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miércoles, 20 de noviembre de 2019

UN CUBANO EN NICARAGUA. RECUERDOS DE UNA REVOLUCIÓN

Coronel Juan González Ferrer
Tomado de Contexto Latinoamericano. Ocean Sur
Por Elena Milagros Godines Dalmau


Hablar de Nicaragua sin mencionar su eterna e incansable revolución contra la dictadura somocista es pasar por la historia de Latinoamérica como la ojeada de un libro.

A 40 años de conmemorar la victoriosa revolución sandinista, recordar esos momentos desde las voces de protagonistas cubanos e internacionalistas constituye un gran homenaje a esa página gloriosa del pueblo nicaragüense.

sábado, 28 de julio de 2018

Nicaragüita, y el triste papel de la izquierda regional


Toomado de ALAI. Agencia Latino Americana de Información
Por Aram Aharonian.
Periodista y comunicólogo uruguayo. Mágister en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la).

Ahora el intento restaurador llega de la mano de una derecha internacional mucho más agresiva, consciente de que las demandas de ganancia del gran capital se producen en un mundo más competitivo, con otros actores globales fortalecidos y decididos a ocupar los espacios que reivindican como propios, y en circunstancias en que su principal centro de poder, Estados Unidos, está operando de forma peligrosa, unilateral e irresponsable, en virtud de que conoce que su poderío global está en declive.

domingo, 1 de julio de 2018

Los MRS y Somoza son la misma cosa


Tomado de Correo Nicaragua
Por Stephen Sefton.

No es un accidente que los super-revolucionarios del Movimiento de Rescate del Sandinismo usen el mismo acrónimo que sus contrapartes socialdemocratas del Movimiento Renovador Sandinista. Comparten la misma confusa motivación antidemocrática fundamental basada en el odio al Frente Sandinista de Liberación Nacional que hace muchos años los expulsó del partido. Por ende, comparten el mismo objetivo político, que es derrocar el legítimo gobierno de Nicaragua y su Presidente Daniel Ortega Saavedra para lograr su revancha.

miércoles, 20 de junio de 2018

Carta abierta a Amnistía Internacional de un exprisionero de conciencia

Tomado de La Voz del Sandinismo
Por Camilo E Mejías**

Durante su tiempo en custodia, Mejía fue reconocido por Amnistía Internacional como prisionero de conciencia y premiado por su resistencia.

A continuación compartimos la carta:

Carta abierta a Amnistía Internacional de un exprisionero de conciencia de Amnistía Internacional

A través de esta carta expreso mi condena inequívoca de Amnistía Internacional con respecto a su papel desestabilizador en Nicaragua, mi país de nacimiento.

Abro esta carta citando a Donatella Rovera, quien en el momento de decir esto había sido una de las investigadoras de campo de Amnistía Internacional por más de 20 años:

viernes, 1 de junio de 2018

Nicaragua en la mira de la derecha internacional

Grupos desestabilizadores queman institucion del FSLN en el departamento de Leòn.
Tomado de Tercera Información.
Fuente original: Cuba Con Amalia
Por Lídice Valenzuela.

El pasado 18 de abril comenzaron en varias ciudades nicaragüenses manifestaciones pacíficas de protesta por la reforma planteada por Ortega a la Seguridad Social (Reuters)

En Nicaragua solo los ingenuos consideran posible una revuelta de enormes proporciones por la inconformidad con un decreto firmado por el presidente Daniel Ortega, con un saldo de 63 fallecidos, 15 desaparecidos y cientos de heridos, mientras la oposición se niega a poner fin a la violencia.

martes, 18 de julio de 2017

FSLN: La Revolución que Democratizó la Vida

Tomado de Pensando Américas
Por Edwin Sanchez

I
Hay pueblos que soportaron dictaduras vivas y hasta saludables en su anómala especie. Parecían hechas a prueba de balas y siglos. Sin embargo, cuando se suponía que había llegado el turno de estrenar la república, el tamaño de la desgracia fue todavía mayor: la libertad era de papel y la democracia que les tocó era más fría que un muerto.

Estos pueblos sufrieron la democracia desencarnada, esa rellenada con vanas proclamas y pomposos editoriales, que en vez de incluir descarta a los desfavorecidos; esa que la derecha más ultramontana, desde los latifundios mediáticos, habla como si se tratara de su propiedad.

Para eso la derecha diseñó su “democracia”, para vestir de ley el culto a Mammón y de Estado de Derecho a la costumbre de excluir a los pobres. Se echó mano del mismo patrón sin necesidad de charreteras y cuarteles.

Ya se conoce lo que pasó en los años de la primera etapa de la Revolución Sandinista. La agresión militar y económica de Ronald Reagan desgastó a la nación, frustrando los ingentes esfuerzos por llevar a fondo la justicia social.

A ese estado de cosas contribuyeron los yerros económicos como el de los dogmáticos que fustigaron hasta al pequeño finquero que no aceptó sus improductivos esquemas ideologizados. Y son esos mismos radicalizados los que ahora critican al Sandinismo por el actual consenso público-privado-laboral.

