La situación global frente a la pandemia
del COVID-19 se hace cada vez más tensa. No sólo porque los contagios, que
crecen más; sino por la realidad de indefensión que se sufre en diferentes
latitudes, producto de las desigualdades dadas por el sistema
político-económico neoliberal imperante.
Cuba, que lleva ya casi 60 años enfrentándose a una constante política de hostilidades impuesta por las administraciones de EEUU, ha demostrado una vez más al mundo que la Revolución cubana dispone de todos sus recursos para los derechos del pueblo; pero también es capaz de compartir con el resto de los pueblos toda la humanidad que le caracteriza.
El Presidente de EEUU, Donald Trump, no
distingue de prioridades ni posee un ápice de humanismo. En vez de sumarse el
esfuerzo de contrarrestar la propagación de la pandemia y cooperar, recrudece
mucho más el bloqueo económico contra Cuba. Incluso, dispone de sanciones
económicas contra otros pueblos. Su absurda actitud llega hasta el acusar al
presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y a su gobierno de narcotraficantes;
cuando la realidad está en su cómplice colombiano, de donde sí sale toda la
mayor producción de droga del continente y que se comercializa dentro de EEUU.
Mientras Cuba pone a disposición su mayor
riqueza, el recurso humano, y los conocimientos adquiridos en los más de 50
años de solidaridad desplegada por todo el mundo; EEUU mantiene su campaña de
agresiones e incentiva a otros gobiernos a rechazar la ayuda solidaria de Cuba,
sin importar las muertes que eso conlleve.
Aunque la situación actual ha obligado al
presidente Trump a destinar presupuestos para contrarrestar el avance del
coronavirus y medidas de seguridad; hay una mayor enfermedad que tiene
contaminada a ese país: su sistema político.
El presupuesto destinado sólo cubre la
realización de los test, pero no sufraga los gastos de tratamiento para
aquellas personas que estén en dificultades económicas. Según estudio de Keiser
Family Foundation, el tratamiento cuesta unos 9 700 dólares y si el caso
requiere de cuidados especializados, entonces la factura supera los 20 mil
dólares.
La espeluznante realidad en
EEUU muestra que hay más de 27 millones de personas sin seguro médico;
además de poco más de 11 millones de indocumentados. A la cifra anterior,
habría que identificar la cifra de los cientos de miles de personas que duermen
en las calles a falta de un hogar (por ende, también sin posibilidades
económicas para ser tratados_ siendo la población más vulnerable al contagio y
la muerte).
El ver más claro el punto real el
desamparo existente en ese país, el estado de Nevada se tomó tanto al dedillo
las medidas de seguridad en referencia a la distancia entre personas, que hasta
dibujó rayas en el suelo, para que los homeless durmieran con la distancia
segura, EN LA CALLE.
Llama la atención, que en la “tierra de la
libertad”, en la “tierra de la democracia”, los grandes empresarios, apoyados
por los conservadores más cercanos a la Casa Blanca, hacen presión para que se
vuelva al trabajo, sin importar las consecuencias que eso traería consigo; ya
que ellos llaman al contagio “un riesgo”.
Solamente hay que escuchar al vicegobernador de Texas, el republicano Dan Patrick, que
en entrevista a FOX adopta como excusa: “No sacrifiquemos el país… No puedes
dejar que los epidemiólogos gobiernen un país de más 320 millones de
habitantes". No faltan otros agoreros de desgracias, que con su
“preocupación” intentan hacer el papel de psicólogos sociales, como el caso de
Jenny Beth Martin, del grupo Patriotas del Tea Party, quien profetizó que
debido a la recesión económica, “la gente puede acabar sufriendo un infarto,
suicidándose o consumiendo drogas. Hay muchas consecuencias no previstas cuando
la gente sufre un percance económico".
Para mayor crudeza, después que el doctor
Anthony Fauci comunicara a la CNN que muy seguramente la cifra de infectados
superaría los 100 mil en EEUU, el mismísimo presidente Donald Trump, como si
hiciese una profecía cercana a la santísima condolencia divina, mientras
exponía el paquete de medidas este pasado domingo 29, expresó: “si
nos quedamos en los 100 mil muertos habremos hecho un buen trabajo”.
Si esa es la esperanza que trasmite el
presidente del país de la “libertad”, si esa es la democracia y el respeto a
los derechos humanos que tanto cacarean, pues sólo quedaría decir que será una
muerte segura para todos esos desafortunados.
Como el magnate Trump no lo hará, entonces
sí habría que recurrir a la tan alabada frase ¡Qué Dios salve a América!...
pero a esa América pobre y desamparada, como también a esa cuyos países están
gobernados por ineptos, sumisos al imperio, sin ningún ápice de humanismo (Jair
Bolsonaro, Mauricio Macri, Jeanine Añez, Lenin Moreno). Los mismos que
expulsaron a los médicos cubanos y blasfeman de su profesionalidad, en vil
servilismo al imperialismo yanqui, pero también para volver a dejar en el desamparo
a las capaz pobres de los pueblos de Brasil, Argentina, Bolivia y Ecuador
Si este es el tan cacareado “sueño
americano”… ¡Sola vaya! NO LO QUIERO.
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