Hace 13 años, un día como este domingo, se abrieron las puertas de 
uno de los principales símbolos de la tortura y la violación de los 
Derechos Humanos, la cárcel estadounidense de Guantánamo, unas puertas cuyo cierre definitivo tan prometido por Barack Obama está aún lejos de consumarse.
Mientras al presidente estadounidense se le agota el tiempo para 
cumplir con su ferviente promesa de clausurar las instalaciones a falta 
de apenas dos años para concluir su estancia en la Casa Blanca, lo 
cierto es que la transferencia de los prisioneros en los últimos meses 
se ha acelerado, pero no lo suficiente.
Tres yemeníes y dos tunecinos, capturados en Pakistán y presos desde 
hace más de una década sin cargos, han sido el pasado 31 de diciembre 
los últimos reos en ser transferidos a otro país, concretamente a 
Kazajistán, una nación que hasta ahora no había acogido a ninguno de 
ellos.
El centro, abierto por la Administración de George W. Bush tras los 
atentados del 11 de septiembre de 2001, llegó a albergar a cerca de 800 
prisioneros, la mayoría de ellos sin cargos en su contra.
Con motivo del décimo tercer aniversario de su apertura, el Centro 
por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL) recuerda que de los 
127 hombres que siguen “arbitrariamente detenidos”, 59 de ellos fueron 
declarados libres de cargos por agencias de inteligencia y de seguridad 
estadounidenses, pero continúan a la espera de su liberación.
Los 68 restantes están clasificados como “detenidos indefinidos”, una
 categoría utilizada para aquellos individuos que las instancias 
estatales consideran no elegibles para juicio ni traslado a terceros 
países y que pasarán por una evaluación caso a caso.
Solo 10 personas de esos ocho centenares que acabaron entre rejas 
están siendo procesadas. “Las recientes transferencias de 13 presos a 
Uruguay, Afganistán y Kazakstán son un paso adelante para lograr el 
cierre de Guantánamo”, dijo Viviana Krsticevic, directora Ejecutiva de 
CEJIL.
“Sin embargo, las revelaciones realizadas por el informe del Senado 
de Estados Unidos sobre la utilización de la tortura por agentes de los 
servicios de inteligencia de ese país acentúa la urgencia con la que su 
gobierno tiene que actuar”, agregó en relación a las investigaciones al 
respecto ordenadas por la Cámara Alta y publicadas el mes pasado.
Además, al tiempo que el segundero del reloj seguía sonando en contra
 de la Administración Obama mientras aprieta en su sprint, hace apenas 
unas semanas el enviado especial del Departamento de Estado para cerrar 
el penal, Cliff Sloan, abandonó su cargo para trabajar en el sector 
privado. Pese a que él mismo y el Gobierno estadounidense han asegurado 
que simplemente había cumplido los 18 meses a los que se comprometió 
para su labor cuando fue nombrado, otras fuentes apuntan a que Sloan ha 
tirado la toalla ante el poco interés del Departamento de Defensa en 
cerrar la cárcel.
Así, entre condenas e investigaciones de la comunidad internacional y
 de asociaciones de derechos humanos, el penal ha llegado este domingo a
 cumplir 13 años de existencia, que probablemente sigan sumando si el 
presidente no pisa aún más el acelerador y tumba todos los obstáculos.
LibreRed/EFE
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