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lunes, 30 de diciembre de 2019

España, intereses comerciales versus intereses políticos.

Embajada de España en La Habana, Cuba. Foto MAEC
Tomado de El Heraldo Cubano
Por Arthur González

Mucho se habla de democracia, respeto a los derechos humanos, leyes internacionales y pactos, pero fundamentalmente es para criticar y sancionar a gobiernos no aceptables para los Estados Unidos, mientras ese país y sus aliados hacen y deshacen sin que nadie los pueda señalar.
Uno de esos es España, cuyo sector empresarial asume posiciones favorables a las relaciones comerciales con Cuba, desafían la guerra económica, comercial y financiera impuesta desde hace 60 años por la Casa Blanca, mientras el gobierno se pliega a los dictados yanquis, aunque lo haga de forma más solapada, pero con idénticos fines.

Así las cosas, el pasado 25 de noviembre la embajada española en La Habana, convocó a un grupo de contrarrevolucionarios, financiados por Estados Unidos para ejecutar actos provocativos contra el gobierno cubano, con el propósito de sostener un encuentro “discreto”, situación que desde hace algunos años no se efectuaba, según publicó el sitio digital CiberCuba, creado y sufragado con dinero de los Estados Unidos.
El contenido del encuentro no fue divulgado a pedidos de los diplomáticos españoles, pero pudiera haber sido para disculpar al Rey por no haber sostenido una reunión con ellos, algo que los yanquis estuvieron exigiéndole a la Corona antes de su visita a la Isla, la primera en 500 años.
En ese sentido se destacó el senador Marco Rubio, quien envió una carta el Rey Felipe VI, exigiéndole que abogara en Cuba por “los principios democráticos, la defensa de los derechos humanos y la libre expresión”, de ahí la actitud que asumió durante la cena ofrecida al presidente cubano, donde pretendió darle lecciones de democracia, mientras en España se apresaba y sancionaba por sedición, a los catalanes que exigen la independencia de Madrid.
La sede diplomática de España ha dado apoyo material, financiero y moral a los contrarrevolucionarios creados por Estados Unidos, desde los años 80, como parte de su visión cercana a los yanquis, tal y como hizo en los años 60 cuando Jaime Caldevila García del Valle y su secretaria, Carmen Jiménez Gómez, ambos miembros de la inteligencia española, asumieron la atención de algunos agentes de la CIA después del cierre de la Estación Local, producto de la ruptura de relaciones diplomáticas de Washington con La Habana, el 3 de enero de 1961.
Por su actividad de espionaje en 1966 el “diplomático” fue expulsado de Cuba.
Cuba representa para España una plaza importante para sus negocios y el empresariado desafía las sanciones establecidas en la Ley Helms-Burton, aprobada por el Congreso yanqui como herramienta para sumir al pueblo cubano en la miseria y que este culpe al socialismo de sus penurias.
Sin embargo, su política ligada a la OTAN, la Unión Europea y sobre todo a los Estados Unidos, hace que mantengan la misma línea de señalamientos a las campañas fabricadas por Washington, sobre las inventadas violaciones de los derechos humanos y la falta de libertades, a pesar de que sus diplomáticos conocen perfectamente que en la Isla no ocurren represiones como se observa en otros países, y la contrarrevolución es sufragada desde el exterior, incluso desde España.
Un claro ejemplo de esto es la negativa del gobierno español a extraditar a Cuba a un individuo que tiene causa legal abierta por el delito de tráfico de personas, encubriéndolo por presiones políticas al calificarlo como “opositor al régimen”, algo bien diferente a lo que exigen respecto a los catalanes que permanecen en otros países europeos, a quienes acusan de sedición y malversación, desconociéndoles su condición de perseguidos políticos, además de la brutal represión que ejecutaron contra los que exigían la independencia en las calles y plazas.
También defienden a los contrarrevolucionarios que calumnian e injurian a los gobernantes cubanos, algo que la ley española sanciona con pena de prisión de seis meses a dos años, si es sobre el Rey, la Reina y su familia.  Para aquellos que se les ocurra afectar el prestigio de la Corona, la ley les impone fuertes multas.
Con Cuba todo es distinto, y un caso más que evidente es el de la española Elena Larrinaga, miembro del Partido Popular y directora del Observatorio Cubano de los Derechos Humanos, construido y costeado por los yanquis, solo para mentir deliberadamente contra el gobierno de Cuba. A ella se le admiten todas sus declaraciones públicas y acusaciones falsas ordenadas desde Miami, sin que nadie la pare su carrera desenfrenada llena de odio hacia la Revolución.
Otro caso que prueba la doble moral española es el respaldo brindado al terrorista venezolano Leopoldo López, instigador y participante en los actos violentos contra instituciones oficiales, universidades y centros comerciales en Venezuela, además de su participación en el frustrado golpe militar a inicios del 2019, junto a Juan El Títere Guaidó.
López fue enviado años atrás al Instituto Lesch Walesa, en Polonia, junto a varios contrarrevolucionarios cubanos para recibir preparación de como subvertir el orden en las calles, crear partidos políticos y otras tácticas que la CIA puso en marcha en aquel país de Europa del Este, dentro de la línea de trabajo del Programa Democracia, aprobado bajo la administración de Ronald Reagan, durante su cruzada contra el sistema socialista.
A diferencia de lo que hace el actual gobierno golpista de Bolivia contra la embajada de México, por darle asilo político a funcionarios del gobierno del presidente Evo Morales, Venezuela no ejecuta ninguna acción de hostigamiento contra la sede de España, a pesar de que en la misma le permiten al contrarrevolucionario Leopoldo López, dirigir acciones subversivas contra el gobierno venezolano, como fue el reciente asalto a una unidad militar al sur del país por miembros de la llamada oposición, donde resultó muerto un militar venezolano.
La vida se encarga de juzgar esas acciones y el 1ro de enero de 2020 la Revolución cubana cumplirá 61 años, a pesar de los miles de millones de dólares empleados por los yanquis para destruirla, porque como aseguró José Martí:
“Lo que tiene razón de vivir trae consigo tal pujanza, que no hay preocupación, ley hostil o capricho pasajero que lo ahoguen”

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