Los desaciertos de algunos comandantes, de cuadros “ideológicos” e intermedios; de ciertos ministros y magistrados, impidieron las magnas propuestas de una sociedad justa.
Esta “nomenclatura revolucionaria” después de la derrota electoral del Frente Sandinista en 1990, no perdió tiempo: tomó distancia y le echó la culpa al comandante Daniel Ortega.

Los antiguos Dirección-Nacional-Ordene se enfilaron en la derecha más conservadora y se repente, todo lo que repudiaron en sus años de gloria, ahora era “bueno”. Y se declararon “demócratas”.

Del ego de estar en la tarima la Revolución pasaron a ser el eco del discurso más conservador. Y renegaron del FSLN. Dijeron y dicen cualquier cosa, en busca de caerle en gracia a los que entonces descalificaban como “la derecha recalcitrante y vendepatria”, “reaccionarios al servicio del imperialismo”, “periódico de la CIA”, etc.

II
Después de 1990, la derecha trató de restaurar parte del viejo sistema, solo que sin Somoza y con un toque de “elegancia” que le faltó a aquel: una democracia de Country Club.

Pero la democracia, para que sea tal y no de una membresía selecta, esa que desprecia a los damnificados del sistema y exalta los símbolos vacíos, debe estar conectada con políticas sociales y económicas destinadas al bien común.

El mérito del FSLN, al retornar al gobierno, es que el pueblo dejó de ser un borroso colectivo anónimo. La democracia tampoco fue más un ceremonial sin alma y sin patria, cuando poco importaba que la gente muriera por enfermedades curables.

Libre de los “iluminados” del extremismo, el FSLN – conducido por el comandante Daniel Ortega y la Vicepresidenta Rosario Murillo– se constituye como el partido de la solidaridad. Y lo que no se logró hacer o concluir con relevantes resultados en la primera parte de la Revolución, ahora no solo son buenas intenciones: son hechos.

Cuando las familias de Nicaragua fueron a los comicios en noviembre de 1996, la “democracia” presentaba, sin guerra ni bloqueo económico, 58.2 defunciones por cada 1000 nacimientos.

En 2006, último año del neoliberalismo, por el mismo número de partos, 29 morían.
Al votar los nicaragüenses en noviembre pasado, bajo el mandato del Sandinismo la mortalidad infantil se había reducido a 14.

Sin incluir el impacto sustancial de los programas socioeconómicos para reducir la pobreza, estos registros nos indican que entre la “democracia” de los discursos y la democracia de hoy hay una diferencia, y grandísima: el cultivo de la vida.

Comparado con 1996, en 2016 se salvaron de morir 44 tiernitos.


La Vicepresidenta dijo: “No estamos tranquilos, pero hemos disminuido la tasa de mortalidad infantil y con el favor de Dios vamos adelante resguardando la vida, promoviendo salud”.

III
Hoy el nicaragüense promedio vive más que en cualquier otro periodo de la historia nacional. Para los que padecen de amargura en el espíritu, les será difícil admitirlo, pero en estos diez años, el Sandinismo ha puesto su digna: los calendarios prolongados sobre este mundo ya no son exclusivos de una elite.

No es lo mismo una “democracia” donde los electores iban a votar con una esperanza de vida de 63.4 años los hombres y 68.1 años las mujeres, en 1996 (Informe de la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), que una que expanda la edad. En aquel año había una población de 4 millones 706 mil habitantes.

En noviembre de 2017, cuando el pueblo de Nicaragua acuda a las urnas, su esperanza de vida media prácticamente será de 75 años (Informe de la Organización Mundial de la Salud, 2016). Pero ahora somos más de 6 millones de almas.

Aparte, con los resultados del último estudio de campo de M&R, se redondea una sustancial mejoría de la población. El dato es ineludible.

El ingeniero Enrique Bolaños inició su presidencia en 2002. Los apologistas llaman ese periodo la “edad de oro de la democracia”, pero el 70% de los nicaragüenses quería irse de Nicaragua.

En esos años, el éxodo masivo y constante nunca fue información de primera plana. Para el partido impreso y resto, el consulado de Costa Rica no era “noticia”.

En junio de 2017, solo el 28% de los ciudadanos piensa en marcharse del país. Raúl Obregón, director de la consultora M&R, explicó: “Las razones tradicionales que han impulsado a los nicaragüenses a irse del país, como ir a recoger dinero para venir a poner un negocio o comprar una casa, aquí poco a poco se están dando y de esta manera también se evita la desintegración familiar”.

Más allá de eso, la Empresa Nacional de Transmisión Eléctrica (Enatrel), anunció el pasado octubre que en Nicaragua hay una cobertura eléctrica de un 90%, un hecho inédito en la historia. En 2006, el país contaba con un 54% de tendido nacional.

Se ha pasado de una oscura “democracia” de 580 mil viviendas con luz a l millón 80 mil. La meta en 2017 es enchufar al 93% o 94% del país.

No es extraño que por estas razones, el 77.4% de la población respalde al Comandante Daniel Ortega, pues está convencida de que lleva a la nación por el camino correcto, en tanto el 79. 3% avala el trabajo que realiza la Vicepresidenta, Rosario Murillo.

Una Revolución de verdad se mide por el respeto al más elemental de los derechos humanos, el derecho de vivir. Pero el Sandinismo no se quedó ahí: la Revolución democratizó la vida. (Pensando Américas-La Voz del Sandinismo).

martes, 11 de julio de 2017

Nicaragua, rápido recuento de su epopeya

Daniel Ortega is seeking a third term in Sunday's elections despite a constitutional limit on holders of the office to two terms.
FOTO RODRIGO ARANGUA / AFP/GETTY IMAGES
Tomado de Contexto. OceanSur.
Por José Gabriel Martínez Rodríguez


El próximo 19 de julio se cumplirán 38 años del triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua, un hecho que se consolidó como un hito de la historia contemporánea de Latinoamérica y las luchas de sus pueblos por emanciparse de gobiernos totalitarios y serviles a los intereses de poderes hegemónicos foráneos.

Veinte años después del triunfo de la Revolución Cubana, la de Nicaragua significó la segunda experiencia en que fuerzas populares, progresistas y opuestas a un régimen despótico, impuesto y apuntalado desde Washington, alcanzaron el poder tras una exitosa guerra de guerrillas para dar paso a un gobierno nacionalista, de carácter democrático-popular.

Con su triunfo, el movimiento que perseguía ideales de igualdad y justicia social acabó asimismo con décadas de torturas, vejámenes y un expolio constante de las riquezas del país a manos del dictador Anastasio Somoza y su familia, así como de la oligarquía que le era afín.

Protagonizada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), nombrado de esa manera en honor a Augusto César Sandino, héroe de la resistencia nicaragüense contra la ocupación de Estados Unidos (1927-1933), la Revolución de Nicaragua significó además un resurgir de la esperanza en el progresismo y la izquierda en América Latina y el Caribe.
Ello, sobre todo después del fiasco que había significado el Golpe de Estado en Chile seis años antes, que dio al traste con la creencia en la posibilidad de construir en esa época una auténtica revolución de corte social, habiendo arribado al poder mediante elecciones o mecanismos supuestamente democráticos.

Desde el inicio de su lucha, el FSLN no solo se manifestó contra la dictadura de la familia Somoza, sino también contra la influencia e injerencia de Estados Unidos en la vida de la nación centroamericana. Una vez que arribó al poder, emprendió reformas con el objetivo de mejorar la situación socioeconómica del país, y con la justicia social como principio y meta suprema.

En ese sentido, se nacionalizaron los bancos y se realizó una Cruzada Nacional de Alfabetización, mediante la cual se pudo reducir el analfabetismo de un 53 a un 12%. Dichas medidas, y muchas otras que emprendió la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional que asumió el poder tras el triunfo revolucionario, identificaron el proceso sandinista con el socialismo.

Lógicamente, eso no podía ser permitido por Estados Unidos. Además de haber perdido gran parte del control que ejercía sobre el país y ver afectados sus intereses económicos, desde el punto de vista geopolítico no podía tolerar una nueva experiencia socialista en su hemisferio, luego de la Cuba.
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FOTO DE INTERNET
Por ello comenzó a financiar para 1981 a integrantes de la extinta Guardia Nacional somocista, quienes, conocidos como los Contra, iniciaron una contrarrevolución nacional. La vuelta de la guerra al país impactó notoriamente en una economía ya de por sí débil, debido a la bajada de los precios de sus principales rubros exportables en el mercado mundial.

Por si fuera poco, Washington complementó su secreto apoyo a los Contra con un boqueo económico, tal y como hizo en los tiempos de Allende en Chile y como ha hecho con Cuba desde 1961, con el claro propósito de asfixiar su Revolución y el modelo sociopolítico alternativo.

La situación se tensó mucho. El FSLN, en una muestra de legitimación del proceso revolucionario que estaba impulsando, convocó a elecciones en 1984, las cuales ganó por amplio margen.

Sin embargo, esto no fue suficiente para los opositores ni para aquellos que financiaban su Guerra Sucia. El conflicto armado se recrudeció aún más, al punto de que derivó en uno de los mayores escándalos políticos en la historia reciente de Estados Unidos, mecenas y sustento económico de Los Contra a través de mecanismos y operaciones prohibidas de antemano por el Legislativo de la norteña nación.

En 1988, luego de una ofensiva militar del Gobierno nacional, con importantes bajas para ambos bandos, se iniciaron conversaciones de paz y se pactó una tregua. Al año siguiente el Gobierno sandinista firmó un convenio y se comprometió a celebrar elecciones en 1990, comicios que perdió frente a una coalición opositora.

La derrota electoral puso fin a la Revolución nicaragüense y se constituyó en un nuevo y duro golpe a la izquierda y el progresismo latinoamericano, similar a los que han sufrido los gobiernos de esa afiliación política en la región durante los últimos años, también por la vía de las urnas.

