Por Lídice Valenzuela García
La conversión de América Latina y el Caribe
 en una Patria única y libre, sin presencia de las colonias europeas, 
fue el sueño que animó a los próceres de esta región desde la liberación
 de Haití en 1802 hasta la Revolución Cubana en 1959, obras políticas que tienen su continuidad en los gobiernos izquierdistas y progresistas surgidos hace 15 años atrás.
A la Revolución Bolivariana de Venezuela 
emprendida en 1998 le siguió el triunfo en las urnas de mandatarios que 
reclamaban la soberanía e independencia nacionales sin la amenaza 
latente de Estados Unidos. La transformación política y socioeconómica 
que vive hoy Latinoamérica es evidente, más allá de matices y posiciones
 ideológicas divergentes.
Desde la propia configuración de las estructuras nacionales
 surgieron entonces varias organizaciones integracionistas en el área 
como el Grupo de Río y el CALC, en un 
movimiento encaminado al fortalecimiento de la comunidad latinoamericana
 y caribeña sin cabida para los afanes injerencistas y proteccionistas 
del Norte que destruyeron las economías locales y se apoderaron de las 
grandes riquezas naturales de esta área geográfica.
El ejemplo de la Revolución Cubana y de su más de 
medio siglo de resistencia ante las genocidas medidas de las 
administraciones estadounidenses —entre ellas el bloqueo económico, financiero y comercial
 de las últimas cinco décadas— sus conquistas en diferentes campos de la
 ciencia, la técnica, la educación, el deporte y la cultura, sirvieron 
de aliciente a quienes, desde finales del siglo XX y hasta ahora, han 
emprendido un camino de soberanía y libertad.
Grandes problemas se insertan todavía en las sociedades latinoamericanas y caribeñas, un universo de más de 550 millones de personas con una notable presencia de indígenas, negros y afrodescendientes. Aún
 prima la distribución desigual de la riqueza, el hambre en sus 
distintos grados, la pobreza, la carencia de educación, salud pública, 
viviendas; solo para citar algunos puntos de una agenda pendiente por 
los gobiernos.
Para cambiar ese estado al que parecían condenados 
los descendientes de Simón Bolívar, Louverture, Tupac Katari, San Martín
 y otros grandes hombres, era necesario, a partir de nuevos presupuestos
 políticos e ideológicos, una  transformación económica y social con 
elementos integracionistas, sin las leyes del mercado como aparato 
rector y con sentimientos humanistas entre pueblos y gobiernos.
CONSOLIDACIÓN DE ESFUERZOS INTEGRACIONISTAS
La  Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
 (CELAC), organismo al que pertenecen diez Estados, es el punto más alto
 de una integración coordinada sobre nuevos parámetros delineados con la
 Alternativa Bolivariana para los pueblos de América (ALBA) fundada por Chávez y Fidel Castro en 2004.
Para el 2005 surge PETROCARIBE,
 concebido como ente multilateral para la coordinación y articulación de
 las políticas para el uso eficiente del petróleo y sus derivados, 
cooperación tecnológica, capacitación y desarrollo infraestructural; así
 como el aprovechamiento de fuentes alternas como la energía eólica y 
solar.
Luego, en 2008, se funda la Unión Suramericana de Naciones
 (UNASUR), un espacio de discusión política multilateral cuyos esfuerzos
 se encaminan a lograr la unidad de las naciones suramericanas, bajo el 
reconocimiento de sus objetivos regionales, fortalezas sociales y 
recursos energéticos.
Recordermos como UNASUR ha actuado rápidamente ante los peligros que 
acechan a su membresía. Impidió el golpe de Estado perpetrado por 
fuerzas de derecha al presidente boliviano Evo Morales, la intentona al 
ecuatoriano Rafael Correa, y la ilegal destitución del presidente 
paraguayo Fernando Lugo.
RUMBO A LA INTEGRACIÓN VERDADERA 
 
Con la fundación oficial de la CELAC se cerró un ciclo de 
recuperación de la independencia y la soberanía para América Latina y el
 Caribe sin el tutelaje estadounidense.
Durante su fundación en Caracas en diciembre de 2011, Chávez expresó:
 “una de las grandezas que tiene la CELAC es que a pesar de las 
diferencias, aquí estamos para debatir y para perfilar el rumbo de la 
integración verdadera y solucionar nuestros graves problemas”.
En sus tres años de trabajo, Chile ejerció la presidencia temporal de
 CELAC hasta la celebración de la I Cumbre en Santiago el 27 y 28 de 
enero de 2013. El pasado año, esa responsabilidad la asumió Cuba, sede 
de la II Cumbre, la que traspasará la presidencia a Costa Rica durante 
los próximos 28 y 29 de enero.


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