Hablar de Celia, destacada revolucionaria de la lucha en el llano y la montaña, de la guerra y de la paz es hablar de Fidel, de Raúl, del Che, de Camilo, de Almeida y de muchos otros, que están imbricados con la historia de nuestra Revolución.
Desde los meses anteriores al desembarco del "Granma" hasta su fallecimiento, no hubo un episodio de la lucha revolucionaria, dirigida por Fidel, en el que Celia no haya sido protagonista. Siempre en la primerísima línea de combate.
Durante su infancia y adolescencia y parte de su juventud fueron momentos decisivos en la formación de Celia. Su padre, el doctor Manuel Sánchez Silveira ejerció una influencia determinante en la formación del carácter y de la personalidad de su hija. Humanismo, altruismo, amor a la patria, preocupación por la historia y apasionamiento por las mejores causas del pueblo fueron de las más destacadas cualidades que se formaron en ella.
Tras la nueva esperanza de gran parte de las masas populares, encarnada en la figura de Eduardo Chibas, con su consigna de “Vergüenza contra dinero”, Celia demostró ya su capacidad organizativa, la simpatía y el dinamismo que había alcanzado, interviniendo en el éxito logrado por el Partido Ortodoxo en Pilón.
El 20 de mayo de 1948, Eduardo Chibas, de gira por la provincia de Oriente, como parte de su campaña presidencial, llegó a Pilón, se hospedó en la casa del doctor Sánchez Silveira y presidió dos actos, uno en Pilón y el otro en Media Luna. En ambos, Celia se destacó en su organización.
El jueves 16 de agosto de 1951, estuvo presente en el entierro de Eduardo Chibás, patentizando su condición de ortodoxa. Allí también estuvo Fidel, sin embargo a pesar de esta coincidencia no se encontraron.
El golpe de Estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, produjo un sentimiento de indignación y vergüenza nacionales. Celia también fue sacudida por esa sensación de ira y frustración, seguida de inmediato por una innata reacción de rebeldía.
Para Celia, su padre era una figura demasiado conocida como opositor al régimen y no estaba, además, en buenas condiciones de salud. De ahí que se auto proponga para organizar una red conspirativa con la garantía de que todo lo que pudiese hacer el padre lo podría realizar la hija.
Ya desde finales de 1952 o principios del año siguiente, Celia comenzó a organizar los primeros grupos conspirativos en la costa del Guacanayabo en Manzanillo.
En 1953 al cumplirse el centenario del natalicio de José Martí. Un grupo de martianos de la capital decidió colocar un busto del Apóstol, de la escultora Jilma Madera, en la cima más alta de Cuba, el pico Turquino en la Sierra Maestra. Para esta patriótica tarea solicitaron el concurso del doctor Sánchez Silveira. Celia, pidió sumarse a esta empresa, y es de las pocas personas que están en el Turquino, al mediodía del 21 de mayo de ese año.
Unos días después, el 26 de julio, cuando un grupo de jóvenes, tratando “de tomar el cielo por sorpresa”, como escribiera el compañero, entonces comandante, Raúl Castro Ruz, asalta los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, le hace renovar a Celia sus esperanzas.
Hasta buena parte de 1954 concentra su atención en la creación de una red clandestina de militantes ortodoxos con vistas a la preparación de condiciones para el recibimiento del ortodoxo Millo Ochoa, quien proyectaba desde el exilio regresar a Cuba en una avioneta que aterrizaría en Pilón. Sin embargo, este personaje incumplió su promesa, y Celia indignada por la traición, decide comenzar a actuar por su cuenta contra la dictadura, y crea el llamado “Movimiento Revolucionario Masó”, en homenaje a Bartolomé Masó, general manzanillero del Ejército Libertador. Esta organización, aunque no tuvo realmente mucho progreso, llegó a confeccionar bonos para recaudar fondos y preparar algunas acciones.
Meses después ingresa en el Movimiento 26 de Julio y a la altura de noviembre de 1955, ya Celia tiene estructurado un sólido aparato clandestino en Pilón. Hasta entonces ha mantenido relaciones indirectas, a través de los responsables del Movimiento en Manzanillo, con Frank País en Santiago de Cuba y los demás niveles nacionales de dirección. Ha ampliado su esfera de contactos en la costa manzanillera, con militantes de Niquero, Media Luna y Campechuela. ¡QUÉ MUJER!
