La
juventud cubana ha tenido, siempre, grandes retos por delante. En la etapa
colonial se sumó a la gesta independentista mambisa para luchar contra el
colonialismo español. En la época neocolonial, tuvieron que afrontar gobiernos
títeres de turno caracterizados mayoritariamente por la represión policial, la
pobreza extrema, una economía nacional dependiente y la subordinación política
a los intereses imperialistas de Estados Unidos. En esta segunda etapa, la juventud
tuvo su relevante papel en un movimiento revolucionario, desde las
universidades y barrios hasta que decidió cambiar la desastrosa realidad de
Cuba: una marcha de antorchas en el centenario del natalicio de José Martí y
por medio de las armas; primero en el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos
Manuel de Céspedes, y después con la guerrilla en la sierra Maestra.
La
vía armada fue la última alternativa para barrer a la dictadura y sus esbirros,
despojar del poder a la corruptela y construir un nuevo sistema político con
justicia social.
La
nueva etapa, que comenzó en enero de 1959 con el triunfo de la Revolución,
propició nuevas transformaciones políticas, económicas y sociales, las cuales
tuvieron una dinámica radical de liberación nacional, democrático-popular,
antiimperialista y de carácter socialista; pero todo este largo proceso hasta
hoy día, no ha estado exenta de fuertes obstáculos y muy difíciles retos.
Los
gobiernos de EEUU se han caracterizado por imponer una política de constantes
hostilidades todo tipo: agresiones militares, guerras bacteriológicas,
presiones diplomáticas, atentados contra objetivos económicos nacionales y
diplomáticos en el exterior, asesinatos a líderes de la Revolución y la
aplicación de un criminal bloqueo económico, cuyos objetivos son hundir al
pueblo cubano en carencias materiales y deteriorar la economía cubana, para así
debilitar las conquistas alcanzadas con los programas creados con la
Revolución.
Es
cierto, el bloqueo económico imperialista ha condicionado a la juventud cubana
a afrontar día a día grandes necesidades e insatisfacciones, que a su vez están
cortejadas por continuas campañas propagandísticas en manos de los grandes
medios de prensa (autotitulada “libre”, pero con una fija línea editorial de
manipulaciones y mentiras sobre la realidad cubana) y donde no escasea la
guerra cultural que azota ferozmente con patrones enajenantes, con la clara intención
de alejar a las jóvenes generaciones de sus verdaderas raíces históricas y
sustituir sus símbolos e identidad patriótica.
El
imperialismo y sus Think Tanks han puesto en marcha, contra Cuba, todos sus
mecanismos de subversión, desde la influencia de las TIC’s, el robo de
profesionales de las misiones internacionalistas hasta la creación de “líderes”,
para fomentar la deserción y la disidencia. Sin embargo, las famosas primaveras
o revoluciones de colores no funcionan para Cuba.
Los
sectores más reacios y anticubanos han hecho de la guerra contra Cuba un
fructífero negocio y el imperialismo sigue soñando sobre “cuando la Revolución
se venga abajo”. Llevan ya 60 años con las maletas hechas, tanto aquellos que
huyeron de la justicia revolucionaria en 1959, los que sufrieron las justas
nacionalizaciones de bienes y propiedades, como los nuevos que ven en el posible
cambio una oportunidad de lucrarse, si finalmente logran convertir a Cuba en
ese prostíbulo o casino de juegos que era antes de 1959.
Conociéndose
bien por la izquierda del Estado español todo lo que afronta Cuba, llama la
atención como aún persiste la catarata política en cierto fracción de la misma,
e indirectamente, pero con el afán de ilustres críticos, desde la bandera de la
hoz y el martillo, le hacen flaco favor a Cuba si le facilitan el discurso a
los enemigos de la Revolución cubana.
Por
las redes, recientemente, se está promoviendo un libro de José Manuel Martín
Medem, titulado “¿Por qué no me enseñaste a cómo vivir sin ti?”, en cuya
contraportada se sanciona que “nadie puede
ignorar los logros sociales y políticos alcanzados por esa sociedad (se refiere
a la cubana*), su alto grado de equidad social, el inequívoco compromiso de su
gobierno con el bienestar de la comunidad nacional aun en medio de las enormes
dificultades que el bloqueo estadounidense acarrea. Pero, igualmente, no puede
ignorarse la existencia de rasgos negativos. Uno de ellos es que los cubanos no
podrán decidir cómo será su futuro sin el Comandante.”