No obstante, no sería el fin del sandinismo. Como una importante lección histórica para aquellos que predican un fin de ciclo progresista para América Latina a partir de lo que ha ocurrido u ocurre en Argentina, Brasil y Venezuela, el movimiento revolucionario volvería por sus fueros al escenario político nicaragüense en 2006.

En los comicios presidenciales de ese año los sandinistas, encabezados por uno de los líderes históricos de la Revolución de 1979, Daniel Ortega, resultaron victoriosos y volvieron al poder, en el que se han mantenido hasta hoy con elevados índices de popularidad y aceptación de su gestión.

A ello han contribuido los cambios, transformaciones y justas y efectivas políticas de corte social que han instrumentado, sin descuidar el aspecto económico, todo lo cual ha conllevado a que Nicaragua esté actualmente en «el mejor momento de su historia».

Así lo ha definido en varias ocasiones el presidente del Consejo Nacional de Universidades (CNU) de Nicaragua, Telémaco Talavera, quien justifica su afirmación en el hecho de que el país avanza a diario en la restitución de derechos, «mejorando salud, educación, infraestructura y producción; y ampliando sus relaciones internacionales».

El también asesor del jefe del Ejecutivo aseguró que todas las conquistas se han logrado en una lógica en la que «el pueblo es Presidente» y en la que «diálogo y alianzas entre trabajadores, empresarios, sector público y sector académico» son divisas esenciales.

«Hoy estamos en el mejor momento de la historia; en la lucha contra el hambre y la pobreza, y el deterioro ambiental, construyendo bienestar para estas y las futuras generaciones con el Frente Sandinista y por supuesto con el liderazgo del presidente Daniel Ortega», dijo Talavera en las celebraciones del 37 aniversario.

Un año después sus palabras mantienen plena vigencia. A 38 años de la epopeya que cambió para siempre el destino de la nación, Nicaragua ostenta un desempeño socioeconómico superior al de otras etapas y es gobernada por los gestores de la gran gesta, quienes mantienen un elevado índice de aprobación por sus políticas de justicia e igualdad, y por su compromiso con una historia que no debe olvidarse.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Nicaragua: el golpe blando en marcha

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Tomado de La Jornada
Por Ángel Guerra Cabrera.

Nicaragua sandinista, miembro de la Alba y solidaria con Cuba y Venezuela, no es ajena a la contraofensiva de Estados Unidos y los bloques de poder político-económico locales, contra los gobiernos populares y progresistas de América Latina y el Caribe.

Han resurgido y se incrementan las actitudes injerencistas de Washington contra Managua. Impulsando este escenario y, a la vez, aprovechándose de él, Ileana Ros-Lehtinen, congresista republicana de origen cubano por Florida, y Roger Noriega, ex subsecretario de Estado de Estados Unidos, están enfrascados en una cruzada contra Nicaragua. La base principal de la operación se instalaría en Costa Rica con el apoyo de la Fundación Arias, del ex presidente y premio Nobel de igual apellido, a través de la cual proyectan canalizar 4 millones de dólares como sustento económico inicial a las acciones subversivas y la campaña mediática contra el gobierno de Daniel Ortega.

Protagonista principal de las acciones mediáticas en Nicaragua sería el periodista Carlos Fernando Chamorro, apoyado por el grupo CINCO, que preside, y sus revistas Confidencial Esta semana, financiadas desde Estados Unidos y la Unión Europea. Esta plataforma estructuraría redes movilizadoras que formen activistas y eventualmente hagan surgir un líder joven capaz de unir a la atomizada oposición. Fernando Chamorro viajaría a Costa Rica, antes o después de las elecciones del 6 de noviembre, para articular el plan lejos de la observación de las autoridades nicaragüenses y de la presión de otros grupos opositores ávidos de protagonismo.

La campaña mediática se focalizará en el Canal transoceánico, el expediente de los derechos humanos, la falta de transparencia en el proceso electoral, la situación de seguridad ciudadana, la corrupción gubernamental y presionar a Managua para que abra su frontera a los migrantes cubanos.

En paralelo se desarrollarían provocaciones contra el gobierno de Ortega. Organizaciones financiadas por la NED, archiconocida pantalla de la CIA, trabajarían en ambientes juveniles para movilizarlos a través de las redes sociales digitales en busca de que las fuerzas de seguridad ejerzan la violencia contra los activistas y eventuales manifestantes para caldear los ánimos y poder pasar a la segunda fase, consistente en sentar a Nicaragua en el banquillo de los acusados ante organismos internacionales y regionales por supuestas violaciones a los derechos humanos. Todo, al igual que la derecha en Venezuela, Bolivia y Ecuador, invocando tácticas pacíficas pero buscando que corra sangre.
La embajada de Estados Unidos en San José está al tanto del plan dada sus estrechas relaciones con Arias y la fundación que lleva su nombre, la que le ha prestado incontables servicios. Conviene recordar la complicidad de Arias con Washington en la consolidación del golpe de Estado contra el presidente Zelaya.
El guión ya es familiar. Es el de los mal llamados golpes blandos.

