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martes, 5 de noviembre de 2019

Cuando la mentira va llena de odio


Tomado de Juventud Rebelde
Por Raciel Guanche Ledesma

Se le atribuye al nazifascista Joseph Goebbels la frase de que una mentira mil veces repetida se convierte en verdad. Esta expresión bien puede resumir el mundo convulso y globalizado en que vivimos, en el que abunda la desinformación de las masas, ante la sobresaturación de contenidos y el rol hegemónico de los grandes medios.

Muchas personas, acaso por su deseo ególatra, participan con fuerza en los espacios digitales, y se convierten en ejes protagónicos de la comunicación moderna. Son ellas quienes construyen sus propias agendas y jerarquizan propuestas y no siempre lo que dicen va aparejado a la estricta realidad.
Engañar en estos días de ciberguerra resulta un negocio muy rentable y práctico, porque detrás del gigantesco capital que respalda a las redes sociales e internet, aparecen la manipulación y el juego sicológico como instrumentos potentes para confundir a las mayorías.
Conocemos, porque lo hemos escuchado desde hace muchos años, el término fake news (noticias falsas). La expresión, socializada en poco tiempo, hace recordar las campañas difamatorias que sobre Cuba y su pueblo se han fabricado desde el mismo triunfo revolucionario.
Los métodos actuales se renuevan con un mismo fin: hacer de la «posverdad», como también es conocido el fenómeno, un arma fuerte para aniquilar y hacer desvariar las mentes débiles.
Desde hace algunos años los cubanos vivimos un proceso de informatización de la sociedad que procura el desarrollo digital del país. Internet y las redes sociales constituyen un recurso de comunicación muy usado en el país. La muestra fue el pasado año, cuando Cuba estuvo entre las naciones con mayor crecimiento de internautas en el mundo.
En este ámbito multimedial que irrumpe en la nación, personajes carentes de credibilidad, pero con influencias en los escenarios digitales, sin duda, marcan la vanguardia del imaginario confuso que transmite sensaciones de odio.
Nuestro país vive días complejos por la situación hostil que atraviesa y la acción de algunos oportunistas, pues minorías remuneradas desde el vecino norteño, aprovechan determinados resquicios de la realidad para propagar sus mensajes divisorios.
Con el marcado excentricismo de quienes disfrutan ver una precariedad inexistente para luego criticar sin base ni autenticidad, algunos youtubers o «periodistas» independientes que no toleran diferencias ideológicas se inmiscuyen con total arrogancia en la vida de la nación.
Descaradamente proponen soluciones, piden intervención extranjera y se lanzan a un vacío de ofensas en el que llaman régimen castrista al orden social, que tiene de dictadura lo que ellos de dignidad.
Tergiversan la verdad y luego cobran grandes cantidades por sus labores sumisas, que van encaminadas a concretar un desarme moral del pueblo a través de la palabra colérica.
Sin embargo, vale preguntarse. ¿Son del todo creíbles estos personeros de YouTube y medios «independientes»? Por increíble que parezca, algunas personas son arrastradas a ese juego de rencor.
Entran al espacio de falsedad, no comprueban lo auténtico y se dejan llevar por el sensacionalismo de frases irracionales. Así pasa con el minúsculo porciento que se hace eco de mentiras y luego las divulga, muchas veces sin saber que son víctimas del engaño.
No habrá que ser un profesional de la prensa para distinguir dónde está el error, pero sí debemos ser cuidadosos y precisos ante ciertas propuestas nebulosas o confusas que se ofrecen en las redes.
Aprovechemos las bondades tecnológicas que brinda el país, pero seamos siempre suspicaces en el contexto digital, porque una mentira cercada de odio puede ser la bala perfecta para atentar contra la dignidad en los nuevos escenarios.

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