Por Ángel Ferrero.
Ramón Franquesa es profesor de Economía en la Universitat de 
Barcelona (UB), donde investiga la gestión de recursos naturales 
renovables, la economía social y los procesos de organización económica 
no capitalista. En la década de los ochenta participó en un programa de 
intercanvio de la Universidad Lomonosov de Moscú que le permitió ser 
testimonio de la disolución de la Unión Soviética y la rápida transición
 al capitalismo. Àngel Ferrero entrevistó a Ramón Franquesa para  La Directa  en el barrio de Gràcia de Barcelona. Esta es la transcripción íntegra de la entrevista. 
¿Por qué motivo viajaste a la Unión Soviética?
Fui a finales de los ochenta por diversas razones, pero sobre todo 
porque trabajaba en un grupo de investigación de empresas 
autogestionadas y cooperativas de la Universidad de Moscú. En aquel 
momento se hbalaba de cómo se tenia que hacer la reforma económica, y, 
dentro de este debate, una de las cosas que se planteaban desde la 
izuiqerda era intentar ver cómo se podían transformar las empresas 
estatales, gestionadas por el Gosplan de manera muy poco eficiente, en 
un tipo de empresa más participada por los trabajadores, con más 
autonomía. El problema de partida era que la propiedad pública 
únicamente existía como propiedad estatal y eso condujo a que las 
empresas fueran poco eficientes y tuvieran poca capacidad de innovación.
 Éste era uno de los elementos que estaba llevando a la Unión Soviética a
 la pérdida de innovación y a perder, en cierto modo, la carrera 
económica con Estados Unidos.
El programa donde trabajaba era parte de 
un programa de intercambio universitario entre la Universidad Estatal de
 Moscú, la Lomonossov, y la Universidad de Barcelona, pero también era 
muy informal, porque no había dinero para financiar un proyecto como 
ahora. Lo que había era un acuerdo de intercambio de conocimientos. En 
la Lomonossov trabajaba en seminarios y grupos de investigación, pero no
 en las clases formales. Mi ruso era limitado y la Unión Soviética era 
un país cerrado en sí mismo. No se podía impartir en otra lengua que no 
fuera la rusa. Los catalanes que fuimos no tuvimos ningún tipo de 
retribución, el programa sólo cubría la estancia. Una parte del acuerdo 
era que yo no podía dejar mis obligaciones académicas en Barcelona. 
Gracias al resto de los profesores, podía concentrar las clases y eso me
 permitía tener largas estancias en la URSS.
¿Cuántos años estuviste?
Estuve cuatro años, pero ellos continuaron con el programa. Cuando se
 disolvió la URSS y se emprendió un camino claro de privatización, su 
esperanza quedó truncada. Se pasó de unas empresas estatales poco 
eficientes a unas empresas privadas en manos de grupos de mafiosos. 
Muchas veces los antiguos directores terminaron apropiándose de aquellas
 empresas.
Visitaste fábricas y centros de trabajo.
Parte del programa era mantener conversaciones con los trabajadores. 
El problema que vivia la URSS era técnico, desde el punto de vista 
económico, pero también político. Parte de un factor de desánimo, no 
sólo para mí, sino para mucha gente que trabajaba con nosotros, era 
observar que los trabajadores no entendían lo que estaba ocurriendo y 
cuáles serían las consecuencias de la privatizacion de las empresas. 
Sólo veían a corto plazo una relajación de las obligaciones y una 
tolerancia más grande hacia el mercado negro. Recuerda que en aquella 
época una parte importante de los ingresos de los trabajadores procedía 
de llevarse los productos de la fábrica para venderlos en el mercado 
negro. En estos años de transición, los directores de la fábrica que 
aspiraban a quedarsela compraron una cieta paz social a partir de la 
tolerancia hacia este hecho. Después, evidentemente, la situación se 
invirtió y pasaron a comportarse como verdaderos empresarios: desaparece
 cualquier concesión en la jornada laboral (hasta entonces el absentismo
 era frecuente) o en la tolerancia hacia el hurto.
Has explicado que una parte del proceso fue convertir a los 
obreros en accionistas y después presionarlos para convencerlos de que 
vendieran sus acciones. 
