Por Ma. del Carmen Ariet García, Coordinadora del Centro de Estudios Che Guevara.
Introducción
En un 14 de junio, fecha del natalicio de Ernesto Che Guevara, relacionar su pensamiento al ideario de José Martí, encuentra presencia plena en el presente del devenir latinoamericano hoy.
Un enorme mérito en Martí, es que, desde su visión independentista, 
mirara más allá y reflexionara en torno a cómo debía concebirse la 
soberanía de nuestras repúblicas, con un sentido diferente, donde 
primara la fuerza y dignidad del hombre americano como el portador de la
 plena liberación, definitorio, en su caso, del hombre múltiple y de su 
identidad: la cultura y la participación comprometida en lo político y 
en lo social, sin dejar de considerar lo económico dentro de esa 
sumatoria de factores.
En este afán por reconocer y reconocerse, Martí supo advertir, no 
solo el crisol de las cualidades de ese hombre por desarrollar, sino 
sobre todo el compromiso ético que debía primar en sus acciones para 
enfrentar el poder –que sentía omnímodo–, de la nación del Norte, los 
Estados Unidos de Norteamérica, y sus pretensiones de dominación total 
en nuestras repúblicas nacientes. Ese vecino que ya se sentía capaz de 
ejercer un dominio imperial a escala expansiva.
El fenómeno de expansión imperialista y sus rasgos distintivos 
constituyen, en el pensamiento martiano, una visión superior de su época
 y resume la expresión de un pensamiento político latinoamericanista que
 se entronca con lo más avanzado, coherente y actual de nuestra 
intelectualidad en el plano de la teoría social.
En esa escala superior, la historia reciente de América Latina 
registra un hecho sustancial, cuyo significado llegó a trascender 
fronteras, el triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959. Dentro 
de las cualidades de ese proceso, la unión de tendencias y proyecciones 
en las que se reúne lo más autóctono de nuestro pensamiento 
revolucionario, Martí alcanza un lugar cimero, definido por Fidel como 
el autor intelectual del Movimiento 26 de julio, imbricado al 
pensamiento marxista y cuya sumatoria se sitúa en lo más sobresaliente y
 actual de las aspiraciones libertarias de Cuba y América, dándole un 
verdadero sentido a su contemporaneidad.
Dentro de ese proceso que distingue a la Revolución cubana, el 
ejercicio de una praxis política consecuente con el ideal martiano y 
marxista, junto con Fidel y como parte de nuestra vanguardia 
revolucionaria se destaca, de modo particular, el pensamiento creador y 
la acción práctica de Ernesto Che Guevara como expresión de esa 
simbiosis, al articular de forma natural el pensamiento filosófico y 
revolucionario de Marx y del marxismo latinoamericano con el pensamiento
 radical cubano, condensado, este último, en el pensamiento martiano.
El paralelismo entre Martí y el Che puede establecerse desde 
diferentes ángulos, e incluso visiones, para demostrar la verticalidad 
de construcciones teóricas y posiciones prácticas similares en las que 
convergen.
Pudiera parecer casual, o un mero ejercicio académico, la similitud 
de propósitos y líneas conceptuales en trabajos emblemáticos de Martí y 
Che, como los ensayos «Nuestra América» y «El socialismo y el hombre en 
Cuba», aunque no los únicos. Se identifican procesos de búsqueda, 
propuestas de tesis y, como solución, la lucha revolucionaria para 
propiciar los cambios que se interrelacionen sobre bases comunes: el 
hombre como portador de los cambios y sujeto activo, la ética como 
soporte indispensable para construir proyectos emancipatorios y de 
expresión popular y la identificación de la existencia de un eje 
distorsionador en la región, como lo ha sido y es los Estados Unidos.
1. El sujeto americano: emancipación y liberación política
En Martí, hombre de su tiempo y de raigambre americana, que 
aprehendió de las fuentes nutricias de la independencia y que vio crecer
 a ese hombre americano, sujeto-actor de ese proceso, muchas veces 
mancillado y olvidado, se encuentra presente, no solo la defensa a 
ultranza de ese hombre, sino sobre todo el destacar su estirpe de raza, 
portador de una cultura autóctona y de una voluntad puesta a prueba en 
circunstancias crueles y despiadadas, como lo fue la conquista y la 
colonización.
En la Cuba revolucionaria, hemos contado con la presencia activa de 
Fidel y el Che al abogar por cambios profundos, con el objetivo supremo 
de otorgarle al hombre americano el verdadero papel que le corresponde 
en estos tiempos, y en la búsqueda de una ética superior que los 
conduzca por el camino de la solidaridad y la unidad, como ejes 
particulares, capaces de nuclear el espíritu latinoamericano, cualidad 
que en la actualidad distingue a los gobiernos más progresistas del 
continente.
Para el Che, su espíritu de compromiso con los desposeídos se 
acrecienta cuando, desde su primera juventud, se propusiera conocer las 
verdaderas raíces de Nuestra América. Su posterior evolución transita 
con el propio acontecer de la Revolución cubana, en la que vislumbra un 
futuro alternativo a la barbarie capitalista desde el pleno ejercicio 
del poder mismo, con una visión integradora de un nuevo tipo de 
sociedad, que debía pasar por la conquista gradual de la igualdad, la 
justicia social, la plena dignidad humana y la defensa de los derechos 
humanos como verdadero contenido moral de la política.
