Por Arthur González
Para los familiares de los presos en 
cárceles norteamericanas de origen latino, africano o asiático, conocer 
que el Gobierno norteamericano pretende que sus ciudadanos detenidos en 
otros países, puedan viajar a Estados Unidos para asistir al funeral de 
sus seres más queridos, es una noticia halagüeña. Ese
 el caso del ciudadano norteamericano Alan Gross, quien cumple sanción 
de 15 años en Cuba, por introducir equipos sofisticados de comunicación 
satelital, que permitieran estimular disturbios callejeros similares a 
los provocados durante la llamada Primavera Árabe, en aquellos países 
donde existían gobiernos o gobernantes no aceptables para Washington.
La madre del Sr. Gross murió de cáncer a 
los 92 años y él no pudo estar en sus funerales por estar extinguiendo 
sanción en La Habana.
Como si fuese algo fuera de las normas 
establecidas para los detenidos en cárceles norteamericanas, algunos 
diarios y sitios digitales financiados por Estados Unidos para sus 
campañas anticubanas, han tratado de hacer un melodrama del asunto, con 
el propósito de satanizar a Cuba.
En Estados Unidos a ningún preso 
norteamericano se le permite asistir al funeral de un familiar cercano y
 es en su propio país, ¿cómo es entonces que fabriquen campañas 
mediáticas para que otro Estado le permita a un detenido viajar para 
participar en un acto como ese?
La directora general de Estados Unidos en
 la Cancillería cubana, Josefina Vidal, declaró en un comunicado oficial
 sobre el asunto que “ni el sistema penitenciario cubano ni el 
norteamericano contemplan la posibilidad de que los sancionados internos
 viajen al exterior, cualesquiera que sean los motivos que se aleguen”.
Y agregó: “Es menester recordar que 
cuando falleció Carmen Nordelo, la madre de Gerardo Hernández Nordelo, 
uno de Los Cinco, quien cumple una injusta sanción de dos cadenas 
perpetuas más quince años de prisión en Estados Unidos, éste no pudo 
tampoco viajar a Cuba a visitarla y a despedirse de ella”.
Esto demuestra la falta de veracidad en 
lo que se publica contra Cuba, para mantener engañada a la opinión 
pública nacional e internacional.
Lo que realmente necesita Alan Gross, 
quien fuera enviado por agencias gubernamentales estadounidenses a 
violar las leyes cubanas con el consiguiente riesgo, es que su 
Presidente tenga el coraje para enfrentarse a la mafia anticubana de 
Miami y proceder tal y como hizo con Rusia y con los talibanes afganos, a
 un canje por los tres cubanos que aún permanecen en cárceles 
norteamericanas en condiciones muy difíciles.
Si Obama pudo acceder a un cambio en solo
 72 horas, de 10 espías rusos por otro tanto de rusos que trabajaron 
para la CIA y estaban cumpliendo condenas en Rusia y si tuvo el valor de
 canjear a un simple sargento norteamericano en manos de los talibanes 
en Afganistán, por cinco talibanes supuestamente altamente peligrosos 
confinados en la cárcel que tienen en la base naval en Guantánamo, ¿por 
qué no tener la valentía de hacerlo por un hombre que expusieron ellos 
mismos a ser detenido y sancionado por las autoridades cubanas?
Falta de principios éticos, morales y 
humanos es lo que tienen los funcionarios de la Casa Blanca que no 
desean resolver el asunto y a la vez juegan con los sentimientos del Sr.
 Gross, cuando el propio Jen Psaki, portavoz del Departamento de Estado,
 declaró:
“Instamos al Gobierno cubano a que 
otorgue un permiso humanitario a Alan Gross durante este tiempo de 
duelo. Consideramos que es una tragedia que no haya podido regresar a 
casa para estar al lado de la cama de su madre durante su 
fallecimiento”.
Esa es la vieja e inútil política de 
Estados Unidos contra Cuba, que no acepta que el gobierno revolucionario
 sea apoyado mayoritariamente por su pueblo y que sus gastados métodos 
para destruirlo no le han dado resultados, pidiendo a gritos muchos 
cambios.
Para esos cambios se requieren pantalones
 de hombres y al parecer es lo que no abundan en los corredores y 
salones de la Casa Blanca.
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