Pero faltaría la guerra económica. De modo que los legisladores cubanoestadunidenses Ros-Lehtinen y Albio Sires, promovieron a finales de septiembre la aprobación en la Cámara de Diputados, nada menos que por unanimidad, de la conocida como ley Nica. De ratificarse en el Senado, donde es patrocinada por el también cubanoestadunidense Ted Cruz, privaría a Nicaragua de créditos de organismos internacionales como el FMI y el Banco Interamericano de Desarrollo, a menos que restaurara la democracia, según el criterio de Estados Unidos. Más allá de eso, la ley asestaría un rudo golpe a la inversión extranjera, necesitada desesperadamente por todos los países, mucho más si son pobres.

Nada beneficiaría a Estados Unidos que después de la mejoría de imagen en la región que le han traído los modestos pasos de relajamiento hacia Cuba del actual inquilino de la Casa Blanca, de repente aparezca estableciendo un bloqueo financiero contra Nicaragua, sumado a la criminal guerra económica que le impone a Venezuela en alianza con el capitalismo trasnacional. Sin contar la afectación que ocasionaría a numerosas compañías de país del norte y a sectores de negocios nicaragüenses. Podría esperarse que, en caso de aprobarla el Senado, Obama, para cuidar su legado, ejerza el poder de veto en los meses por venir e impida que entre en acción.

El gobierno sandinista tiene una alta popularidad y se espera que Daniel Ortega gane ampliamente las elecciones del domingo 6 de noviembre. Pero continúa la ruta del golpe suave.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Daniel Ortega: Sin Revolución, Nicaragua sería un narco-estado

Presidente de Nicaragua reafirma que en estos tiempos, la batalla es por la estabilidad, la seguridad, la soberanía y la paz del pueblo.

Presidente de Nicaragua reafirma que en estos tiempos, la batalla es por la estabilidad, la seguridad, la soberanía y la paz del pueblo. | Foto: EFE

Tomado de TeleSur

El presidente nicaragüense destacó los logros de la Fuerza Aérea en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado.

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, afirmó este viernes durante un acto por el aniversario 37 de la constitución de la Fuerza Aérea del Ejército que sin la Revolución Popular Sandinista el país sería en la actualidad un narco-estado.

"Sin Revolución (Nicaragua) seguramente sería un narco-estado. La Revolución es la que produjo el capital humano, los valores, la conciencia, la dignidad, la firmeza y sobre todo la lealtad al pueblo y a la batalla librada a lo largo de toda nuestra historia", subrayó. El mandatario también resaltó que la Fuerza Aérea y el Ejército en sí nacieron de la Revolución, de tal forma que no es casual que tengan raíces eminentemente populares y sandinistas.

¿Quién se puede olvidar de eso? ¿Quién puede renegar de eso? ¿Quién puede avergonzarse de eso? Si ahí está nuestra razón de ser, de nuestras instituciones armadas, enfatizó.

Igualmente destacó el papel que tiene el Ejército de hacer patria y dignidad para no volver a caer de rodillas frente a las potencias occidentales.

Al respecto puntualizó que muchos soldados se forjaron en la guerra revolucionaria y que quienes han sido jefes del Ejército fueron antes guerrilleros.

A su vez, subrayó que en estos tiempos la batalla es por la estabilidad, la seguridad, la soberanía y la paz del pueblo.

Ortega destacó que en la actualidad la Fuerza Aérea lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, al tiempo que cumple múltiples tareas como el resguardo del mar territorial.

Esta labor ha sido exitosa en tanto el pueblo es el gran protagonista de esas batallas junto al Ejército y a la Policía, indicó.

El presidente también afirmó que los altos grados de estabilidad y seguridad de Nicaragua son reconocidos mundialmente, a pesar de que el país cuenta con recursos limitados.

Por otra parte, el jefe del Ejército, Julio César Avilés, entregó al jefe de Estado la memoria anual 2015, la cual recoge todas las actividades de la institución armada.

En su intervención durante el acto, Avilés reafirmó que el Ejército y su Fuerza Aérea tienen plena conciencia que trabajando con firmeza por la defensa, seguridad y la paz aportan al desarrollo nacional.

El acto contó con la presencia de la coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, Rosario Murillo, la Comandancia General del Ejército, así como autoridades de la Fuerza Aérea e integrantes de este cuerpo militar.

La Fuerza Aérea de Nicaragua está conformada por tropas y medios de aviación de ala fija y ala rotatoria, unidades de aseguramiento aéreo-técnico y unidades de fuerza terrestre que cumplen misiones de defensa antiaérea, vigilancia y control del espacio aéreo, seguridad y resguardo de unidades e instalaciones.

