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domingo, 21 de diciembre de 2025

Para Cuba, siempre fue difícil

 

Por Tatiana Coll

Tomado de ALAI

Necesario recordar aquel 8 de enero de 1959 cuando el pueblo de Cuba escuchó por primera vez a Fidel Castro. Un imparable torrente humano acudió a recibir a los rebeldes, una corriente de alegría y certeza bañadas de ilusión recorrían las calles de la Habana. Fidel les dijo: “Creo que es éste un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrotada. La alegría es inmensa. Sin embargo, queda mucho por hacer. No nos engañemos creyendo que en adelante todo será fácil; quizás en adelante todo será más difícil. Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al pueblo despertar engañosas ilusiones siempre traería las peores consecuencias.” Siguió su discurso con una advertencia que retomaría en diferentes momentos en los que se impuso un ejercicio de crítica, reflexión y cambio: “¿Quiénes pueden ser ante este pueblo victorioso los enemigos de la revolución? Los peores enemigos que en adelante pueda tener la revolución cubana somos los propios revolucionarios (…) Es necesario hablar así para que no surja la demagogia, el confusionismo y, sobre todo, el divisionismo”.

Vinieron los tiempos de las grandes hazañas y transformaciones. Tiempos, como dijo Martí, de crear lo nuevo desde las raíces, creaciones que hasta hoy asombran al mundo protagonizadas desde una pequeña isla, sin grandes recursos naturales, pero con un pueblo en constante movimiento. Las organizaciones populares se convirtieron en un Poder Popular creado a imagen de la Comuna de París; la educación forjó un caudal de científicos que crean vacunas y fármacos nuevos y atienden una universidad de medicina para el Tercer Mundo; una capacidad militar-popular que liberó el sur de África en la guerra de Angola, puso fin al sistema del apartheid, constituye la principal barrera a las intervenciones estadounidenses y mil proezas más. Sin embargo, la osadía de la descolonización cubana conllevó altos costos, desde el brutal ataque del 4 de marzo de 1960, en que la explosión del barco la Coubre cimbró a toda Cuba, vino la confrontación directa con el imperialismo, actos terroristas, atentados, contaminación de cultivos y ganado, implantación de virus y, sobre todo, un implacable bloqueo económico que persigue el más mínimo movimiento financiero de la isla. Una obsesión fétida, arbitraria y despótica que impone un costo humano sin límites, esperando matar por hambre a la revolución.

Contrario a lo que muchos piensan, en Cuba se han procesado constantes cambios en este movimiento de resistencia-creación y avance. Movimiento siempre complejo dado que su “aliado”, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), no siempre jugó limpio. Factor a veces poco analizado. El momento más crítico que llevó al pueblo cubano a las calles gritando: “Nikita, mariquita, lo que se da no se quita”, fue el pacto vergonzoso de Jrushchov con Kennedy durante la Crisis de Octubre. De ahí en adelante siempre hubo un margen de desconfianza y muchos momentos difíciles, como en la propia guerra de Angola (Gleijeses, 2007 y 2019). Las relaciones con el conjunto muy diverso del Consejo de Ayuda Económica Mutua (CAME) también fueron complejas, Cuba era demasiado radical y autónoma, demasiado tercermundista para el gusto de los fieles a la tercera internacional.  Sin embargo, constituyeron el marco económico en que Cuba pudo intercambiar productos a un precio justo y no en el basurero del mercado mundial.  La declaración de Cuba como una revolución socialista, representó un desafío a las concepciones dogmáticas: una revolución campesina-popular y nacionalista que se proclamaba socialista, de ahí que siempre fuese considerada como una herejía.

Un primer cambio se produjo en 1970. La crisis que acarreó el fracaso de la zafra de los 10 millones, llevó a una redefinición que se trabajó durante 5 años y se consolidó en 1975. Centralmente se extendió el método del calculo económico hacia el conjunto del proceso agrícola e industrial; se creó el Poder Popular como un complejo sistema de representación y participación del pueblo tanto en las decisiones gubernamentales y legislativas, como en el control sobre la administración; se dio un intenso debate sobre la necesaria separación del Estado y el Partido para lo cual se redefinieron las funciones específicas de ambos; finalmente, se promulgó la nueva Constitución, debatida, revisada y refrendada por todo el pueblo.

