Por Dax Toscano Segovia
Primera Parte:
El “Destino Manifiesto” y la dominación de América Latina por EE.UU.:  
El 5 de agosto de 1829 el Libertador, Simón Bolívar proclamaba: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad.”
Bolívar señalaba así la política expansionista, intervencionista y 
guerrerista que ha caracterizado a los EE.UU. desde que alcanzó su 
independencia del colonialismo británico en el año de 1776. 
Ya en aquella época el “águila imperial”se planteó como objetivo 
principal, la conquista y el dominio de todo el continente americano. 
Fue Simón Bolívar 
precisamente el que desenmascaró las pretensiones anexionistas de los 
Estados Unidos quines se opusieron ferozmente a la independencia de Cuba
 y Puerto Rico. 
Más adelante, el héroe de la independencia de Cuba, José Martí también advertiría sobre la voracidad estadounidense: “En
 el fiel de América están las Antillas, que serían, si esclavas, mero 
pontón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y 
superior que se prepara ya a negarle el poder, mero fortín de la Roma 
americana; y si dignas y libres de serlo por el orden de la libertad 
equitativa y trabajadora serían en el continente la garantía del 
equilibrio, la de la independencia para la América española aún 
amenazada y la del honor para la gran república del Norte, que en el 
desarrollo de su territorio –por desdicha, feudal ya, y repartido en 
secciones hostiles- hallará más segura grandeza que en la innoble 
conquista de sus vecinos menores, y en la pelea inhumana que con la 
posesión de ellas abrirá contra las potencias del orbe por el predominio
 del mundo.” José Martí o la cultura como acción Selección de textos, Editorial Ecuador, Quito, 2.002, p. 79 
La doctrina estadounidense del “Destino Manifiesto”, como señala el
 historiador ecuatoriano, Jorge Núñez “fue desarrollada prácticamente 
por todos los grandes líderes norteamericanos de ese tiempo: Thomas 
Jefferson, Benjamín Franklin, John Adams, Andrew Jackson y James 
Monroe.”Se ampararon en un discurso que puso de relieve los sentimientos
 chovinistas, patrioteros, racistas y religiosos. 
Estados Unidos se erigía como “el pueblo escogido por Dios” para dominar el mundo.
El presidente Andrew Jackson sentenciaba en el año de 1837: “La 
Providencia ha escogido al pueblo norteamericano como guardián de la 
libertad, para que la preserve en beneficio del género humano." Basados 
en este “designio divino”, las 
administraciones de EE.UU. se han creído con el derecho histórico de 
entrometerse en los asuntos de las naciones latinoamericanas, por
 medio de la agresión militar directa y el chantaje económico contando 
para ello con la colaboración de las oligarquías de los países de 
América Latina. 
Algunos hechos históricos confirman lo dicho: La agresión de los Estados Unidos a México le significó a este país la pérdida de la mitad de su territorio. 
El 2 de febrero de 1848 EE.UU. se anexaba los territorios de 
Texas, Nuevo México y California como resultado de la firma del tratado 
Guadalupe-Hidalgo. En 1856 el filibustero, William Walker invadió Nicaragua como parte de la política expansionista de los EE.UU. 
En 1.912 el presidente William Taft ordenaba a los “marines” irrumpir nuevamente en el país centroamericano. 
Los invasores asesinaron al líder liberal Benjamín Zeledón y 
permanecieron en el país hasta el año de 1925, luego de lo cual se 
retiraron dejando establecida una Guardia Nacional criminal, la misma 
que estuvo comandada por Anastasio Somoza García quien daría inicio a un
 régimen de terror que continuó bajo el mandato dictatorial de su hijo, 
Luis Somoza Debayle y luego de su nieto, Anastasio.
En 1898 España fue derrotada por el Ejército Independentista Mambí
 en Cuba, perdiendo así su última posesión colonial en América. Los 
Estados Unidos fabricaron un incidente para intervenir militarmente en la Isla y provocar la guerra contra España: la
 explosión del vapor Maine en el puerto habanero les sirvió de pretexto 
para entrometerse en los asuntos de la “Perla” caribeña. 
En el año de 1902 nacía la República de Cuba. Se elaboró una 
constitución a la que se le añadió una cláusula denominada Enmienda 
Platt, “según la cual Estados Unidos ejercía jurisdicción sobre una 
parte del territorio nacional a fin de instalar una base militar y se 
arrogaba el derecho de intervenir en la isla cuando lo estimase 
pertinente.” 
