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Foto: rosalux.org.ec |
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La muerte de Rosa Luxemburgo marcó el no retorno de la socialdemocracia mundial hacia la traición; era no solo un crimen cometido con total conciencia de su significación histórica, sino orquestado en función de un hegemonismo de clase de la burguesía obrera alemana y del gran capital, aliados tras la derrota en la Primera Guerra Mundial, para construir un nuevo orden derechista, el Estado duro del Nacional Socialismo (Nazi), que llevaría a Europa hacia su disolución como centro del mundo.
En la fría madrugada del 15 de enero de 1919 la Rosa Roja escribía sus últimas líneas en torno al problema de la Revolución en el continente y, aunque con pesimismo, se refería a la esperanza de que las masas un día despertasen del letargo nacionalista y de revancha que se cernía por la Alemania humillada de entonces, y la Revolución mostraría su verdadera fuerza diciendo: «Yo fui, soy y seré».