Caratula del libro de José Manuel Martín Medem |
Sin haberse leído el libro, solo con la nota anterior,
cualquiera puede tomarse ese comentario como una tácita verdad y creer que Cuba
ha quedado estancada. Sin embargo, la realidad cubana plantea otra que derrumba
esa afirmación que se plantea en el libro del actual director de Mundo Obrero,
órgano oficial del Partido Comunista de España.
Como
bien expresó Fidel Castro: “En los tiempos
difíciles el número de vacilantes aumenta; en los tiempos difíciles —y eso es
una ley de la historia— hay quienes se confunden, hay quienes se desalientan,
hay quienes se acobardan, hay quienes se reblandecen, hay quienes traicionan,
hay quienes desertan. Eso pasa en todas las épocas y en todas las revoluciones.
Pero también en los tiempos difíciles es cuando realmente se prueban los
hombres y las mujeres; en los tiempos difíciles es cuando se prueban, realmente,
los que valen algo.” (1)
¿Cómo decir que el pueblo cubano no podrá decidir su futuro
sin Fidel, si a poco más de dos años de su desaparición física, en febrero de
2019, aprobó su nueva Carta Magna con un total de 6 millones 816 mil 169 de electores a favor (86.85% del total de
votos válidos), de una participación de 7 millones 848 mil 343 (84.41% del
padrón)? ¿Cómo pensar que el pueblo cubano no tiene capacidad de seguir
adelante, cuando sigue ajustando su realidad al contexto actual, tanto nacional
como internacional? ¿Cómo sentenciar de imposible construir un futuro, si hoy
día, en medio de una crisis forzada por la pandemia de la COVID19 y las
políticas más feroces del imperialismo, el pueblo cubano reafirma su labor
internacionalista de solidaridad con otros pueblos, como uno de los principios
esenciales que Fidel inculcó?
Independientemente que una estrofa de la canción “Cabalgando con Fidel”, de Raúl Torres, dice que “Hoy quiero gritarte, Padre mío/ no te sueltes de mi mano,/ aún no sé andar bien sin ti”; la Revolución cubana continúa y el pueblo no se detiene: fortalece su socialismo.
Fidel no trabajó incansablemente para ser eterno, sino para
formar a las nuevas generaciones de cubanas y cubanos, en fortalecer la
consciencia del pueblo y madurar su capacidad en la toma de decisiones en el
futuro: Fidel preparó al pueblo revolucionario cubano para ser mejor que él
mismo y para actuar consecuentemente según el contexto presente y futuro. Cuba no
crea super héroes de producciones Marvel ni de Comics seriados, sino que forma
mujeres y hombres que aprendieron de Fidel a estar dispuestos a desafiar lo
imposible, por mantener sus derechos a determinar su futuro.
Es real que ha sido un duro golpe para el pueblo cubano el
fallecimiento del Comandante en Jefe de la Revolución y no se podrá contar para
recibir de él, ni el presente ni en el mañana, la luz de nuevas enseñanzas y
consejos; pero su pérdida física no significa estancamiento ni una pérdida de
dirección política y, mucho menos, que se borre su extenso legado, el cual seguirá
siendo sólida fuente donde encontrar adecuada guía en cada momento que sea
necesario.
El pueblo cubano, con su juventud aguerrida, conoce bien cuál
es su camino_ siempre lo ha sabido_ por eso luchó en el llano y en la Sierra,
triunfó en Playa Girón, realizó la campaña de alfabetización, venció al
Apartheid en África, sigue alcanzando más conquistas sociales a pesar del
criminal bloqueo económico, sigue defendiendo las causas de liberación de los
pueblos y lleva humanismo a todos los rincones del planeta en las misiones
internacionalistas.
*Nota aclaratoria del autor de esta entrada.
(1) Discurso en el XXXIV
Aniversario del Asalto del Cuartel Moncada y el XXXV del Levantamiento de
Cienfuegos, efectuado en Cienfuegos, el 5 de septiembre de 1992, “Año 34 de la
Revolución”.
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