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sábado, 28 de diciembre de 2019

CUBA: LA REVOLUCIÓN DEL CONOCIMIENTO

Tomado de Contexto Latinoamericano. OceanSur
POR 
La Revolución Cubana cumplió 60 años. La ocasión de celebrar este suceso histórico amerita una reflexión sobre el camino transitado, y las enseñanzas que se pueden extraer del mismo. El presente trabajo se encamina en esa dirección, desde la perspectiva de las transformaciones educacionales y científicas que han tenido lugar en la nación,  con la plena consciencia de que resulta imposible resumir su historia en tan breve espacio.



Un largo camino
Para aquilatar en toda su dimensión la transformación en la esfera del conocimiento que trajo consigo la Revolución Cubana, es preciso comenzar compartiendo algunos datos que revelan el profundo atraso que esta heredó de la República mediatizada. En 1958 el 23,6% de la población del país se consideraba analfabeta, es decir, aproximadamente un millón de personas no sabían leer ni escribir, a lo cual había que sumar otro millón más de semianalfabetos (Silva, 2008).

El deplorable sistema de educación pública no satisfacía las demandas de la población con menos recursos, ni las necesidades del desarrollo nacional. Cerca de 600 000 niños carecían de escuelas, y 10 000 maestros no tenían un empleo (Silva, 2008). Tal era el grado de abandono del sector que el problema de la educación fue incluido por Fidel Castro en el Programa del Moncada como una de las seis prioridades que debían ser atendidas tras el triunfo revolucionario.

Por aquel entonces el país solo contaba con tres universidades públicas y la matrícula total de la educación superior en 1958 apenas llegaba a 15 000 estudiantes (Silva, 2008).

La producción del conocimiento científico y tecnológico tampoco había avanzado mucho. Los resultados de la ciencia cubana se sustentaban más en el papel de figuras prominentes que en el esfuerzo de las instituciones de la nación. Inclusive, en el informe de la Misión Truslow publicado en 1951 se reconocía la poca formación práctica que tenían los estudiantes de la educación superior, el escaso desarrollo de la investigación, la cual se limitaba principalmente a algunas capacidades tecnológicas en el sector agrícola, así como a la presencia de varias sociedades profesionales, circunscritas a campos específicos, u organizaciones de carácter más general como la Academia de Ciencias de La Habana (Montero, 2012).

En el terreno de la química, un área de la ciencia tan relevante para el desarrollo, antes de 1959 solo se habían publicado tres artículos científicos en el importante sistema editorial de la Sociedad Química Americana, lo cual revela el atraso relativo que predominaba en dicho campo (Montero, 2012).

Estos elementos, entre otros, nos permiten comprender cuán ambiciosas y esperanzadoras resultaron las palabras de Fidel el 15 de enero de 1960, en la Sociedad Espeleológica de Cuba, cuando afirmó que «el futuro de nuestra patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento» (Castro, 1960). Para esa fecha se habían dado los primeros pasos en función de la trasformación educacional que emprendió el país —por ejemplo, ya se había dictado la Primera Reforma Integral de la Enseñanza—, aunque estaban pendientes de ejecutar o culminar otras trascendentales tareas, como la Campaña de Alfabetización o la nacionalización de la educación.

Los resultados del esfuerzo realizado en esta primera etapa no se hicieron esperar, aún en medio de la hostilidad de Estados Unidos y de las restricciones materiales impuestas por las condiciones económicas prevalecientes. Ya a la altura de 1975 el país contaba con 5,5 veces más estudiantes universitarios, tenía 6,3 veces más graduados de sexto grado y estaba invirtiendo 11 veces más en educación que el año anterior al triunfo revolucionario (Silva, 2008).

En aquel momento, parecía que en las décadas siguientes la tarea principal a emprender consistiría en mantener el ritmo de las transformaciones científicas y educativas. Sin embargo, el duro golpe al país que representó el derrumbe del campo socialista y la implantación del Período Especial planteó un importante desafío para el sostenimiento de los logros obtenidos en estas esferas.

Solo con la sólida convicción de que la educación y los avances de la ciencia constituyen baluartes irrenunciables de la Revolución, se pudo mantener lo alcanzado. En los momentos más duros del Período Especial, las escuelas, universidades y centros de investigación permanecieron abiertos, a pesar de los costos sustanciales que esto acarreó. Frente a la crisis, se impuso la austeridad en el manejo de los recursos; así como la creatividad de los trabajadores para continuar realizando sus funciones en condiciones de extrema escasez.