Eso fue en la etapa final. Tienes que pensar que todo el proceso fue 
muy caótico. Se pretendía privatizar a las empresas, pero este proceso 
se hizo sin que existiera un sistema impositivo, porque en la URSS, 
donde todas las empresas eran propiedad del estado, no había beneficios 
empresariales. Una de las dificultades era que, al introducir un mercado
 –como instrumento de medida de la calidad–, tenían que introducirse, 
también, impuestos, mercados de materias primas, productos, etcétera. En
 este proceso se tenía que introducir un sistema fiscal. Este sistema, 
sin embargo, no se introdujo hasta más tarde y todavía hoy Rusia tiene 
un sistema fiscal más que deficiente. La evasión fiscal era (y sigue 
siendo) elevada y las empresas no tributaban lo que tributarian en un 
estado capitalista mínimamente avanzado. Los beneficios empresariales 
tributaban de manera muy deficiente o no lo hacían en absoluto. El 
estado se quedó rápidamente sin recursos. El único recurso que le quedó 
fue el de imprimir rublos y generar inflación. Eso provocó una pérdida 
del valor adquisitivo y la ruptura del acuerdo social que existía 
previamente. Todos los acuerdos sociales, salarios, pensiones, etcétera,
 dejaron de tener sentido. La inflación galopante obligó a los 
pensionistas a volver a trabajar y aniquiló toda la legalidad que se 
había acumulado durante la Unión Soviètica. Pero políticamente convenía,
 porque muchos de los empresarios no querían pagar impuetsos y porque 
era una manera de romper los acuerdos sociales que no podían cambiarse 
de un día para otro a golpe de decreto. El mecanismo para conseguirlo 
fue la devaluación de la moneda. Eso formaba parte del caso, que fue un 
caos planificado por determinados sectores sociales para desmontar la 
estructura administrativa del país.
¿Qué tipo de debates teníais con los trabajadores?
En este proceso, nuestro trabajo era intentar convencer a los 
trabajadores y sindicalistas que no vendieran su participación en la 
propiedad de la empresa, sino que la reinvidicasen para su colectivo 
laboral. En el momento clave de la transición, cuando Yeltsin llega al 
poder, lo que hace es estimar el valor de todos los activos del país y 
dividirlo por el número de habitantes para asignar a cada habitante una 
participación en el valor del país. Este cálculo se hizo de manera 
fraudulenta. La gente recibió una especie de acciones y los directores 
de una empresa, si querían comprarla, tenían que reunir las acciones que
 valía para que el estado se la cediese. Lo que hicieron los empresarios
 fue comprar estas acciones a los trabajadores, mucho de los cuales 
llevaban dos meses sin cobrar, sufriendo calamidades, y dispuestos a 
vender su participación a bajo precio, prácticamente los precios que les
 ofrecieron, porque así salían del brete en que se encontraban. La falta
 de perspectiva política y conocimientos económicos llevó a que la gente
 se desprendiese masivamente de estas acciones. La diferencia salarial 
en la URSS era de uno a seis. En este período surgió un núcleo de unas 
200 ó 300 mil personas que, de repente, podían comprar el país. La única
 manera de que aquello fuera posible fue, evidentemente, a través del 
fraude, el robo y la extorsión.
¿Qué pensaban los trabajadores?
En la URSS la percepción de los trabajadores era que el director de 
la empresa no era una persona que los estuviera explotando (y, de hecho,
 era así), sino un intermediario entre ellos y un poder central que se 
encontraba muy lejos, el Gosplan, la oficina central de planificación en
 Moscú. Esta persona intermediaba entre el centro y ellos de manera 
paternalista. Por ese motivo muchos obreros pensaban que la 
transferencia a estos directores mejoraría todavía más su situación. Así
 que les vendieron sus acciones. Pero, obviamente, cuando esta persona 
pasó a tener la propiedad de la empresa ya no se comportó del mismo 
modo.
Uno de los problemas añadidos era que, si había una incultura 
económica entre los trabajadores, también la había entre esta clase 
burocrática. Eso contribuyó a la caída del país. Muchos de estos 
directores ni siquiera sabían actuar como capitalistas. El primer error 
que cometieron fue, una vez apropiadas las empresas, capturar como 
beneficio económico toda diferencia entre costes e ingreso. Es decir, no
 amortizaron la maquinaria. Es un error grave. Ningún gerente en un país
 capitalista es capaz de cometer un error así, no entender que algún día
 tendrá que reponer la maquinaria. Como que se trataba de empresas 
públicas, la inversión siempre la hacía el estado, no partía de una 
acumulación interna en la misma empresa. En algunos lugares, cosas como 
alguna reposición, reparar el techo o poner las bombillas podía correr a
 gasto de la empresa, pero en cualquier caso la gran inversión procedía 
del estado. Y estos gerentes que se apropian de las empresas que habían 
hecho funcionar durante decenios siguen actuando al día siguiente como 
lo hicieron durante todo aquel tiempo.