En 1985, se dio el segundo gran cambio conocido como “La Rectificación de Errores”. A muchos sorprendió la fuerza con la que Fidel Castro inició una crítica sistemática en medio de lo que aparecía como el período más desarrollado de las fuerzas productivas. Elementos centrales habían surgido en el horizonte, no en balde se ha dicho siempre que Fidel era visionario, —como lo describió Bouteflika: “él viaja al futuro, luego viene y nos cuenta lo que allí esta pasando” — así fue que previno, sin decirlo, la caída del campo socialista. La crítica fundamental que planteó fue el abandono de los valores nodales del socialismo en aras de los valores mercantiles. El retorno a los planteamientos centrales del Che sobre todo en el texto de El socialismo y el hombre nuevo, marcaron la pauta contra los efectos de la perestroika para garantizar la consolidación de la política social universal, así como la socialización del poder, y se reforzó la acción del Estado en la economía. Sin duda alguna este proceso preparó al pueblo para el difícil período que se asomaba.

1990 a 2002 fue conocido como el período especial o doble bloqueo o medidas de guerra en tiempos de paz, cuando el imperialismo, secundado por los países exsocialistas, enfiló todas sus baterías para derrotar a la revolución. Difícil abordar este período sin referirse a la heroica resistencia y tenacidad del pueblo cubano y sus dirigentes para sobrevivir en medio de la avalancha de sanciones extraterritoriales, no sólo económicas, sino de la embestida ideológica emprendida a tambor batiente en el mundo entero sobre el fin de la historia, del marxismo y del socialismo. Valdés (2018) aporta una visión sistemática sobre los cambios institucionales a lo largo de la revolución y  para este período señala varios puntos: 1) la preservación y reproducción del poder y el orden revolucionario fue clave en el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) —donde se promulgó una reforma constitucional que diversificó las formas de propiedad y gestión económica, incluyó nuevas formas de propiedad privada, 2) se crearon Consejos Populares de desarrollo local, 3) se abrió la inversión extranjera, y 4) se reestructuró el sistema empresarial.  Para enfrentar la crisis desde aquel momento se empezaron a abrir hacia el mercado formas de trabajo (“cuentapropistas”), la propiedad y el sistema empresarial. La crisis en realidad no terminó sino que se diversificó.

Para Valdés, los dos siguientes períodos de la Batalla de las ideas (2002-2008) y de Actualización del Modelo (2008-2018), intentaron buscar un reacomodamiento a lo que se ha llamado “un desvío de la norma institucional con el funcionamiento real de los procesos” desatados por las crecientes dificultades impuestas. Los Lineamientos (313), aprobados en el VI Congreso del PCC y la Asamblea Nacional, mediante consultas públicas, resultaron en una nueva estrategia económica, política y socialista. Algunas de sus principales propuestas fueron: 1) creación de las Zonas Especiales de Desarrollo, 2) nuevos sistemas monetarios, tributarios, de precios, salarial y de seguros y subsidios, 3) perfeccionamiento y real autonomía empresarial, incluyendo empresas estatales, mixtas, cooperativas, extranjeras, mypimes, familiares y por cuenta propia, 4) ampliación de las relaciones mercantiles mediante la creación de un mercado mayorista y algunos especializados. Todo esto fue llamado la ”actualización hacia un socialismo próspero y sostenible”.

