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| Los opositores que viajaron financiados con el dinero del gobierno norteamericano y dicen lo que Washington espera de ellos. Foto: El Heraldo Cubano | 
Por Arturo López Levy
En los últimos meses se han reportado las giras por EE.UU, España y 
otros países de varios opositores cubanos que cambiando de posiciones 
que tuvieron antaño se alinean con la política ilegal, inmoral y 
contraproducente de embargo contra su país. Entre estas declaraciones 
destaca el cabildeo de Guillermo Fariñas y Antonio Rodiles, a favor de 
mantener el embargo contra Cuba, y las de Yoani Sánchez, a favor de 
imponer condiciones para levantar el mismo y de mantener a Cuba en la 
lista de países terroristas del Departamento de Estado.
En las declaraciones de la Administración Obama sobre sus consultas 
con estos opositores se refleja un enfoque selectivo hacia las opiniones
 cubanas y de la comunidad cubano-americana al respecto de la política 
hacia la isla. No es que haya que excluir ningún criterio ni que la 
relación diplomática con Cuba deba limitarse al canal gubernamental pero
 el favoritismo hacia estos interlocutores carece de razones, al menos 
si de relevancia o representatividad se trata. Pareciera que en lugar de
 producirse un intercambio de opiniones, Washington anuncia lo que 
quiere oír, y los cubanos seleccionados se lo dicen.
Ninguna de esas personas ha sido electa a ningún cargo 
público ni representan a ninguna organización de más de cien personas. 
Podían postularse en comicios municipales en Cuba, donde la nominación 
es libre (no lo es en las elecciones a diputados provinciales ni 
nacionales), pero no han ganado un solo escaño en ningún lugar. Existen 
como entes políticos, en parte por el financiamiento que reciben 
directamente desde el gobierno estadounidense, o a través de premios 
internacionales; guiados por el criterio de apuntalarlos. Nunca han 
convocado en Cuba a una movilización de más de doscientas personas. 
Dentro de la sociedad civil, la emprenden contra el episcopado católico,
 el consejo de Iglesias protestantes, y todos los intelectuales y 
artistas que no se suman a su mensaje plattista.
En Washington, siguiendo el espíritu de la ley Helms-Burton se les 
escoge ahora como los “cubanos preferidos”. El gobierno estadounidense 
no publicita sus encuentros con la abrumadora mayoría de sectores de la 
sociedad civil cubana y de la propia comunidad cubano-americana, ni diga
 que los va a tomar en cuenta. Allí, le han expresado plurales opiniones
 a favor de una política distinta de interacción e intercambio. La Radio
 y Televisión Martí, subsidiando las opiniones pro embargo con los 
dólares del contribuyente, desvirtúa las actividades de aquellos 
emigrados o residentes en la isla opuestos a las sanciones.
Esta devoción adolescente de Washington con ciertos opositores, no 
con la democracia como proceso, es curiosa pero no sorprendente. Es una 
tradición que siempre subestima la fuerza del nacionalismo y el balance 
interno de fuerzas en los países en cuestión. El ejemplo extremo fue 
cuando la administración Bush esperaba un recibimiento con flores y 
chocolates en Bagdad. Lo pronosticó un opositor iraquí a quien la CIA 
bautizó como “curveball” (¡Ya por el nombre se sabe lo que tiraba!). Más
 reciente es la “borrachera” de decir que facebook y twitter “trajeron 
la primavera” a Egipto y Libia. Después de las tragedias de Benghazi y 
los tanques egipcios aplastando a la “democrática” hermandad musulmana, 
Washington debería someter a mínimo escrutinio las credenciales y 
representatividad de sus opositores preferidos. En política siempre hay 
que contrastar el status quo con las alternativas viables.
En relación a Cuba, sería lógico escuchar las opiniones de 
los propios diplomáticos norteamericanos y europeos en la Habana sobre 
la convocatoria de esa oposición. Según los cables de Wikileaks, es “muy
 escasa”. Más allá de las viñetas de Sánchez y las denuncias de Fariñas,
 ¿Cuál es el anuncio de esta oposición? ¿Cuáles son sus vínculos, o 
falta de ellos, con los poderes fácticos del país, entre ellos las 
fuerzas armadas?
Si no fuera porque contribuye a la mantención injusta de Cuba en la 
lista de países patrocinadores del terrorismo del Departamento de Estado
 seria risible la declaración de Yoani Sánchez a favor de mantener a su 
país en esa lista porque “los Castros no han guardado la pistola”. 
¿Desde cuándo el rasero para incluir al país propio en un régimen de 
sanciones es un criterio literario? Hablando de terrorismo, 
Yoani Sánchez, Guillermo Fariñas y a Antonio Rodiles, andan del brazo de
 congresistas que amparan el terrorismo más ilegal (¿Hay otra forma 
honesta de referirse a poner bombas en un avión civil cubano, como hizo 
Luis Posada Carriles?).
Si alguien cree que el gobierno cubano no va a divulgar esas 
asociaciones, que responda con su cuenta de banco al e-mail de una dama 
de Nigeria compartiendo su fortuna. El gobierno cubano no estaría 
mintiendo. En lugar de denunciar los abusos del gobierno cubano, pero 
competir con la Iglesia Católica, las comunidades protestantes, y 
millones de cubanos en la defensa de la soberanía y los derechos humanos
 del pueblo que dicen representar, Fariñas y Rodiles imploran por mas 
sanciones estadounidenses, en la esperanza de que el agravamiento de las
 miserias de sus conciudadanos, se reviertan en ganancias políticas para
 su tienda partidista.
Han exigido a EE.UU que no levante las sanciones hasta tanto ellos 
confirmen que en Cuba están ocurriendo “cambios sustantivos” y que el 
gobierno los reconoce como interlocutores. Soñar no cuesta dinero pero 
el espacio para negociar con el gobierno cubano se lo gana una oposición
 leal al interior de su propia sociedad, no en el oído de Washington ni 
de José María Aznar.
Una política racional de Washington hacia Cuba debe basarse en los 
intereses nacionales de EE.UU, en el derecho internacional, y las 
opiniones de la mayoría abrumadora de las naciones del mundo, que 
condenan cada año “el bloqueo estadounidense” en la Asamblea General de 
Naciones Unidas.  Si de derechos humanos se trata, tanto Human Rights 
Watch como Amnistía Internacional, como la propia ONU consideran al 
embargo una violación de los derechos de los cubanos y los 
norteamericanos en sí misma. Hay encuestas bien claras que expresan la 
opinión de la población cubana, y de la comunidad cubano-americana en 
contra las sanciones. Ultimo pero no menos importante, el Departamento 
de Estado debería escuchar a la opinión mayoritaria de la ciudadanía 
estadounidense, de su propia sociedad, ya cansada de una política que es
 negación flagrante de sus intereses y valores. 
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| Servilismos y posturas que se repiten dentro de la oposición cubana | 


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