Por Percy Francisco Alvarado Godoy
Ahora  que las mentes estrechas 
continúan apoyando al Gobierno totalitario de  los EE.UU. y sus aliados y
 los reconocen como campeones de la  “democracia”, nosotros tenemos que 
intentar entender cómo alguien podría  ser tan equivocado.
¿Podría una persona apoyar realmente 
el  aparato que le ha privado de la libertad, o es sólo miedo a hablar  
contra sus cadenas lo que le conduce a actuar de este modo? pues uno  
tiene que mirar con recelo cuando los expertos defienden la destructiva y
  decadente política exterior del Gobierno de Estados Unidos en Siria o 
 Ucrania.
En realidad, ellos no creen en lo que 
están diciendo; la  cuestión es que sienten miedo por su situación si 
contradicen políticas  tiránicas e absurdas que su gobierno ha puesto en
 marcha. Este cobarde  deseo de salvaguardar su situación por encima de 
la verdad es el motor  que hace que los aduladores desfilen en la prensa
 para apoyar a un  gobierno fracasado.
Mi  homónimo filósofo británico, Jeremy Bentham, usó el término 
“panóptico”  para describir una prisión circular donde los presos son 
controlados  por el espectro de un vigilante en lugar de depender de 
grilletes  físicos y guardias. El éxito del panóptico se basa en inducir
 al  detenido hacia un estado consciente y permanente de visibilidad que
  garantiza el funcionamiento automático del poder, sin que ese poder se
  esté ejerciendo de manera efectiva en cada momento, puesto que el  
prisionero no puede saber cuándo se le vigila y cuándo no.
De una manera u otra,  los 
ciudadanos de los EE.UU. y muchos otros países han creído durante  mucho
 tiempo que el Gobierno de Estados Unidos tiene enorme capacidad de  
vigilarlos. La información divulgada por el excontratista de NSA,  
Edward Snowden sólo sirvió para confirmar los temores de muchas  
personas, que a menudo no son expresados por su aparente similitud con
  las teorías de la conspiración.
La revelación de
  que cada una de nuestras comunicaciones privadas está siendo  
interceptada por una agencia del Gobierno estadounidense y el Cuartel  
General de Comunicaciones (GCHQ, por sus siglas en ingles) del Reino  
Unido, ha empeorado las cosas, ha abierto una significativa brecha de  
desconfianza entre los gobernantes y los gobernados. Hubiera sido  
suficientemente preocupante si el gobierno estuviera simplemente  
monitoreando las rutas hechas públicamente por los individuos en  
Internet. Puede que la gente, aunque debería, no se hubiera opuesto a  
esta práctica. Pero el gobierno ha asumido el rol de vigilante de todo  
el mundo; y a consecuencia el de controlador de todo el mundo.
Los  estadounidenses ya no controlan 
su gobierno; son controlados por ello.  El Gobierno de Estados Unidos ha
 dejado bien claro que es capaz de hacer  cualquier cosa contra su 
propio pueblo, o contra los extranjeros, para  sobrevivir y hacerse tan 
poderoso como le es posible.
Edward  Snowden afirmó que el aparato 
de vigilancia estadounidense está lleno  de disidentes como él. Se 
esconden detrás de un “falso” patriotismo que  en realidad, es el miedo y
 la cobarde obediencia a las figuras de  autoridad. La misma obediencia 
se ve claramente en la prensa, y saltó a  la vista cuando en el Reino 
Unido, el gobierno obligó a los responsables  del periódico The Guardian a
 romper sus propios  discos duros con el fin de que el periódico dejara 
de publicar más  informaciones sobre el espionaje gubernamental.
En aquel día,  cuando el 
periódico se vio obligado a autocensurarse para salvar la  reputación 
del gobierno, la democracia británica dio un definitivo paso  hacia 
atrás y la legitimidad del gobierno cayó a cero. Al mismo tiempo, The Guardian
 comenzó su nuevo papel como el títere de la política del gobierno en  
lugar de cuestionarla, lo que llevó a sus críticos a establecer el sitio
  web Offguardian para publicar los temas de los cuales The Guardian  
parecía evitar.
En esta atmósfera de la interferencia 
coactiva y  generalizada de Estado contra los derechos del público, 
cualquier  persona que apoya la política del gobierno o defiende sus 
objetivos es  un cobarde. Sus argumentos no son resultados de sus 
propias  convicciones, sino del miedo a poner en riesgo su puesto de 
trabajo o su  prestigio a los ojos de la ley si no repite como un loro 
las  absurdidades que pronuncian los que ponen las reglas.
Es por esta  cobardía que los llamados
 expertos analistas liberales se han unido a  las absurdas narraciones 
antirusas y antiiraníes de la política exterior  estadounidense. 
Mientras justifican su hostilidad contra Irán o Rusia a  base de la 
falta de alguna forma de democracia o libertad que no existe  en estos 
países a cuyos gobiernos tachan de “autoritarios”, estos  perros de 
ataque son esclavos de sus propios maestros autoritarios.
Los  comentaristas de los medios de comunicación que comparten los 
miedos de  los gobiernos a potencias extranjeras como Irán y Rusia, 
están al mismo  nivel intelectual que los perros. Son xenófobos y ladran
 contra  cualquier pensamiento desconocido para sus impulsos primitivos y
  violentos. Lo único que entienden es el palo que utiliza su gobierno  
para mantenerlos a raya. Por eso su ladrido debe ser tratado con  
desprecio.
En la era de  Internet, es difícil creer que alguien pudiera ser 
tan tonto como para  aceptar la propaganda gubernamental como un hecho. 
Pero, tales personas  todavía existen, aunque se ven más en la prensa 
que en el público en  general. Tenemos una prensa que miente sin fin, 
repitiendo las  declaraciones del gobierno como un evangelio mientras 
pretende tener una  acertada noción de la “democracia”.
Esta crítica hacia los medios  de comunicación principales puede 
parecer excesiva o mordaz. Sin  embargo, no deja de ser cierta por esta 
razón. Cuando los primeros  defensores de las formas modernas de la 
libertad de expresión guiaron  las revoluciones estadounidense y 
francesa, nunca buscaron la libertad  de expresión para el Estado o 
loros para amplificar su voz y crear su  falsa imagen de legitimidad.
La libertad de expresión fue creada  para salvaguardar los derechos
 del ciudadano común, por lo que los  expertos que la utilizan para 
apoyar las amenazas del régimen  oligárquico criminal no están 
ejerciendo la libertad de expresión, sino  la están minando de la peor 
manera posible. Los perros de ataque de  Estado policial no solo no 
contribuyen en establecer una democracia  saludable, sino que la 
socavan, así que sería mejor si se callan de una  vez por todo.
Harry  J. Bentham es un especialista 
británico en asuntos políticos. En la  actualidad, es parte del consejo 
asesor de laboratorio de ideas,  Lifeboat Foundation. Sus obras se 
pueden encontrar en las editoriales en  línea como el boletín radical, 
Dissident Voice, transhumanist y h +  Magazine. Su obra, que ha sido 
acogida favorablemente por los lectores,  resalta las desigualdades 
económicas en el mundo y los beneficios de los  cambios sociales 
impulsados por la tecnología.
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