
Por Arthur González.
Posiblemente muchos de los que ven al presidente Barack Obama como 
audaz por la decisión de cambiar la táctica política hacia Cuba, 
restableciendo las relaciones diplomáticas, desconozcan que hace años 
otros lo planificaron.El 18.11.1966 la CIA 
rindió cuentas respecto a los resultados de una investigación sobre sus 
operaciones en Cuba, de acuerdo a un memorando que dirigió al Comité 
303, donde solicitaba la aprobación de algunas enmiendas a su último 
Programa presentado.
Ese Programa se diferenciaba de los anteriores en que se trazaban como meta “contener al régimen de Castro, en vez de minarlo”.
En evidente cambio de estrategia, en 1967 la nueva dirección de 
trabajo de la CIA se encaminaba a: “tratar de […] desarrollar contactos 
dentro del círculo más íntimo de Castro, […] saber más acerca de quiénes
 son sus asesores y qué piensan”. “En caso de que se planifique un 
cambio en Cuba, es más probable que las deserciones vengan de ese 
grupo”. “En caso de que Castro estuviera buscando un entendimiento, uno 
de ellos sería el primero en saberlo y probablemente el canal para 
tantear el terreno”.
Tales cuestiones fueron plasmadas por William G. Browdler, integrante
 del equipo del Consejo de Seguridad Nacional, en un memorando que 
dirigió a Walt W. Rostow, asistente especial del Presidente de Estados 
Unidos el 18.11.1967, donde relata su conversación con David Phillips, 
jefe de la Sección Cuba de la División del Hemisferio Occidental de la 
CIA.
La resistencia del pueblo cubano ante las criminales acciones 
ejecutadas por el Gobierno estadounidense con el concurso de la CIA y el
 masivo apoyo a la Revolución, indicaban la necesidad de un cambio de 
política, si en realidad deseaban liquidar el proceso revolucionario 
iniciado en 1959.
Era evidente que los cientos de millones de dólares gastados en los 
Programas de Acción Encubierta no daban resultados, la Revolución se 
consolidaba y su ejemplo asombraba al mundo; por tanto era 
imprescindible maniobrar en otra dirección.
En nota de Henry D. Owen, presidente del Comité de Planificación 
Política del Departamento de Estado, remitida al Secretario de Estado, 
Dean Rusk, el 02.05.1967, aseguraba: […] “las medidas de rechazo 
económico y aislamiento político a través de las acciones de la OEA, 
contribuyen a crearle dificultades a Castro, pero no han sacudido su 
control sobre el poder” […] “Después de seis años vale preguntarse si 
esta política será la mejor para hacer avanzar nuestros intereses 
nacionales, bajo las condiciones que puedan prevalecer en el futuro”.
“La revisión de nuestra política podría concluir en que [···] no se 
requiere un cambio fundamental, pero se podrían explorar varias 
estrategias alternativas… aplicar una presión considerablemente 
creciente sobre el régimen y estudiar las posibilidades y riesgos en la 
búsqueda de cierto acomodo”.
Por eso Owen propuso al Secretario de Estado el diseño de una 
Política Nacional hacia Cuba del Consejo de Planificación Política del 
Departamento de Estado, documento que fue aprobado el 15 de julio de 
1968, después de 10 meses de estudio. Así se cambiaba la clasificación 
de contención pasiva de la política estadounidense hacia Cuba, por la de
 contención positiva.
No obstante, el secretario asistente de Estado para Asuntos 
Interamericanos, Covey T. Oliver, le envió algunas consideraciones a 
Owen, entre las que se destacan:…ser “cuidadosos para no enviar una 
señal equivocada de que finalmente […] hemos aceptado la permanencia de 
Castro…”
El documento final reconoció “la disminución de la capacidad de 
Estados Unidos para aislar a Cuba y ejercer presión sobre Castro y 
explotar sus vulnerabilidades”.
Señalaba: “la única esperanza aparente de que Castro y/o su 
estructura de poder cambien su política, descansa en el convencimiento 
de que es “improductiva”. “Por cuanto […] la política actual de Estados 
Unidos… no promete ser el medio más eficaz para lograr un cambio a largo
 plazo y eleva el costo político”.
Ante esa realidad propusieron varias iniciativas y acciones concretas
 que pudieran producir un efecto acumulativo, que con el tiempo 
implicaran un cambio de facto.
Evidentemente dentro del aparato gubernamental había funcionarios que
 comprendían la necesidad de un vuelco en su política, si realmente 
deseaban derrocar a la Revolución, lo que quedó demostrado en reunión 
efectuada entre el Departamento de Estado y la CIA, el 15 de agosto de 
1968, para analizar las próximas acciones contra Cuba.
Dentro del paquete de propuestas de la CIA estaban: […] “abordar a 
los líderes cubanos alrededor de Castro para asegurarles que Estados 
Unidos no deseaban echar por tierra los logros de la Revolución, y 
estaban preparados para cooperar con ellos y apoyarlos en lo que fuera 
necesario, en un gobierno post Castro”.
A cambio, la CIA les propondrían “trabajar secretamente, brindando 
información y quizás ejecutar acciones oportunas que acelerarán la 
sustitución de Fidel Castro como líder del país”.
Hubo oponentes a ese Programa que señalaron que no era el momento más
 propicio, ya que las dificultades económicas de Cuba y las señales del 
creciente descontento, indicaban que las penurias tenían un efecto real y
 era mejor mantener las presiones a fin de lograr el derrumbe del 
socialismo; razones para que no se ejecutara en ese momento.
¿El equipo de Obama habrá desempolvado esos documentos? No se puede 
descartar, pero la historia le hará comprender nuevamente sus errores, 
porque como dijo José Martí: “lo que no se puede cambiar, ha de tomarse 
como es”.
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