miércoles, 29 de junio de 2011

Las Mariposas de Antonio Guerrero


Para muchas personas de todas partes del mundo, Antonio Guerrero, uno de los 5 Cubanos presos en los Estados Unidos, se ha convertido en un artista de gran talento durante estos largos años de encierro en Florence Colorado. Al igual que sus cuatro hermanos de causa, Tony utiliza el arte como una herramienta para participar activamente en la lucha hacia la inevitable libertad de los Cinco.

Antonio ha perfeccionado una serie de técnicas de pintura que han sido llevadas a numerosas exposiciones de varios países. Desde hace dos años, su exposición "Desde mi Altura" ha recorrido numerosas ciudades de los Estados Unidos.

En el 2008, Antonio colaboró con el estadounidense Bill Hackwell para producir una exposición de retratos de activistas que participan en la lucha por la libertad de los 5 titulada "Puentes de Solidaridad" la cual ha viajado por más de un año por importantes ciudades de Cuba. Uno de los proyectos más significantes de Tony fue su trabajo "Aves de las Américas" que realizó para el Museo Nacional de Historia Natural de Cuba.

En el 2009, cuando Tony aun pintaba las Aves de las Américas, el director del Museo Nacional Dr. Reinaldo Rojas le propuso pintar las mariposas endémicas de Cuba, y así fue como este proyecto comenzó.

Quedo definido que existían 27 especies de mariposas endémicas de Cuba, con dos especies en extinción. Pero debido a las limitaciones de su confinamiento Antonio carecía de las imágenes de esas mariposas para poder pintarlas.

Como solución al problema de la falta de imágenes se recurrió a retratar las 25 mariposas de cada especie que se habían conservado en el Instituto de Ecología de Cuba. Para ello se conto con el asesoramiento y la coordinación del especialista y biólogo Jorge Luis Fontenla del Museo de Historia Natural.

Liborio Nodal, el renombrado fotógrafo de la Revolución Cubana, ofreció fotografiar la colección de 25 mariposas en el Instituto de Ecología, y de esa forma hacerle llegar a Tony imágenes detalladas para crear su obra. Esta no fue la primera vez que Antonio y Liborio colaboraron en un proyecto; el año pasado, una exposición del trabajo de ambos fue inaugurado en Paris, Francia.

Antonio comenzó a pintar las mariposas endémicas de Cuba a comienzos de marzo de este año y continúo sin interrupción hasta que terminó su obra el pasado 11 de junio. Las mariposas fueron pintadas en acuarelas.

Al terminar la serie Tony comentó, "Casi me parecía un sueño y si ha sido un sueño realizado. Espero todas las obras lleguen bien a destino y sirvan a nuestro Museo Nacional en su importante misión de dar a conocer a todo nuestro pueblo y el mundo nuestra Historia Natural, tan ligada hoy a la obra revolucionaria, que tan celosamente cuida de nuestra fauna y nuestra flora".

LA MARIPOSA QUE PINTO


Unas tienen motas blancas,
otras, rayuelas en negro,...
La mariposa que pinto
revolotea en mi pecho.

La miro, mueve sus alas;
me mira, ríe, y me alegro
cuando se posa gentil
en la flor que llevo dentro.

Como un suspiro de amor
salta del cáliz abierto
y con su gracia divina
le da colores al cielo.

Primavera sin jardines
bajo nubes del encierro,
pero vuelan mariposas
en acuarelas y en versos.

21 de junio de 2011
FCI Florence
Antonio Guerrero Rodríguez




Agrego un pequeño relato publicado en CubaDebate por Dardo Ribas, el 28 de junio de 2011:

UNA ANÉCDOTA DE MI INFANCIA PARA ANTONIO Y SUS CAMARADAS…
ESOS HOMBRES-MARIPOSAS

La titularía “Mamá y las mariposas”

En el barrio de mi infancia -reparto para los cubanos- había una época en que aparecían las mariposas. Miles y miles surcaban las calles provenientes de los terrenos del ferrocarril que quedaba a unas escasas cuadras del muy humilde hogar de mis padres…

Papá, un dirigente obrero comunista ejemplar en todo sentido; tipógrafo ilustrado, autodidacto asombroso y pobre empedernido.