Entre sus roles y misiones, ese cuerpo participa activamente en operaciones contra el narcotráfico y la pesca ilegal, al tiempo que cumple misiones relacionada con el auxilio de la población afectada por desastres naturales o antropogénicos, así como de búsqueda salvamento y rescate.

martes, 19 de julio de 2016

En Nicaragua 37 por 19 igual a la democratización, la igualdad y la justicia

En Nicaragua 37 por 19 iguala la democratización, la igualdad y la justicia

 Foto: wftucentral.org

Tomado de TeleSur
Fuente original: Tortilla con Sal

Definitivamente, la historia madura a los pueblos. No es una cuestión de economías, instituciones o sistemas educativos más o menos desarrollados sino de experiencias vividas por millones de personas, las que de una u otra manera son transmitidas a través de las generaciones y dejan su huella en la manera en que esos grandes grupos humanos se ven a sí mismos, al mundo y a la vida. Cuando uno visita lugares o países como Cuba, el sur del Líbano, Ramallah, Vietnam o cualquier ciudad de Nicaragua es imposible dejar de notar la huella de la experiencia de lucha de los sueños contra el imperio en la señora que vende pan en la esquina, en el taxista que maldice o soporta el tráfico enloquecido, o incluso en los jóvenes que se preguntan por qué el mundo al que han llegado está dominado por seductoras y omnipresentes imágenes que vociferan una libertad que jamás tendrán suficiente dinero para comprar.
Cualquiera que haya tenido un contacto medianamente profundo con las realidades de esos pueblos lo podrá constatar: Por difíciles que sean las condiciones que encuentren, no son víctimas pasivas. Tienen una historia propia, una conciencia de lo que fueron, de lo que son y de lo que quieren ser. Es precisamente el hecho de olvidar ese factor subjetivo el que una y otra vez hace fallar miserablemente los pronósticos de tantos sesudos analistas que desde el exterior, y tanto desde la derecha como desde la izquierda, dejan caer juicios de valor y predicciones implacables sobre pueblos que en realidad no conocen ni están preparados para conocer.
Este 19 de julio la Revolución Popular Sandinista cumple 37 años. Para cierta gente que se define como de izquierda en Occidente se trata de una revolución fracasada, incluso traicionada. Para los cientos de miles que se reúnen en la Plaza de la Fe en Managua, y para muchos, muchos más que siguen la celebración desde sus televisores, se trata de un proceso de cambios vivo, que hoy está materializando las promesas de la insurrección de 1979: Paz, democracia política, justicia social, solidaridad y construcción de un país que las élites, dependientes del interventor imperio estadounidense, se habían empeñado en estar destruyendo por 200 años.
Esta segunda etapa de la Revolución Sandinista que arrancó en 2007 con el regreso del FSLN al poder es ciertamente diferente de la primera, surgida de la insurrección que derrocó a Somoza en 1979. Es una revolución más serena, más aterrizada a las necesidades concretas del pueblo, más consciente de esa verdad que todo buen jefe militar conoce instintivamente, de que ninguna columna avanza más rápido que la más lenta de sus unidades, y más consciente de otras verdades, también grandes como continentes, como que la tierra abonada por la sangre de los héroes y mártires solo será fértil por los que la recuerden en vida, y de aquella otra verdad que dice que una cosa es doblarse y otra quebrarse o, lo que es parecido, que una cosa son los meandros del río y otra el mar al que busca llegar para vaciar sus aguas. La consigna de aquel 19 de julio de 1979, de "¡Patria Libre o Morir!", hoy está alimentada por aquella otra que nos legó Hugo, el Comandante Eterno: "¡Viviremos y Venceremos!".
La Nicaragua que en 1979, insurreccionada, dio al traste con la dictadura somocista, esa pesada losa de represión, corrupción y entreguismo al imperio, era un país muy pobre a pesar de cifras de crecimiento económico que ya desearían tener la mayoría de los países del mundo hoy en día. Pero era un crecimiento destinado a alimentar las fastuosísimas mansiones de la élite dentro y fuera del país, gastado en comprar helicópteros para desde ellos lanzar del aire a los campesinos, o en mantener aviones push-and-pull con los que bombardear a las poblaciones civiles de las ciudades. Una de las empresas más prósperas de aquella Nicaragua era Plasmaféresis, y su concepto de negocios se basaba en extraerle la sangre a los pobres a cambio de unas monedas y un refresco para luego vendérsela a los pacientes ricos de los Estados Unidos. La Nicaragua que había antes del 19 de julio de 1979 estaba regida según el principio de "plata para los amigos del régimen, palo para los indecisos y plomo para los desafectos". Era un país en el que la Guardia Nacional despojaba de sus pertenencias a las víctimas de los terremotos cuando no las reprimía, un país en el que los niños de 10 años eran lanzados a organizar guerrillas y a aprender a lanzar bombas caseras contra convoyes de guardias pertrechados con la última tecnología estadounidense e israelí.
