martes, 24 de septiembre de 2019

La CIA y la paradoja de George Orwell

Imagen tomada de internet
Tomado de Granma
Por 
El escritor inglés Eric Arthur Blair, conocido mundialmente por el seudónimo literario de George Orwell, fue combatiente durante  la Guerra Civil Española, a la cual se incorporó, según dijo, a «matar fascistas, porque alguien debe hacerlo».
Su novela 1984 constituyó una acusación contra los regímenes totalitarios y se convirtió en el mayor éxito de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en su más extendida operación propagandística contra la URSS en la década de 1950.
Orwell nació el 25 de junio de 1903 en la India, donde su padre trabajaba como modesto funcionario del gobierno colonial, y a los dos años se trasladó con su madre y hermana a Inglaterra.
Su carrera literaria tomó aspectos de esas primeras experiencias y escribió la novela Los días de Birmania (Burmese Days) y ensayos como Un ahorcamiento (A Hanging, 1931) y Matar a un elefante (Shooting an Elephant, 1936), de oposición al sistema colonial, además de  elaborar relatos sobre las condiciones de los trabajadores.
Esos primeros textos lo inscriben en la tradición liberal de la generación de escritores europeos nacidos a inicios del siglo XX, quienes defraudados por la crisis de la sociedad burguesa y  ante la cercanía de la nueva contienda que  provocaría  el fascismo  alemán, asumen muchos de ellos posiciones de simpatía con las ideas socialistas y la URSS como oposición a la barbarie nazi.
Otra etapa en su formación se inició en la Guerra Civil Española, en la que resultó herido  y conoció de primera mano las divisiones internas del frente antifascista, entre trotskistas, con quienes simpatizó, comunistas, anarquistas y otras tendencias, mientras de la URSS llegaban  noticias sobre las purgas de Stalin que lo resienten en sus ideas favorables al socialismo en esa nación.
Al respecto escribió: «La guerra de España y otros acontecimientos ocurridos en 1936-1937 cambiaron las cosas, y desde entonces supe dónde me encontraba. Cada línea en serio que he escrito desde 1936 ha sido escrita, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático como yo lo entiendo».
Bajo esas premisas presentó en 1945 la novela Rebelión en la granja, una parodia de sociedad totalitaria en la que los animales del lugar realizan una insurrección contra los hombres, trama en la que se aprecian críticas  al sistema soviético y a la sociedad inglesa de entonces.
Posteriormente, en 1948, acabó su novela 1984, en la que presenta un mundo  regido por grandes poderes dictatoriales y describe un imperio totalitario dirigido por el «Gran Hermano», o máximo líder, que basa su poder en instrumentos de dominación de toda la vida de sus súbditos, a los cuales les conculca sus derechos civiles y les regula hasta el amor.
Pero mientras consume sus últimas energías en la escritura de esa narración, afectado por la tuberculosis que lo llevará a la tumba en 1950, del otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, la recién fundada Agencia Central de Inteligencia (CIA) pone a punto la campaña subversiva dirigida a «conquistar la mente y los corazones», principalmente de la intelectualidad europea.
Uno de los patrones propagandísticos de esa batalla fue la promesa de que, después de derrotada la «barbarie asiática», identificada con la URSS, el campo occidental lidereado por EE.UU. construiría un mundo mejor, basado en la democracia, derechos humanos y libertad, fábula en la que creyeron no pocos intelectuales de la época.
Para alcanzar ese objetivo, la CIA organizó el Congreso por la Libertad Cultural a inicios de la década de 1950, apoyado en una inmensa red global de gobiernos y servicios especiales aliados, instituciones culturales, tanques pensantes, órganos de prensa, casas editoras, fundaciones y todo tipo de instituciones relacionadas con la esfera de la cultura, en una megaoperación que se extendió hasta los años 60.
Como nunca antes se dirigieron incalculables esfuerzos, recursos y métodos policiacos de reclutamiento, chantaje, propaganda e influencia sicológica, sobre un sector de la intelectualidad encasillada por los estrategas de los servicios especiales bajo el término de «izquierda no comunista o antisoviética», integrada por arrepentidos del ideal soviético de la primera mitad de siglo, entre los que se encontraba George Orwell.
Michael Warner, historiador de la CIA, escribió que la estrategia de conquistar a esa izquierda fue «el fundamento de las operaciones políticas de la Agencia durante las siguientes dos décadas», según cita la investigadora inglesa  Frances Stonor Saunders, en su libro La CIA y la Guerra Fría Cultural.
Precisa la investigadora que tras la muerte de Orwell en 1950, la Agencia, por medio de su fachada cultural, negoció con la viuda del escritor la realización de una película de dibujos animados basada en Rebelión en la granja, considerado el más ambicioso proyecto de este tipo emprendido hasta ese momento.

Para el animado se utilizaron más de 100 000 ilustraciones realizadas a mano  y se ejerció  la censura del texto original, que atacaba a personajes representados como cerdos, identificados como las burocracias y gobiernos inglés y  alemán, que se eliminaron del guion final para resaltar las referencias antisoviéticas.

Algo parecido ocurrió con el filme que se hizo sobre la otra novela, 1984, en el que se difuminó toda crítica a estados capitalistas, con lo cual convirtieron la obra en un notorio manifiesto anticomunista, costeado con 100 000 dólares por el Gobierno estadounidense.
Muchos años después, con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la posterior  disolución de la URSS, se proclamó el supuesto fin de la historia con la victoria del sistema capitalista mundial con EE.UU. a la cabeza.
Ese fue el contexto en el que se echaron los cimientos del concepto de la vigilancia total, impulsado por  la ola de la revolución de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, que impacta como nunca antes en la historia del desarrollo humano, en todas las esferas de la sociedad.
«El Gran Hermano» de la ficción orweliana se instauró en el nuevo milenio en el mundo virtual de las redes, por donde transitan los no tan virtuales credos, anhelos, esperanzas e informaciones  de millones de habitantes. Pero a diferencia del imaginario literario, ese nuevo sistema se construye y generaliza  sobre los programas de inteligencia artificial y tecnología de punta para manipular la sociedad con mentiras, con nombres mediáticos de «posverdad»,  «poder suave», «revoluciones de colores», «guerras asimétricas», «fake news», y  otros conceptos.

Esas doctrinas salen de la producción en cadena de los centros de la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU., dedicada al fisgoneo electrónico de los secretos de amigos y enemigos en todo el orbe, de los comandos del Pentágono y la comunidad de inteligencia de los países  poderosos, donde se afana  un ejército de miles de eficientes servidores de un imperio que parece estar destinado a superar con creces la obra del polémico y censurado creador de 1984.

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