Todas estas acciones fueron realizadas en el marco del desarrollo 
del capitalismo estadounidense y su constitución como potencia 
imperialista. 
Los propósitos de las administraciones de EE.UU. eran -y siguen 
siendo- dominar militarmente el continente, apoderarse de los recursos 
naturales de la región, mantener el control sobre las vías de 
transportación terrestre, fluvial y marítima y establecer líneas 
políticas afines a sus intereses para lo cual se valdrían de regímenes 
oligarcas -constituidos por la naciente burguesía latinoamericana, por 
latifundistas, militares y sectores de la iglesia conservadora, que se 
caracterizaron por ser títeres del águila imperial- así como por la 
aplicación brutal de la violencia, en unos casos, y la manipulación 
subrepticia, en otros. 
El imperialismo norteamericano ha diseñado un sinnúmero de acciones
 que constituyen parte de su política diplomática para imponer sobre 
todas y todos quienes se opongan al modelo de sociedad diseñado para 
satisfacer sus intereses voraces, su dominio. 
Fue así que “Theodore Roosevelt proclamó abiertamente el derecho de
 Estados Unidos a intervenir militarmente en América Latina y fue quien 
primero utilizó los (…) conceptos de “política de gran garrote” y 
“gendarme internacional” que nuevamente han sido puestos en práctica por
 W. Bush. 
La doctrina de contención del “terror rojo” y el surgimiento de regímenes fascistas en América Latina:
La doctrina estadounidense de contención del “terror rojo”, de las 
ideas comunistas en América Latina y el mundo formó parte de una campaña
 internacional de los Estados capitalistas imperialistas y de la 
burguesía para reprimir la lucha de los 
pueblos, de los trabajadores que exigían mejores condiciones de vida y 
la construcción de una sociedad socialista. 
El pensador norteamericano, Noam Chomsky manifiesta que “el Terror 
Rojo de Woodrow Wilson fue el primer y último recurso del poder del 
Estado en la América del siglo XX para contener a la mano de obra, la 
disidencia política y el pensamiento independiente. 
Ofrecía un modelo para esfuerzos posteriores y dejó como un crucial
 residuo institucional la policía política nacional, que ha proyectado 
una larga sombra durante los años siguientes.” 
Sin embargo, esta política represiva se venía aplicando con anterioridad a la presidencia de Woodrow Wilson. 
Así el 1 de mayo de 1886, en la ciudad de Chicago, la fuerza 
policial al servicio del Estado capitalista reprimió violentamente a los
 obreros que luchaban por la jornada de trabajo de ocho horas. 
Más tarde los dirigentes de este movimiento fueron condenados a muerte.
En el mes de noviembre de 1922, los trabajadores ecuatorianos en 
la ciudad de Guayaquil, realizaron manifestaciones y huelgas exigiendo 
mejoras salariales y una jornada laboral de ocho horas. 
Estas acciones fueron reprimidas brutalmente por el ejército que, 
bajo las órdenes del presidente José Luis Tamayo, abrió fuego contra los
 manifestantes y luego procedieron a arrojar los cadáveres de sus 
víctimas al río Guayas. 
En El Salvador, la insurrección popular dirigida por el Partido 
Comunista bajo la conducción de Farabundo Martí, fue aniquilada el 22 de
 enero de 1932 por las tropas del general Maximiliano Hernández 
Martínez. 
La represión desatada en América Latina tuvo como una de sus causas
 el avance de las ideas socialistas y del pensamiento marxista, lo cual 
contribuyó a la organización revolucionaria de la clase trabajadora 
contra el poder de la naciente burguesía y contra el imperialismo de 
EE.UU.
Los precursores de estas ideas en la Gran Patria Americana fueron, 
entre otros, los cubanos Carlos Baliño, Julio Antonio Mella; los 
argentinos Juan Bautista Justo, Aníbal Ponce; el chileno Luis Emilio 
Recabarren; el peruano José Carlos Mariátegui.
Todos estos pensadores le dieron una visión propia, 
latinoamericanista a las ideas elaboradas por Marx y Engels. De igual 
manera se fue constituyendo un movimiento intelectual progresista 
inspirado en el marxismo que, como lo explica Agustín Cueva, “podría 
considerárselo como el fundamento de toda la cultura moderna de América 
Latina.”

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