Por Rafael González Morales
El reciente discurso de Bolton en el
Hotel Biltmore de Coral Gables solamente ha sido aplaudido por un puñado de mercenarios
anticubanos y por un pequeño grupo de representantes de la extrema derecha de
Miami. Las medidas anunciadas, cargadas de profundo odio y frustración, son
parte de una política fallida que es rechaza por amplios sectores de la
sociedad estadounidense y la comunidad internacional. Por lo tanto, están
destinadas al rotundo fracaso.
El llamado de Bolton a «terminar lo
que iniciamos hace 58 años en esas playas» es una muestra de su obsesión
política por destruir la Revolución cubana a lo que dedica ingentes esfuerzos,
recursos y tiempo. Al saberse un fracasado y atrapado en sus pesadillas, emplea
los viejos instrumentos de las presiones y sanciones para intentar doblegar al
pueblo cubano. La recurrencia a estas armas melladas es una evidencia de su
limitada creatividad y es un reflejo de su irritación.
Durante su intervención, se
realizaron los siguientes anuncios: aplicación de los títulos III y IV de la
Ley Helms-Burton; el Departamento del Tesoro realizará cambios regulatorios
para restringir los viajes no familiares a Cuba; limitaciones al envío de
remesas a 1 000 dólares por trimestre; suspenderán la autorización para que
bancos cubanos realicen transacciones en terceros países que indirectamente se
llevaban a cabo a través del sistema bancario estadounidense y se añaden cinco
entidades cubanas a la lista de empresas sancionadas por Washington. Todas
estas medidas constituyen un recrudecimiento del bloqueo en su dimensión
económica, comercial y financiera.
Con la posibilidad de establecer
demandas en las cortes estadounidenses en virtud del título III, el gobierno
estadounidense tiene el propósito estratégico de obstaculizar e impedir la
inversión extranjera en la Isla para afectar de manera significativa el
desarrollo socioeconómico del país. Con esta decisión, envía un mensaje a los
inversores actuales y potenciales de las consecuencias negativas que tendría
realizar negocios con Cuba, lo que constituye una acción de intimidación,
chantaje y presión económica.
Esta medida es fuertemente rechaza
por la Unión Europea y Canadá que declararon, de inmediato, que se disponen a
demandar al gobierno estadounidense ante la Organización Mundial del Comercio y
resaltaron que defenderán los intereses de sus compañías en Cuba. Esta posición
indica que este será un área de confrontación con Estados Unidos, lo que tendrá
implicaciones en sus relaciones con algunos de sus aliados y socios
estratégicos en el corto plazo. Washington con esta decisión profundiza su
aislamiento internacional en la política hacia Cuba y tendrá que asumir
determinados costos políticos en sus relaciones con terceros países.
Aunque no está claro cómo será la
aplicación del título IV —que prohíbe el otorgamiento de visas para viajar a
Estados Unidos a quienes «trafiquen con propiedades confiscadas»—, constituye
una medida de castigo contra los inversionistas dirigida a infundirles temor e
inseguridad. En este sentido, es previsible que su implementación se realice
caso a caso a través de la elaboración de listas.
Sobre los cambios regulatorios para
restringir los viajes no familiares a Cuba, el Departamento del Tesoro tendrá
que definir el contenido y alcance concreto de estas modificaciones. No
obstante, este anuncio está dirigido a afectar lo que Bolton denominó como: «turismo
disimulado», lo que podría interpretarse que impondrían limitaciones
adicionales a categorías de viajes como: investigaciones profesionales;
actividades educativas que incluyen los viajes pueblo a pueblo; actividades
religiosas; competencias deportivas; apoyo al pueblo cubano y actividades
educacionales. Es probable una afectación a los viajes en la modalidad de
cruceros.
Con relación a las limitaciones al
envío de remesas, tiene el claro propósito de generar una afectación en la
capacidad económica de amplios sectores de la población cubana que reciben
dinero de sus familiares y amigos. Esta medida está orientada a promover
tensiones internas y descontento, lo que está en correspondencia con sus
intenciones de generar el llamado efecto de la «olla de presión». Tendrá un
fuerte impacto en la economía doméstica y en el poder adquisitivo del pueblo
cubano.
La suspensión de la
autorización para que bancos cubanos realicen transacciones a través de
terceros países, se inscribe dentro de las acciones para entorpecer las
operaciones financieras que constituyen la base del comercio internacional.
Esta decisión introduce obstáculos adicionales para la operatoria cubana en el
exterior, lo que contribuye a generar un clima de inseguridad en las transacciones
internacionales del país.
Sin lugar a dudas,
estas medidas constituirán desafíos que debemos enfrentar en lo inmediato por
sus implicaciones para el desempeño económico del país. No obstante, este tipo
de acciones no son nuevas y la nación cubana ha lidiado con retos y
adversidades más complejos provenientes del gobierno estadounidense. El
espíritu de combate y la capacidad de resistencia del pueblo cubano están
probados y los obstáculos serán vencidos. Por lo tanto, Bolton, sus mercenarios
y los extremistas del Sur de la Florida seguirán condenados al fracaso.
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