Tomado de
Cuba Socialista
Por Enrique Ubieta Gómez
Intervención en el Taller Cultura y Liberación de los Pueblos del XXV Foro de Sao Paolo, Caracas, 26 de julio de 2019.
“La cultura es lo primero que hay que salvar”, alertaba Fidel. No hablaba solo del arte y la literatura. La nueva sociedad exige un individuo “nuevo”, es decir, una mujer y un hombre que participen conscientemente en su construcción. La cultura que llamamos socialista es de hecho una cultura de tránsito. No existe como meta, sino como proceso, en franca guerra contra la cultura dominante. Una Revolución en el poder debe luchar contra la cultura global hegemónica (modo de vida, modelo de éxito) que es la capitalista, en todos los ámbitos de su reproducción. Pero los revolucionarios no pueden esperar a tener el poder, o el gobierno (en el peor pero más probable de los casos) para iniciar esa lucha, que es vital: lo que comúnmente identificamos como concientización de las masas, es un hecho cultural. La cultura dominante en el mundo es la de la clase dominante, y la nueva cultura avanza y retrocede, su éxito siempre es parcial.
“El socialismo no es un problema de cuchillo y tenedor. Es un movimiento de cultura, una grande y poderosa concepción del mundo”, decía Rosa Luxemburgo. Para alcanzar esa nueva cultura se necesita una base material que la sustente —algo que con frecuencia se olvida—, pero la tarea no puede postergarse. Las revoluciones auténticas, cuando se producen, impulsan esa nueva mirada colectiva. Un millón de personas en la Plaza de la Revolución no son una masa sin rostro, son un millón de protagonistas individuales. Pero la guerra cultural entre los dos modos de vida, incluso en una Revolución que ha alcanzado el poder, no cesa. Abordaré algunos aspectos de la batalla por la cultura que me parecen importantes, desde la experiencia revolucionaria cubana: