos, la solidaridad de la clase era más fuerte.
De acuerdo con la opinión de la mayoría de los 9 jueces de la Corte 
Suprema, el ATS no se debe aplicar a las multinacionales, a fin de no 
obstaculizar el comercio internacional. Esto es para prevenir que 
cualquier juez provincial tome un caso por demandas millonarias contra 
una empresa extranjera que tendría que ser juzgado en el país de origen,
 donde la empresa tiene la sede o donde los hechos ocurrieron. De esa 
manera, un juez podría apropiarse derechos ejecutivos que no le 
corresponden y crear un conflicto entre los dos gobiernos. Dicen que con
 la palanca de un juicio contra una multinacional no se debe hacer 
política exterior. Además, el ATS se hizo hace más de 200 años atrás 
para combatir la piratería. Según los jueces, la piratería pasó en alta 
mar, en un lugar internacional en un vacío legal y juzgando a los 
piratas no dará lugar a conflictos bilaterales porque no habrá 
interferencia con los derechos soberanos de otro Estado (“and therefore 
carries less direct foreign policy consequences”).
En el caso concreto, unos demandantes, entre ellos la viuda Kiobel, 
de Nigeria habían abierto una causa en contra la Shell Royal Dutch 
Petroleum Company por haber participado en escuadrones de la muerte y la
 tortura en el país africano. La corte de apelaciones en Nueva York 
había negado la apertura del procedimiento. Por eso, los demandantes 
apelaron ante la Corte Suprema. Allá, se llevó a cabo una verdadera 
“batalla amicus”, grupos de los derechos humanos, ecologistas, colegios 
de abogados y universidades de todo el mundo escribieron cartas de apoyo
 con su visión, las llamadas “amicus curiae”, en los cuales señalaban la
 necesidad de abrir este tipo de juicios en los tribunales de Estados 
Unidos. Los tribunales de los países donde estos crímenes tuvieron lugar
 fueron no están en condiciones de confrontar un pleito semejante, sus 
gobiernos nacionales están chantajeados o comprados. El gobierno federal
 alemán había amenazado con un escrito amicus en febrero de 2012 con el 
deterioro de las relaciones diplomáticas si los tribunales 
estadounidenses siguen ampliando su jurisdicción a empresas extranjeras:
 “La República Federal de Alemania considera qué ejercer jurisdicción en
 Estados Unidos contra empresas alemana sería contraria al derecho 
internacional y crearía un riesgo sustancial de los conflictos de 
competencia con otros países (“The Federal Republic of Germany believes 
that overbroad exercises of jurisdiction are contrary to international 
law and create a substantial risk of jurisdictional conflicts with other
 countries.”). Con eso, Angela Merkel dejó claro otra vez que los 
derechos humanos no tienen ninguna importancia frente al afán de 
maximizar las ganancias corporativas.
Como el gobierno alemán, también el Instituto CATO, la Cámara de 
Comercio de Estados Unidos, el Consejo Nacional de Comercio Exterior y 
de una serie de bancos y compañías mineras ejercieron presión a través 
de sus escritos amicus ante el tribunal.
Algunos magistrados de la Suprema Corte, la minoría, tenían una 
opinión diferente. Escriben en la sentencia que la piratería del siglo 
18 no tuvo lugar en un vacío legal, ya que los piratas habían navegado 
bajo bandera de un Estado; y el juzgamiento de estos piratas extranjeros
 también en aquella época cuando se hizo la ley trajo conflictos 
diplomáticos con otros gobiernos que protegían los piratas. Pero, la 
persecución de estos delitos era en aquel entonces como también hoy más 
importante que evitar conflictos diplomáticos con los Estados que no 
ponen los derechos humanos en primer lugar. “¿Quiénes son los piratas de
 hoy en día?” -preguntaron los jueces de minoría-.
Para el movimiento internacional de derechos humanos, la sentencia 
del Tribunal Supremo es un golpe duro, porque en los últimos años, los 
tribunales de Estados Unidos eran la última esperanza para las victimas 
de investigar y juzgar a las violaciones de los derechos fundamentales, 
por lo menos a través de un juicio civil. Hoy en día, no se sabe como 
estos juicios van a seguir o terminan ahí. La sentencia del 17 de Abril 
deja alguna interpretación en algunos puntos. Por ejemplo, parece que la
 sentencia en la causa Kiobel dejó una puerta trasera abierta. Se dice 
en la página 4: “Los tribunales federales podrán reconocer las 
reclamaciones privadas en virtud del derecho común federal.” (“Federal 
Courts may recognize private claims under federal common law”.)
El abogado Terry Collingsworth en Washington se va a basar en estas 
palabras para seguir el juicio en la causa Mercedes-Benz Argentina 
(MBA). Representa a los sobrevivientes y a los familiares de MBA. 
Durante la dictadura militar desaparecieron 14 obreros en Mercedes-Benz 
Argentina, tres sobrevivieron a las torturas. Collingsworth presentó un 
juicio civil en 2004 en San Francisco contra la Daimler AG, basándose en
 el ATS, la Convención contra la Tortura y la ley federal de California.
 Y finalmente, en noviembre de 2011, la Corte de Apelaciones de 
California del Norte ha afirmado la competencia geográfica. Si una 
empresa hace tan grandes ganancias en California, entonces tendría que 
responder ante los tribunales del estado. Y los jueces de California se 
interesan por sus propias leyes (“Ley Federal”) si la empresa en 
cuestión había denunciado a la dictadura a sus obreros como terroristas y
 si colaboraron en la apropiación de los bebes de los campos de tortura.
 En el 2011, Daimler había presentado un recurso de apelación contra 
dicha sentencia y solicitó una “en banc” audiencia. Del total de 12 
jueces solo uno dijo que se puede escuchar a la empresa otra vez. Su 
solicitud fue rechazada con palabras duras.
Si la Corte de Apelaciones en California se deja sacar su competencia
 geográfica por la última sentencia del Tribunal Supremo – hay que ver. 
No va a ser fácil-. Pero, por las dudas, el Tribunal Supremo en 
Washington, anunció el lunes de esta semana, a petición de la Daimler 
AG, de examinar el caso de los desaparecidos sindicalistas argentinos en
 un juicio separado. En octubre, la primera audiencia se llevará a cabo.
 La prensa va a estar presente y este caso se va a conocer en todo el 
mundo.
En la causa Kiobel/ Nigeria, el gobierno argentino había presentado 
con un propio amicus para destacar la importancia de la apertura del 
juicio para los derechos humanos. Después de las dictaduras en América 
Latina, el procedimiento en los Estados Unidos ha sido muy útil, 
escribió. Es decir, el gobierno de Kirchner asumió por tanto claramente 
que la compañía petrolera británica Royal Dutch Shell en Nigeria 
difícilmente sería juzgada por sus crímenes. Ahora, el gobierno 
argentino vuelve a tener la oportunidad de escribir una carta amicus, 
esta vez para el juicio de la alemana Daimler AG -cuya complicidad con 
los militares argentinos todavía no se ha condenado por un tribunal 
argentino, a pesar de una serie de denuncias pendientes desde el año 
2002-.
Pero recientemente, la Daimler ha anunciado junto con Cristina 
Kirchner el lanzamiento de una nueva inversión en la localidad de 
González Catán (provincia de Buenos Aires) por un monto de 800 millones 
de pesos. Las familias de los desaparecidos de Mercedes-Benz quieren 
preguntar a la presidenta por qué no se cumplieron las promesas de 
Néstor Kirchner. En 2005, él había recibido a los familiares y anunciado
 una investigación exhaustiva. Cristina ha rechazado una conversación 
con los familiares.
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