El filósofo Valdés (2017) apuntó: “El desafío de lo que hoy llamamos actualización entra de lleno en la renovación objetiva/subjetiva de la hegemonía no-capitalista en las nuevas condiciones de la sociedad cubana (…) A diferencia del liberalismo, que iguala de manera abstracta al capitalista con el trabajador (un hombre un voto), la democracia socialista ‘otra’ no prescinde de la colocación del ser humano en el centro del sistema productivo-reproductivo (…) y rompe con las diversas formas moleculares de dominio impuestas por los capitalistas en el proceso de construcción de su hegemonía”. Se ha generado en Cuba un gran debate en torno a “las redes de formas de producir-reproducir y gestionar la vida desde la participación y la sostenibilidad”, lo cual conlleva una disputa político-cultural e ideológico-cultural.  Algunos autores identifican diferentes corrientes en este intenso debate: 1) Los convencionales, una cierta burocracia que considera las reformas como necesarias por las circunstancias, por lo tanto, limitadas, mínimas y controladas. 2) Los guevaristas, asumen que su propuesta era un socialismo de Estado sin mercado, pero con un papel central-activo del sujeto social. 3) Socialistas críticos, influidos por las concepciones basistas, libertarias y comunalistas, que deben avanzar hacia la autogestión y autogobierno. 4) Socialdemócratas, proponen una economía mixta y Estado benefactor. 5) Socioliberales, inspirados en las reformas chinas, formulan un socialismo de mercado competitivo. La escasez de espacio para presentar estas corrientes, evidentemente, casi las reduce a caricatura.

El proceso de implantación de los detallados lineamientos se topó con diferentes problemas. A grandes rasgos, se preveía un importante desarrollo de las micro, pequeñas y medianas empresas (mypimes), las cooperativas y el sector social productivo. Una desviación de lo esperado ha sido que las mypimes se concentran en el consumo y escasamente en la producción; mientras que las cooperativas agrícolas no han encontrado capacidad local-municipal de fortalecimiento y sigue presente el fenómeno (mundial) de la descampesinización. Se esperaba un cierto nivel de inversión extranjera productiva, pero ésta se inclinó hacia el sector turístico. Repentinamente se desató el cierre total de la isla por el Covid-19, con el fatal agotamiento de todas las reservas y una creciente carencia de insumos de todo tipo.  La paradoja dramática de aquel momento fue la impresionante capacidad científica de producir las vacunas efectivas contra el virus, pero carecer de jeringuillas para inyectarlas. El turismo, una fuente vital de divisas directas, ha caído 50% desde entonces. El desgaste material desde el período especial es enorme. En el 2019 empezó un aumento salarial y en 2021 se decretó la desaparición del CUC (dólar controlado), lo cual provocó una inflación galopante.

La estrecha vigilancia sobre las posibilidades financieras de Cuba se ha duplicado, tanto con Biden como con Trump, llegando a extremos feroces. Otra imagen para ejemplificarlo es la de que el pago de salarios y manutención de muchas sedes diplomáticas sólo puede realizarse mediante un portador de un maletín que lleva el efectivo cada mes. Frente a esta situación de absoluta emergencia, el gobierno ha abierto la entrada, sin limitación aduanal, de productos necesarios como alimentos, medicinas, repuestos de todo tipo, que se venden en dólares en un mercado paralelo que absorbe remesas.

Como señaló Martínez (2018): “no es posible cerrar sin reconocer los altos niveles de compromiso ciudadano y consenso político que han existido en Cuba por cerca de 60 años y que tienen sus bases en la obra de la Revolución (…) Hoy con una sociedad más diversa y con nuevas generaciones involucradas y pese a los desafíos que imponen los EEUU (…) es urgente transformar el contenido político-ideológico para eludir la retórica y las falsas expectativas (…) y se convierta en acciones educativas y culturales (…) que el pueblo cubano asuma el ejercicio real del poder político para que las mayorías sean protagonistas de su propio destino”.

Por más que muchos entren al debate y la crítica, lo que sigue siendo verdad es que Cuba representa aún esa vital utopía en nuestras esperanzas que también resisten en estos tiempos difíciles para todos, hoy más que nunca necesitamos una gran solidaridad con su resistencia heroica.

Link para descargar artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 558:
https://www.alai.info/wp-content/uploads/2025/12/ALenMovimiento_558_diciembre2025_-20-23.pdf


Referencias

Martínez Heredia, F. (2018). Democracia y cultura política en Cuba. En L. Suárez Salazar (Ed.), Revolución cubana y algunas miradas críticas y descolonizadoras (pp. 123-145). Editorial de Ciencias Sociales.

Valdés Paz, J. (2000). La evolución del poder en la Revolución Cubana. Editorial Rossa Luxemburgo.

Valdés Gutiérrez, G. (2018). Soñar y pensar a Cuba. Editorial Filosofí@.cu.

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