Tanto en Martí, como en el Che, sobresale una ética política que 
coloca al sujeto como centro rector de una visión y compromiso consigo 
mismo y a la vez con su entorno, donde el sujeto, como eje primordial de
 todo proceso de cambio, llegue a aspirar a un mundo mejor. Esos 
compromisos, en ambos, transitaron a lo largo de sus vidas y cuyo ciclo 
culmina con su entrega sin límites, haciendo cierto el apotegma martiano
 de que, «nadie tiene el derecho de dormir tranquilo mientras haya un 
hombre infeliz…» [1]
2. Poder político: dependencia y dominación vs independencia y soberanía
Cuando se estudian en Martí y el Che los temas referidos a la 
política y el poder, sobre todo los referidos a la obtención de la 
independencia y la soberanía como un bloque compacto de acciones por 
alcanzar, contrastan con la dominación y la dependencia impuesta por las
 políticas hegemónicas de los Estados Unidos hacia la región.
Para Martí, quien postula como primer elemento el problema de la 
independencia, no era un cambio de formas, sino un cambio de espíritu, 
al definir que en la política lo real es lo que no se ve, que es el arte
 de combinar para el bienestar creciente los factores diversos u 
opuestos de un país, además de salvar al país de la enemistad abierta o 
la amistad codiciosa de los demás pueblos. En ello encuentra razones y 
elementos suficientes para mirar, desde la independencia real no 
alcanzada aun, el peligro de la dominación de un pueblo que mira con 
codicia a los pueblos menores. Con visión íntegra precisó que, si dos 
naciones no tienen intereses comunes no pueden juntarse, porque «si se 
juntan chocan», además de llamar a inquirir sobre cuáles eran las 
fuerzas políticas del país que convidaba y los intereses de los partidos
 y de sus hombres.
Con idénticos propósitos, se fundamenta la visión del Che sobre la 
expansión del capitalismo y del imperialismo dentro de su línea central,
 con una relación específica de un poder político diseñado para ello y 
donde lo social y lo político intervienen en toda sus contradicciones, 
por ser expresión intrínseca del imperialismo como fenómeno histórico.
La interrelación de ambas visiones deviene paradigmática. Con mirada 
actual, la expresión martiana de que lo primero en política es aclarar, 
prever y alertar a América sobre el vecino rapaz y ambicioso en la 
batalla que se preparan a librar con el resto del mundo, se une a la 
centralidad del Che de destacar la interrelación entre imperialismo y 
revolución, el papel de la acción humana para enfrentar el fenómeno 
imperialista y la profundización de las desigualdades que, de manera 
constante, mina la capacidad de las naciones para actuar, porque como 
dijera Martí «sobre serpientes, ¿quién levanta pueblos?»[2]
3. Imperialismo y revolución: presencia en los paradigmas emancipatorios de América Latina
La historia reciente de nuestros pueblos se suma a las páginas 
estremecedoras de generaciones que lucharon y luchan por hacer de 
nuestro continente un todo indivisible.
Se observan alternativas diversas, no solo en los modos de repensar 
nuestra realidad, sino sobre todo en los modos de accionar con la misma.
 Aun cuando el binomio imperialismo-revolución pase por gradaciones y 
maneras de asumirlo, lo real es que se mantiene como un par indivisible,
 aunque los tiempos obliguen a replantear su comportamiento, a través de
 los nuevos paradigmas en los que intervengan, con un sentido más 
participativo, la igualdad, la solidaridad y el cambio.
La teoría revolucionaria del cambio social y su estrategia política, 
en el Che, se sustentan en el principio de alcanzar un proyecto de 
liberación nacional socialista, donde se destaque el aspecto activo de 
la política en su carácter emancipatorio y liberador de la fuerza 
hegemónica del poder, cuyo componente principal es el imperialismo 
norteamericano.
Existen, también, puntos de coincidencia, en el caso de Martí, cuando
 analiza la esencia de los centros de poder del capitalismo y sus 
proyecciones, las que fueron expuestas en sus escritos sobre la 
Conferencia Monetaria efectuada en Nueva York, en 1889. En el Che, a 
través de sus tesis tercermundistas, donde sobresale su extraordinaria 
capacidad analítica y su visión de futuro, las que mantienen la esencia 
de sus fundamentos.
En el caso de América, la proyección martiana queda como tesis 
pendiente a alcanzar y como guía señera para la acción: «¿A dónde va la 
América, y quien la junta y la guía? Sola, y como un pueblo, se levanta.
 Sola pelea. Vencerá sola.».[3]
Sin dudas, es el momento de afianzar el llamado del Che, pronunciado 
hace más de cuatro décadas: “…qué importan los peligros y sacrificios de
 un hombre o de un pueblo, cuando está en juego el destino de la 
humanidad…”[4]
Notas
[1] José Martí: “La verdad sobre los Estados Unidos”, publicado en Patria el 23 de marzo de 1894, tomado de José Martí. Antología mínima, T. I, Editorial Ciencias Sociales, ICL, La Habana, p. 450. 
[2] Ibídem, p. 333.
3________: “Madre América” discurso pronunciado el 19 de diciembre de 1889, ob. cit., p. 302.
3________: “Madre América” discurso pronunciado el 19 de diciembre de 1889, ob. cit., p. 302.
[4] Ernesto Che Guevara, “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”, Obras 1957-1967, t. 2, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, p.598.
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