Durante la URSS, el Estado se quedaba antes con los beneficios. Había
 corrupción, pero vista la corrupción que hay hoy en día, la corrupción 
de aquella época nos parece de risa. Corrupción, en aquella época, 
quería decir que el director se llevaba a casa un televisor o dos 
botellas de champán. Era una corrupción que tenía efectos sobre todo en 
el plano moral. El drenaje de recursos se hacía en la infeiciencia y no 
porque nadie acumulase grandes cantidades de bienes materiales, entre 
otras cosas porque uno de los aspectos de la cultura, de la sociedad 
soviética (tampoco necesariamente demasiado sano, pero era parte de como
 era la gente) era la envidia. Si el vecino tenía demasiadas cosas, 
inmediatamente se generaba un entorno agresivo. Quien tenía, tenía que 
esconderlo y no hacer ostentación, porque de lo contrario tenía quedar 
explicacions de dónde había salido todo aquello. Era una sociedad que se
 vigilaba mutuamente y la corrupción estaba limitada.
Cuando llegó el cambio, esta corrupción ya no es de un televisor, 
sino de coches, casas, inversiones, dinero que se saca rápidamente al 
exterior. Estos supuestos empresarios se quedan con la empresa, pero la 
gestionan mal, no hacen, por ejemplo, ninguna inversión. Muchos se 
convirtieron en simples liquidadores de empresas. Es decir, compraron la
 empresa y vendieron la maquinaria como chatarra. Es cierto que la 
situación era muy difícil. Tal era el caos dentro de la Rusia 
post-soviética, que una fábrica de tejidos, por ejemplo, tenía muchas 
dificultades para conseguir algodón, porque los transportes no 
funcionaban o la materia prima se robaba durante el transporte. Al final
 muchos optaron por vender la maquinaria a los japoneses como chatarra a
 cambio de tener una cuenta corriente en Suiza, pongamos por caso. En 
muchos casos se vendieron los terrenos o los apartamentos que eran 
propiedad de la empresa. Estas liquidaciones no ayudaron a la economía, 
más bien todo lo contrario: mucha gente terminó en la calle y sin nada, 
ya que había vendido antes sus acciones de la empresa.
¿Qué papel jugó el capital extranjero?
Las empresas que aún se resistían se vieron forzadas a vender la 
propiedad a empresas extranjeras a precios muy bajos, la mayoría de las 
cuales tenía como objetivo cerrarlas para terminar con la competencia. 
Para evitar una catástrofe, en Polonia, por ejemplo, tuvieron que 
aprobar una ley excepcional que prohibía la compra de terreno por parte 
de alemanes. En Rusia, las “inversiones” fueron, sobre todo, 
estadounidenses. Durante toda la transición había un cierto papanatismo 
hacia la superioridad estadounidense. El pueblo ruso se ve en este 
momento derrotado por una potencia que económicamente parece mayor y más
 capaz, y por lo tanto, el país a imitiar se convierte inmediatamente en
 los EE.UU. Al menos para una parte de la sociedad. La otra se convirtió
 al antiamericanismo, que se irá reforzando con el paso del tiempo. En 
sus inicios había un elemento racional en todo esto, porque los 
directores rusos se habían limitado en su mayoría a liquidar empresas, 
pero esta esperanza se desvaneció rápidamente. Estados Unidos no optó 
por construir un aliado estratégico ayudando a su desarrollo, sino que 
intentó arruinar al país tanto como pudo. Se siguió vengando del enemigo
 de la Guerra fría en el pueblo ruso. No era un problema que tuvieran 
solamente los antiguos dirigentes del Kremlin, a algunos de los cuales 
los trató i sigue tratando muy bien, sino que era un conflicto que tenía
 con el pueblo ruso. Y el pueblo ruso ha pagado este odio de sectores 
influyentes de Estados Unidos y sus aliados. Si algún país ha sido 
beligerante con Rusia, ése ha sido EE.UU. Yo creo que a medio plazo el 
antiamericanismo jugará un papel fundamental en Rusia, porque el pueblo 
ruso se siente engañado y estafado. Todas estas empresas, en el mejor de
 los casos, se convirtierion en plataformas de distribución de 
mercancías del extranjero.
