Por Rodolfo Romero Reyes, Ana María Cabrera Marsden
«Los jóvenes deberían leer
más a Fernando Martínez Heredia», nos dijo un amigo, mientras recomendaba uno
de sus textos en específico: «Siete retos para los jóvenes de América Latina».
Se trataba de la
intervención del destacado intelectual cubano durante la presentación de la Red
de Redes en Defensa de la Humanidad, en el XVIII Festival Mundial de la
Juventud y los Estudiantes, Quito, Ecuador, el 12 de diciembre de 2013.
Primer reto. [...]El primer reto
parte de la realidad de que una gran parte de los jóvenes de nuestro continente
se enfrentan todos los días al desafío de sobrevivir y encontrar un lugar en el
mundo. Padecen hambre o carecen de alimentación suficiente, de servicios de educación
y de salud, de empleo, y viven en familias precarias. Saben del trabajo
infantil, de la delincuencia de los pobres, la prostitución y el consumo de
drogas baratas. Esos jóvenes no están aquí, no conocen lo que hacemos ni
nuestros escritos —muchos no podrían leerlos—, ni es probable que les
interesen. No suelen votar, porque no sienten suya la política que existe en
sus países. Por consiguiente, muchos pueden ser acarreados precisamente por los
culpables de la vida que llevan, si les resuelven algunas de sus necesidades
perentorias. [...] Debemos ir a ellos, conocerlos realmente en vez de creer que
los representamos, acompañarlos en sus vidas y sus afanes, con el fin de
ayudarlos a ser rebeldes y pelear por ideales, ganarnos el derecho a
conducirlos en el prolongado y difícil proceso de cambiar sus vidas y las
sociedades de explotación, desigualdades, exclusión y opresiones.
Segundo reto. Lograr combinar las
tareas y las satisfacciones personales —el amor, el trabajo, el estudio, las
inclinaciones particulares— con intereses cívicos, con la necesidad de conocer
el mundo en que vivimos y sus problemas. Darles lugar en nosotros a ideales que
hacen crecer las dimensiones humanas y brindan una riqueza personal que
trasciende, y lograr gobernar la esfera de los egoísmos. Ir más allá de las
reacciones esporádicas ante incidentes y los entusiasmos efímeros.
Tercer reto. Tomar conciencia de
las claves fundamentales del sistema capitalista y la manera de vivir que
genera, difunde y mantiene. Conocer sus hechos, sus instrumentos, su
criminalidad despiadada, su conversión de los individuos en agresores entre sí
y en indiferentes ante las desgracias ajenas. Conocer las funciones sociales de
dominación que cumplen los atractivos que en realidad posee el capitalismo, y
que ese sistema constituye un complejo orgánico, lo cual permitirá situarse
mejor ante sus manifestaciones. Salir del control que ejerce su sistema de
información, formación de opinión pública, entretenimiento y gustos. Pensar las
contradicciones y los conflictos, y buscar sus causas. Pero no basta con
conocer: en realidad los sentimientos que concentran energías y fomentan
motivaciones, y que desatan actitudes y actuaciones, son tan importantes como
las ideas y los conocimientos.
Cuarto reto. Vivir la conciencia que se
está adquiriendo como un conjunto de ideales, convicciones e ideas que llevan a
la actuación. Reunir las capacidades personales, la necesidad de participar en
causas justas, los deseos de goces y satisfacciones, los impulsos de rebeldía,
los conocimientos que se adquieren, para integrar con el conjunto a una joven o
un joven consciente y rebelde.
Quinto reto. Darles permanencia a
esas transformaciones conquistadas y convertirlas en guía de los juicios y
motor de la actividad, tanto de la vida cotidiana como de las jornadas
trascendentes. Es decir, aprender a luchar y a ser militante revolucionario.
Sexto reto. Poner una gran parte
de sus esfuerzos, capacidades y sentimientos dentro del cauce de un colectivo,
lo que implica ceder una parte del albedrío y de la libertad del individuo, al
mismo tiempo que puede crear un instrumento organizativo que multiplique las
fuerzas y las cualidades de cada uno y las posibilidades de victoria. Las
organizaciones revolucionarias no son una panacea: sus realidades y su historia
lo muestran claramente. Por eso, precisamente, no temer a entrar en ellas
constituye un reto para los jóvenes revolucionarios, y aun mayor es el reto de
no estar dentro de ellas para perder cualidades y asumir rituales vacíos, sino
para contribuir a transformarlas en nuevas organizaciones capaces de ser
realmente revolucionarias. El desafío está en comprender que la organización y
la política son indispensables, y a partir de esa comprensión y la actuación
consecuente inventar nuevas formas revolucionarias eficaces de hacer política.
Séptimo reto. Practicar la
solidaridad como ley primera de los intercambios humanos y las relaciones
sociales. Al actuar y pensar en política, el contenido concreto del medio en
que cada uno viva y se mueva serán determinantes, y por consiguiente debe ser
priorizado. [...] Ser internacionalista es triunfar sobre un desafío vital. El
colonialismo ha sido el modo criminal y devastador de mundializarnos del
capitalismo, la liberación nacional antiimperialista es la ley de la creación
de nuevos seres humanos y de sociedades libres. La unión del patriotismo y el
internacionalismo es el camino seguro para que ese proceso de creaciones no
pueda ser detenido ni derrotado. Es forjar la dimensión que nos une a través y por
encima de todas las diferencias y todas las fronteras.