No obstante, aún en estas circunstancias el gobierno revolucionario nunca renunció a sus aspiraciones de construir una sociedad cada vez más sustentada en el conocimiento. Así, una vez que fueron superados los años más complejos de la crisis, se realizó un relanzamiento del programa educativo nacional como parte de la Batalla de Ideas.

En ese marco, bajo la dirección de Fidel Castro se inició una transformación cultural e intelectual de primera magnitud, donde puede afirmarse que el conocimiento ocupó un rol central. Como resultado, el sistema nacional de educación se vio completamente estimulado: se dinamizó la formación de personal docente para las diferentes enseñanzas; las escuelas fueron dotadas de nuevos materiales como televisores, videos y computadoras; se logró disminuir la matrícula de estudiantes por aula; se crearon dos canales de televisión con fines educativos; entre muchas otras trasformaciones.

La Universidad, también partícipe de esas acciones, extendió sus alcances como nunca antes: en el curso 2007-2008, con cerca de 744 000 estudiantes, se alcanzó la matrícula universitaria más alta en la historia nacional, la cual gracias al proceso de universalización de la educación superior llegó a alcanzar a todos los municipios del país, asegurando con ello el mayor nivel de inclusión social posible.

Los pasos que se dieron durante la Batalla de Ideas para fortalecer la base intelectual de la nación son palpables al nivel de la economía nacional. Si en 2006 el 13,9% de la fuerza de trabajo tenía nivel universitario, una década más tarde esta proporción se había elevado al 22,5% (ONEI, 2017 y 2018).

El contexto actual
Con la aprobación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución en 2011 —los cuales fueron actualizados en 2016— las políticas de educación y ciencia fueron incorporadas como una parte orgánica de la actualización del modelo de desarrollo cubano. En principio, se trata de adoptar las medidas para avanzar hacia un modelo de desarrollo más funcional a las necesidades del país y que sea sostenible a través del tiempo.

Un reconocimiento del papel del conocimiento en la sociedad cubana también aparece reflejado en el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030, donde se define al potencial humano y a la ciencia, tecnología e innovación como ejes estratégicos del cambio (PCC, 2016).

Las transformaciones ocurridas hasta la fecha han sido varias, incluyendo cambios normativos y organizativos en los sectores que aquí se analizan. Dentro de estas se destaca la racionalización de los gastos en educación, lo cual se ha hecho buscando en todo momento salvaguardar las conquistas alcanzadas por la Revolución en esta esfera (PCC, 2011). En consecuencia, el presupuesto dedicado a esta actividad dejó de crecer como en años anteriores, y ha adoptado un comportamiento más estable, ascendiendo en 2016 a 8,2 mil millones de pesos (ONEI, 2017).

No obstante, con este resultado Cuba se continúa ubicando como el país que más proporción de su PIB dedica a la educación en América Latina y el Caribe (Véase el gráfico 1).

La posición alcanzada por Cuba en el gráfico 1 no puede resultar extraña si se toma en cuenta que, a pesar del ajuste necesario, en la Isla se reconoce la educación como un derecho del pueblo, y en correspondencia con esto se garantiza que sea posible transitar desde la primaria hasta el doctorado sin pagar un centavo por ello.

En cuanto a lo logrado, algunas cifras básicas permiten entender las dimensiones del sistema educativo cubano en la actualidad. Para el curso escolar 2016-2017 el país contaba con 10 567 escuelas en los diferentes niveles de enseñanza, casi 300 000 educadores y una matrícula inicial que superó los 2 millones de alumnos (ONEI, 2017).

Asisten a la educación primaria y media un total de 685 000 y 732 000 estudiantes, respectivamente. En la primera de estas, se dispone de 74 000 maestros, y en la segunda de 78 000. A pesar de las limitaciones, el país mantiene un amplio sistema de becas y apoyos para los estudiantes. Durante el curso 2016-2017 se registró la cifra de 147 000 becarios y 820 000 alumnos seminternos (ONEI, 2017).

Las matrículas universitarias, que mostraron una tendencia a la baja durante varios cursos, luego del curso escolar 2015-2016 comenzaron a incrementarse, y en la actualidad se encuentra en torno a los 219 000 estudiantes, de los cuales el 61,6% son mujeres. Las actividades de docencia e investigación se llevan adelante por 54 000 profesores que pertenecen al claustro de la educación superior. Para 2015 se encontraban participando en maestrías y especialidades casi 145 000 personas, mientras que en el nivel de doctorado esta cifra ascendió a 5 776 (ONEI, 2017).