De hecho, la dependencia externa continúa siendo uno de los problemas de la economía rusa. 
Rusia pasó de ser un país que tenía todo tipo de producción 
industrial a convertirse en un país exportador de materias primas. Lo 
que acaba salvando a Rusia es el gas y el petróleo. Pero, claro, eso no 
es propio de un país desarrollado, es propio de un país de la periferia 
que compensa todas sus deficiencias estructurales exportando materias 
primas: petróleo, gas, madera…
¿Qué explica la pasividad de la población rusa?
Hay diversos factores que explican este fenómeno. En primer lugar, 
políticos y culturales. La gente había delegado la política a los 
dirigentes. La idea general era que otro tomase las decisiones, porque 
tomar decisiones, después del estalinismo, era un asunto arriesgado. La 
URSS era una sociedad que teóricamente estaba en manos de los 
ciudadanos, pero éstos en realidad no participaban políticamente ni 
tenían cultura política. El efecto desmoralizador que supuso ver cómo 
estos dirigentes, que hasta hace cuatro días hablaban de socialismo, se 
convertían en los primeros ladrones, fue enorme. El péndulo pasó 
rápidamente de un lado al otro. El rico quería demostrar que era rico, 
entre otros motivos, para atemorizar a la gente que tenía a su 
alrededor. Yo no he visto en Occidente tanta ostentación como la que 
había en la Rusia de entonces: en coches, en vestidos, en escoltas (como
 el país había quedado en manos de mafiosos y la ley no se aplicaba, 
muchas cosas se solucionaban simplemente a tiros). Uno de estos “nuevos 
rusos” podía llevar una escolta de 20 personas armadas, con las armas 
visibles. Veteranos de Afganistán, mafiosos… Empujando a la gente por la
 calle en Moscú mismo. La sensación de impotencia ciudadana, en un país 
donde hasta entonces los policías ni siquiera llevaban pistola cuando 
patrullaban (casi nunca pasaba nada), augmentó considerablemente.
 ¿Cuál fue el proceso que llevó del entusiasmo al desengaño y después a la nostalgia?
Si la gente pudiera votar, lo haría a favor de volver a la situación 
anterior. Pero las estructuras han cambiado. Y los cambios no son 
fácilmente reversibles. Es un proceso largo, pero como todo proceso 
social, hay cosas que se van acumulando lentamente, hasta que en un 
momento dado explotan y después se aceleran inmediatamente.
¿De dónde venían los problemas? En los años veinte el estalinismo 
despolitizó a la sociedad. La participación política se transforma en 
una sumisión cuasirreligiosa. Las decisiones se van delegando en escalas
 superiores de la jerarquía, porque cualquier decisión podía hacerte 
terminar en un campo de concentración. La gente s elimitaba a cumplir 
estrictamente las órdenes. Eso empobrecía la sociedad. El estalinismo 
transformó un país agrario en uno industrial. En los treinta existe la 
sensación de que Rusia está asediada y de que en cualquier momento serán
 aniquilados. La sensación tenía una base real. Como estamos asediados, 
se piensa, hay que acabar con el enemigo en cualquiera de sus 
expresiones, entre ellas la disidencia.
La Segunda Guerra Mundial reactivó la sociedad por la sensación, nada
 equivocada, de que, o ganaban, o eran destruidos como nación. Se puso 
marcha de nuevo toda la creatividad revolucionaria: la gente no espera a
 recibir órdenes y toma la iniciativa para producir, para combatir, para
 improvisar la defensa. Pero terminada la Segunda Guerra Mundial, todo 
eso se termina. Después de la Segunda Guerra Mundial, la sensación de 
ser destruidos desaparece. Jruschov intenta corregir las desviaciones 
del estalinismo, pero el legado es demasiado grande. Después lo 
intentaron Kossiguin, Andrópov y, finalmente, Gorbachov. En la historia 
soviética hay un intento permanente de salir del modelo de socialismo 
estatalista para ir hacia un modelo descentralizado: en la Nueva 
Política Económica (NEP) de Lenin, en el intento de reforma de Kossiguin
 o en la  perestroika  de Gorbachov. Pero la inercia siempre fue 
demasiado grande. Breznev destituye a Jruschov, y durante su mandato, 
que parece muy tranquilo, el estancamiento se extiende como un cáncer. 
