Tomado de CubaDebate.
Por
Según el informe, titulado Hora de escuchar: tendencias en asistencia de seguridad de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe, estas
 Fuerzas Especiales serán cada vez más empleadas en América Latina para 
tareas de capacitación, de recaudación de inteligencia y otras misiones 
militares, bajo el rubro del viejo esquema de la lucha antinarcóticos. 
Tales misiones cumplen funciones que van más allá de la mera provisión 
de entrenamiento y permiten que las unidades se familiaricen con el 
terreno, la cultura y los oficiales claves en países donde algún día 
podrían operar. Precisa que también permiten que el personal 
estadounidense reúna información confidencial sobre sus países 
anfitriones.
Agrega el estudio que en gran medida, lo que viene ocurriendo no se 
refleja en grandes presupuestos, sino que viene encubierto por un velo 
de misterio, deslucidos informes ante el Congreso y el público, y una 
migración del manejo de programas del Departamento de Estado hacia el 
De-partamento de Defensa. La capacidad de Estados Unidos para salir en 
defensa de los derechos humanos es socavada por sus propios 
antecedentes, plagados de defectos en materia de derechos humanos: el 
incumplimiento con cerrar la base de Guantánamo, los vastos programas de
 vigilancia, y una política de utilización de aviones no tripulados que 
justifica las ejecuciones extrajudiciales.
Coinciden estos tres centros de estudio, que la naturaleza de la 
participación de Estados Unidos en la región está cambiando. En lugar de
 construir bases, emplear la Cuarta Flota o lanzar paquetes de ayuda de 
“gran envergadura” como el Plan Colombia o la Iniciativa Mérida, el 
involucramiento de las fuerzas armadas estadounidenses se está haciendo 
más ágil y flexible, pero aún menos transparente.
Como se aprecia, las noticias son poco alentadoras para los pueblos 
latinoamericanos y caribeños. Este reajuste responde a la actual 
estrategia estadounidense de “intervención encubierta” de baja 
visibilidad pública, que le permite poca presencia de tropas terrestres y
 mayor empleo de aviones no tripulados, ataques cibernéticos y fuerzas 
de Operaciones Especiales con capacidad de movimiento rápido y ligero.
Es evidente un cambio de táctica para enmascarar su agenda 
militarista, ensayada anteriormente con la política del “Buen Vecino” de
 la administración de Franklin Delano Roosevelt (1933-1945), que le 
permitió mantener un control, visiblemente menos injerencista, sobre los
 ejércitos latinoamericanos, pero que en la práctica priorizó las 
acciones encubiertas de desestabilización en una época de depresión 
económica y guerras, nada más parecido a la actualidad. De ahí que la 
Gran Estrategia imperial se mantiene intacta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario