Llama la atención que la administración de Donald Trump se
mantenga dentro de una oleada de escándalos, donde algunos de ellos le han
forzado a llevar cambios drásticos en su círculo más próximo. Entre otros de
los fenómenos que lo señalan como incompetente para a política internacional.
Ha incorporado a su gabinete a personajes con amplio historial
injerencista en los asuntos internacionales, de extrema derecha y amplio
carácter intervencionista, cuyas metas se apoyan en cadenas de mentiras y
falsedades. Entre estos personajes están Marco Rubio, Eliot Abraham, Mike
Pompeo, John Bolton, entre otros menos radicales; sin olvidar que su anterior
portavoz ante la Asamblea General de la ONU, Nikki
Haley, dimitió en una atmósfera enrarecida, además del tácito rechazo
que ha provocado su labor “diplomática” en la ONU. Aunque los expertos en
relaciones internacionales han expuesto que la sustitución de Nikki por la
inexperta Heather Nauert (presentadora de Fox News, el canal favorito del
presidente) ha sido otro mal paso.
Desde las fatídicas palabras de Obama en entrevista a VOX:
“tenemos que torcer el brazo a países que no harían lo que necesitamos que
hagan”; la administración de Trump lo lleva más bien a acometer a fracturas de
huesos irreparables, por una continua puesta en marcha de agresiones contra
diversos países en diversas latitudes, sin tomar en consideración las
consecuencias políticas. Esto pone en entre dicho, una vez más, la diplomacia
del gobierno de EE.UU. y va creando una creciente involución en el papel que
ese país desea jugar en el mundo.
Trump se esfuerza en la construcción de un muro en la frontera con
México e imponer medidas coercitivas para frenar la inmigración latinoamericana,
incluyendo la separación de padres e hijos que llegan a cruzar la frontera,
encarcelándolos en condiciones inhumanas y provocando más de una víctima
mortal.
Las constantes tensiones con China en el campo económico, las
crecientes amenazas y sanciones contra Corea del Norte, la salida del acuerdo
nuclear con Irán para “favorecer” un clima tenso y al límite bélico, el cambio
de su embajada a Jerusalen en abierta complicidad al genocidio que Israel comete
contra Palestina, su directa participación en la guerra contra Siria y
desacuerdos con Rusia en la posición de cada uno de ellos en esta contienda, el
retiro de la Embajada estadounidense de La Habana, el apoyo propagandístico a
la colonización de Yemen por Arabia Saudita. A todo esto, también están las
crecientes agresiones contra países latinoamericanos que han decidido forjarse
un camino propio (Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua) y el apoyo al
reforzamiento de la derecha de la región, con el objetivo de recobrar su “patio
trasero”.
Lo más llamativo de la actual administración es que fue
precisamente Trump el que inició la campaña contra las Fakes News, pero ha sido
él mismo el que lleva un alto record de mentiras. El diario The Washington Post
declaró que en los primeros días de mandato, el presidente Trump declaraba una
media de 5 mentiras por día, pero que en los últimos meses las superó a 23
diarias; es decir, en todo lo que llevaba de mandato, Trump ha hecho más de 10.000 declaraciones «falsas o engañosas».
Fue sorpresa para el mundo las revelaciones
públicas que hizo Julian Assange en 2009 a través de su web Wikileaks. Pero se
debe tener presente que los grandes medios devoran la verdad, pero se alimentan
con la manipulación. En el
2010, los diarios The New York Times, The Guardian, Der Spiegel, Le Monde y El
País se beneficiaron con la información cedida por Assange, donde
puso al descubierto los crímenes del imperialismo en sus guerras en Oriente
Medio o los truculentos negocios de empresas tapaderas que se beneficiaban con
la guerra y las operaciones subversivas en otros países. Sin embargo, muy a
pesar de las impactantes imágenes de vídeo del asesinato cometido desde un
helicóptero militar estadounidense contra civiles en Irak y los miles
de documentos militares sobre Afganistán,
como de tantas otras operaciones contra otros países en otras latitudes, en esa
gran prensa nunca faltaron los matices
para dejar claro en el guión editorial imperialista exigió que el acto de
Assange fuese declarado como “traición”. Después de tantos años de empeños de
condenarlo, fue entregado a la jauría. La prensa ya no habla de los crímenes
del imperialismo, sino que ponen el foco en las “causas” que le imputan.
Lo más curioso es que la prensa capitalista, aun conociendo muy
bien la política intervencionista de EEUU y el proceder injerencista de sus
mandatarios, siguen canalizando por sus medios determinados estados de opinión
que excusan el comportamiento beligerante, agresivo y hegemónico de EEUU; como
de igual manera siguen sin denunciar la barbarie israelí o saudita, mientras
ponen todos sus instrumentos en diabolizar a otros pueblos que luchan por su
soberanía o se resisten a no ser pisoteados (a no dejarse torcer el brazo) por
los intereses imperialistas de EEUU y Europa.
Aquellos países que deciden construir su porvenir por medio de un
camino propio, que ofrecen políticas con alternativas sociales más justas,
promueven la cooperación bajo principios de respeto mutuo y levantan
instrumentos de integración y de paz, le llaman dictaduras, terroristas o ejes
del mal; pero a los que crean conflictos políticos entre países, promueven
guerras, comenten masacres, financian organizaciones verdaderamente terroristas
y se enriquecen con el expolio de los recursos ajenos y la industria
armamentista, la prensa capitalista les llama gobiernos democráticos.
¿Muy irónico, verdad?
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