La solidez del sistema educativo le ha permitido a Cuba proyectarse como un oferente de cooperación internacional. Por mencionar dos ejemplos, el programa de alfabetización «Yo sí puedo» hasta 2016 se había implementado en casi una treintena de países, beneficiando a más de 9,8 millones de personas; mientras que en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) durante el período 1999-2016 se habían formado 27 630 profesionales de 84 países (Morales, 2017).

En el terreno de la investigación científica, el país cuenta con 208 entidades de ciencia, tecnología e innovación, de las cuales 131 son centros de investigación, 19 centros de servicios científicos y tecnológicos y 58 unidades de desarrollo e innovación (CITMA, 2018). Dentro de ese sector se mantienen trabajando más de 86 000 personas, de las cuales 6 839 son investigadores a tiempo completo (ONEI, 2017).

Las publicaciones científicas cubanas han mostrado una tendencia al incremento en las últimas décadas, aunque el país se mantenga por debajo de su potencial. Por ejemplo, entre 1995 y 2015 los artículos indexados en el Science Citation Index casi se triplicaron, mientras que aquellos registrados en la base de datos de Scopus crecieron 9,3 veces (RICYT, 2017).

En estos últimos años se han obtenido resultados mucho más discretos en la actividad nacional de patentamiento —o sea, en el registro de invenciones—, lo cual constituye un reflejo de las restricciones de la economía nacional, el resultado de un crecimiento sustentado en la expansión de los servicios, y la preferencia de las organizaciones cubanas por otras formas de protección de la propiedad industrial, tales como el secreto industrial o las marcas. Para 2016 la cantidad de patentes solicitadas en la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial fue de 195, de las cuales solo 32 fueron solicitudes formuladas por entidades nacionales (ONEI, 2017).

Como colofón del trabajo realizado, el ejemplo del Polo Científico —hoy una parte sustancial de la Organización Superior de Dirección Empresarial BioCubaFarma— puede mostrar los dividendos de la inversión en industrias basadas esencialmente en el conocimiento, donde predominan las actividades donde se completa el ciclo de investigación-producción-comercialización. Entre los resultados que ostenta el desarrollo de la biotecnología cubana se encuentran su capacidad para satisfacer una parte sustancial de las demandas de medicamentos del sistema de salud cubano; crear empleos con salarios por encima del promedio nacional; generar ingresos por exportaciones en divisas convertibles; y contribuir a los programas de cooperación en salud que mantiene Cuba.

La hora de pasar balance
Disponer de un sistema educacional y científico que a menudo se utiliza como referente de los países en desarrollo, no significa que aún no existan obstáculos por superar. Como en todo proceso creador hay logros, hay aciertos, pero también hay fracasos, y problemas por resolver. Por el momento, queda claro que la infraestructura cubana del conocimiento es receptora de las restricciones en el ámbito material que enfrenta el país, lo cual incluye el mal estado constructivo de algunos inmuebles; que muchas plazas laborales de educadores y trabajadores de la ciencia están sin cubrir, lo que es debido en parte al estancamiento de los salarios en la actividad presupuestada; que se necesita redoblar el esfuerzo en materia de tecnologías de la información y las comunicaciones —incluida la conectividad a internet— para ser capaces de aprovechar los avances científicos y tecnológicos que ocurren a nivel mundial y que resulta necesario incrementar el financiamiento en divisas para estas actividades, entre otras acciones.

Sin embargo, más allá de las limitaciones se percibe el saldo favorable de una obra a la cual se agradece que hoy en día Cuba sea un país mejor, más humano, más consciente de sus alcances y de las oportunidades que surgen en el entorno.

¿Cuáles entonces han sido las enseñanzas que se pueden extraer en este contexto? A continuación se sintetizan al menos siete de ellas:



