Por Fernando Martínez Heredia.
No diré nada acerca del racismo y las cuestiones de raza. He escrito
 un buen número de textos y hablado numerosas veces acerca de esos 
temas, y lo seguiré haciendo. No lo haré ahora, porque a mi juicio se 
trata de otra cuestión, una cuestión fundamental para la sociedad 
cubana.
El imperialismo de EE.UU.
 es el enemigo histórico y el enemigo actual de la existencia de una 
nación independiente en Cuba y de todo proceso de liberación y de vida 
digna del pueblo cubano. Nunca le fue posible a Cuba tener en EE.UU.
 un buen vecino. Desde que logramos quitarnos su yugo, el 1ro. de enero 
de 1959, hasta hoy, ha estado tratando de desbaratar nuestro socialismo 
de liberación nacional y someternos otra vez, de manera sistemática y 
por todos los medios, desde los más criminales hasta los más sutiles. La
 conciencia maravillosa que hemos desarrollado, la unidad y la fuerza 
que tenemos, han sido el valladar eficaz frente al imperialismo.
En la situación actual, han crecido los intercambios y las 
interacciones entre personas de los dos países, sin que el gobierno 
imperialista de EE.UU.
 haya cedido un milímetro en sus objetivos contra Cuba. La sombra 
ominosa de la Resolución Conjunta de su congreso, de 1898, está ahí: “El
 pueblo de Cuba es y de derecho debe ser…” Es decir, nosotros decidimos 
qué es el pueblo de Cuba y qué derechos debe tener; su soberanía, su 
Estado y la voluntad de su pueblo son inaceptables para nosotros; no les
 perdonaremos jamás la ofensa de liberarse y el mal ejemplo que han 
dado; nunca les permitiremos ser libres. Para los imperialistas que 
gobiernan EE.UU., todos los cubanos somos negros.
Veo con alegría todo lo concerniente a avances y facilidades en las 
relaciones entre los cubanos que vivimos en Cuba y los que viven fuera 
de Cuba, y entre estos, naturalmente, los que viven en EE.UU.,
 que forman con mucho la mayor colonia cubana en el exterior. Me parece 
muy positivo que artistas, deportistas y otros especialistas que viven 
en nuestro país realicen actividades en EE.UU.,
 algo que no sería noticia si ese país tuviera un comportamiento menos 
agresivo, y que a personas de ese país amigas de Cuba, o interesadas en 
conocernos, se les permita por su gobierno venir a Cuba. Al mismo 
tiempo, no me descuido en cuanto a la realidad de que el imperialismo 
norteamericano siempre ha tratado de adaptar todas las coyunturas a su 
designio agresivo contra Cuba, y trabajar en ellas. Hay más de medio 
siglo de ejemplos conocidos.
The New York Times es una gran empresa del sector 
de información y formación de opinión pública, antigua e influyente, y 
se sujeta a normas correspondientes a la idea que tiene de su función y 
al papel que le toca al servicio del orden vigente en su país y su 
política exterior imperialista. En todo sistema de dominación 
desarrollado cada uno tiene su esfera, sus maneras y su función. Que yo 
sepa, nunca ha mostrado alguna simpatía por la sociedad que tratamos de 
edificar en Cuba, pero puedo admitir que forma parte del sector educado 
de nuestros enemigos. Eso, sin embargo, no lo hace menos peligroso: 
puede ser un vehículo mucho más eficaz que los medios de comunicación 
que hacen el trabajo sucio, si se trata de confundirnos, dividirnos, 
ponernos a pelear alrededor de nuestros males y deficiencias, y de 
sembrar desconfianza y cizaña entre nuestros amigos de la América Latina, el Caribe y los propios EE.UU.
Por eso me preocupa que en la ampliación de los contratos en unas 
relaciones que crecen, ellos lleguen a incluir el tratamiento de 
nuestras cuestiones sociales en los medios del imperialismo. Estamos 
viviendo en Cuba un tiempo crucial de enfrentamiento cultural entre el 
socialismo y el capitalismo. Los que bregamos a favor de la victoria del
 socialismo estamos obligados a actuar acertadamente y a mostrar con 
claridad las cuestiones principales, porque, en tiempos como estos, esas
 cuestiones exigen claridad y determinación.

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