Mamá, era artista plástica. Una mujer hermosa, fina, delicada, dueña de una profunda cultura e inteligencia. La ternura y su concepto espartano de la vida, eran sus condiciones más notables.

Un día -de esos en que aparecían las mariposas-, los chicos del barrio nos dedicábamos a “cazar” a estos hermosos insectos y para ello utilizábamos pequeñas ramas que arrancábamos de los árboles.

Luego, a las que quedaban vivas e íntegras, las encerrábamos en frascos para contemplarlas, maravillados con la hermosura de sus colores y la increíble fragilidad del terciopelo que se propaga en sus pequeñas alas.

Al poco tiempo, horas apenas, morían encerradas en aquella infame cárcel a las que le habíamos condenado; nosotros inconscientes de esa conducta amanecida, tal vez y en un gran contrasentido, por la admiración absoluta a su belleza.

Absurda manera de homenajearlas o de no comprender el enorme significado de su libertad; su derecho a la efímera felicidad, en las breves horas que la Madre Naturaleza les otorga como existencia.

Recuerdo que mamá -dibujante eximia y pintora especializada en carbonillas, pasteles y otras técnicas que imperaban en aquellos remotos años 50 y discípula y amiga de Quinquela Martín-, quedó consternada por nuestra actitud en alguna lejana tarde de verano.

Me refiero a matar a ramalazos a muchas mariposas y encerrar a otras, condenándolas injustamente a una agonía miserable. Justamente ellas, que todo lo pintaban en aquel barrio triste de pobreza franciscana donde vivíamos. Su paso duraba unos breves días; seguramente era una migración que tenía que ver con su reproducción.

Mamá, indignada, una tarde, me encerró en el humilde cuarto de baño de la casa que alquilaban. Esas viejas casas -hoy desaparecidas-, de habitaciones en hilera, un patio con columnas, una pequeña cocina… y el sanitario.

Me depositó -amable, pero imperativa-, en ese lugar y por una hora escasa. Acompañado por el frasco con mis prisioneras. Sólo nosotros.

Con su dulzura infinita se las ingenió para ofrecerme, desde afuera, una pieza oratoria. Una pieza oratoria dedicada a la libertad de las mariposas. Me comparó con aquellos pequeños seres y me hizo comprender el principio de la libertad.

Luego, lloré en silencio y le pedí salir. Abrió la puerta, y ante su radiente felicidad, abrí el frasco y las deposité sobre las plantas de un pequeño jardincito que estaba en la entrada de la casa y que mi padre cultivaba con la delectación de un artista. Nos abrazamos y lloramos juntos. Nunca más intenté atrapar mariposas.

Antonio, tú y tus compañeros son como aquellas mariposas. Claro, no hay inocentes que los sumergieron en un frasco, en una prisión infantil. Las maldades inabarcables de sociedades injustas y hombres e intereses deleznables, les mantienen en ese frasco.

Estoy seguro que saldrán. Alguien abrirá la tapa de ese frasco infame.

Con los años, en el Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires, pude obtener ejemplares disecados de las más bellas mariposas de mi país.

A veces las contemplo en las paredes que rodean mi biblioteca elemental y me siento culpable. Me pregunto “¿quién las habrá capturado, inmortalizado de esta forma, para que los humanos podamos apropiarnos de tanta belleza?”…

Una belleza que no merecemos. Encarcelar a la libertad es un pecado horrendo. Lo digo yo, que no soy creyente en dioses y dogmas.

Tú, como mi madre, pintas, retratas, todas estas cosas maravillosas que nos rodean. En estas pinturas, tus mariposas no sufren. No hieres a la Naturaleza… no mortificas ser alguno. Por el contrario, en una extraña metáfora, los carceleros reciben su castigo. Tú puedes hablar por las mariposas. Tú eres un hombre-mariposa. Y puedes demostrarles su indignidad a quienes, injustamente, creen que te tienen encerrado.

Saldrás, saldrán… ¡Estoy seguro que serán libres!

¡Alguien tiene que oír! Alguien en aquel país absurdo tiene que escuchar, reflexionar y decidir.

Antonio, un abrazo inmenso para ti y tus compañeros-mariposas desde Buenos Aires.

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