martes, 14 de julio de 2020

Sí, Fidel partió, pero Cuba se mueve.

Por Gustavo de la Torre Morales

La juventud cubana ha tenido, siempre, grandes retos por delante. En la etapa colonial se sumó a la gesta independentista mambisa para luchar contra el colonialismo español. En la época neocolonial, tuvieron que afrontar gobiernos títeres de turno caracterizados mayoritariamente por la represión policial, la pobreza extrema, una economía nacional dependiente y la subordinación política a los intereses imperialistas de Estados Unidos. En esta segunda etapa, la juventud tuvo su relevante papel en un movimiento revolucionario, desde las universidades y barrios hasta que decidió cambiar la desastrosa realidad de Cuba: una marcha de antorchas en el centenario del natalicio de José Martí y por medio de las armas; primero en el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, y después con la guerrilla en la sierra Maestra.

La vía armada fue la última alternativa para barrer a la dictadura y sus esbirros, despojar del poder a la corruptela y construir un nuevo sistema político con justicia social.
La nueva etapa, que comenzó en enero de 1959 con el triunfo de la Revolución, propició nuevas transformaciones políticas, económicas y sociales, las cuales tuvieron una dinámica radical de liberación nacional, democrático-popular, antiimperialista y de carácter socialista; pero todo este largo proceso hasta hoy día, no ha estado exenta de fuertes obstáculos y muy difíciles retos.
Los gobiernos de EEUU se han caracterizado por imponer una política de constantes hostilidades todo tipo: agresiones militares, guerras bacteriológicas, presiones diplomáticas, atentados contra objetivos económicos nacionales y diplomáticos en el exterior, asesinatos a líderes de la Revolución y la aplicación de un criminal bloqueo económico, cuyos objetivos son hundir al pueblo cubano en carencias materiales y deteriorar la economía cubana, para así debilitar las conquistas alcanzadas con los programas creados con la Revolución.
Es cierto, el bloqueo económico imperialista ha condicionado a la juventud cubana a afrontar día a día grandes necesidades e insatisfacciones, que a su vez están cortejadas por continuas campañas propagandísticas en manos de los grandes medios de prensa (autotitulada “libre”, pero con una fija línea editorial de manipulaciones y mentiras sobre la realidad cubana) y donde no escasea la guerra cultural que azota ferozmente con patrones enajenantes, con la clara intención de alejar a las jóvenes generaciones de sus verdaderas raíces históricas y sustituir sus símbolos e identidad patriótica.
El imperialismo y sus Think Tanks han puesto en marcha, contra Cuba, todos sus mecanismos de subversión, desde la influencia de las TIC’s, el robo de profesionales de las misiones internacionalistas hasta la creación de “líderes”, para fomentar la deserción y la disidencia. Sin embargo, las famosas primaveras o revoluciones de colores no funcionan para Cuba.
Los sectores más reacios y anticubanos han hecho de la guerra contra Cuba un fructífero negocio y el imperialismo sigue soñando sobre “cuando la Revolución se venga abajo”. Llevan ya 60 años con las maletas hechas, tanto aquellos que huyeron de la justicia revolucionaria en 1959, los que sufrieron las justas nacionalizaciones de bienes y propiedades, como los nuevos que ven en el posible cambio una oportunidad de lucrarse, si finalmente logran convertir a Cuba en ese prostíbulo o casino de juegos que era antes de 1959.
Conociéndose bien por la izquierda del Estado español todo lo que afronta Cuba, llama la atención como aún persiste la catarata política en cierto fracción de la misma, e indirectamente, pero con el afán de ilustres críticos, desde la bandera de la hoz y el martillo, le hacen flaco favor a Cuba si le facilitan el discurso a los enemigos de la Revolución cubana.