Breznev hace, a grandes rasgos, una combinación para salir del brete: 
saca todos los elementos represivos del estalinismo, pero manteniendo 
sus funciones económicas, muy estatalizadas e ineficientes. No hay 
incentivos materiales, ni incentivos económicos. Los incentivos morales 
no tienen una duración estructural, sólo se mantienen en tiempos de 
crisis y guerra. ¿Por qué trabajaba la gente durante el estalinismo? Por
 miedo. El estalinismo era un sistema brutal e inmoral, pero, 
tristemente, que funcionaba económicamente. Con Breznev se mantiene la 
fachada ideológica a la vez que se eliminan los castigos, y el sistema, 
lógicamente, se va pudriendo, de manera que, cuando llega Gorbachov al 
poder años después, se encuentra con una productividad muy baja.
Te doy un ejemplo: durante una serie de visitas a una fábrica vimos a
 un hombre sentado en una silla sin hacer nada. Cuando preguntamos cuál 
era su función, nos respondieron que formaba parte de la plantilla. “¿Y 
por qué lo tenéis sentado?”, preguntamos. “Este hombre es un 
alcohoólico. Si lo ponemos en la cadena de producción nos causa 
problemas. Por lo tanto, preferimos tenerlo sentado y que no nos dé 
quebraderos de cabeza”, me respondieron. Eso tiene una parte humana 
importante (nadie se planteaba su despido), que forma parte de la 
ambivalencia moral de la URSS. Pero eso mismo destruía el país. Porque, a
 finales de mes, cuando aquella persona recibía su salario, era el mismo 
que el del obrero que había ocupado su puesto de trabajo de ocho horas, 
generando un sentimiento de agravio comparativo. Así que mucha gente 
comenzaba a plantearse por qué esforzarse si, en cualquier caso, 
cobraría igual. Todo eso hizo que la gente perdiese el interés y la 
motivación por su trabajo, y agravó la situación. Pero, ¿cuál era la 
situación? ¿Una vuelta al estalinismo, a la coacción? ¿Introducir 
mecanismos de incentivos salariales?
Muchos ven en la reforma de Gorbachov la brecha por donde se coló el capitalismo. 
La reforma era necesaria. Pero en esta situación, la gran mayoría 
social era incapaz de tomar la iniciativa. No hubo ningún diálogo social
 para corregir este tipo de situaciones, apra encontrar soluciones 
justas en lugar de normalizar un hecho que no lo era. Era una salida 
complicada, que necesitaba mucha participación de la gente, porque en el
 momento en que se descentraliza la economía, la gente no acaba de 
entender la necesidad de un socialismo autogestionario. Todo el mundo ve
 que un socialismo estatalizado –y mucho más después de la experiencia 
soviética– retrae la iniciativa popular y tiene aspectos muy 
desagradables. Pero un socialismo descentralizado implica que la 
sociedad tiene que crear tipos impositivos, límites sobre qué nivel de 
desigualdad es aceptable, cuál es el salario base para que las personas 
marginales como la del caso anterior no queden en situación de riesgo de
 pobreza, etcétera. Y eso implica una gran participación social para 
reorganizar a la sociedad. Si la personas se retraen, si se niegan a 
participar, si se hace una asamblea de trabajadores y nadie habla, la 
reforma no es posible. Éste era el problema.
Quienes se apropiarion de los recursos también se apropiaron de la 
iniciativa política. Y buscaron la brecha, que fue efectivamente la 
reforma, para convertir lo que tenía que ser una reforma de carácter 
socialista en un paso en dirección al capitalismo salvaje en un período 
muy breve de tiempo. Se cuelan por esa brecha, pero no por la reforma en
 sí, sino por la pasividad política de la población. Una población que 
había perdido su protagonismo, que no entendía lo que sucedía después de
 años de escuchar que aquel socialismo en el que vivían era el correcto.
 Es una situación muy complicada. Esta misma tradición jugó en contra 
del cambio hacia un modelo de socialismo descentralizado.
¿Qué pasó con el Partido Comunista?
Todos los partidos posteriores salieron del Partido Comunista. Y no 
de cualquier sitio, sino de la dirección misma, del Comité Central. 