Esa Nicaragua de Somoza era, según se la mirase, una hacienda personal del dictador o una tierra del imperio cedida en usufructo a cambio de que el primero ejerciera sus labores de vigilante de los intereses del amo, tanto dentro del país como en toda centroamérica. Nicaragua no tenía fuerzas armadas propias, sino una constabularia diseñada bajo las órdenes y a la medida de los Estados Unidos. La Costa Atlántica era un lugar de hermosas playas y miseria, y un objeto de escarnio por el que la Nicaragua de Somoza, que se quería ver blanca y europea, sentía vergüenza. En esa época, como tan certeramente lo describió el Comandante Tomás Borge Martínez, y como lo recoge el himno del FSLN, el amanecer "era una tentación". Soñar con un futuro de "ríos de leche y miel" era una osadía que se pagaba con la vida.
En el alma de la gran mayoría de las y los nicaragüenses habitaba el orgullo de tener un compatriota como Rubén Darío, que había escrito aquello (tan martiano) de "A través de las páginas fatales de la historia, / nuestra tierra está hecha de vigor y de gloria, / nuestra tierra está hecha para la Humanidad". En el alma de algunos, que habían logrado preservar la memoria tras el genocidio político que siguió al asesinato de Augusto C. Sandino y sus guerrillas que derrotaron a los yanquis con sueños de cooperativas agrícolas con Patria y Libertad, pervivía la imagen del héroe que la dictadura por todos los medios trató de marcar como "bandolero". Darío y Sandino brillaban como estrellas en medio de aquella oscuridad. A esas estrellas se les unieron otras, como la de los jóvenes universitarios que ofrendaron sus vidas en lucha contra la tiranía, de los cuales el más preclaro ejemplo es el del poeta Rigoberto López Pérez, que un 21 de septiembre de 1956 ajustició al patriarca de la dinastía y asesino de Sandino: Anastasio Somoza García. Eran días en los que todo aquel que se comprometiese seriamente en combatir la indignidad reinante en la patria necesariamente debía correr peligro de muerte.
Fue así como una nueva generación de jóvenes encabezada por los comandantes Carlos Fonseca y Tomás Borge fueron recogiendo los pedazos de toda esa historia de estrellas y sueños, de derrotas sangrientas y oprobios sin fin, y de ellos fueron construyendo una imagen de Amanecer que pudiera servir de Tentación lo suficientemente fuerte para las ansias libertarias del pueblo y de la sociedad toda. Enarbolar a Sandino, a la lucha armada contra el régimen, al pueblo como sujeto de su historia como hermano de los demás pueblos en lucha fueron los elementos que le dieron solidez a este esfuerzo, que dio en llamarse Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Durante varios años fueron muy pocos, y morían casi tantos como ingresaban, pero se convirtieron en un referente político nacional: De un lado, los sandinistas en la montaña, del otro, la dictadura y sus sirvientes. Poco a poco se fueron derrumbando las ilusiones de una oposición no-frontal a la dictadura somocista, hasta que las contradicciones, tanto dentro del país como en el mundo llevaron a que el hilo se rompiera y, por primera vez en la historia, los invitados no deseados, con sus canastos del mercado, con sus cajones de lustrar zapatos, con sus machetes, sus ropas andrajosas y sus modales nada refinados, ocuparan el centro de la escena. Bajo las banderas de economía mixta, democracia política, justicia social, no-alineamiento internacional y la compatibilidad entre un compromiso cristiano y un proyecto revolucionario comenzó la historia de una Nueva Nicaragua a partir del 19 de julio de 1979.
Esas banderas, que en su momento fueron acogidas con ardiente entusiasmo o genuina curiosidad por las almas progresistas y de izquierda de todo el mundo, resultaron más difíciles de concretar en la práctica debido principalmente a dos factores: Primero, a la respuesta militar y terrorista del imperio más poderoso del planeta contra una nación con menos habitantes que un barrio de la ciudad de Nueva York y segundo, a causa de unos revolucionarios (y también de todo un pueblo revolucionario) que tuvieron que aprender, tras una larga lista de errores, amargamente y en carne propia, la lección contenida en la Tercera Tesis sobre Feuerbach de Carlos Marx, aquella que dice que "el propio educador necesita ser educado".
A pesar de logros tan extraordinarios como la Cruzada Nacional de Alfabetización, y de programas que trastocaron las relaciones de poder en toda la sociedad, como las reformas agraria y urbana, o la Autonomía de la Costa Atlántica, que asume el carácter plurinacional de la sociedad nicaragüense, hacia fines de la década de los años 1980 la economía se había salido gravemente de sus cauces. Lo que las fuerzas de la Contra no lograban en el terreno militar lo estaba logrando la debacle económica aunada al descalabro de la Unión Soviética y de todo el bloque socialista, que habían estado apoyando al país con considerables recursos. En esas condiciones, Cuba socialista, que siempre, aún en los días más negros de la lucha contra la dictadura, había apoyado incondicionalmente a Nicaragua, no podía de ninguna manera suplir el papel jugado por los otros aliados.