Por las redes, recientemente, se está promoviendo un libro de José Manuel Martín Medem, titulado “¿Por qué no me enseñaste a cómo vivir sin ti?”, en cuya contraportada se sanciona que “nadie puede ignorar los logros sociales y políticos alcanzados por esa sociedad (se refiere a la cubana*), su alto grado de equidad social, el inequívoco compromiso de su gobierno con el bienestar de la comunidad nacional aun en medio de las enormes dificultades que el bloqueo estadounidense acarrea. Pero, igualmente, no puede ignorarse la existencia de rasgos negativos. Uno de ellos es que los cubanos no podrán decidir cómo será su futuro sin el Comandante.”
Caratula del libro de José Manuel Martín Medem
Sin haberse leído el libro, solo con la nota anterior, cualquiera puede tomarse ese comentario como una tácita verdad y creer que Cuba ha quedado estancada. Sin embargo, la realidad cubana plantea otra que derrumba esa afirmación que se plantea en el libro del actual director de Mundo Obrero, órgano oficial del Partido Comunista de España.
Como bien expresó Fidel Castro: En los tiempos difíciles el número de vacilantes aumenta; en los tiempos difíciles —y eso es una ley de la historia— hay quienes se confunden, hay quienes se desalientan, hay quienes se acobardan, hay quienes se reblandecen, hay quienes traicionan, hay quienes desertan. Eso pasa en todas las épocas y en todas las revoluciones. Pero también en los tiempos difíciles es cuando realmente se prueban los hombres y las mujeres; en los tiempos difíciles es cuando se prueban, realmente, los que valen algo.” (1)
¿Cómo decir que el pueblo cubano no podrá decidir su futuro sin Fidel, si a poco más de dos años de su desaparición física, en febrero de 2019, aprobó su nueva Carta Magna con un total de 6 millones 816 mil 169 de electores a favor (86.85% del total de votos válidos), de una participación de 7 millones 848 mil 343 (84.41% del padrón)? ¿Cómo pensar que el pueblo cubano no tiene capacidad de seguir adelante, cuando sigue ajustando su realidad al contexto actual, tanto nacional como internacional? ¿Cómo sentenciar de imposible construir un futuro, si hoy día, en medio de una crisis forzada por la pandemia de la COVID19 y las políticas más feroces del imperialismo, el pueblo cubano reafirma su labor internacionalista de solidaridad con otros pueblos, como uno de los principios esenciales que Fidel inculcó?
Independientemente que una estrofa de la canción “Cabalgando con Fidel”, de Raúl Torres, dice que “Hoy quiero gritarte, Padre mío/ no te sueltes de mi mano,/ aún no sé andar bien sin ti”; la Revolución cubana continúa y el pueblo no se detiene: fortalece su socialismo.
Fidel no trabajó incansablemente para ser eterno, sino para formar a las nuevas generaciones de cubanas y cubanos, en fortalecer la consciencia del pueblo y madurar su capacidad en la toma de decisiones en el futuro: Fidel preparó al pueblo revolucionario cubano para ser mejor que él mismo y para actuar consecuentemente según el contexto presente y futuro. Cuba no crea super héroes de producciones Marvel ni de Comics seriados, sino que forma mujeres y hombres que aprendieron de Fidel a estar dispuestos a desafiar lo imposible, por mantener sus derechos a determinar su futuro.
Es real que ha sido un duro golpe para el pueblo cubano el fallecimiento del Comandante en Jefe de la Revolución y no se podrá contar para recibir de él, ni el presente ni en el mañana, la luz de nuevas enseñanzas y consejos; pero su pérdida física no significa estancamiento ni una pérdida de dirección política y, mucho menos, que se borre su extenso legado, el cual seguirá siendo sólida fuente donde encontrar adecuada guía en cada momento que sea necesario.
El pueblo cubano, con su juventud aguerrida, conoce bien cuál es su camino_ siempre lo ha sabido_ por eso luchó en el llano y en la Sierra, triunfó en Playa Girón, realizó la campaña de alfabetización, venció al Apartheid en África, sigue alcanzando más conquistas sociales a pesar del criminal bloqueo económico, sigue defendiendo las causas de liberación de los pueblos y lleva humanismo a todos los rincones del planeta en las misiones internacionalistas.

*Nota aclaratoria del autor de esta entrada.
(1) Discurso en el XXXIV Aniversario del Asalto del Cuartel Moncada y el XXXV del Levantamiento de Cienfuegos, efectuado en Cienfuegos, el 5 de septiembre de 1992, “Año 34 de la Revolución”.

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