Un día de enero de 1956, llegaron a Pilón, Frank País y Pedro Miret, encargados por Fidel de evaluar las condiciones de la zona como posible destino de la expedición revolucionaria, que para esa fecha ya se preparaba en México. Fue en esta ocasión cuando Celia conoció personalmente a Frank; asimismo, recibió formalmente la encomienda de realizar todo el trabajo que fuere necesario para garantizar el recibimiento, sin contratiempos, de la expedición que traerá Fidel.
Durante el año de 1956, Celia desarrolló entre Pilón y Manzanillo, una destacada actividad clandestina dentro del Movimiento 26 de Julio, organizó el recibimiento de la expedición del “Granma” y envíó los primeros hombres y la logística para el recién destacamento rebelde.
El 16 de febrero de 1957, es el día que, en una reunión de la dirección nacional del Movimiento 26 de Julio, Celia conoce a Fidel, a Raúl, a Camilo, al Che Guevara, a Almeida y al resto de los expedicionarios que están en la Sierra Maestra. Celia regresa a Manzanillo investida ya de la condición de miembro de la Dirección Nacional del 26 de Julio. A partir de ese momento se da a la tarea de recibir, organizar y enviar el refuerzo solicitado por Fidel y que Frank prepararía para fortalecer el núcleo rebelde.
Y llegó el 23 de abril de 1957, día en que toda mujer combatiente, que vista de verde olivo, debería recordar cada año: la incorporación de Celia, la primera mujer, al Ejército Rebelde, cuando acompañó al periodista Bob Taber y al camarógrafo Wendell Hoffman, quienes iban a entrevistar a Fidel.
Entre los días del 23 de abril hasta el 31 de mayo de 1957, Celia se incorpora a la Escuadra de la Comandancia. Es una época de grandes caminatas, cumple misiones militares y participa, con un fusil en sus manos, en el combate del Uvero.
Después de este combate, Fidel le pidió que bajara al llano, para dar de primera mano al periodista Herbert Mattews --que se encontraba en Santiago de Cuba-- las acciones del Ejército Rebelde y a restablecer la organización del apoyo del llano, que se había afectado por su ausencia. Comienza, entonces, para ella el período de mayor peligro físico durante toda su actividad clandestina.
Después de haber cumplido con esas y otras misiones, regresó a la Sierra Maestra en octubre de 1957, y no la abandonó hasta el triunfo de la Revolución.
Siempre junto a Fidel y bajo su dirección inmediata, asumió la importantísima función de organizar la logística rebelde: armas, proyectiles, comida, ropa, medicinas y demás artículos necesarios para la lucha y la subsistencia en las duras condiciones del monte. Al poco tiempo, en virtud de su dedicación a esta tarea, su sentido de la organización llevado hasta los más insignificantes detalles y la eficiencia con que desarrolló esa actividad, Celia se convirtió de hecho en el centro coordinador y ejecutor de todo el trabajo de retaguardia en el territorio guerrillero.
Con la victoria del primero de enero de 1959. Celia se convierte en heroína de la paz, al lado de Fidel, fiel a las cualidades que la caracterizaron siempre, desarrolló un trabajo callado y crucial que no escatimó nada de sus energías hasta que nos abandonó físicamente.
El 24 de marzo de 1962 es designada secretaria de la Presidencia. En octubre de 1965 al constituirse el CC PCC, ella es una de sus miembros y se mantiene hasta su muerte. En 1976 pasa a ser secretaria del Consejo de Estado.
Su huella está a lo largo de toda la Isla. Ella está en el Palacio de las Convenciones, en el Parque Lenin, la Escuela Lenin, en el Palacio Central de Pioneros “Ernesto Che Guevara”, en la Ciudad de los Pioneros de Tarará, en el Hospital Ortopédico Frank País, en la heladería Coppelia, en la organización del Museo de la Clandestinidad. Está en Turiguanó, en el campamento pionerilVolodia, en la casa de los Cosmonautas, en la comandancia general de La Plata y en otros muchos lugares, donde están las ideas y las manos de Celia. Trabajaba infatigablemente noche y día, sin descanso, su vida estaba por en-tero dedicada a la Revolución, construyendo, reconstruyendo, creando.
¡QUÉ MUJER!
Celia se convirtió en la albacea de la memoria histórica de la Revolución. Junto a las apremiantes tareas inmediatas que planteaba cotidianamente la lucha, se dedicó a salvar el testimonio documental. Hoy es posible reconstruir el relato minucioso y veraz de aquella epopeya, gracias en gran medida, a la certera visión de Celia, a su agudo sentido de la historia, a su celo y pasión obsesiva por conservar los documentos de esa historia. Los documentos que con tanto amor, pasión revolucionaria y dedicación guardó, escribió el compañero Fidel, constituyen uno de los legados más importantes de la Revolución y un homenaje perpetuo de respeto, cariño y honor de nuestro pueblo.
