Tomado de La Tarde se Mueve.
Por Edmundo García.
La Autoridad del Canal de Panamá informó a la prensa a mediados de 
semana que se impuso una multa de hasta un millón de dólares 
(negociable) al buque norcoreano Chong Chon Gang; que en julio de este 
2013 fue remolcado, detenido y revisado por fuerzas panameñas con el 
pretexto de sospecha de transportar drogas. Y en lugar de las cuales se 
encontraron armas no declaradas a la hora del tránsito interoceánico.
En esto debo ser preciso para que no haya confusiones. El 
Administrador del Canal de Panamá Jorge Quijano dijo el jueves 26 de 
septiembre que “la multa obedece a que la tripulación no comunicó sobre 
la carga bélica”. O sea que la penalización es a la “tripulación” del 
barco; por motivo de portar armas no declaradas, sean de donde fueran, y
 no por ser precisamente armas cubanas. Quijano fue un poco más lejos y 
opinó que ellos habían pensado que eso “hasta cierto punto ponía en 
riesgo nuestro canal y a nuestra gente”.
En cualquier caso el gobierno cubano ha manifestado la disposición a 
colaborar para que este proceso llegue a su término de la mejor manera. 
Desde el primer momento, en la Declaración del Ministerio de Relaciones 
Exteriores de Cuba del 16 de julio se decía: “La República de Cuba 
reitera su firme e irrevocable compromiso con la paz, el desarme, 
incluido el desarme nuclear, y el respeto al Derecho Internacional.” 
También se aclaró que eran armas obsoletas; algo que ni los más 
tendenciosos “expertos” han podido desmentir.
Con responsabilidad y discreción funcionarios cubanos han hablado con
 autoridades panameñas sobre el incidente, lo que ha sido reconocido 
oportunamente por el canciller del istmo Fernando Núñez Fábregas. Cuba 
también ha dado facilidades al personal diplomático norcoreano 
acreditado en La Habana para que se comunique con las autoridades 
panameñas correspondientes.
Quien sí ha hablado bastante desde el primer momento, llegando 
incluso a fungir como reportero desde las mismas bodegas del Chong Chon 
Gang, es el Presidente de Panamá Ricardo Martinelli Berrocal. Emplazado 
por la prensa de su país en el último tramo de su gobierno por problemas
 de empleo, violencia y corrupción; objetado por los rivales electorales
 de su partido, envuelto en conflictos inexcusables con países 
latinoamericanos vecinos, el Presidente Martinelli parece haberle 
encontrado el gusto a los medios de difusión y no deja de cometer actos 
que pueden calificarse como excentricidades y torpezas políticas.
El pasado miércoles 25 de septiembre Martinelii compareció en las 
sesiones de la 68 Asamblea General de la ONU donde leyó un discurso 
titulado “La Agenda de Desarrollo Post 2015: Preparando el Terreno”.
En su discurso ante Naciones Unidas Martinelli reconoce que el 
informe de expertos de la ONU sobre el barco de bandera norcoreana Chong
 Chon Gang está en manos del Consejo de Seguridad y aun nadie tiene 
conocimiento de su contenido y mucho menos de lo que piensa el Consejo 
sobre el documento. No obstante hace de esto un tema central de su 
intervención.
Mientras los Presidentes de América Latina denuncian el bloqueo 
económico a Cuba y abordan cuestiones de interés estratégico general, 
mientras la Presidenta de Brasil se planta ante el Presidente Barack 
Obama denunciando el espionaje norteamericano, el Presidente de Panamá 
repite lo que todo el mundo sabe sobre el puntual incidente con el Chong
 Chon Gang.
También reconoce que no quiere sanciones contra nadie, ni que como 
gobernante tenga conflictos con los países involucrados. ¿Qué es 
entonces lo que quiere Martinelli? Pues quiere reconocimiento 
internacional. Probablemente por una necesidad personal, o política, o 
porque desea conseguir relevancia en ese plano para cuando termine su 
mandado. Lo dice claramente en su discurso: “Simplemente, Panamá aspira y
 solicita el reconocimiento de que nuestra actuación se fundamentó en el
 deseo inequívoco de cumplir con lo que esta Organización estableció. 