Lo que no se perdió en el terreno de combate se perdió así en las urnas el 21 de febrero de 1990. A muchos revolucionarios en aquel momento les pareció que con esa derrota ya todo estaba perdido. Pero al día siguiente de la victoria de la coalición de la UNO apadrinada por Washington, Nicaragua seguía estando ahí. La pobreza seguía estando ahí. Las ansias de paz, de justicia y de esperanza del pueblo seguían estando ahí. A pesar de la derrota el FSLN, como instrumento político del pueblo, y como partido más grande de Nicaragua, seguía estando ahí. En suma, la necesidad de completar lo que se había iniciado el 19 de julio de 1979 seguía estando ahí.
En esas condiciones, el Frente Sandinista, con el Comandante Daniel Ortega a la cabeza, lanzan la consigna de "Gobernar desde abajo" que implicaba defender lo mejor posible los logros alcanzados en un país en el que habían un ejército y una policía de raíces populares y revolucionarias, que no apuntarían sus armas contra el pueblo. Esas instituciones, más el hecho de que por primera vez en la historia el país contaba con miles de abogados, jueces y juristas nacidos de la revolución, le daban al Frente Sandinista una posibilidad real de reconquistar el poder por medio de un juego electoral sancionado por la misma Constitución nacida de la Revolución Sandinista y que fue la que por primera vez le dio al país elecciones verdaderamente libres.
A la derrota de 1990 le siguieron 17 años de lo que en Nicaragua se denomina "larga noche neoliberal". Lo que se logró avanzar en materia de inversiones productivas durante la década anterior fue privatizado, malvendido o robado por los gobiernos de turno. No solo el Frente Sandinista, sino todos aquellos que habían sido sandinistas, fueron objeto de una cruel privación de puestos de trabajo, de crédito, de alternativas educativas y de cualquier medio de subsistencia. Como hizo Somoza tras el asesinato de Sandino en 1934, la derecha y los Estados Unidos se lanzaron, no solo sobre el Frente Sandinista, sino sobre todo el pueblo sandinista en su conjunto. Ese fue quizás su más grave error, y prueba de ello son las plazas llenas en los 19 de julio de hoy en día.
Las plazas llenas de los 19 de julio de hoy en día son el resultado de un pueblo y de su instrumento político que se recomponen a raíz de una severa, más no fatal, derrota. Hoy El Educador ha regresado, habiendo aprendido algunas lecciones de la historia. Y no solo eso, sino que lo hace también gracias a los avances logrados durante los últimos años por nuestros pueblos hermanos del Abya Yala, en especial el Pueblo Bolivariano de Venezuela, al que debemos, no solo una muy importante ayuda material, sino también el impulso de las ideas del Hijo Inmortal de Bolívar.
Hoy el Pueblo Presidente llena las plazas de Nicaragua basado en un consenso que abarca a los sectores más amplios de la sociedad. Es un consenso que reconoce (aunque no necesariamente comparta) las razones de los otrora enemigos, asumiendo sus propias arrogancias y cegueras del pasado así como siendo vigilante con las que se pueda cometer en el presente. Es un consenso que ha aprendido a valorar el control directo de los trabajadores libremente asociados sobre los medios de producción, con un sector de lógica no-capitalista que controla el 63% del PIB y más del 70% de la fuerza de trabajo en medio de una economía altamente capitalista y dependiente del mercado internacional. Es un consenso que se basa en la conciencia colectiva compartida de la necesidad de diversificar las relaciones económicas del país al máximo posible, así como de hacer un uso eficiente de hasta el último centavo. Otro formidable "colchón" de Nicaragua ante las incertidumbres del mercado mundial actual es el hecho de que el 90% de la comida que se consume, o sea, el arroz y los frijoles que come el pueblo, son producidos en el país.
Un 19 de julio de 1979 al pueblo nicaragüense todo le parecía posible. Hoy, 37 años más tarde, todo le sigue pareciendo posible, pero de una manera mucho más real. Desde que el Frente Sandinista regresó al poder en 2007, el país ha experimentado un paulatino pero sostenido proceso de cambios para mejor. Según las encuestas de opinión, el presidente Daniel Ortega tiene los niveles más altos de aprobación de todos los presidentes que han habido desde 1990 hasta la fecha. No sería ninguna exageración decir que Daniel Ortega ha sido el mejor presidente de Nicaragua en sus casi dos siglos de historia independiente.
Antes de 2007, Nicaragua era un país del que la gente se quería ir. Hoy es cada vez más uno de gente que se quiere quedar. Antes, no había esperanza, mientras que hoy sí la hay, aún en los turbulentos momentos por los que atraviesan nuestra región y el mundo. Hoy, para muchos jóvenes, que son la mayoría del país, el 19 de julio de 1979 es una referencia cada vez más lejana, y la sociedad enfrenta el reto de no olvidar su historia, y no solo eso, sino también de asumir la tarea de definir concretamente en qué consisten los Ríos de Leche y Miel hoy en día, en pleno Siglo XXI. Definitivamente, la historia ha hecho madurar al pueblo nicaragüense pero, como siempre en la vida, las experiencias pasadas son tan solo lo que logremos hacer de ellas de cara al futuro, de modo que en cierto sentido se puede decir que todo resta aún por hacer, y que afortunadamente Nicaragua tiene muchos 19 de julio por delante que celebrar.

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