Y no se trata solo de sus acciones en la lucha revolucionaria ni en la obra material, sino también espiritual: los valores políticos, ideológicos y morales que Celia infundió al proceso revolucionario siempre junto a Fidel. Por ello, no fue casual, que el compañero Armando Hart en el 70 aniversario del natalicio de Celia, el 9 de mayo de 1990, expresara: “[…] fue Celia: una comunista genuina, una revolucionaria de corazón, una fidelista de raíz. He ahí su grandeza, he ahí sus enseñanzas imperecederas”.
Ella tuvo el don de convertir en oro todo lo que tocaba, pues materializaba en hechos los más complejos y difíciles proyectos. Las huellas que ha dejado entre nosotros no se podrán borrar jamás.
Y no hay mejor valoración de quien fue Celia Sánchez Manduley que las palabras de Armando Hart en el sepelio de la heroína revolucionaria, hace 40 años, cuando expresó que en el carácter de Celia se integraba la dulzura, el cariño, el afecto, la alegría de vivir con la más rigurosa exigencia, en los principios y en el trabajo revolucionario y que en esta combinación de exigencia y sentido humano en el enfrentamiento de cada problema es una formidable enseñanza para nuestro trabajo de hoy y de mañana. Recalcó Hart, que su forma de actuar y proceder, su estilo personal y sus reac¬ciones ante los problemas de la vida diaria tipifican el carácter y el tempera¬mento del pueblo cubano, porque era una típica cubana. Lo era en su alegría, en su dinamismo, en su carácter extrovertido, abierto, en su fraternidad humana y en su exigencia y rigor.
Recordó Hart, que entre los héroes históricos de la Revolución Cubana que nos alientan en este esfuerzo gigantesco está la compañera Celia, pues ella nos da fuerzas, nos da aliento y nos impulsa con el ejemplo de su vida, porque ella nos enseña las virtudes que debemos desarrollar, porque ella fue grande en su abnegación heroica, en su lealtad incondicional, grande en su identificación con el pueblo, en su amor a la obra de la Revolución, en su interés apasionado por los demás. Grande en su preocupación por los aspectos más concretos y decisivos de cada obra de la Revolución. Y grande, quizás, sobre cualquier otra virtud, su rechazo a cualquier forma de ostentación y su apego a las maneras simples y sencillas de vivir y trabajar.
Hoy recordamos momentos de la vida de Celia, porque en vida ella no lo hubiera permitido. Su modestia, sencillez y desprendimiento personales no consentía la exaltación de su persona. Pero para que Celia continúe en nosotros, en las generaciones de hoy y del mañana estamos obligados de ir contra su voluntad, y destacar sus méritos. Primero para honrarla y segundo, para que todos conozcamos quién fue Celia, quién es Celia y quién será Celia para siempre. Porque nos hará falta Celia.
Han transcurrido cien años, desde su nacimiento, el 9 de mayo de 1920, y la imagen de Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley no envejece. Ella está aquí junto a todos nosotros. Con la misma dedicación que caracterizó su labor en las múltiples y complejas tareas que la Revolución le encomendó, continuemos su ejemplo.
Para hablar de Celia, diría Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, no puede ser con detalles; cuando se trata de una mujer grande en el pensamiento y en la acción, la grandeza no se detalla. Ella fue y será la expresión más acabada de la mujer cubana en su época. […] y siempre estuvo dispuesta a darlo todo, hasta la vida si hubiera sido necesario por salvar su Revolución.
Compañeras y compañeros:
Celia inspiró el canto de los poetas. No podía ser de otro modo. Celia era un ser todo poesía. Por eso quiero concluir estas palabras con la décima de Adolfo Alfonso, para Celia:
Flor autóctona, mujer
Hecha de miel y de acero
Radiante como un lucero
Que baña el amanecer.
Tú naciste para ser
Por la historia perpetuada
Y aunque la sierra empinada
Retumbó por la bravura
Mejor personificada.
¡Oh paloma verde olivo!
Para rendirte homenaje
Habrá con otro lenguaje
que inventar un adjetivo
¡Oh corazón combativo
Con más luz que el astro rey!
¡Oh discípula de Hatuey!
Esta dicha del presente
Es fruto de tu simiente
Celia Sánchez Manduley.
Celia, Celia,
Celia, decir Celia es decir Revolución
¿QUÉ MUJER!
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