Panamá, y el pueblo panameño, esperan con ansias ese justo 
reconocimiento que ofrecemos como un precedente importante en nuestras 
Américas.” Más que de Panamá, todo indica que se trata de un apremio 
personal del actual gobernante panameño. Igual que un día se supo de los
 regalos que recibió la ex Presidenta Mirella Moscoso por liberar 
terroristas anticubanos en su país, algún día podríamos conocer qué se 
le dio o prometió a Martinelli por esta y otras acciones contra la 
imagen de Cuba.
Cuba aún no ha hablado en su propio nombre en esta 68 Asamblea 
General de la ONU. El Canciller cubano Bruno Rodríguez habló el jueves 
26 de septiembre, precisamente un día después del discurso de 
Martinelli, a nombre de la CELAC. Y por supuesto que el Carciller de 
Cuba no iba a tratar el tema del Chong Chon Chang en una intervención a 
nombre de toda una región por el desarme nuclear. Pero al dejar sentada 
la voluntad caribeña y latinoamericana por la paz, al refrendar la 
honestidad de Nuestra América, no de “nuestras Américas” como dice 
Martinelli, estaba dejando claro también la posición de Cuba sobre las 
imputaciones en el show mediático que siguió al llamado “descubrimiento”
 del Presidente en las bodegas del barco norcoreano.
Porque lo que hubo a propósito de las declaradas armas cubanas a 
bordo del Chong Chon Gang fue otra campaña de difamación contra la 
revolución cubana. O la misma, con diferente pretexto. Estas 
manipulaciones de la prensa se han vuelto tan burdas y frecuentes, que 
el propio Fidel las ha bautizado certeramente como “mentiras tarifadas”.
Miembros del congreso de los Estados Unidos han cedido nuevamente a la tentación de tarifar mentiras contra Cuba. Este jueves
 el Subcomité para el Hemisferio Occidental de la Comisión de Relaciones
 Exteriores de la Cámara de Representantes hizo una sesión sobre el caso
 del Chong Chon Gang, que intentaron manipular como un ejemplo de 
“actividades antinorteamericanas” supuestamente realizadas por Cuba. 
Usando el lenguaje “macartista” de la guerra fría, la sesión presidida 
por el legislador Matt Salmon de Arizona y con la omnipresencia en estos
 casos de los congresistas cubanoamericanos Ileana Ros-Lehtinen y Albio 
Sires, se repitió el discurso anticubano de siempre. Una inversión de 
tiempo y recursos imperdonable, en un momento en que el Congreso 
norteamericano discute temas esenciales para la nación.
El pasado 26 de julio en una Carta dirigida a los Jefes y Vicejefes 
de las delegaciones que visitaron Cuba con motivo del 60 aniversario del
 asalto a los cuarteles Moncada y Carlos M. de Céspedes, Fidel escribió:
 “En días recientes se intentó calumniar a nuestra Revolución, tratando 
de presentar al Jefe de Estado y Gobierno de Cuba, engañando a la 
Organización de Naciones Unidas y a otros jefes de Estado, imputándole 
una doble conducta.”
Fidel no mencionó siquiera, no lo ameritaba, la alharaca mediática 
sobre las armas cubanas en el Chong Chon Gang. Más de una vez el líder 
de la revolución ha dicho que estos ataques obedecen a algo más 
profundo, a la incapacidad para aceptar la permanencia de un ejemplo 
auténtico ante los pueblos del mundo como lo es Cuba.
Porque los enemigos no dejan de soñar con la destrucción de la 
Revolución o con el “cambio de régimen”. Hace solo un par de días el ex 
Congresista Lincoln Díaz-Balart contaba a la oprobiosa Radio Martí sobre
 sus planes para gobernar una Cuba futura. Planes con detalles del 
gabinete bajo su presidencia y todo eso. Aún el ex Congresista no ha 
explicado cosas tan urgentes como las razones de su intempestiva 
renuncia al legislativo de los Estados Unidos, y sigue engañando y 
engañándose a sí mismo con la mentira de que Cuba le tiene reservado un 
puesto en su destino. Un destino que ya el pueblo decidió en 1959.
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