•    Desde la experiencia de Cuba se ha probado que el desarrollo social —en el caso que se analiza aquí, reflejado en las actividades asociadas a la creación del conocimiento— no es solo una cuestión de disponer más o menos recursos económicos, sino también de voluntad política para redistribuirlos en beneficio del pueblo. Lo ocurrido después del derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), justo cuando se acrecentaron los efectos del bloqueo de Estados Unidos, demuestra que sí se puede apostar en el largo plazo por el beneficio colectivo si se aplican las políticas adecuadas.
•    Se ha evidenciado que en materia de gastos e inversiones en educación y ciencia hay que buscar un criterio de racionalidad, pero nunca se pueden concebir estas actividades bajo el criterio economicista que busca siempre comparar gastos contra resultados. Si fuese así, una buena parte de las inversiones hechas en estos 60 años nunca se hubieran concretado. La experiencia ha demostrado que el conocimiento es un motor del desarrollo del ser humano, un componente esencial del crecimiento espiritual del individuo, lo cual trasciende las fronteras de cualquier análisis costo/beneficio que se pueda realizar.
•    Cuba ha mostrado que las realizaciones nacionales pueden y deben ser compartidas, principalmente con aquellos que menos tienen. En este aspecto, como tantas otras veces, el país ha aplicado el principio de compartir lo que tiene, y no de entregar lo que le sobra. La contribución realizada a la alfabetización de varios pueblos hermanos de América Latina quedará para la historia como un ejemplo de cooperación y solidaridad.
•    Se ha evidenciado que el potencial de uso del conocimiento prácticamente no conoce límites. Como se mencionó más arriba, un ejemplo de esto puede citarse en el terreno de la industria biotecnológica, la cual fue construida prácticamente desde cero; y esta es una enseñanza que tiene un valor hacia el futuro, cuando se piensa en el desarrollo del país. El surgimiento de nuevas tecnologías ampliamente sustentadas en el conocimiento, como la informática, la nanotecnología, o la cadena de bloques (blockchain), revela que constantemente se están creando ventanas de oportunidad que pueden ser aprovechadas si previamente se dispone de ciertas capacidades para ello.
•    La Revolución demostró que la educación es un vehículo para la inclusión social, una fuente para la creación de oportunidades, y un instrumento para la reducción de la desigualdad. En esa vocación, nunca se han dejado de buscar las vías para que aquellos que tienen menos también puedan ejercer su derecho a acceder al conocimiento, y ser partícipes de la edificación de las nuevas relaciones de producción. Por ello en el país se asume la formación no como el mero proceso de preparación para el trabajo, sino como parte de la creación de valores que le permiten al individuo su incorporación productiva a la sociedad.
•    Se muestra que formar al pueblo, dotarlo de una capacidad analítica y un enfoque crítico es un requisito para la creación de la consciencia revolucionaria. Los pueblos ignorantes se vuelven dóciles al bombardeo constante de imágenes y contenidos que genera el capitalismo, y finalmente sucumben a la cultura del consumo desmedido, lo que equivale a decir que se vuelven funcionales a la lógica de la reproducción ampliada del capital. La educación entonces es concebida en Cuba como una herramienta para la lucha ideológica, base de la conciencia de la nación.
•    Se ha evidenciado que la labor de construcción institucional del formidable sistema del conocimiento en Cuba ha sido una tarea colectiva, principalmente encomendada al trabajo anónimo y desinteresado de miles de mujeres y hombres que han entregado sus vidas a materializar el sueño de tener un país cada vez más preparado. Sin embargo, tales logros tampoco hubiesen sido posibles sin el concurso personal y el liderazgo del Comandante en Jefe de la Revolución, Fidel Castro. Las conquistas de la educación cubana durante décadas fueron impulsadas por la fuerza telúrica de su conducción, y sus ideas —junto a la pléyade de pensadores cubanos de todos los tiempos, como Varela, Luz y Martí— alimentan hoy en día la formación de las nuevas generaciones.


Por último, los argumentos que se han expuesto no pretenden agotar un tema tan amplio, donde hay tanta historia acumulada, pero al menos han de considerarse como un esfuerzo para la reflexión y un reconocimiento a la obra que ha quedado, justo ahora que se puede voltear el rostro al pasado y constatar con orgullo que esta también ha sido una revolución del conocimiento.

Bibliografía
CASTRO, FiDEL: «Discurso del 15 de enero de 1960 en la Sociedad Espeleológica de Cuba». En: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1960/esp/f150160e.html.
CEPAL: «Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2016», Naciones Unidas, Santiago de Chile, 2017.
CITMA: «Principales resultados de ciencia, tecnología e innovación 2017», La Habana, 2018.
MONTERO, LUiS: «Visión de la ciencia y la tecnología: problemas actuales», Temas, no. 69, 2012, pp. 4-11.
MORALES, HENRY: Ayuda Ofi cial al Desarrollo de Cuba en el Mundo, Guatemala, 2017.
ONEI: «Anuario Estadístico de Cuba 2016», La Habana, 2017.
ONEI: «Base de datos de la Ofi cina Nacional de Estadísticas e Información de Cuba (2008-2013)», 2018.
PCC: Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, La Habana, 2011.
PCC: Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030: Propuesta de Visión de la Nación, Ejes y Sectores Económicos Estratégicos, La Habana,
2016.
RICYT: «El Estado de la Ciencia. Principales Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericanos/Interamericanos », Buenos Aires, 2017.
SiLvA, ARNALDO: Breve historia de la Revolución Cubana (1959-2000), Editorial Félix Varela, La Habana, 2008.

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