Después
de leer con detenimiento cada una de sus tesis, decidimos reunirnos con jóvenes
de diferentes procedencias para discutir lo que en ellas se planteaba.
Organizamos un taller en la sede del hoy Memorial de la Denuncia, en La Habana.
Desde Argentina, Colombia, Honduras, México y Cuba llegaron algunos. Una amiga
paraguaya y otra brasileña enviaron sus ideas a través del correo electrónico.
Durante tres días nos reunimos para hacer lo que algunos llamarían «análisis de
coyuntura». Por supuesto, invitamos a Fernando. Cuando supo de la idea quedó
fascinado y confesó que no creía que su humilde texto mereciera semejante
análisis, pero enfatizó en que si sus ideas motivaban que los jóvenes se reunieran,
debatieran y propusiesen acciones para el cambio social, él estaría complacido
en sumarse a nuestro empeño.
El taller sesionó durante
tres jornadas en las que compartimos nuestras realidades en América Latina
desde la práctica, activa y militante.
Luego dialogamos a partir de la obra revolucionaria escrita por
latinoamericanos que fueron y son ejemplo para las generaciones actuales:
Camilo Torres, Ernesto Guevara, Roque Dalton, Hugo Chávez, Fidel Castro,
gracias a la colaboración amiga de la editorial Ocean Sur. También consultamos
otros autores contemporáneos que hablan sobre temas similares.
Lo que había comenzado como
la rápida lectura de un artículo de Fernando, se multiplicó en el diseño de un
taller, la convocatoria a jóvenes que no conocíamos, la lectura de textos nunca
antes hojeados y la relectura de otros por los que siempre es sabio volver.
Motivados por las mismas
provocaciones —los retos para nuestra generación—, cada uno de los
participantes, incluidos quienes lo hicimos desde la coordinación, compartió
sus puntos de vista, matizados por los entornos sociopolíticos que vivimos y la
experiencia militante en diversas organizaciones, proyectos o movimientos
sociales.
Por último, a modo de
conclusión y armados con un papelógrafo y varios plumones, empezamos a listar
nuestros retos como generación joven de América Latina y el Caribe.
Retos para los jóvenes de
hoy:
·
Generar estrategias para romper el aislamiento entre
los pueblos.
·
Construir identidades comunes como países
latinoamericanos, como continente.
·
Unirnos como latinoamericanos.
·
Buscar estrategias comunes para cambiar los
referentes. El capitalismo no es la opción.
·
Rescatar nuestras historias y raíces comunes.
·
Rescatar los procesos de Revolución en América Latina.
·
Rescatar la confianza en los movimientos de
transformación, de cambio social.
·
Contribuir al empoderamiento social desde la
conciencia.
·
Acercarnos a la gente, organizarnos, luchar por una
batalla cultural.
·
Romper la división entre la juventud pobre,
desempleada, maltratada, delincuente, explotada, que se prostituye… y la
juventud militante comprometida. Reconocernos como juventudes.
·
Combinar satisfacciones personales con intereses
cívicos.
·
Tomar conciencia de clases.
·
Vivir el proceso de concientización de forma tal que
nos lleve a la actuación.
·
Aprender a luchar y ser militantes revolucionarios y
revolucionarias.
·
Comprender que la organización y la política son
indispensables para las nuevas formas revolucionarias.
·
Practicar la solidaridad como ley primera de los
intercambios humanos y las relaciones sociales.
·
Acrecentar el compromiso y la participación política.
·
Mantener activo el ciclo entre
conciencia-acción-militancia.
·
No dejar de militar frente a las dificultades.
·
Luchar contra la desmemoria.
·
Insistir en una formación política-ideológica desde lo
que exige e impone el mundo de hoy.
·
Producir desde lo latinoamericano (alimentos, ropa…
símbolos).
·
Luchar contra el sectarismo y luchar por la unidad.
·
Actualizar las formas de lucha.
Motivado por nuestra
discusión, al leer la relatoría de nuestras discusiones, Fernando decidió hacer
nuevos aportes:
“Alegría grande al ver que
discutieron de manera libre y profunda, y sobre todo que multiplicaran los
retos. Sería absurdo opinar sobre todo lo que hicieron, o «poner al día» mis
retos. Les pido entonces permiso para solo exponer y resaltar algunos aspectos.”
“Quisiera comentar que no hay que estar «completos» para triunfar, ni para
lograr cambios profundos y trascendentales. Pero sí es imprescindible adquirir
cierto número de cualidades y rasgos esenciales básicos, y lo más importante,
pasar a actuar con decisión, conciencia y alguna organización, mantenerse
actuando sin ninguna excusa y ganar cada día más organización y más conciencia.
