Aunque falta más de un año para las elecciones presidenciales
 en Estados Unidos, el dinero corre ya entre los aspirantes a 
candidatos.
Ya sean republicanos o demócratas, varios de los pretendientes se han
 buscado mecenas multimillonarios dispuestos a poner plata en las 
respectivas campañas.
De esa forma, Hillary Clinton es respaldada por la dueña de la cadena
 Wolmart, Alice Walton, y el empresario de San Francisco, Marc Benioff.
En la trinchera republicana, Marco Rubio está asociado al poderoso 
vendedor de autos Norman Braman y Ted Cruz tiene el apuntalamiento del 
financista Robert Mercer.
Pero en la carrera hacia la Casa Blanca no basta solo con el 
patrocinio de multimillonarios, sino que además los aspirantes han 
creado los llamados Super Comités de Acción Política, que bajo 
rimbombantes y patrióticos nombres, son maquinarias de recolección de 
fondos.
   Lo que vale la Casa Blanca
La característica más llamativa hoy de las elecciones en Estados 
Unidos es la frenética búsqueda de fondos para llegar al sillón del 
Despacho Oval de la Casa Blanca.
Ya se habla de que los dos contendientes que pujen por la presidencia
 recaudarán más de 4 mil millones de dólares, una cifra que duplicaría 
lo alcanzado en la anterior contienda por Mitt Romney y Barack Obama.
El asunto, que con cada nuevo ciclo electoral es una imparable bola 
de nieve, ha generado críticas e incluso algunas voces influyentes están
 pidiendo al Congreso que se pronuncie y ponga fin a esa escalada del 
dinero.
En la vida real, más allá de propuestas políticas y discursos bonitos
 y altisonantes, los candidatos se comportan como vulgares compradores y
 evidencian que desde hace muchos años la Casa Blanca está en venta.
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