Tomado del blog La Tiradera
Por Enrique Bethencourt
“El Gobierno venezolano quiere obligar a las madres a amamantar”,
 dice el diario El País, con la habitual prudencia y ecuanimidad a que 
nos tiene acostumbrados a la hora de tratar los asuntos de esa nación y 
de América Latina en general. Uno se imagina al Ejército bolivariano decomisando biberones,
 a la policía investigando casa por casa para comprobar si las mujeres 
cumplen con el sacrosanto deber y amamantan adecuadamente a sus retoños…
La reacción ha sido inmediata. Críticas a ese 
intento autoritario de Maduro y los suyos. Algún progre en Twitter 
manifestaba que al presidente venezolano “se le ha ido la pinza”. Por supuesto que basándose en el titular periodístico;
 sin molestarse en ir más allá y analizar las fuentes, conocer el texto 
de la ley que va a debatir la Asamblea Nacional y sus propósitos. Para 
qué molestarse.
En contra de lo que se ha extendido, de forma claramente simplista y malintencionada,
 en la prensa y medios españoles, la nueva Ley de Protección, Promoción y
 Apoyo a la Lactancia Materna (que desarrolla y corrige una de hace seis
 años) no prohíbe los preparados lácteos ni la venta o el uso de biberones. Ni va a enviar a la cárcel a las mujeres que se queden sin leche.
Lo que sí hace es proteger y fomentar la lactancia materna. Como señala Lola Rovati, editora y coordinadora de Bebés y más, en ningún momento la ley habla de obligar o imponer la lactancia materna. “Nadie va a estar vigilando que se le dé el pecho o no a cada niño, sino que intenta concienciar
 sobre la importancia de amamantar para quien busca lo mejor para su 
hijo”. Rovati reconoce, al tiempo, que “no simpatizo para nada, pero que
 para nada, con el Gobierno venezolano”.
Lo que la ley plantea es la prohibición de “la promoción y 
publicidad de fórmulas lácteas adaptadas para niñas y niños, así como de
 teteros, tetinas y chupones y demás productos designados, en todos los 
medios de comunicación y demás medios publicitarios con accesibilidad en el territorio nacional”.  Así como impedir
 que en centros materno-infantiles u hospitales se promueva el uso de 
sucedáneos de la leche materna, a menos que sea necesario por indicación
 médica. Y dar facilidades a las mujeres que están en sus centros de trabajo para que puedan dar el pecho a sus bebés.
Lo que Venezuela hace es copiar y tratar de cumplir el código Internacional de Sucedáneos de la Leche Materna, redactado por la Organización
 Mundial de la Salud (OMS), que, como bien recuerda Lola Rovati estipula
 “que no se debe llevar a cabo ninguna forme de promoción de los 
sucedáneos de leche materna, los biberones y las tetinas en la población
 en general; que ni los establecimientos sanitarios ni los profesionales
 de la salud deberían desempeñar funciones  de fomento de los 
sucedáneos; y que no se debería suministrar muestras gratis de esos 
productos a las mujeres embarazadas, a las nuevas madres y a las 
familias”.
La ministra para la Mujer e Igualdad, Andreina Tarazón, lo deja bien 
claro: “El espíritu del Gobierno no es el de imponer nada, sino 
concienciar a las mujeres y aplicar los instrumentos que ya existen”.
En definitiva, se trata de una medida positiva en defensa de la vida y de la salud de los menores y de las madres. Que responde a las recomendaciones de la OMS y de UNICEF. Que, si no estuviéramos tan mediatizados por los sectarismos políticos, merecería un general aplauso.
Salvo por parte de Nestlé y el resto de multinacionales, 
claro, empresas a las que la salud de los menores les importa un bledo y
 sólo ven en ellos un suculento negocio.
———–Puede seguirme también en Twitter: @EnriqueBeth
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