Recientemente, el Ayuntamiento de Palma de Mallorca ha aprobado en el pleno celebrado el jueves 29 de noviembre, por unanimidad, una moción en la que se insta al Parlamento balear a «revisar y rectificar» una reciente proposición no de ley aprobada por la Cámara regional en la que se acusaba al general mallorquín Valeriano Weyler por el «exterminio de un tercio de la población cubana».
Por supuesto, la citada moción ha sido presentada por Cs por vía de urgencia, y con apoyo del Partido Popular, señalando de que las acusaciones contra el General Mayorquín eran "falsas".
Se puede decir mucho de las riquezas culturales compartidas entre España con las otroras colonias de ultramar, pero en el caso de Cuba y Cataluña se puede decir que también hemos compartido el sufrimiento que causa el crimen de la colonización y los personeros que la perpetúan.
Valeriano Weyler y Nicolau (renombrado militar nacido en Palma de Mallorca), un militar y político español, a quien se le pudiera muy bien llamar como el “Ángel del Genocidio y la Represión Hispana en Ultramar”, fue destinado a Barcelona poco después de haber regresado a España en noviembre de 1891, una vez concluida su misión de tres años en Filipinas. Madrid necesitaba su “buen juicio” para resolver la situación dada en la “problemática” Cataluña. El “ilustre” militar dejó con su estancia una marca imborrable en esta región. Como era de esperar, su “eficacia” aplacó con represión y prisión las revolturas de la clase trabajadora y revolucionaria que “amenazaban” con sus actividades la tranquilidad de la monarquía. John Lawrence Tone, Profesor de Historia en el Georgia Institute of Technology, quien al referirse a los hechos en Cataluña, en su libro “Guerra y genocidio en Cuba. 1895-1898”, escribió sobre Valeriano Weyler: “La Corona le hizo senador vitalicio como recompensa por su papel de «salvaguarda de la civilización» ante los «bárbaros» trabajadores. La represión de las asociaciones laborales, a principio de la década de 1890, hizo de Weyler un símbolo de la violencia reaccionaria en todo el mundo.”
Weyler es enviado a Cuba (1896-1897) como Capitán General, nombrado en febrero de 1896 por Cánovas del Castillo. Sería con éste un segundo viaje a este destino, ya que había estado anteriormente en la llamada Guerra de los Diez años (1868-1878) con sólo 24 años. Las órdenes en esta ocasión como máxima autoridad militar era apagar, con su experiencia adquirida, la llama independentista que no sólo se resistía en todo el archipiélago caribeño, sino que estaba llevando a España al podio del ridículo y la derrota_ donde finalmente terminó; muy a pesar del único “éxito” de Weyler: la eliminación física de Antonio Maceo Grajales, Lugar Teniente General del Ejército Mambí. Una lamentable pérdida física para el pueblo cubano, un hombre que era un símbolo de unidad, valentía y resistencia... y, además, de haber robado, como botín de guerra, la silla hecha de Palmera y el reloj de bolsillo del líder mambí.
Puede que algunos “ilustres” de la corona española recuerden a Valeriano Weyler, considerándolo un magnífico estratega, de capacidad y habilidad extraordinarias (aunque de hecho fracasó en Cuba); pero perdurará en la historia de Cuba y sus hijos como un hombre cruel, despiadado y brutal: el reflejo de la verdadera síntesis de la Metrópolis española; ya que fue quien instauró el primer campo de concentración en la región, dejando morir a poco más de 100 mil personas, que los llevó a la muerte por hambruna y enfermedades.
El retiro de Weyler de Cuba, por orden de Práxedes Mariano Mateo-Sagasta y Escolar, lo lleva nuevamente a Cataluña como Capitán General; ya que ésta seguía siendo un “foco de conflicto” y Madrid necesitaba, una vez más, la presencia del insigne militar, el cual jugó un papel fundamental en la llamada Semana Trágica de Barcelona, reprimiendo sin vacilación las justas protestas de la población a la negativa de enrolarse en otra guerra colonialista en las tierras del norte de África, en Marruecos. Otra guerra con el beneplácito de la iglesia.
La indignación del gobierno se produjo cuando conocieron que soldados del Batallón de Cazadores de Reus, integrado en la Brigada Mixta de Cataluña, arrojaron al mar justo antes de abordar el barco hacia Marruecos las insignias y medallas entregadas por aristócratas, al mismo tiempo que desde la población presente se escucharon gritos de: ¡Abajo la guerra! ¡Que vayan los ricos! ¡Todos o ninguno! La absurda y cruel represión no se hizo esperar, siendo detenidos millares de personas, de las que 2000 fueron procesadas: 175 penas de destierro, 59 cadenas perpetuas y 5 condenas a muerte. Lo absurdo de la represión llegó al saberse que de los cinco condenados a muerte, uno de ellos era el joven Clemente García, un discapacitado mental.
Pero, por supuesto, esta es la parte de la historia que el filofranquista partido Ciudadanos (Cs) intenta que olvidemos para darle más condecoraciones postmorten a un criminal que desean vestir de santo.
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