Nadie ha logrado vencer y comenzar a cambiar el mundo porque ya estaba muy bien
preparado para hacerlo. En realidad, los sistemas de dominación estructurados
implican siempre una dominación cultural, y solo pueden ser destruidos por
fuerzas que se forman dentro de ellos y padecen cierto número de sus propios
rasgos. Por eso es siempre tan complejo y difícil el logro de verdaderas
transformaciones profundas, su permanencia y su avance real en el sentido de ir
acabando con todas las formas de dominación humana y social, y de ir creando
nuevas personas y nuevas sociedades.
[...]
“Ante todo, lo mejor es
llamar a las cosas por su nombre, como pedía el manifiesto estudiantil de
Córdoba, Argentina, de 1918, que inauguró el famoso movimiento de reforma que
se extendió pronto por todo el continente. En la actualidad latinoamericana, el
nombre de lo necesario y lo que hay que querer, pelear y lograr se sintetiza en
una palabra: revolución. Estuvieron tan malos los tiempos después de las
dictaduras, que se aceptó no utilizar ciertas palabras para evitar quedar
aislado, no ser eficaz, ser demasiado mal visto. Entre otras desaparecidas ha
estado la palabra revolución. Una de las
identificaciones, entonces, de qué buscar, adónde ir, estuvo, por ejemplo, en
la palabra «alternativa», y una bandera de resistencia frente a la situación
era estar contra el neoliberalismo, objetivo que se suponía compartible tanto
por socialistas como por otras personas honestas. Pero todo tiene
consecuencias, y hace mucho se sabe que entre el pensamiento y el lenguaje hay
relaciones muy profundas. Recortar el lenguaje ha influido demasiado en limitar
el alcance del pensamiento.
“[...] La actuación será lo decisivo, no las
declaraciones. Pero una actuación consciente y organizada, que sepa distinguir
entre lo que pudo ser eficaz en otros tiempos y situaciones y ahora no lo es,
de lo que es indispensable continuar y que permanezca; y lo que es
imprescindible cambiar e inventar y crear. En la lógica de la política que se
permite pensar y hacer dentro del sistema de dominación, lo posible es
completamente insuficiente para situaciones de crisis del campo popular y la
geopolítica se vuelve una ciencia de lo que no se puede pretender. Por
consiguiente, hablo de actuación que enfrente con decisión lo central y lo
esencial y proceda en consecuencia a favor de la libertad y la justicia, una
actuación que se rija solamente por sí misma. Y aquí aparece la segunda
cuestión: comprender que la única obligación irrenunciable que tienen hoy los
pueblos que se han puesto en movimiento en América Latina y el Caribe es
defender, conservar y profundizar sus movimientos y los logros, e ir en busca
de poderes populares. Ninguna madeja de procedimientos e instituciones del
sistema de dominación capitalista puede ser superior ni imponerse contra
aquella necesidad de los pueblos.
“¿Quiere eso decir que no es
hora de pensar, que no hace falta el pensamiento? De ninguna manera. El
pensamiento humano y social que se levanta por encima de la mezquindad de la
reproducción de la vida en la que parecen naturales todas las iniquidades, y
logra entender, explicar, divulgar, discutir, llamar a actuar por los cambios
radicales y la creación de personas y sociedades nuevas, es un instrumento
fundamental. Por eso es que el monstruoso sistema totalitario que pretende
controlarlo todo practica a escala mundial una guerra cultural que tiene como
uno de sus fines básicos lograr que la gente no piense ni se interese por
pensar, que abjure del futuro y del pasado y viva en un eterno y mezquino
presente, que viva muchos miedos y sienta mucho egoísmo, que le sea indiferente
la vida y la suerte de los demás, que se reduzca a ser el público que se entera
de una masa de acontecimientos y de tonterías y no puede distinguir entre ellos
ni pensar acerca de ellos, y que ande solo entre las multitudes.
“[...] La cultura acumulada
de resistencia y rebeldía siempre es un factor de la mayor importancia, junto a
los análisis concretos y el pensamiento ambicioso acerca de lo actual. Me
permito terminar recordando una entre tantas propuestas de uno de los más
grandes seres humanos revolucionarios que ha existido, José Martí: «es la hora
de los hornos, y no se ha de ver más que la luz».”
En el
momento que sosteníamos esta discusión, nos unía el amor por la revolución
latinoamericana, ese sueño tan utópico, pero tan necesario. Conocernos y dialogar
entre jóvenes y con el profe de generaciones, constituyó una fuente
incalculable de sensibilidad política y saberes compartidos, al tiempo que
removió en lo más profundo esos sentimientos revolucionarios y emancipadores
con los que hemos crecido.
Ahora debemos asumirlos como
base para que otros jóvenes simpaticen con los nuestros y elaboren los suyos.
Pero lo más importante es que sirvan de asidero para nuestro quehacer
cotidiano, nuestra lucha constante. Como generación tenemos el desafío de construir
una sociedad nueva, más justa, socialista, solidaria. Empecemos primero por
creérnoslo, luego juntémonos todos y echemos a andar, lo demás será solo
cuestión de tiempo, de no cansarnos, de resistir y de vencer.
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