Muchas grietas y un Rajoy



Mariano Rajoy. Presidente del Estado Español.

Tomado de Cubadebate: 

8 de marzo de 2012

Por Elsa Claro.

Dicen que las estadísticas son frías pero las que hoy se manejan en España tienen fiebre alta. También están bastante enfermas las líneas de acción política del gabinete encabezado por Mariano Rajoy, desde donde culpan al gobierno anterior de cuando ellos hacen ahora y que, simplificando, se reduce a seguir apretando a la población, llegando a extremos que enseñan un desquiciado perfil: el 22% vive en situación de pobreza y un 25% está a punto de caer en ella. Por lo tanto, casi la mitad de la ciudadanía está afectada o en inminente riesgo.

En este momento 30 000 personas viven en la calle y las organizaciones caritativas o religiosas reportan un crecimiento de las solicitudes de alimento gratuito en el orden del 300%, destacando que no son los tradicionales vagabundos o drogadictos los suplicantes actuales, sino personas procedentes de sectores con mejor procedencia, en general, pero de capa caída. Que en Estados Unidos esté quedando en el pasado la tan glorificada clase media, y los registros se manifiesten similares a los españoles, no es obra de percances coincidentes.

Con respeto a la península ibérica, su actualidad, habrá que concordar -solo un poco- con los conservadores, pues en verdad, José Luís Rodríguez Zapatero y sus ministros, al asumir mandato, no cambiaron el modelo económico que se aplicaba desde la etapa Aznar y se generalizó en toda la Europa de los 27 a través del Pacto de Lisboa (capital de otro país donde los truenos caen y la tormenta asusta) haciendo obligatorio el establecimiento o la desbocada profundización del modelo neoliberal.

Carece de sentido ocultar que el anterior gobierno creía en ese prototipo del capitalismo y además los padeció, al punto de verse precisado a iniciar los ajustes,- por certidumbre o por imitación e impulso ajeno-, pero culparles en de todos los pecados mientras se comenten los mismos o peores, es mantener una tendencia usada por esa derecha desde la oposición para fustigar hasta las sonrisas de los funcionarios que les antecedieron. Usar igual estrategia desde el poder y como si fueran ajenos a los males que provocan, es imprudente y a la larga estéril.

El pesimismo impera en España, no tanto porque más de once millones y medio de ciudadanos están en este mismo momento en riesgo de entrar de lleno en esa temible zona de pobreza y hasta en aquella -tan alarmante- de la exclusión social plena, sino debido a que las salidas no aparecen y las experiencias circundantes tampoco tranquilizan. Solo Dios, a quien se le suele achacar lo que pasa y lo que no, sabe hasta cuándo cesará la mala tendencia.

Cuando la cifra de desempleados avanza hacia los 6 millones, la gente tiene que comprar menos alimentos aunque gaste más en adquirirlos, debito a que el señor mercado carece de delicadezas y altruismo. Al parecer tampoco las poseen aquellos con patrimonio asegurado o receptores de estipendios del estado e incluso de la Unión Europea, solo por ser ricos, poseer tierras y privilegios.

Eso, para no citar a los beneficiados banqueros con sus insultantes salarios y bonificaciones, mantenidos pese a la responsabilidad que tienen por el desastre que partió de los préstamos basura por las inmobiliarias norteamericanas. Un fuego con larga mecha estallando en el Viejo Continente.

Cuando -como sucede- el jefe de estado español anuncia un recorte del 40% en inversión pública, ¿qué le queda a esa esfera tan disminuida anteriormente y no solo durante la era Zapatero? Para fin de mes presenta los presupuestos que ya anunció austeros ¿qué quiere decir esa palabra? Una cosa es sobriedad juiciosa y otra imponer un ascetismo exagerado a los muchos, mientras se mantiene una benevolencia sin frenos con los pocos que no la necesitan.

El Centro de Investigaciones Sociológicas de España hizo un sondeo y obtuvo desconsolantes dígitos: el 89% consideró “mala” o “muy mala” la situación imperante y 1 de cada 3 está convencido de que se avecinan peores momentos.

Según José María Aznar él dejó bien puestas las claves del éxito económico. Muchos elementos sugieren que si la crisis se manifiesta con énfasis desde el 2009, la génesis de la actual situación, o si se quiere, la flojera para encararla, está en ese antes que él y sus acólitos pintan tan bonito. Un país no clasifica entre las más pobres de una región de ahora para ahorita. Todo tiene antecedentes.

Y de que los desperfectos están en el modelo y no solo en la gestión administrativa de los bienes nacionales, está confirmado por varios economistas y lo prueban factores muy precisos, en Grecia, Irlanda, Bélgica o Portugal y España.

Los resultados se parecen en cada caso, incluyendo a los países que no están en la peor fase de la crisis pero padecen desempleo por encima de lo recomendable, podas crecientes a la parte sensible de la sociedad (dejando siempre indemnes a ese 1%, como dirían los de Wall Street) y ni así logran crecimiento ni estabilidad. Los indignados de Londres, Atenas o Washington y hasta los de Tel Aviv, no se exponen a porrazos y cárcel por diversión, quede claro.

Llegados hasta aquí y con tanto de feo por presentarse, resulta edificante que en Islandia lleven a juicio a los financistas culpables y a los dirigentes políticos que les dejaron hacer hasta la hecatombe. Y lo cito porque no solo de recortes sociales se trata. También la santificada democracia occidental sufre talas notables, lo mismo cuando pone un tecnócrata a la cabeza de una nación de forma inconsulta, que cuando determinan la supervisión de presupuestos y el quehacer económico de modo supranacional, o la emprenden contra aquellos que se atreven a quejarse de tanta dulcificada ficción y piden un orden que en realidad lo sea.

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