Después del golpe de estado de Yeltsin [en 1993], la misma persona que 
antes ocupaba un cargo seguia ocupándolo en el nuevo régimen, sin 
cambiar de despacho ni de teléfonos. Una pequeña parte de la gente 
continuó en el proyecto de transformación social, pero no fue el caso, 
obviamente, de la mayoría de dirigentes, todos los cuales procedían del 
PCUS. En el PCUS existía la sensación de que el negocio se había ido a 
pique y había que montar otro. Cada uno se montó su propio partido, 
buscando un pretexto ideológico. Para aquella gente, educada en la época
 de Brezhnev, donde cada vez había más diferencias entre lo que se decía
 y lo que se hacía, el ejercicio de la política era el ejercicio del 
cinismo y de la mentira. En lugar de hablar del pueblo soviético 
comenzaron a hablar del pueblo ruso y la iniciativa individual. Pero son
 las mismas personas, que a veces, con la fe del consverso, adoptan otro
 catecismo, con el mismo cinismo que tenía antes.
Recuerdo la siguiente anécdota: el alcalde de Bucarest tomó la 
decisión de destruir el monumento a Marx. Un socialismo fue a verlo para
 protestar contra el fanatismo de llegar a destruir una estatua de Marx,
 que no tenía culpa de nada, y pedirle que detuviera la demolición. La 
respuesta que le dio fue: “No te preocupes. Probablemente tengas razón. 
Pero ahora la gente nos pide que la destruyamos. Si consegues cambiar su
 opinión, ven a verme de nuevo para que la vuelva a poner.” La idea que 
había al detrás no es sólo la hipocresía de esta persona, sino que él se
 veía a sí mismo siempre como alcalde. Si para serlo antes tenía que 
colgar un retrato de Marx, ahora sólo tenía que cambiarlo por el de 
Milton Friedman. Y, si la gente cambiaba, entonces él sacaría el de 
Friedman y volvería a poner el de Marx.
El PCUS básicamente estalla en una serie de partidos políticos que 
después acaban convergiendo hasta lo que hoy es Rusia Unida. Tienen a 
algunos críticos con el gobierno soviético, pero básicamente se compone 
de antiguos funcionarios del partido y siguen funcionando del mismo modo
 que siempre lo habían hecho con sus aimgos, sus familias y sus círculos
 de influencia.
¿Y el núcleo duro del PCUS?
El PCUS se disolvió para disolver a la entidad que había designado a 
mucha gente en sus cargos. Al desaparecer esta entidad, nadie los podía 
echar, al menos tmeporalmente. Por ese motivo quien disuelve el PCUS es,
 básicamente, la misma dirección del propio PCUS. Y quieren una 
disolución rápida, no sea que haya otro golpe de estado y la nueva 
dirección los destituya a todos. Así se disuelve el organismo del cual, 
irónicamente, partía su legitimidad, en el que habían hecho carrera 
política y gracias al ocual ocuparon su cargo. El Partido Comunista 
restante se componía de una base social que, en buena medida, se sintió 
engañada, y que, adoptando una actitud nostálgica, lo reconstryue.
 Pero sin ningún tipo de autocrítica y con un fuerte componente nacionalista. 
La mayoría de dirigentes comunistas continua teniendo vínculos muy 
estrechos con el antiguo sistema. El Partido Comunista no ha jugado un 
papel radical de oposición a las medidas de liberalización. Juega un 
papel de acompañamiento, de “leal oposición”. Por otra parte, una parte 
de estos cuadros intenta recuperar la situación que tenía en el pasado.
Con el cambio de sistema se podía pasar de tenir mucho poder a quedar
 mal colocado. La gente que quedó mal colocada se quedó en el Partido 
Comunista, junto a muchos que seguían compartiendo le ideal socialista, 
pero es un ideal socialista que mira, sobre todo, al pasado. Para muchas
 deestas personas, el programa simplemente es volver a lo que había 
antes, a pesar de que la historia no vuelve nunca para atrás. Esta 
nostalgia hace muy difícil que a corto plazo pueda recuperar un papel 
relevante. Todo esto, en cualquier caso, es muy incierto, como lo son 
todos los procesos sociales. El Partido Comunista de la Federación Rusa 
(KPRF), que actualmente es el principal partido de la oposición, tampoco
 tiene propuestas serias.
¿De dónden surge el nacionalismo?
Surgen de la percepción, real, de que los están destruyendo…
¿Y fenómenos hasta entonces desconocidos, como la xenofobia?
No eran fenómenos desconocidos, ése es era el problema. Uno de los 
elementos que articula el estalinismo en los últimos años es el 
antisemitismo. Los judíos tuvieron el papel de chivo expiatorio de los 
problemas de la URSS, de lo que no funcionaba. Yo lo viví durante la 
época de Gorbachov, a quien también acusaban de ser judío sectores 
próximos a Yeltsin. La envidia hacia los judíos era muy grande, porque 
los judíos, perseguidos secularmente, vieron en la URSS la posibilidad 
de liberarse. Muchos de los dirigentes bolcheviques son de origen judío.
 ¿Por qué? Porque son un grupo perseguido y porque su tradición interna 
de grupo oprimido es muy importante, para sobrevivir en la sociedad, 
obtener una cualificación. En la URSS, cuando comienza a generalizarse 
el acceso a las universidades y academias, los judíos animan a sus hijos
 a estudiar. Como consecuencia, la representación judía en la 
intelectualidad era enorme. Eso se interpretó entre la población rusa 
como si los judíos se ayudasen entre ellos o incluso conspirasen contra 
los rusos étnicos. Yo recuerdo haber visto en Leningrado, poco antes de 
la disolución de la URSS, carteles que parecían propios de la Alemania 
nazi, con lemas como “los judíos están destruyendo a la Unión Soviética”
 o “los judíos nos roban”. El antisemitismo y el racismo fueron 
utilizados como válvula de escape para todo lo que fallaba en la URSS. A
 corto plazo, muchos judíos se marcharon del país, gracias también a la 
política de Israel, que favorecía su emigración, sabiendo perfectamente 
que se trataba de inmigrantes cualificados. Desde el punto de vista 
cuantitativo, puede que no fuera muy significativa, pero desde el punto 
de vista cualitativo sí que lo fue y contribuyó al declive del país.
¿Qué pasó con el resto de repúblicas soviéticas?
En general no tuvieron muy buen final. No olvidemos que en las 
repúblicas bálticas la población rusa continua sin tener papeles. Con el
 argumento de que no conocen las lenguas propias de estos países se les 
niega el pasaporte y el derecho a votar. Hablamos de familias que llevan
 viviendo en el territorio desde hace generaciones, cientos de años. Y 
la Unión Europea permite esta aberración. Eso ha dividido el país en dos
 campos, porque son culturas y lenguas muy diferentes. Los rusos no son 
reconocidos en ninguna de las repúblicas bálticas como minoría. 
Evidentemente, eso genera un aumento del nacionalismo panruso y una 
dinámica muy peligrosa de cara al futuro. Los rusos que viven en 
Lituania, desprovistos de papeles, se convierten en mano de obra a bajo 
precio, que a su vez presiona el mercado laboral a la baja. Y además 
está la historia: los nacionalistas lituanos apoyaron a los alemanes 
durante la Segunda Guerra Mundia. Y dos generaciones son pocas.
La población rusa vive marginada, no tiene derecho a voto y en las 
zonas donde viven hay una falta de inversiones consciente y buscada. 
Todo eso tenía que haberse terminado con la Unión Europea, que 
teóricamente no permite este tipo de discriminación. Pero no ha pasado 
nada. Se ha permitido que estos países sigan funcionando así. De hecho, 
lo ha empeorado, porque el nacionalismo báltico se ve legitimado para 
continuar y aumentar esta discriminación.
¿El grupo de investigación continuó?
Continuó con muchísimas dificultades, y, desde el punto de vista 
institucional, está en la marginalidad. En Rusia los sujetos políticos 
continuan muy anclados en el pasado. El KPRF es un partido con muchas 
particularidades, especialmente en la dirección. Muchos de ellos tienen 
vínculos con gente muy alejada políticamente del comunismo. Cuanto más 
lejos queda todo aquello, cuanto más dura es la realidad, cuanto más 
pasa el tiempo, más se olvidan los defectos que tenía el sistema y más 
se idealiza. Hasta que no haya un cambio generacional es difícil que 
puedan surgir cosas nuevas. La primera generación que no tiene recuerdos
 y no ha estado implicada en aquel proceso, y que, por lo tanto, no 
tiene trapos sucios que esconder, ahora comienza a participar 
políticamente. Ya veremos lo que pasa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario